En efecto, la calle, en abril, sigue a su bola. En Villapadora, Sevilla, durante las movilizaciones de una huelga campesina se produce un muerto. Los propietarios de tierra huyen del pueblo ante las amenazas que reciben. Una votación para elegir el alcalde de Huelva termina con un socialista muerto. En Huévar, Sevilla, otra huelga campesina provoca dos muertos; uno más en Badalatosa, de la misma provincia. En Abarán, Murcia, un grupo asalta el domicilio de un derechista y mata a su hijo a puñaladas. Otro derechista muere en Siles, Jaén. Lo de Siles es, en realidad, peor. Las izquierdas se rebelan y la guardia municipal se les une. Cuando llega la guardia civil a poner orden, los municipales abren fuego contra ellos, hiriendo al teniente que iba al mando. A ello se suceden unos enfrentamientos en los que muere un vecino sin significación política.
No es el único caso. En Consuegra (Toledo), miembros de la guardia municipal asesinan al guarda mayor de la Comunidad de Labradores. En Daimiel, Ciudad Real, el alcalde intenta suspender una procesión religiosa y, al no conseguirlo, ordena a los municipales que la tiroteen.
En Ceuta, el decano del colegio de abogados y ex diputado de la CEDA, De las Heras, también es asesinado. En Beniopa, Valencia, donde los izquierdistas se han incautado la iglesia por la patilla, un ex militante de la FAI es asesinado por ex compañeros.
Un magistrado de la Audiencia de Sevilla resulta gravemente herido en un atentado. En Valencia, los vecinos de los pueblos de Jaraco y Tabernes de Valldigna, al parecer de tendencias políticas distintas, quedan para pegarse. Un muerto. En Cartaya, Huelva, los enfrentamientos entre campesinos y guardia civil dejan cuatro manifestantes muertos. En Baza, Granada, un grupo de izquierdistas rodea al guardia civil José Herrerías Medina, que saca su pistola y causa dos muertos.
El 23 de abril, en Lébrija, se producía un conflicto bastante común en aquella época. Los jornaleros habían entrado en los campos y trabajado en los mismos sin haber sido contratados, y ahora pretendían que se les pagasen los jornales. Hubo follón. El teniente de la guardia civil Francisco López Cepero Ovelar les habló y advirtió de que no toleraría desmanes. Luego fue a parlamentar con el alcalde y, a la salida del ayuntamiento, fue abordado por los campesinos, que dispersó un guardia apellidado Galisteo disparando al aire. Esa noche ardieron un convento, el domicilio del alcalde y el centro de Acción Popular. El teniente López, que no tenía teléfono en su casa, salió en la noche hacia el cuartel para dar las órdenes oportunas. Los manifestantes lo vieron y rodearon. Él sacó su arma y disparó al aire. Iba a hacer otro disparo, pero el arma se le encasquilló. En ese momento, los que lo rodeaban lo cogieron. Lo tiraron al suelo, lo patearon, lo golpearon con barras de hierro y una azada. Luego, ya cadáver o tal vez moribundo, lo arrastraron por las calles.
La mujer del teniente, desde el balcón de su casa, fue testigo de todo.
En Alfaro (Logroño) es asesinado un joven de Acción Popular. En Haro es asesinado otro derechista y asaltada una sede partidaria. En Zaragoza, los obreros en huelga de una obra se apiolan al contratista. En Yecla (Murcia) el asesinado es el secretario del Sindicato Obrero Católico. Otro muerto en Arganda, durante un choque de partidarios políticos. En Sevilla es asesinado un profesor de la Escuela de Artes y Oficios. Una bomba estalla en Loyola, Guipúzcoa, causando un muerto. En Madrid, unos desconocidos disparan contra un obrero derechista y una mujer cubana, matando al primero de ellos. En Bilbao chocan sendos grupos de socialistas y tradicionalistas; un muerto más. En Albalate del Obispo, Teruel, un agricultor mata a un propietario a tiros.
Arden en abril las sedes de los periódicos Gaceta de Levante (Alcoy), El Correo de Lérida, El Guadalete y El Diario (Jerez).
Leandro García Bayona, agente de policía, fallece en Castellón a disparos de unos anarquistas. En Almería muere un guardia de Asalto. En Viana, Navarra, el asesinado es el guardia civil Manuel Elbusto Osés.
En Gijón, el guardia civil Manuel Vela Rodríguez fue asesinado por un grupo que pasó delante de él a la salida del cuartel en un coche, y le disparó una ráfaga de balas. El gobernador civil, Fernando Bosque, ordenó que no hubiese cortejo fúnebre en el entierro. Las derechas, sin embargo, desobedecieron, lo que provocó que el propio Bosque se plantase delante de la comitiva profiriendo, entre otras cosas, frases injuriosas contra la Guardia Civil. Los falangistas que iban en la comitiva se encargaron de que la cosa terminase a tiros.
El 14 de abril, Día de la República, fue celebrado en Jerez mediante el asalto al que había sido el centro de Falange. Dentro había un falangista, Joaquín Bernal, que repelió el primer ataque a tiros. Luego fue detenido por la guardia civil, quien se lo llevó al calabozo. En el camino hacia el mismo recibió un tiro en el pecho, otro en un brazo y un tercero en la espalda, éste a quemarropa. Los manifestantes la tomaron después con la propia Guardia Civil, que acabó causando un muerto más. Aún así, los manifestantes proclamaron los soviets y detuvieron a más de sesenta derechistas. A partir del segundo día de los tres del conflicto, la guardia civil permaneció acuartelada por orden del gobernador.
En Barcelona, los obreros del metal fueron a la huelga. Un obrero que quería trabajar fue asesinado y arrojado a un paso a nivel. Otro, miembro del Sindicato Autónomo, también fue asesinado. Los huelguistas asaltaron un autobús y desvalijaron a sus 25 integrantes. Finalmente, el día 26 fueron asesinados los hermanos José y Miguel Badia, vinculados al Somatén y la policía autónoma durante el bienio derechista.
En Madrid, el día 7, un falangista llamado José Nicasio Rivogorda entregó una cesta de huevos en casa de Eduardo Ortega y Gasset, abogado del Socorro Rojo Internacional que, además, le había conseguido una colocación. La cesta llevaba una bomba que al estallar causó heridas a la mujer del abogado.
Como guinda para este pastel, el día 13 de abril cae muerto en los adoquines de Madrid el juez Manuel Pedregal, que había sido ponente en la causa contra Manuel Álvarez, uno de los dos detenidos por el atentado contra Jiménez de Asúa. A Álvarez le cayeron, el día 9, 25 años, y Falange contestó llevándose por delante a su señoría.
La crónica del orden público en abril, por lo tanto, está ya bien repleta de sucesos bastante poco edificantes. Y, sin embargo, para quienes consideréis que esto que habéis leído ya es suficiente, deberé deciros que me he dejado lo mejor. Todavía no me ha dado tiempo a contaros por qué pienso que los días 14 y 15 de abril se clavó el último clavo de la rampa que habría de descendernos hacia la guerra civil. Todavía no os he contado, pues, que en este 1936 tan «normal» pasaron cosas como que una persona fuese asesinada a pocos metros del presidente del Gobierno, y que un entierro se convirtiese en una batalla campal en el mismo centro de Madrid.
El 14 de abril de 1936 amaneció el aniversario de la República, un aniversario en el que, seguro, mucha gente, a pesar de todo lo que estaba pasando, aún tenía confianza en aquel régimen. Apenas 40 horas después, eran muchos los que la habían perdido. Y la «culpa» de todo la tuvieron un alférez de la guardia civil y un teniente de la guardia de Asalto; uno, por morir, y el otro, por casi matar.
Por supuesto, continuará.