martes, mayo 20, 2025

Viet Nam antes de Viet Nam (16): Si tu ne voulais pas de bouillon, voici deux tasses




Las primerasrelaciones
Reyes y revoluciones
Nunca te fíes de un francés
Nguyen Ai Doc
Tambores de guerra
El tsunami japonés
Grandeza y miseria de la Kempeitai
El Viet Minh
Los franceses hacen lo que mejor saben hacer (no definirse)
Dang vi qui, o sea, naniyori mo hitobito
El palo y la zanahoria comunistas
Puchimones contra podemitas
Aliados a pelo puta
Franceses y comunistas chapotean para no ahogarse
Vietnamitas listos + británicos estúpidos + periodistas gilipollas = muertos a decenas
Si tu ne voulais pas de bouillon, voici deux tasses
Francés busca indochino razonable
Los problemas del comunismo que se muestra demasiado comunista
Echa el freno, Madaleno
El factor chino
El factor USA
El problema de las tres mareas
Orchestal manoeuvres in the dark
O pacto, o guerra
Buen rollito por cojones
El acuerdo de 6 de marzo
El Plan Cédiletxe
No nos queremos entender
Dalat
Las inquietudes y las prisas del almirante D’Argenlieu
Calma tensa
La amenaza nacionalista
Fontainebleau bien vale unos chinos
Francia está a otras cosas
Memorial de desencuentros
Maniobras orquestales en la oscuridad (sí, otra vez)
El punto más bajo de la carrera de Ho Chi Minh
Marchemos todos, yo el primero, por la senda dictatorial
El doctor Trinh, ese pringao
Allez les bleus des boules!
D’Argenlieu recibe una patada en el culo de De Gaulle
París no se entera
Si los Charlies quieren pelea, la tendrán
Give the people what they want
Todas las manos todas, amigo vietnamita
No hay mus
El comunista le come la tostada al emperador
El momento del general Xuan
Conditio sine qua non con un francés: cobra siempre por adelantado
La ocasión perdida
El elefante chino entró en la cacharrería 



 



Los ingleses, notablemente los aristócratas que siempre han dominado los altos rangos de sus Fuerzas Armadas, siempre han presentado un problema: cuando les estás intentando convencer de algo que no piensan, dado que te están mirando y consideran que eres tonto'l'culo, normalmente no te hacen ni puto caso. Pero presentan una ventaja: en su cerebro de maduración lenta, tus argumentos puede que se posen y acaben, con el tiempo, por convencerlos. Como digo, no pasa siempre, pero no deja de ser ligeramente más probable que la posibilidad de que te toque la lotería.

Con centenares de muertos encima de la mesa, algunos de ellos despellejados vivos entre sufrimientos atroces, y una orden de asediar Saigón con todos los no asiáticos dentro, los británicos comenzaron a pensar que lo mismo lo de Viet Nam estaba jodido, y tal. Por lo demás, ellos tenían sus propios problemas. De forma un tanto sorprendente para todos los que no sean británicos (es dificilísimo hacer comprender a la gente que los procesos electorales se rigen por criterios internos y no externos; si ese alguien es periodista, ya resulta imposible); de forma sorprendente, digo, tras haber ganado la guerra, los británicos le habían retirado el alquiler de Downing Street a Sir Winston Churchill y se lo habían entregado a Clement Attle, a pesar de ser un tipo que, de haber gobernado UK en 1939, probablemente habría sido testigo de las tropas alemanas desfilando por Londres. Los laboristas británicos habían llegado al gobierno de la nación prometiendo resolver el descojono económico en que se había convertido su país; y, consiguientemente, querían salir de Asia cagando hostias.

El día 28 de septiembre, Lord Mountbatten convocó a Gracey y a Cédile a su cuartel general de Singapur. El primer secretario de Guerra, John James Lawson, primer barón de Lawson, estaba presente. En dicha entrevista, Lawson le dijo a Cédile que Reino Unido honraría sus compromisos con los franceses; pero, eso sí, negó categóricamente que dicho compromiso incluyese el compromiso de intervenir contra los vietnamitas. En ese entorno, la labor británica venía a terminar en el momento en que el orden se hubiese restablecido. Los japoneses, aclaró Gracey a su regreso a Saigón, seguirían siendo los responsables del orden en tanto en cuanto los franceses no estuviesen en condiciones de sustituirlos. Pero, ésta es la parte importante de sus palabras, Reino Unido tenía un “vivo deseo” de que los franceses aceptasen un nuevo comienzo de sus negociaciones con los vietnamitas. Una forma muy elegante de decir, pues: si te peleas, que sepas que estás solo.

Lógicamente influido por este ambiente y por todo lo que había escuchado en Singapur, Cédile declaró, por su parte, que su intención era total a la hora de negociar con los vietnamitas; pero sobre la base de la declaración del 24 de marzo, es decir, sobre la base de la construcción de una administración federal. Pero para todo eso hacía falta que se restableciese el orden.

Las alternativas eran pocas para todos. La frialdad británica, creciente, hacía que las opciones fuesen en realidad muy pocas. Probablemente una sola: el acuerdo. Así las cosas, apenas unos días después, el 2 de octubre, Cédile se reunió con el trío de la bencina del Comité de Nam Bo (Bach, Thach y Bay), y acordaron una tregua inmediata.

Hubo, pues, una declaración conjunta connotada de buen rollito. Esto era lo que querían los ingleses, y es lo que tuvieron; los hechos habrían de demostrar pronto que, una vez más, estaban desconectados de la realidad.

Ahora había que negociar. Esto se asemejó bastante a estas cosas que vemos en la política española de cuando en cuando: hay un momento de declaraciones rimbombantes de amistad política donde todo parece posible, pero luego, cuando se entra en la negociación y una parte pide el oro y el moro, ya la cosa se pone más jodida. En las primeras reuniones, Cédile dejó claro que, para comenzar a hablar de lo que fuese que quisieran hablar los vietnamitas, antes tenían que soltar a los muchos rehenes que todavía tenían retenidos, por no mencionar el cuerpo del coronel Dewey, que no se sabe si se lo quedaron para grabar un episodio de CSI o qué. Los Viet Minh, que claramente dominaban la negociación por parte local, vinieron a decir: a eso de pedir y pedir yo también sé jugar, macho, que tengo un amigo del PNV. Convertidos en Puchimones de tonalidad amarillo oscuro, le dijeron a Cédile: si quieres condiciones préalables, aquí tienes una: firma al pie de un papel en el que reconozcas la independencia del Viet Nam.

Los vietnamitas, de hecho, fueron más allá. El 5 de octubre, apenas tres días después de haber cantado con los franceses aquello de Amigos para siempre means you'll always be my friend, no naino naino naino naino naino na..., los del Comité de Nam Bo presentaron sus condiciones para mantener la tregua: restablecimiento en Saigón de la situación anterior al 23 de septiembre, es decir, regreso de la administración vietnamita; competencia exclusiva para dicha administración de la policía y la seguridad pública; desarme de las tropas francesas; concentración de toda la población francesa en un área elegida y provista por los vietnamitas; prohibición de llegada de nuevas tropas a Saigón. O sea, la alternativa KAS, pero en vietnamita. (De hecho, éste es un inciso, yo creo que buena parte del abertzalismo vasco, sobre todo el primero, el de Pertur, por ejemplo, bebía mucho de esta fuente. Los vascos nunca han entendido que, por muy justas que el tiempo pueda hacer sus reivindicaciones, lo que ya no pueden cambiar es el hecho de que, al contrario de lo que ocurre con ejemplos como el que aquí relatamos, ellos nunca han sido una colonia de España, ni de Castilla).

Es obvio que los franceses no podían entrar ni a discutir aquellas condiciones. En ese clima de tensión, Mountbatten le arrancó a las partes una ampliación de 48 horas de la tregua. El 10, a su terminación, hubo nuevos desórdenes.

El mismo día 5 que los vietnamitas pusieron pies en pared, el general Leclerc llegó a Saigón. En una capital abrumada por las lluvias torrenciales, los franceses salieron a las calles a recibirlo con alharaca. Había llegado el hombre que más impresión de protector transmitía a la ciudadanía gala y, verdaderamente, más se acercaba a esa figura. Leclerc no creía en la tregua ni en las conversaciones, de las que de hecho se había informado sólo superficialmente. Su objetivo era, por un lado, romper el bloqueo de Saigón; y, por otro, romper la unión vietnamita. Apenas 48 horas después de la llegada del general, nuevas tropas desembarcaron en Saigón, algunas de las cuales fueron enviadas a Phnom Penh y a la Pakse, en el sur de Laos. Las intenciones francesas eran de abrir una colaboración con los británicos para liberar Saigón, algo que también les interesaba a los segundos, puesto que necesitaban agrandar lo que conocían como key area, es decir, el triángulo de terreno delimitado por Saigón, Thudaumot y Bien Hoa, que era el espacio donde querían tener apañados, y apiñados, a los japoneses. Esta estrategia se desarrolló durante todo el mes de octubre, y culminó el 25 con la ocupación británica de los otros dos vértices del triángulo.

El jefe de Estado Mayor de Leclerc era el coronel Paul Repiton-Préneuf. Diseñó una estrategia basada en dos puntos de ataque francés, aprovechando, sobre todo, que el Grupo Massu había llegado por fin a Saigón y había recibido los pertrechos prometidos por los británicos. El primero de los golpes sería en el sector de Mytho, que era el lugar donde se escondían buena parte de los efectivos y estrategas del Viet Minh. Controlar Mytho les daría a los franceses el control del delta del Mekong y el acceso a Camboya. El segundo objetivo, razonaba Repiton-Préneuf, debía ser Tayninh, el santuario Cao Dai.

El día 25, los blindados del Grupo Massu avanzaban por el Mekong; al mismo tiempo, el entonces famoso comando SAS B, formado por paracaidistas de aeronáutica naval y comandados por el capitán de corbeta Pierre Ponchardier, entró por sorpresa en la villa, poniendo en huida a los Viet Minh. El comando siguió avanzando y el 29 ocupó Vinh Long y Cantho al día siguiente. Las tropas de desembarco del Richelieu, por su parte, se hicieron con Gocong, aunque no sin tener que luchar duramente. Con estas operaciones, los franceses obtuvieron el control de los arrozales del Trambassac y el acceso fluvial a Camboya.

Por su parte, el general que daba nombre al grupo probablemente más eficiente de las tropas francesas, el general Jacques-Émile Massu, avanzaba hacia el norte, hacia Honquan, Locninh y Budop. El 1 de diciembre, el comandante Rivier (podría ser Raoul Rivier, pero no estoy seguro) tomaba Ban Me Thuot, la capital de los moïs del sur, y un importante depósito de armas de los Viet Minh. Camau, el último santuario de los comunistas, cayó en manos de los franceses el 5 de febrero. En suma, Francia había conseguido, mediante una serie de operaciones bien coordinadas y en las que había invertido a algunos de los mejores mandos que la segunda guerra mundial había cincelado, revertir la situación teórica de asedio final que había diseñado el Viet Minh. Los comunistas no sólo se vieron derrotados, sino que se vieron dispersados y en gran parte incomunicados. Muchos de ellos hubieron de reciclarse a “voluntarios de la muerte”, es decir, francotiradores que hacían la vida, y la muerte, por su cuenta. Por su parte, el Comité del Nam Bo, que se había convertido en un grupo peregrino, constantemente buscando lugares que se pudieran considerar refugio seguro, había perdido todos sus miembros no comunistas. Los nacionalistas, en efecto, estaban seriamente carcomidos por las disensiones, como siempre que le ocurre a los nacionalistas cuando pierden. El Viet Minh, de hecho, lanzó una desesperada llamada de ayuda al Cao Dai, que éste o no pudo, o no quiso atender. Los Hoa Hao estaban al borde de la disolución.

Un problema importante que tenía Giau era que, además, la cúpula nacionalista había sido descabezada, mediante la represión o ejecución de líderes como Ho Van Nga, el jefe del Partido de la Independencia. Para colmo, el gran jefe de los piratas del delta del Mekong, Binh Xuyen, había puesto precio a su cabeza, por lo que todos los sicarios de Conchinchina lo buscaban para matarlo. En febrero de 1946, la única actividad guerrillera digna de llamarse tal se produciría en el norte de Saigón, la planicie de los juncos y las partes más occidentales, donde la guerrilla vietnamita fue reforzada por desertores japoneses. De Hanoi, donde estaban los dirigentes comunistas que no estaban presionados por el poder francés, llegaban esas típicas llamadas constantes en plan resiste, compañero, juégate tú tu puesto de trabajo, compañero, que yo soy liberado sindical; y, claro, tenían la respuesta que tenían.

Es importante entender, en todo caso, que la imposibilidad de sostener la guerra contra el francés, lo que hizo fue abrir o comenzar otra guerra que, de alguna manera, ya no se ha terminado nunca en Viet Nam. Me refiero a la guerra interna por la prevalencia dentro de las fuerzas vietnamitas. Los más conspicuos estrategas del Viet Minh vieron en aquella situación, verdaderamente tan comprometida para su proyecto nacional, una oportunidad; una oportunidad que, el tiempo lo dejaría bien claro, supieron aprovechar.

La oportunidad lo era de aprovechar aquel tiempo de caos y derrota para prevalecer en la causa vietnamita. Para convertir Viet Minh e independentismo vietnamita en conceptos sinónimos. Los comunistas sabían que tenían delante grandes resistencias, sobre todo entre los Cao Dai y diversos grupos nacionalistas más o menos bien estructurados desde el punto de vista organizativo. Pero, claro, los comunistas tenían una habilidad que nadie ha perfeccionado mejor que ellos: el terror.

El Viet Minh instaló, allí donde estaba presente o lograba prevalecer, un reino del terror que obligó a los franceses a variar su estrategia, teniendo que armar cada aldea.

A finales de octubre de 1945, otro personaje importante de la parte francesa en Indochina había llegado a Saigón: el almirante d'Argenlieu. Su obvia tarea: organizar el Alto Comisariado francés en Indochina. Inmediatamente, en seguimiento de la declaración de 24 de marzo, d'Argenlieu, creyese a fondo en aquella fórmula o no, que eso ya está menos claro, se aplicó a llevar a cabo eso de la administración federal, creando un gabinete con diez consejeros federales, que debería asistirle en las labores de gobierno. Con ellos aplicó su gobierno, cuyo principal objetivo confesado era limpiar Viet Nam de los restos de lo que él consideraba “colaboración vichysoise”.

Los problemas sin embargo, no eran baladíes. De las cinco naciones que la declaración de marzo le encargaba federar, sólo Camboya (gabinete Sisowath Monireth) presentaba estabilidad y ausencia de conflictos. En Laos, el rey era rehén de un gobierno rebelde establecido en Ventiane; Annam era de los Viet Minh; en Hanoi, el gobierno revolucionario mantenía una actitud abiertamente antifrancesa. Y de la Conchinchina ya hemos hablado. Tal y como lo veían los franceses, el principal objetivo de corto plazo era el reconocimiento de su soberanía sobre la zona, es decir, resolver y superar cualesquiera reticencias pudieran tener tanto los británicos como los chinos.

D'Argenlieu, de hecho, había estado en Calcuta conferenciando con los británicos y, posteriormente, había viajado a Chungking para entrevistarse personalmente con Chiang Kai Chek De los británicos había obtenido colaboración bastante sincera, derivada del escaso entusiasmo laborista por los temas asiáticos; pero de los chinos no había conseguido ni que le dejasen sustituir los palillos por un tenedor.

En todo caso, en esas semanas los japoneses fueron concentrados en la key area, luego transferidos al cabo de Saint Jacques (Vung Tau para los locales), donde esperaron los buques que los repatriaron. El 26 de enero de 1946, el general Gracey le transfirió sus poderes al mando francés, y salió de Saigón como sólo saben salir de esa ciudad los estadounidenses: sin preocuparse una mierda de lo que dejan detrás.

El 5 marzo, a las cero horas, los británicos, una vez resuelto su problema (la repatriación de los japos), abandonaban toda responsabilidad sobre Indochina.

Para Francia, había sonado la hora de hacerlo bien, o a la francesa.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario