La ofensiva del Africa Korps dejó bastante claro que las viejas tácticas del ejército inglés en Oriente Medio, que tan buenos réditos le habían procurado a Su Graciosa Majestad durante los tiempos de Lawrence de Arabia, eran fruslerías frente a la capacidad de movimiento de los germanoitalianos. Sin mencionar que, tomando Tobruk, el Eje se aprovisionaba con un puerto de gran capacidad. Sin embargo, las rutas a Tobruk ya no dejaron de estar gravemente hostigadas por los aliados, razón por la cual nunca, en realidad, pudo Erwin Rommel dejar de estar angustiado con la cuestión de la disponibilidad de combustible para sus tropas.
viernes, abril 26, 2013
Hitler y Palestina (8)
De esta serie se han publicado ya un primer, segundo, tercer, cuarto, quinto, sexto y séptimo capítulos.
La ofensiva del Africa Korps dejó bastante claro que las viejas tácticas del ejército inglés en Oriente Medio, que tan buenos réditos le habían procurado a Su Graciosa Majestad durante los tiempos de Lawrence de Arabia, eran fruslerías frente a la capacidad de movimiento de los germanoitalianos. Sin mencionar que, tomando Tobruk, el Eje se aprovisionaba con un puerto de gran capacidad. Sin embargo, las rutas a Tobruk ya no dejaron de estar gravemente hostigadas por los aliados, razón por la cual nunca, en realidad, pudo Erwin Rommel dejar de estar angustiado con la cuestión de la disponibilidad de combustible para sus tropas.
La ofensiva del Africa Korps dejó bastante claro que las viejas tácticas del ejército inglés en Oriente Medio, que tan buenos réditos le habían procurado a Su Graciosa Majestad durante los tiempos de Lawrence de Arabia, eran fruslerías frente a la capacidad de movimiento de los germanoitalianos. Sin mencionar que, tomando Tobruk, el Eje se aprovisionaba con un puerto de gran capacidad. Sin embargo, las rutas a Tobruk ya no dejaron de estar gravemente hostigadas por los aliados, razón por la cual nunca, en realidad, pudo Erwin Rommel dejar de estar angustiado con la cuestión de la disponibilidad de combustible para sus tropas.
lunes, abril 22, 2013
La ciudad que recibió el regalo de una olla de sopa
La amistad entre ciudades tiene diversos motivos y una Historia muy larga. En realidad, data de los tiempos de la Antigua Grecia, puesto que aquella nación, como bien saben todos los que no son víctimas de la LOGSE, se creó a partir de la unión de ciudades libres, las famosas polis. Desde los inicios de las naciones estructuradas, pues, las colectividades han tendido a organizarse en ciudades; las provincias, regiones y nacionalidades, no digamos ya la identidad trasnacional en plan Europa y tal, son muy, muy posteriores.
La organización en ciudades tiene un pequeño problema: es ineficiente. Los colectivos que se organizan en forma de ciudades libres, libremente apuntadas a un pacto con otras ciudades (éste es, sin ir más lejos, el dibujo del federalismo de Francisco Pi i Margall), acaban en un plan en el que todo dios hace más o menos lo que le sale del pingo, lo que los hace notablemente débiles ante regiones o naciones centralizadas. Por ello, el nacimiento de las naciones modernas es, en buena parte, una historia de lucha de un naciente poder central contra el poder municipal establecido.
En esa lucha cayeron la inmensa mayoría de los fueros y estatutos propios de las ciudades, o fueron convertidos en meros elementos simbólicos. Algunas ciudades, sin embargo, sobrevivieron en su orgullo durante bastante tiempo. Entre dos de estas ciudades se produjo, y es la anécdota de da pie a este post, el regalo quizás más extraño que jamás se han hecho dos ciudades: una olla de sopa caliente. Regalo extraño, sí, pero de un simbolismo casi estremecedor.
La organización en ciudades tiene un pequeño problema: es ineficiente. Los colectivos que se organizan en forma de ciudades libres, libremente apuntadas a un pacto con otras ciudades (éste es, sin ir más lejos, el dibujo del federalismo de Francisco Pi i Margall), acaban en un plan en el que todo dios hace más o menos lo que le sale del pingo, lo que los hace notablemente débiles ante regiones o naciones centralizadas. Por ello, el nacimiento de las naciones modernas es, en buena parte, una historia de lucha de un naciente poder central contra el poder municipal establecido.
En esa lucha cayeron la inmensa mayoría de los fueros y estatutos propios de las ciudades, o fueron convertidos en meros elementos simbólicos. Algunas ciudades, sin embargo, sobrevivieron en su orgullo durante bastante tiempo. Entre dos de estas ciudades se produjo, y es la anécdota de da pie a este post, el regalo quizás más extraño que jamás se han hecho dos ciudades: una olla de sopa caliente. Regalo extraño, sí, pero de un simbolismo casi estremecedor.
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