Como ya he recordado al hablar de Wild Bill Lovett, en 1920 se impuso en Estados Unidos la denominada Ley Seca. La prohibición del alcohol, lejos de lo que esperaban sus propulsores, no eliminó el consumo de este tipo de bebidas, sino que simplemente lo convirtió en clandestino y puso en manos del crimen la explotación de un negocio hasta entonces plenamente legal.
En Nueva York, el consumo clandestino de alcohol era tan común y masivo que pronto distribuidores como Frankie Yale tuvieron que buscar nuevos proveedores. El siciliano encontró en la denominada Purple Gang de Detroit a una excelente fuente de alcohol de calidad. La banda de Michigan, predominantemente judía como lo sería años después la famosísima Murder Inc. de Abe Reles y Lepke, había empezado a fabricar alcohol a gran escala, bajo la marca Old Granddad, que era incluso de mejor calidad que en la época en que estos productos eran legales.
La elevada calidad del producto contrastaba con el alcohol, digamos, amateur, que vendía la Mano Blanca. La consecuencia de la diferencia fue que un buen número de locales clandestinos en todo Brooklyn comenzaron a traicionar a los irlandeses y hacerse proveer por los italianos.
El jueves 18 de noviembre de 1920, por la noche, Wild Bill Lovett convocó un cónclave mafioso en el denominado Prospect Hall, en la 17. Convocó a Richard «Pegleg» Lonergan (el tercer asesino de Crazy Benny Puzzo), Danny y Petey Bean, Pug McCarthy (el asesino de Patrick Foley), Ash Can Smitty, Jack «Needles» Ferry, Charleston Eddie McFarland, Aaron Harms y Irish Eyes Duggan. En aquella reunión, el comité central de la Mano Blanca decidió comenzar una actividad que se haría muy común durante los años de la prohibición: el robo de mercancía de la competencia.
El alcohol llegado de Michigan era descargado en un garage propiedad de Frankie Yale situado en el cruce entre la cuarta avenida y la calle 2. Otro elemento que hacía fácil la operación era que los italianos habían instruido a los judíos para que nunca realizasen entrega alguna fuera de los cuarenta minutos que van desde las once y media de la noche y las doce y diez. Yale sabía que los policías de la zona terminaban turno a las doce, y a las once y media se iban de sus puestos camino de la comisaría, así pues contaba con ese espacio de tiempo como de menor vigilancia.
Al jueves siguiente de la reunión, es decir en pleno Thanksgiving Day, un sedán LaSalle abandonó el garage de Baltic Street. Dentro del coche iban Petey Bean, Charleston Eddie, Ash Can Smitty y Needles Ferry. Irish Eyes Duggan y Aaron Harms se encontraban en la West Street de Manhattan, contolando la llegada del camión.
Conviene tener en cuenta una cosa. En 1920 no existían aún ni el puente George Washington, ni el Túnel Lincoln, así como otras conexiones desde el Oeste. Casi la única manera de viajar para el camión, y desde luego la más eficiente, era tomar el ferry que conectaba Jersey City con Wall Street. Allí fue donde los irlandeses lo encontraron y lo siguieron hasta Brooklyn. La operación fue limpia y perfecta. Los irlandeses cayeron sobre los camioneros por sorpresa, los desajolaron del vehículo y, un minuto después de las doce, metían el camión dentro del garage de Baltic Street. Luego de vaciarlo, Needles y Ash Can lo abandonaron en una curva justo al lado del garage de Yale.
Aquel robo enseñó a Frankie Yale que tenía que jugar aún más fuerte.
El mafioso italiano se dio cuenta de que necesitaba un golpe aún más definitivo que todos los que había dado. La acción de los irlandeses venía a demostrar que ninguna de sus mercancías podía considerarse ya segura. Lo que había pasado podía volver a pasar muy fácilmente. Así las cosas, levantó el teléfono y llamó a un viejo amigo.
Alphonse Capone, el antiguo portero del Club Adonis, había prosperado mucho en Chicago. Se alegró de saber de su colega de juventud y le preguntó qué se le ofrecía. Yale fue directo al grano. Quería saber si Capone podría facilitarle dos ejecutores fríos y eficientes. Capone no se hizo de rogar. Sabía bien que si su colega le hacía esa petición, la situación con seguridad lo justificaba. Así pues, colocó en el tren de Nueva York a dos de sus mejores hombres, Albert Anselmi y John Scalise. Dos profesionales que nunca cobraban menos de 15.000 dólares por cabeza. Yale, por cierto, protestó por el precio, indicando que Sciacca y su compañero habían cobrado 5.000 dólares menos. Capone se limitó a argumentarle, fríamente, que el billete de tren desde Chicago salía más caro que desde Cleveland.
Pero Yale no protestó mucho. Necesitaba gente muy buena para lo que quería hacer. Había decidido que no golpearía contra uno de los miembros de la Mano Blanca, sino contra la organización en sí. Había decidido perpetrar la primera (ya que no fue la única en la Historia de la Mafia) matanza de San Valentín.
Los micks tenían previsto celebrar el 14 de febrero de 1921 en el Sagaman's Hall de Brooklyn. 36 miembros de la organización irlandesa, acompañados por sus mujeres o pericas, acudieron al baile. A las siete de la tarde de aquel 14 de febrero, Anselmi y Scalise se presentaron en el garage de Yale. Allí los recogió Frenchy Carlino, quien los llevó a la esquina entre las calles Schermerhorn y Smith.
Los dos asesinos se introdujeron subeptriciamente en la sala de baile, que era grande y ruidosa, por lo que no les fue difícil. Se situaron en una balconada que había sobre la pista de baile, donde accedieron a una vista general del público. Desde allí, los dos asesinos sacaron sus 45 y dispararon sobre la gente allí abajo sin preocuparse mucho de la precisión; se les había pedido una matanza indiscriminada, y eso hicieron.
Apenas un minuto después de que los asesinos a sueldo dejasen de disparar y saliesen disparados hacia el LaSalle donde les esperaba Carlino, el Kings County Hospital recibió una llamada del asistente al baile que conservó la cabeza más fría: Irish Eyes Duggan.
Los cuatro médicos que llegaron en las ambulancias encontraron tres personas ya muertas. Kevin «Smiley» Donovan tenía tres balas en el cuerpo, una de ellas, claramente mortal de necesidad, en la parte posterior de la cabeza. Jimmy «Two Dice» O'Toole estaba sentado de espaldas a la balconada desde donde dispararon Anselmi y Scalise, y había recibido una lluvia de balas en la cabeza que la había dejado medio destrozada. La tercera víctima era Mary Reilly, la novia de Pegleg Lonergan, a quien todos conocían como Stout-Hearted Mary por haber sacado adelante a siete hermanos después de que sus padres se ahogasen en 1916. Una bala había acertado a Mary en todo el corazón, lo había traspasado, había salido por su espalda y había terminado alojándose en el brazo de Fred McInerney, que estaba sentado junto a ella.
La muerte de Mary Reilly en el Sagaman's Hall explica que Pata de Palo Lonergan permaneciese en los siguientes años en primera línea de violencia contra la Mano Negra. Hasta el mismísimo final de la guerra.
Ash Can y Pug McCarthy salieron a toda leche en un coche camino del garage de Yale, esperando encontrarle allí. Pero el garage estaba cerrado. Los italianos estaban en el Adonis, celebrando una boda en la que no conocían a ninguno de los novios ni de sus parientes.
La matanza de San Valentín en Sagaman's Hall se saldó con doce heridos y tres muertos.
En una guerra, a la acción de uno se corresponde la acción de otro. Los irlandeses tenían que contestar. Y, cuando lo hicieron, inauguraron sin saberlo una de las imágenes míticas del cine sobre el crimen organizado. Pero eso lo contaremos el próximo día.