viernes, mayo 09, 2025

Viet Nam antes de Viet Nam (11): El palo y la zanahoria comunistas




Las primerasrelaciones
Reyes y revoluciones
Nunca te fíes de un francés
Nguyen Ai Doc
Tambores de guerra
El tsunami japonés
Grandeza y miseria de la Kempeitai
El Viet Minh
Los franceses hacen lo que mejor saben hacer (no definirse)
Dang vi qui, o sea, naniyori mo hitobito
El palo y la zanahoria comunistas
Puchimones contra podemitas
Aliados a pelo puta
Franceses y comunistas chapotean para no ahogarse
Vietnamitas listos + británicos estúpidos + periodistas gilipollas = muertos a decenas
Si tu ne voulais pas de bouillon, voici deux tasses
Francés busca indochino razonable
Los problemas del comunismo que se muestra demasiado comunista
Echa el freno, Madaleno
El factor chino
El factor USA
El problema de las tres mareas
Orchestal manoeuvres in the dark
O pacto, o guerra
Buen rollito por cojones
El acuerdo de 6 de marzo
El Plan Cédiletxe
No nos queremos entender
Dalat
Las inquietudes y las prisas del almirante D’Argenlieu
Calma tensa
La amenaza nacionalista
Fontainebleau bien vale unos chinos
Francia está a otras cosas
Memorial de desencuentros
Maniobras orquestales en la oscuridad (sí, otra vez)
El punto más bajo de la carrera de Ho Chi Minh
Marchemos todos, yo el primero, por la senda dictatorial
El doctor Trinh, ese pringao
Allez les bleus des boules!
D’Argenlieu recibe una patada en el culo de De Gaulle
París no se entera
Si los Charlies quieren pelea, la tendrán
Give the people what they want
Todas las manos todas, amigo vietnamita
No hay mus
El comunista le come la tostada al emperador
El momento del general Xuan
Conditio sine qua non con un francés: cobra siempre por adelantado
La ocasión perdida
El elefante chino entró en la cacharrería 


El nuevo gobierno vietnamita se encontró pronto, sin embargo, con dos obstáculos importantes.

El primero de ellos tiene que ver con cierto concepto buenista que hay siempre detrás de todo proceso de descolonización. Es evidente que el ser humano, en general, es muy amigo de plantearse las cosas en términos de buenos y malos; pero, obviamente, quien se siente oprimido quintaesencia este sentimiento. En la práctica, esto quiere decir que cuando se es un nacionalista anticolonialista; cuando se es un vietnamita que lucha por su independencia, por ejemplo, se tiende a creer dos cosas: una, que el poder colonial francés es tan sólo una elite extractiva que no produce nada ni crea valor; y, dos, que el pueblo al que defiendes es por naturaleza bueno y sabio, y sabrá manejarse cuando se libre. Este mecanismo se repite machaconamente en esquemas de debate socioeconómico. Por ejemplo, la vivienda: los propietarios, todos los propietarios, son rentistas inútiles que no aportan nada; y los inquilinos, todos los inquilinos, son seres honrados que, de hecho, se les dejasen organizar el mercado de vivienda, lo harían mucho mejor.

Las dos afirmaciones, empero, son falsas. Las dos. Los franceses, a pesar de ser franceses, hacían cosas en Viet Nam. Con ellos, la Administración funcionaba porque, como digo, aunque por lo general son bastante tocahuevos y macrones de la vida, entienden de leyes, de normas, de procedimientos, y los aplican. En consecuencia, bajo los jefes de servicio franceses las cosas funcionaban y, bajo sus adjuntos vietnamitas ahora ascendidos, ya no tanto. Porque está el segundo tema: el vietnamita local, por el hecho de serlo, no es necesariamente listo ni honrado. Gañanes, ladrones y puteros los hay en todas partes, y Viet Nam no era una excepción. El resultado combinado de estos dos errores de concepción no fue otro que un funcionamiento mucho peor de la maquinaria estatal.

El segundo tema era, obviamente, la dependencia respecto de Japón. A pesar de las cautelas tokiotas, evidentemente los japoneses tomaron el control total de las cosas. En Conchinchina, Fujio Minoda había sido nombrado gobernador. En Annam, el hombre fuerte para todo era el embajador Yokoyama. En el Tonkin, finalmente, era otro japonés, Tsukamoto (pienso que sería Takeshi Tsukamoto) quien también tenía todas las funciones importantes.

El gobierno Tran Trong Kim buscó, de todas formas, conseguir el poder efectivo para poder llevar a cabo la independencia de Viet Nam. En junio de 1945, consiguió que se decretase la fusión entre los servicios imperiales y los viejos servicios franceses, así como la disolución del gobierno general, cuyas atribuciones quedarían distribuidas entre Viet Nam, Camboya y el régimen de Luang-Prabang, es decir, más o menos Laos. Desde marzo, el gobierno tenía cierta autoridad en el Tonkin mediante la designación de un kham sai o delegado general, en la persona de Pham Ke Toai. En julio, el gobierno imperial recibió la retrocesión de las previas cesiones de Hanoi a Francia, Hai Phong y Da Nang, con la promesa de que la totalidad de los servicios del gobierno general francés estarían transferidos para el 15 de agosto. En cuanto a la Conchinchina, la resistencia japonesa a transferirla a los indochinos fue mucho más recia y, de hecho, no fue hasta el 8 de agosto, es decir horas después de la bomba de Hiroshima, que aceptaron las demandas de vietnamitas y camboyanos sobre la materia.

Japoneses y vietnamitas habían estado de acuerdo en emplazar a los franceses en algunos lugares concretos. En realidad, esta separación no parece que fuese consecuencia de una necesidad clara, puesto que la hostilidad del vietnamita medio hacia Francia era prácticamente inexistente. El movimiento nacionalista violentamente antifrancés era el resultado de la propaganda japonesa y de la colaboración de una serie de intelectuales, por así decirlo, vinculados a un régimen: el de los mandarines, que estaba cada vez más desprestigiado. La mayoría de los vietnamitas, sin dejar de ambicionar su independencia, no tenía marcados deseos antifranceses. Sin embargo, sí había algunos, como los Cao Dai, que fomentaban esas ideas y enfrentamientos, por lo que comenzaron a producirse algunos enfrentamientos.

Por lo demás, no hay que olvidar que aquel teatro, como casi todos, estaba implicado en una guerra. Desde mediados de 1943, las fuerzas aéreas estadounidenses estaban atacando diversos objetivos, sobre todo industriales, en Indochina. A lo largo del año 1944, esos ataques fueron haciéndose cada vez más eficientes y, entre otras cosas, acabaron por dificultar de forma muy significativa las comunicaciones entre el norte y el sur de Viet Nam. Esto hizo, por lo tanto, que el transporte de arroz hacia el Tonkin, región que dependía en gran manera de los cultivos conchinchinos, se hiciese más difícil. Además, la cosecha de 1944 fue bastante mala. La consecuencia fundamental fue un alza de precios y un deterioro muy importante del nivel de vida.

En la primavera de 1945. la eficacia creciente de los ataques aéreos estadounidenses había dejado Viet Nam completamente dividido e incomunicado; algo que afectaba, fundamentalmente, al Tonkin, que era la región que menos capacidades tenía de vivir por sí misma. Al alza de precios se siguió el hambre, y al hambre, las epidemias.

Esta situación le dio un importante margen de actuación al Viet Minh. La propaganda comunista era cada vez más eficiente frente a unas clases rurales pobres que se encontraban en una situación más comprometida. El mensaje de los Viet Minh los invitaba a hacerse por la fuerza con los stocks de arroz existentes. Los campesinos actuaron en esa línea, generando con ello un estado de anarquía y desorden en toda la zona.

Tran Trong Kim trató de resolver este asunto, y en el mes de julio consiguió arrancarle a las autoridades japonesas de Hanoi algunas concesiones que aligerarían la vida de las clases campesinas locales. Pero para entonces ya era tarde. Aunque la situación mejoró un poco, la mayor parte de las aldeas de las zonas arroceras eran ya propiedad de los Viet Minh llegados del sur de China.

Lo que sucedió después fue algo que los historiadores suelen etiquetar como revolución; aunque yo creo que ese sustantivo transmite cosas que no son ciertas. No podemos hablar de un proceso por el cual el Viet Minh se presentó en la puerta del poder del país, le dio una patada, y entró. De lo que hablamos, más bien, es de un proceso de descomposición general: el de la vieja monarquía annamita, en la que ya no creía nadie; el de la administración francesa, disuelta por los japoneses; y el del propio poder japonés, que bastante tenía con mantener, ya, todos los platos que tenía girando sobre la mesa. Todo eso se descompuso y, cuando terminó de pudrirse, llegó, literalmente, lo que quedaba, que era el comunismo. El nacionalismo vietnamita hacía mucho tiempo que había vinculado sus destinos a los de una de las partes beligerantes de la guerra global, y no precisamente la que iba ganando ni la que iba a ganar. En ese sentido, el Viet Minh ganó el combate, pero no por KO, que es como se ganan las revoluciones; sino, simple y llanamente, porque fue el último luchador que quedó en pie.

El Viet Minh, por otra parte, tuvo la inteligencia de limitar sus ambiciones. Los comunistas sabían que la única porción del Viet Nam en la que podían aspirar a vivir una total retirada francesa, gracias a la previa acción japonesa, era el norte del Tonkin, allí donde lo vietnamita se confunde con lo chino. Y supo centrarse en eso, sin lanzar una revolución total a lo Lenin, consciente de que las malas ideas sólo salen bien de casualidad, es decir, sólo salen bien una vez, o ninguna.

El momento, además, exigía de una estudiada duplicidad. En el tablero estaban presentes: los aliados, los chinos, y los japoneses. Y a todos había que darles, más o menos, buenas palabras o, cuando menos, no dárselas malas. Era, pues, necesario jugar muchas barajas a la vez; y eso es algo para lo que hay que reconocer que los comunistas siempre están muy bien dotados, pues mienten como perras sin el menor pestañeo.

Para el PCI, en todo caso, fue una excelente noticia, que supo explotar muy bien, la actitud de los estadounidenses. En buena medida, en esos momentos Washington veía la situación en el Viet Nam a través de los ojos de los chinos, que eran un poco sus vicarios en aquella tierra. La visión china del problema indochino era claramente antifrancesa; el Kuomintang nunca escondió que su intención no era convivir con Francia en Indochina, sino sustituirla como potencia de referencia. Los chinos, por ello, eran partidario de rearmar a los hombres de Ho Chi Minh; y que fuesen pro soviéticos no tenía que inquietarles ni poco ni mucho, teniendo en cuenta que el propio nacionalismo chino había coqueteado con Moscú, había aceptado su ayuda y, en buena medida, se había estructurado siguiendo su modelo.

A pesar de todo lo dicho, el Viet Minh también había retomado el contacto con los franceses, conscientes como eran los comunistas de que todavía no sabían quién sería quien finalmente encontraría la solución final al sudoku indochino. Desde principios de abril de 1945, la denominada M5, o Misión Militar Francesa de Kumming, filial de la DGER (Direction Générale des Études et Reserches, Dirección General de Estudios e Investigaciones, algo así como la CIA de la Francia Libre), emplazada en Calcuta, había sido colocada al mando de un peso pesado de la Resistencia en Europa: Jean Sainteny. Sainteny, lógicamente, no hizo otra cosa que importar a Asia la filosofía que había aplicado en la Francia metropolitana: me da por culo si dispara por el comunismo, por el Sagrado Corazón de Cristo o por la defensa del gratin dophinoise; con que mate alemanes, me basta. Así las cosas, desde China el comandante Sainteny comenzó a reagrupar a todos los efectivos franceses dispersos y a enviar mensajes a París abogando por una política de “si dispara a los japoneses, me vale”. Con esa filosofía, consiguió que los franceses enviasen a un oficial de enlace al PCI.

Este punto de la Historia es uno de los varios que se pueden citar en apoyo de la idea de que Ho Chi Minh, en realidad, no era ningún tonto. En un momento en el que los franceses estaban notablemente debilitados, supo impulsar en el seno de su partido una oferta a los galos con un programa relativo al futuro de la Indochina francesa. Entendió, pues, que ponerse en ese momento en plan lazi puchimón y comenzar a repetir queremos referendo en dos meses y Cataluña libre en seis, era la mejor manera de desequilibrar el frágil tablero del que también formaban parte chinos y estadounidenses. El Viet Minh solicitó una entrevista directa con Sainteny, que éste concedió de buen grado, aunque las lluvias de julio en el Tonkin echaron a perder la cita.

Estos contactos secretos, que la verdad no lo eran tanto, entre comunistas y franceses, eran conocidos por el representante del todavía legal gobierno imperial en Hanoi, Phan Ke Toai. Toai, que quizás debería llamarse Tolai, era un tipo sin iniciativa que, además, y esto ciertamente no se lo podemos reprochar, estaba en ese punto procesal de su vida en el que se preocupaba mucho más por sí mismo que por el régimen que representaba. Juzgando que los comunistas tenían más recorrido que su jefe Trang Trong Kim, Pham decidió dejarles hacer a los comunistas e, incluso, alguna que otra vez prestarles cobertura. Conforme el Viet Minh, pues, fue paseándose por Hanoi a su puta bola, comenzó a beneficiarse del efecto del voto útil, es decir, la adhesión de todos los logreros que, en todo lugar y en toda hora, son, como el conde de Romanones, partidarios de quien gana.

El 6 de agosto, los estadounidenses sueltan la bomba atómica sobre Hiroshima. El pescado de la guerra del Pacífico está, literalmente, ya todo vendido. Al día siguiente de la bomba, en un gesto que tiene mucho más significado de lo que inicialmente pueda parecer, Ho Chi Minh bautiza su guerrilla como Ejército de Liberación del Viet Nam. A pelo puta, se convoca un congreso nacional de asociaciones Viet Minh, que elige un Comité de Liberación del Pueblo Vietnamita. Ni el Ejército se llama Comunista de Liberación del Viet Nam, ni el Comité se llama Comunista de Liberación del Pueblo Vietnamita. El PCI, bien aleccionado por las estrategias de la Konmintern, juega a la sinécdoque; a que se tome la parte por el todo, y el todo por la parte. El 10 de agosto, Ho da la orden de la insurrección general. Al mando de la misma, el Comité estaba formado por las siguientes personas: Ho Chi Minh, presidente; Tran Huy Lieu, vicepresidente; Vo Nguyen Giap; Pham Van Dong; Chu Van Tan; Nguyem Loung Bang; Doung Duc Hien; Vu Dinh Hoe; Cu Huy Can; Nguyen Van Xuyen.

El dragón japonés, empero, estaba herido, pero no muerto. El cónsul nipón en Hanoi, llamado Nishimura (no he podido adverar su nombre completo; por varias razones, no puede ser el almirante Takuma Nishimura, mi primer candidato), estaba desplegando una gran actividad. La mayor parte de la actividad se centró en prepararse para el momento en que la agencia oficial Domei publicase la declaración de capitulación del Tenno. El tema ya no es evitar la derrota, pues la derrota está ahí; el tema es administrarla.

La tesis de los japos es sencilla. En su percepción, ellos llegaron a Indochina tan sólo porque Indochina estaba dominada por potencias europeas. Ellos llegaron para realizar una política de “Asia para los asiáticos”; y, en consecuencia, éste es el punto importante, lo que deben hacer ahora los japoneses, una vez que han perdido la guerra, es entregar Indochina, no a sus teóricos poseedores coloniales, sino a los continuadores de su labor liberadora. En suma, los japoneses se aplicaron a mantener en lo posible su presencia en la zona y, en todo caso, si eran desplazados, alimentar la insurrección independentista.

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