Con el final de la guerra civil llegó, como decíamos, la normalidad teórica al fútbol. Y digo teórica porque al fútbol del franquismo siempre le perseguirá la interminable discusión sobre si el franquismo favoreció al Real Madrid por ser el equipo del régimen o no. Cuestión en la que hay opiniones para todos los gustos en las que, además de intervenir la ciencia histórica , también tienen su papel, y no desdeñable, los amores deportivos de cada uno.
Son los primeros años de posguerra años de débiles campeonatos de liga y de escaso brillo de la selección española, la cual sólo se bate con equipos de su cuerda política como la Francia de Vichy, Italia, Alemania o Portugal. Italia era, de todas estas selecciones, la más potente, pues había sido por entonces ya dos veces campona del mundo. En el estadio de San Siro nos metieron un 4-0 sin paliativos, tras el cual la autoridad federativa sancionó a los jugadores por no haber puesto en el campo toda la garra que se esperaba de ellos. Es, pues, obvio, que a los jerarcas del deporte, o tal vez al mismísmo Franco, aquella derrota les sentó fatal.
Es en esos años cuando se produce un verdadero hecho histórico que llena hoy de solaz a los madridistas que lo conocen, así como de una recíproca mala leche a todo el que por culé se tiene. Hecho que, además, tiene su historia. Se trata de la eliminación del Barcelona en la copa a manos del Real Madrid, tras un partido en la capital de España en la que los blaugranas fueron vencidos nada menos que por 11-1.
El partido de ida había sido en el campo de Les Corts y en él habían ganando los catalanes por 3-0, tanteo tras el cual la prensa de Madrid clamó por una remontada histórica y esas cosas.
Sin embargo, lo más importante del partido de Les Corts fueron los incidentes que se produjeron. Hoy por hoy se vigila, no podía ser de otra manera, la violencia en los estadios. Pero aquel franquismo tenía el listón mucho más bajo. No tengo yo la sensación de que nadie pasara por un peligro para su integridad física en el partido de Barcelona, pero lo que sí está claro es que los aficionados culés se desempeñaron con esa capacidad suya de abuchear a fondo al rival. La Federación, por toda respuesta, sancionó al Barcelona e incluso impidió el desplazamiento de un tren de culés a Madrid para el segundo partido. El presidente del Barcelona envió al Madrid una misiva en los mejores tonos que pudo redactar. Una misiva en la que la voluntad de dorar la píldora a los blancos es tan acojonante que incluso asevera una cosa que ni era verdad entonces, ni lo es ahora ni lo será nunca. Aseveraba el presidente del Barcelona que el Real Madrid era «el club que, después del nuestro, goza de las preferencias de nuestros socios». La verdad es que esa figura, o sea el tipo que es del Barça y que tiene al Real Madrid por segundo equipo, es una figura de ficción. De serie B, más bien.
Aquel partido de vuelta de la copa del Generalísimo es, quizá, el primer partido multitudinario que en España provoca medidas especiales de seguridad. Se prohibió, por ejemplo, vender bebidas con casco en el campo (lo cual sugiere que algún botellón debió de caer al verde en Barcelona). Y, en un acto que, que yo sepa, no tiene precedentes, la policía visitó el vestuario del Barcelona antes del partido, conminando a sus jugadores a no provocar violencia alguna bajo amenaza de sanción. Es fácil de estimar, por lo tanto, que los jugadores del Barça salieron a jugar más bien acojonados y que, en consecuencia, es posible que ello tuviera algo que ver en el abultado tanteo de que fueron objeto.
No fue sólo la policía. Hasta la prensa de Madrid, y la madridista también, reconoció que la actitud del público madrileño había sido tan intimidatoria como la del catalán en el partido de ida. Sin embargo las autoridades, que habían impuesto al Barcelona la multa máxima por registrar incidentes en su estadio, impusieron al Madrid la mínima para, acto seguido, probablemente para dar una impresión salomónica que estaba lejos de ser cierta, volver a multar a ambos equipos con 25.000 pesetas cada uno.
En la liga 44-45, el Barça se tomaría cumplida venganza asestándole en Barcelona al Madrid una «manita»: 5-0.
La liga 47-48 es aquélla en la qu ese producen hechos que forman parte de la leyenda urbana del fútbol pero que, al menos en el estado de conocimiento que tengo al escribir estas notas, son eso, una leyenda urbana.
Se dice mucho (casualmente un amigo mío sacó esa conversación en un almuerzo hace unos días) que el mayor favor que le hizo Franco al Real Madrid fue ampliar el número de equipos de primera división el año que el club blanco había quedado para descender. Es, ya digo, una historia muy conocida; yo, cuando manos, la he oído un puñado de veces.
Las clasificaciones que he podido consultar dicen que esta temporada 47-48 es la temporada en que el Real Madrid quedó en peor puesto durante los años de Franco; y al año siguiente no hubo ampliación alguna de la primera división. Tengo por mí, pues, que esta historia es, como digo, una leyenda urbana.
Lo que pasó fue que el Madrid se jugó la permanencia en un último partido contra el Oviedo, que en la visita de los blancos al norte les había dado un baño importante. Se mascaba, pues, la tragedia. Y, sin embargo, el Madrid ganó. También hay quien dice que ganó con malas artes. Podría ser, aunque ciertamente no sería ni el primer ni el último equipo que se salva de descender en el último momento. Además, hay que tener en cuenta que el Oviedo, perdiendo con el Madrid, condenó a la segunda división al Sporting de Gijón. Así pues, lo mismo pudo ser una manipulación del Madrid que una putada entre asturianos. Y no parece que Franco interviniese mucho.
A finales de los cuarenta, asimismo, la selección española comienza a ampliar el rango de oponentes y a obtener resultados algo más aseados. Consigue, por ejemplo, empatar a 3 con Suiza en Zurich. Este partido fue en el que fue designado representante de la delegación española el general Gómez Zamalloa, futbolero y sanguíneo como pocos, el cual arengó a sus muchachos en el vestuario y terminó su filípica con una famosa frase: «Y ahora, muchachos, ya lo sabéis: cojones y españolía». O sea, igual que viva el semen español, pero en franquista.
En 1949, entre otros partidos, Italia sigue exhibiendo superioridad (1-4) pero ya comenzamos a ganar algún que otro partido a domicilio, como el 1-3 que le escasquetamos a Irlanda, partido en el que Gaínza actuó tan bién que se ganó el sobrenombre de «el gamo de Dublín». A la semana siguiente, se ganana 1-5 a Francia en París. Allí el verdadero animal es el culé Basora (el mismo que en canción de Serrat completa delantera con César, Kubala, Moreno y Manchón), que tras su hat trick se ganará el derecho a ser conocido como «el héroe de Colombes».
Claro que para apoteosis la de 1950 en Brasil. Los muy puristas suelen recordar que aquel partido contra Inglaterra en el Mundial no era de vital importancia dada la clasificación del fútbol; los muy puristas, por lo tanto, entenderán mucho de fútbol, pero no tienen, con perdón, ni puta idea de lo que el fútbol puede llegar a significar para una nación que, hasta dos días antes, había estado aislada y que seguía teniendo un papel internacional que sin recato cabe reputar de putomiérdico.
Ramallets, Alonso, Parra, Gozalvo II, Gozalvo III, Puchades, Basora, Igoa, Zarra, Panizo y Gainza. Ésta es la lista de héroes de Brasil. A los tres minutos de la segunda parte, Ramallets saca de portería con la mano hacia Gozalvo II. El defensa avanza unos metros y pasa a Gainza, y éste a Panizo. El delantero no lo ve claro y retrasa la pelota hacia Puchades y éste trata de enervar de nuevo el ataque pasando a Gainza. El medio inglés Wright corta ese pase, pero la pelota vuelve a los españoles, concretamente a Gabriel Alonso, quien se da cuenta de que el despeje ha descolocado al inglés y vuelve a apostar por Gainza, que de cabeza le pasa a Zarra, quien remata.
Gol.
Un gol que, en la voz de Matías Prats senior, dura más de un minuto. Tratad de hacerlo, a voz en grito, a ver si podéis.
Si estás leyendo estas líneas y naciste más allá de, digamos, 1970, debes entender una cosa. Los españoles de los tiempos del franquismo éramos una puta mierda. Nunca ganábamos nada. Ganó cosas Joaquín Blume, pero se murió. Ganó cosas Manolo Santana, para qué negarlo; pero, al lado de Rafa Nadal, los triunfos de Santana empalidecen. Nuestros jugadores parecían en muchos casos haber soltado el arado media hora antes del partido, mientras que, a partir de la década de los cincuenta, las selecciones de Inglaterra, de Francia, de Alemania, de Italia, comenzaban a verse trufadas de bien alimentados deportistas urbanos. Nosotros tendíamos a ser retacos, anchotes y de piernas arqueadas; ellos ya querían parecerse a David Beckam. Además, en 1950 alguno de los grandes planetas de la galaxia fubtolística estaba en plena formación. El propio Brasil es un ejemplo. Por aquel entonces, Inglaterra, inventora del fútbol y tan importante en este deporte que es la responsable de que digamos cosas como córner, penalty o gol, era el no va más del fútbol. Y estaba, también la idea imperial de España, que la ideología del país y su Educación para la Ciudadanía consolidaban día a día en las mentes de los españoles; idea imperial que tenía algunos enemigos muy concretos y, muy especialmente, esa Inglaterra que le había encendido el pelo a nuestra Armada Invencible.
Todo eso se condensó en la famosa frase del doctor Muñoz Calero, presidente de la FEF: «hemos vencido a la pérfida Albión». Frase que sentó a los británicos como si le hubiéramos mentado la madre a su majestad británica, que provocó algún que otro sudor en El Pardo y que obligó a una estúpida rectificación según la cual el doctor Calero había dicho pérfida cuando en realidad quiso decir rubia.
En la temporada 50-51 se producen dos hechos de larga recordación. El primero es el descenso a segunda del Alcoyano, tras defenderse durante todo el año con un pundonor tan ejemplar que, a decir de muchos, es entonces cuando se forma esa frase tan española de «tienes más moral que el Alcoyano». La segunda cosa es la integración en la plantilla del Barcelona de Ladislao Kubala; el cual, sin saberlo, estaba inaugurando la primera gran etapa de fichajes del fútbol español.
... y me vais a disculpar, pero esta noche me espera The front page; quizá, una de las dos o tres comedias más divertidas jamás filmadas.