... y, al final, alguien escuchó al juez John Sirica
Un presidente Missing in Action
El día que James McCord le dijo al mundo: "¡Es un pato, imbéciles, es un pato!"
Breznev y los prisioneros de guerra contraprograman el Watergate
Los pruritos morales de Hugh Sloan
Johnny cogió su fusil
El testimonio de Alejandro Mantequilla
Spyro Agnew y las 21 preguntas de los cojones
A situaciones paranormales, aficiones paranormales
Los diez negritos fiscales
El discurso del político acorralado
La última trinchera
It's not easy, but it could be done
El último martillazo de Warren Earl Burger
Barbara Jordan, Christine Chubbuck, y el final
Dos días después de la dimisión de Agnew, el presidente Nixon anunció la designación en su puesto de Gerald Ford, el líder de la minoría de la Cámara. La elección sorprendió a todo el mundo salvo, claro, a Nixon. Buena parte de los republicanos esperaban que el designado hubiera sido Ronald Reagan; ciertamente, el ex gobernador de California había sido un apoyo incansable del presidente; pero también tenía bastantes enemigos en el partido y Nixon siempre quería un segundo plano y gris; en ese sentido, hizo la elección perfecta. Ford, además, era otra cosa: era una persona fiel a la figura de Nixon, como demostraría poco tiempos después cuando, ya presidente, tomó la discutidísima decisión de otorgarle el perdón presidencial a un señor que, por el bien de la democracia americana, debería haber probado el cáterin de la cárcel.