Los comienzos de Mandela
Está mal el
decirlo, pero la Sudáfrica que metió a Mandela en el maco
experimentó en los años sesenta un periodo de prosperidad económica
irrepetible. En la década de los sesenta, sin ir más lejos, fue el
segundo país del mundo que registró mayor crecimiento económico
después de Japón. Una de las claves de esta bonanza fue el
incremento constante del comercio con los países desarrollados, y un
flujo permanente de inversión en el país con el mismo origen. La
excelente situación económica promovió, asimismo, la inmigración
blanca, en número de un cuarto de millón de personas en aquella
década. Aunque lógicamente esa llegada supuso una mayor variedad de
la Sudáfrica blanca, no por ello cambió el hecho fundamental de que
el poder político y social del país lo tenía la minoría
afrikaner, constantemente atendida y potenciada por la legislación y
el día a día de un país que dicha clase social consideraba suyo.