Los otros sólo están equivocados
¡Vente p’a Medina, tío!
El Profeta desmiente las apuestas en Badr
Ohod
El Foso
La consolidación
Abu Bakr y los musulmanes catalanes
Osmán, el candidato del establishment
Al fin y a la postre, perro no come perro
¿Es que los hombres pueden arbitrar las decisiones de Dios?
La monarquía omeya
El martirio de Husein bin Alí
Los abásidas
De cómo el poder bagdadí se fue yendo a la mierda
Yo por aquí, tú por Alí
Suníes
Shiíes
Un califato y dos creencias bien diferenciadas
Las tribulaciones de ser un shií duodecimano
Los otros shiíes
Drusos y assasin
La mañana que Hulegu cambió la Historia; o no
El shiismo y la ijtihad
Sha Abbas, la cumbre safavid; y Nadir, el torpe mediador
Otomanos y mughales
Wahabismo
Musulmanes, pero no de la misma manera
La Gran Guerra deja el sudoku musulmán hecho unos zorros
Ibn Saud, el primo de Zumosol islámico
A los beatos se les ponen las cosas de cara
Iraq, Siria, Arabia
Jomeini y el jomeinismo
La guerra Irán-Iraq
Las aureolas de una revolución
El factor talibán
Iraq, ese caos
Presente, y futuro
Mahoma permanece velado para la Historia durante los primeros cuarenta años de su vida, puesto que son también los menos interesantes, o no interesantes en lo absoluto, para su misión religiosa. Se casó con una mujer, Jadicha, que tenía veinte años más que él y que aportó una generosa dote que probablemente, a juzgar por los hechos posteriores, Mahoma no sólo supo administrar sino que acreció; de donde se ha colegido, muy a menudo, que debía de ser una persona muy avispada para los negocios, esto es una persona de fuerte mentalidad estratégica, un árabe Ibex; un emprendedor capaz de crear start-ups camélidas exitosas. Jadicha y Mahoma, por lo demás, se profesaron un amor muy sincero, tanto que hay quien piensa que de no haber muerto ella antes que él, tal vez el Islam sería hoy una religión monógama (cosa que, en cualquier caso, considerando las costumbres preinstaladas en una sociedad tribal como la árabe, es bastante difícil de creer).