Después, hemos contado lo caliente que estaba Odessa antes de la llegada del Potemkin, y el movidón que se montó cuando ya habían llegado, y que inmortalizó Einsenstein. Después comenzó el toma y daca entre los marineros y los revolucionarios, y algún que otro susto. Finalmente, los marineros del Potemkin logran enterrar al marinero Vakulinchuk, aunque con incidentes. Y, finalmente, hemos pasado al bombardeo de Odessa por el acorazado y, posteriormente, sus consecuencias y los movimientos de la Flota del Mar Negro. Sin embargo, cuando dicha Flota llegó para acojonar a los amotinados, sus mandos se llevaron una sorpresa.
Los
revolucionarios del Potemkin
podían
ser tontos, pero no gilipollas. Lo que había pasado en la mayoría
de las cubiertas de los acorazados de la Flota les garantizaba la
simpatía de sus camaradas marineros, pero tampoco podían estar
seguros de nada más. Muy especialmente, no podían confiar en que,
si decidían atacarlos, sus camaradas se dejasen atacar. Por lo
tanto, la victoria que suponía haberse enfrentado a la Flota sin ser
bombardeado había que administrarla con cuidado.
Luego ha llegado el momento de contaros la guerra de 1812 y su frágil solución. Luego nos hemos dado un paseo por los tiempos de Monroe, hasta que hemos entrado en la Jacksonian Democracy. Una vez allí, hemos analizado dicho mandato, y las complicadas relaciones de Jackson con su vicepresidente, para pasar a contaros la guerra del Second National Bank y el burbujón inmobiliario que provocó.
Luego hemos pasado, lógicamente, al pinchazo de la burbuja, imponente marrón que se tuvo que comer Martin van Buren quien, quizá por eso, debió dejar paso a Harrison, que se lo dejó a Tyler. Este tiempo se caracterizó por problemas con los británicos y el estallido de la cuestión de Texas. Luego llegó la presidencia de Polk y la lenta evolución hacia la guerra con México, y la guerra propiamente dicha, tras la cual rebrotó la esclavitud como gran problema nacional, por ejemplo en la compleja cuestión de California. Tras plantearse ese problema, los Estados Unidos comenzaron a globalizarse, poniendo las cosas cada vez más difíciles al Sur.
Con
Franklin Pierce los Estados Unidos comenzaron una tendencia, hoy no
cerrada, hacia la elección de presidentes básicamente formados por
su fachada (de la que usualmente ellos mismos tienen una altísima
opinión) y que, en lo concreto, basan su gestión en decirle a todo
el mundo lo que quiere escuchar. No era Pierce, es mi opinión, el
mejor inquilino en la Casa Blanca para un momento en el que el
enfrentamiento por la esclavitud estaba entrando en Defcon 2. En
realidad Pierce, como otros muchos estadounidenses, creía que con
las concertaciones ya alcanzadas se había conseguido encajar el
problema para siempre.