sábado, junio 13, 2009
La mafia en sus orígenes (y 5): la muerte de Lo Turridu
Salvatore Giuliano cobró caro su papel de desatascador contra la izquierda comunista siciliana. Se cobró aquel trabajo tan desagradable en forma de contactos e influencias al más alto nivel en los gobiernos italianos. Sin embargo, sólo era cuestión de tiempo que los políticos, que como sabemos siempre viven, de un forma u otra, al filo de la navaja, se diesen cuenta de que era negocio muy peligroso figurar en la agenda de un tipo como Lo Turridu. Aunque al mismo tiempo lo necesitaban. La democracia cristiana multiplicó por 1,5 sus votos en las áreas controladas por Giuliano desde el momento en que existió connivencia entre ambas partes.
Los poderes deciden acabar con Giuliano. Pero para eso necesitan a don Calo y su, digamos, capacidad logística.
El primer clavo del ataúd de Salvatore Giuliano lo clava el gobierno de Roma creando en Sicilia el Mando de las Fuerzas para la Represión del Bandidismo, al frente del cual colocará al coronel Ugo Luca, a quien muchos llaman El Chino, a causa de los muchos años que pasó en el Extremo Oriente realizando labores de información, o sea espionaje.
Luca y Vizzini se entendieron a la primera y llegaron a un pacto rápido. A cambio de protección para sus hombres, el jefe de la Mafia comprometió su colaboración en la caza de Giuliano. Este acuerdo supuso el inicio de un calvario para Lo Turridu, pues la Mafia comenzó a darle el queo a los carabineros de cada movimiento de su organización, con lo que la policía comenzó a ser sospechosamente eficiente (y selectiva) en sus acciones anticriminales. Giuliano, desde luego, no se quedó quieto. Ocho carabineros murieron en Bellolampo, dos más en Monreale e incluso un comandante del ejército fue asesinado en Montelvetrano. En paralelo, la Mafia maniobró para facilitar la detención de algunos de sus lugartenientes, tales como Nunzio Badalamenti, Castrenze Madonia, Antonio Guarino, Gaspare de Liso y Vincenzo Ofanto.
Con todo, no fue ninguno de estos hombres el utilizado para llegar hasta Giuliano. Fue Gaspare Pisciotta, un malhechor que para entonces ya estaba tuberculoso. Pisciotta era uno más de los fieles a Giuliano que se había dado cuenta de que algo no iba bien, porque la impunidad de que habían gozado en el pasado, y que su jefe les juró estaba garantizada con la victoria de la democracia cristiana, se había esfumado. Así pues, fue rápidamente sensible a las llamadas de la Mafia para que colaborase con la policía.
Otro elemento importante de la trama fue Benedetto Minasola, a quienes todos conocían como don Nitto, jefe de la Mafia de Monreale, que estaba mosqueado con la penetración en su territorio de los hombres de Giuliano.
En el hotel de Palermo donde Vizzini residía cuando estaba en la capital, don Calo le comentó a don Nitto que había que matar a Giuliano, y que Pisciotta estaba dispuesto a colaborar a cambio de impunidad y un pasaporte para irse a América (como el escolta que traiciona a Michael Corleone en la primera parte del Padrino y, con ello, causa la muerte de su primera mujer). Don Nitto se convirtió en el intermediario que atrajo a Pisciotta y lo llevó al cuartel de Calatafini de Palermo, donde se entrevistó con el coronel Luca. Mientras ocurrían estas gestiones, Giuliano acababa con el jefe de la democracia cristiana de Parnitico, Santo Flores, su principal colaborador y el hijo de éste, que sólo tenía tres años.
Giuliano tenía algunas costumbres que Pisciotta, por supuesto, conocía bien. Por ejemplo, cuando iba a Castelvetrano dormía en casa de un abogado de la localidad apellidado De María. Cuando Pisciotta avisó de que Guiliano iba al pueblo, se decidió la operación.
Ugo Luca puso en juego a otro personaje: el ex inspector de la seguridad pública Ciro Verdiani. Había sido cesado con la creación del mando de Luca, así pues odiaba a los carabineros y, conocedor de que Giuliano era su principal enemigo, procuraba darle soplos de todo lo que se enteraba. Luca lo llamó a su despacho y, jugándosela a fondo, le contó a Verdiani que pensaba matar a Giuliano. Sin embargo, le dijo, era algo que no podían hacer directamente los carabineros. Hacía falta alguien que fuese lo suficientemente bueno para llevar a cabo la operación pero que, al tiempo, estuviese lo suficientemente libre de cargos o responsabilidades como para no despertar sospechas. El ego de Verdiani se hinchó y se hinchó hasta que el policía, viéndose como el gran héroe de la lucha contra el crimen siciliano, aceptó. En realidad, todo aquello fue un movimiento de Luca para tener un Plan B por si la cosa salía mal, y así tener un pringao al que echarle la culpa. Como salió bien, optó por poner a los carabineros en primera fila para la foto.
Don Nitto era responsable de comunicarle al abogado De María toda la operación. De María ni se negaría ni se iría de la lengua; como miembro de la Mafia, estaba obligado a obedecer a su capo.
La noche de la muerte de Giuliano, los carabineros, dirigidos in situ por Verdiani, rodearon silenciosamente la casa del abogado De María, tras lo cual Gaspare Pisciotta y don Nitto llamaron a la puerta.
Pisciotta tenía una sola instrucción clara: cuando matase a Giuliano, resultaba imperativo que tuviese los pantalones puestos. Dado que toda la operación iba a hacerse pasar por una operación policial clásica, habría sido muy difícil, cuando no imposible, demostrar que la policía había logrado penetrar en su dormitorio hasta pillarlo en calzoncillos sin que antes hubiese sido prevenido. Así pues, Pisciotta le dice que le han descubierto y que debe huir. Cuando Giuliano se vuelve para ponerse los pantalones, espera unos segundos, que le debieron parecer siglos, hasta que se sube los pantalones, y después dispara tres veces.
Aún así, Pisciotta ser precipitó. Al morir Giuliano y soltar los pantalones que se estaba ajustando, éstos cayeron a los tobillos. Así pues, don Nitto y De María tienen que levantar el cadáver y terminar de vestirlo.
La policía, finalmente, tiene su gran triunfo contra el crimen en Sicilia. Pero ese triunfo no ha hecho otra cosa que consolidar a la Mafia.
miércoles, junio 10, 2009
La mafia en sus orígenes (4): muertos y más muertos
Todas estas acciones están relacionadas con la conferencia de Londres, celebrada poco tiempo antes de estas acciones. En dicha conferencia Estados Unidos, creyendo jugar sobre seguro en su apuesta, emplazó a la república italiana presidida por Alcide di Gasperi a que en seis meses demostrase que era capaz de gobernar su territorio. Con toda claridad, si Washington se lanzó aquel órdago a juego es porque estaba convencido de que Di Gasperi llevaba la jugada de Perete. No contaba, sin embargo, con la inteligencia de dos personas: el jefe de la diplomacia soviética, Molotov, y el alto comisario italiano para Sicilia, Aldisio. Molotov le rompió las pelotas a la propuesta del primer ministro laborista inglés, Clement Attle, de celebrar un referéndum en Sicilia, a base de proponer la misma solución para Grecia, un territorio de influencia británica en el que Londres por los cojones treinta y tres quería dar voz al pueblo para que decidiera. Por lo que se refiere al funcionario italiano, decidió movilizarse dentro del complejo sistema de influencias que era la política siciliana y buscó un aliado inesperado. Aquellos que seais aficionados al ajedrez me entenderéis si os dijera que esta jugada habría que describirla seguida de un par de signos de admiración.
Buscó la ayuda de la Iglesia.
El propio Calogero Vizzini tenía varios parientes directos que eran curas. Y la Iglesia, además, era y es una institución con una diplomacia lo suficientemente fina como para percibir los beneficios existentes en una solución autonómica para Sicilia, con un parlamento local controlado por los barones. Aldisio comenzó a vender esta solución y la jerarquía eclesiástica la compró y se la transmitió al jefe mafioso; con ello, lentamente, se comenzó a labrar el cambio de orientación de la Mafia en la cuestión siciliana.
Pero toda situación que está jodida es siempre susceptible de empeorar. En el tablero hay una pieza más, con ganas y capacidad de moverse: los comunistas. Se moverán, y su movimiento desencadenará la tragedia.
Es el 16 de septiembre de 1944. Estamos en la pequeña localidad de Villalba, centro neurálgico de la provincia de Catalanisetta; la población de origen, el Corleone de Calogero Vizzini. Al pueblo entran camiones de militantes comunistas, que se bajan de los mismos profiriendo cánticos. Es una demostración en el mismo epicentro de la Mafia organizada por Girolamo Li Causi, el dirigente local que acompañó al embajador soviético en su visita al coronel Poletti.
Mafioso y comunista se encuentran frente a frente en plena calle. Como en una escena de spaguetti western, ambos llevan en los ojos el mensaje de que los dos a la vez no caben en el mismo pueblo. Vizzini conmina a Causi a que se marche con sus militantes. El comunista se niega. Vizzini parece ceder, y le invita a tomar café en una taberna que está cerrada, pero que abre por arte de magia nada más acercarse a ella el jefe mafioso. En la trastienda, se sientan Vizzini, su confidente don Lumia, Li Causi y Michele Pantaleone, militante socialista. Allí, el mafioso vuelve a exigir que se vayan. Y los comunistas se vuelven a negar.
Llegan las tres de la tarde. A las tres de la tarde, la treintena de comunistas llegados en camión más algunas decenas de braccianti, jornaleros, atienden al estrado de los oradores. Al fondo de la plaza, don Calo con medio centenar de pisciotti observa la escena en silencio.
Li Causi toma la palabra. Habla de las razones por las que el PCI ha decidido apoyar al gobierno Badoglio. Y también conmina a los sicilianos a liberarse de la Mafia, una organización criminal, dice, cuyo principal jefe está al fondo de la plaza.
Don Calo ruge.
Los pisciotti amartillan sus armas.
Y disparan.
Es difícil de creer, pero aquella tarde, en Villalba, hubo 18 heridos, pero ningún muerto. Entre los heridos estuvo Causi, que recibió un balazo en un muslo. Nadie fue jamás encarcelado por esta acción, que fue sobreseída definitivamente catorce años después.
No será ésta la única tragedia del año. El 19 de octubre de 1944, unas sesenta mil personas se manifiestan por la escasez de abastecimientos en Sicilia. Toda Italia sufre racionamiento, pero en la península es más fácil encontrar abastecimientos que en Sicilia, porque en la isla, además de la escasez, hay una Mafia que se lucra de la misma. En la manifestación se producen disparos contra el ejército, hasta que un soldado resulta muerto. En ese momento, el alto comisario Aldisio ordena una carga contra los manifestantes. Dicha carga provoca nada más y nada menos que 107 muertos, de los cuales 17 son niños que, en su mayoría, murieron aplastados por la multitud.
Tras esta manifestación, que no hace sino alimentar la idea general de que Italia es responsable del hambre siciliana, el independentismo recrudece su política. Comandos del ejército independentistaq incendian ayuntamientos, comisarías y edificios oficiales. Además, encienden los ánimos de los jóvenes que están siendo llamados al servicio militar, y que desertan en masa. En Ragusa, nueve desertores son detenidos, hecho que provoca una violenta rebelión social que se extiende a Comiso, Vittoria, Giarratana. Finocchiaro Aprile, ya libre, reclama... la reocupación de Sicilia por los aliados (o sea, por los Estados Unidos del coronel Poletti).
En marzo ya de 1945, el independentismo siciliano fue a más aflorando la acción contra el extranjero. Para ello, sus impulsores se inspiraron en una vieja tradición conocida como vísperas sicilianas. Según esta historia, en 1282 los sicilianos salieron a la calle con sus cuchillos y pararon a la gente en la calle, conminándola a pronunciar la palabra Cicerone. Aquél que lo hacía de forma defectuosa era considerado franco-normando, y degollado. Siguiendo esta tradición, el nacionalismo siciliano impulsa acciones defendiendo la idea de que Sicilia debe ser sólo para los sicilianos. No obstante, los independentistas tienen una grieta en el casco. Esa grieta se llama Mario Turi, o sea Antonio Canepa, uno de los líderes más carismáticos del EVIS, el cual ha desarrollado una animadversión clara hacia los mafiosos y, además, parece querer iniciar acercamientos con los comunistas.
El 17 de junio de 1945, en Randazzo, Canepa y los comunistas tienen una cita para hablar de la posibilidad de una Sicilia autónoma dentro del Estado italiano que pueda placer a todos. A las doce menos cuarto de la mañana, una moto con sidecar conduce por la carretera de Catania a Randazzo, que transcurre por las laderas del volcán Etna. En un solitario punto del camino, al paso del vehículo, ráfagas de ametralladora. Lo Giudice, el joven que conduce la moto, muere casi antes de soltar el manillar. Los otros dos viajeros también están muertos: Antonio Canepa y Rosano, su principal lugarteniente. Dos pájaros de un tiro. El independentismo siciliano se ha quitado de en medio a un tibio y, de paso, lo ha convertido en un mártir.
Vizzini no da hilo sin puntada. Es probable que mucho antes de la muerte de Canepa ya estuviera pensando en la posibilidad de colocar a Salvatore Giuliano en su puesto de jefe militar del independentismo. Giuliano, a quien todos llaman Lo Turridu, es un malhechor de pies a cabeza con un temible estado mayor: Gaspare Pisciotta, que tendrá una importancia crucial en su vida; Pasquale Sciortino, Antonio Terrano, Guiseppe Zito, Antonio Cucunella... Todos ellos pasarán a la Historia por caminos malolientes.
Hablamos de la tragedia de Portella della Ginestre.
Es el 1 de mayo de 1947. Lo que significa el día del trabajo para los comunistas supongo que no hay que explicarlo. En la localidad de Portella della Ginestre, los militantes y simpatizantes comunistas de San Ciripello, de San Giuseppe Juto, de Piana dei Greci, se han ido acumulando en la plaza del pueblo para un mitin de celebración. Salvatore Giuliano los observa desde unas peñas cercanas. Cuando ya hay formada una multitud de centenares, entrada la mañana, Giuliano se levanta y da una señal. Lo siquiente que se oye es el paqueo de las armas.
Dispararon durante doce minutos sobre hombres, mujeres, niños y animales. Hubo once muertos, de ellos cuatro mujeres y cinco niños, amén de 56 heridos muy graves, varios de los cuales morirían en los días por venir.
La matanza de Portella della Ginestre marca el punto más elevado del poder de la Mafia separatista siciliana. Si Giuliano se atrevió a llevarla a cabo era porque no sólo contaba con la capacidad de mando de la Mafia en Sicilia, sino con connivencias al más alto nivel en el gobierno italiano. Sin embargo, hay una cosa que la Mafia había olvidado. Una cosa que sustenta la idea de que, pase lo que pase, un régimen democrático no debe nunca dejar de serlo. Porque en una democracia hay siempre un factor que, por mucho miedo que se genere, siempre es incontrolable; y ese algo es el voto. Las personas pueden vivir con miedo; pueden no decir nunca en público una palabra más alta que la otra. Pueden mostrar respetos casi perrunos y callar sus opiniones. Pero, al final, en una democracia hay una cabina, la soledad, y un sobre. Ahí reside su grandeza.
El 2 de junio de 1946 hay elecciones, y el separatismo se queda muy lejos de conseguir los resultados apetecidos. La Mafia se da cuenta de que ha llegado el momento de plegar velas, de volver grupas sobre el secesionismo.
Y ya casi hemos terminado.
lunes, junio 08, 2009
Hijos de puta
Alguno de vosotros tendrá hijos pequeños. ¿Acaso este niño parece más peligroso que ellos?
¿Alguno de vosotros tiene un hijo de diez a doce años? ¿Queréis ver el aspecto que tendría si estuviese internado en una prisión en la que se practicasen la tortura y los trabajos forzados? Pues aquí lo tenéis.
¿Y si lo que tenéis es una hija? ¿La imaginais internada en una prisión pensando, cada noche, en la muerte, en la violación, en el hambre? ¿Creéis que pensaría en vosotros en el momento de ser fotografiada por sus torturadores? Éste es su aspecto:
Hoy no puedo ser yo quien hable. Ya llegará el día de hablar largo y tendido sobre ese rincón de Asia y su indigno experimento dictatorial. Hoy sólo quiero recomendaros, si no pediros, que invirtais un rato visitando, por ejemplo, la web de la prisión de Toul Sleng de donde he sacado los rostros de estos niños. Es sincrética, silenciosa. Sólo tiene rostros. Pero tenéis que mirarlos, al menos una vez, porque si no los miráis, los olvidaremos. Y el olvido es lo único que no podemos permitirnos.
La mafia en sus orígenes (3)
Curutalu Turi partira cu li vutidazzo, pi la vera de Cuda martedi iournu 20. In partiro lu stissu iurnu cu li vacci, li voi di carruzzu e lu tavaru. Priparati l'ordimi pi fari lu fruttu e li mannari pi riparari li pecuri. Avvertiti l'autri curatuli di tinirse pronti. Pi lu quagghiu ci mensatu lu.
En este mensaje, escrito en siliciano, alguien da instrucciones a un tal Turi (Mario Turi) para que salga el día 20 con unos pastores hasta Cerda. El remitente avisa que el mismo día saldrá con las vacas, los carros y el toro. Conmina a Turi para que prepare el fuego para la comida y abrigo para las cabras y que avise a los amigos.
Este mensaje utiliza los términos habituales del mundo rural para referirse en clave a las tropas aliadas, y ordena su apoyo por parte de los partisanos independentistas sicilianos. Y fue escrita por Calogero Vizzini, don Calo, el jefe de la Mafia.
El independentismo es un sentimiento tan legítimo como cualquier otro. Pero, como cualquier otro, también puede ser pasto de influencias e intereses más o menos espurios. Sicilia, por otra parte, ha tenido siempre la conciencia de ser distinta. Su condición insular ha hecho que desde que existe memoria haya formado un territorio aparte y, aunque está culturalmente incluida dentro de Italia, tiene elementos, por ejemplo su idioma, claramente diferenciales. Quizá la mejor expresión del sentir de los sicilianos como italianos esté en una de las escenas centrales de El gatopardo, la genial novela de Lampedusa. En esa escena, el protagonista tiene una conversación, creo recordar que con un político de Roma, en la que define muy claramente la filosofía del siciliano frente al poder central romano.
La marcha de la guerra mundial e, internamente, la resistencia contra el fascismo de Mussolini, exacerbó los sentimientos independentistas de los sicilianos. Ya en 1942, el Ejército de Liberación Sicilia, conocido como EVIS, realizó una primera acción armada contra el ejército italiano. Mussolini puso precio a la cabeza de los líderes del EVIS, y especialmente de su comandante en jefe, Antonio Canepa, alias Mario Turi, un oscuro profesor de Derecho en la universidad de Catania. Canepa es el brazo militar de un movimiento independentista que está comandado, en el flanco ideológico, por Andrea Finocchiaro Aprile. Aprile envió un memorando a la Conferencia de Casablanca celebrada por los aliados en enero de 1943 en la que calificaba a Italia de nación colonialista y solicitaba la separación de Sicilia dentro del monumental juego de Stratego en que se convirtió, progresivamente, el final de la segunda guerra mundial. Aprile, sin embargo, era un puto radical siciliano; un tipo demasiado abajo en el organigrama del mundo como para conseguir parir un papel que fuese leído por Franklin Delano Roosevelt, Josif Stalin y Winston Churchill. Si consiguió eso, sólo pudo ser por una razón: el apoyo de la OSS, es decir la inteligencia militar estadounidense, cuya principal cabeza era el coronel Charles Poletti, quien acabaría siendo gobernador de Sicilia y jefe del AMGOT, es decir el ejército aliado en los territorios ocupados.
Poletti tenía una misión. La misma que muchos otros ocupantes en diversos puntos del mundo. La misión de Poletti era garantizar la preeminencia norteamericana desde el punto de vista geoestratégico. De momento, el partido iba en contra en el Mediterráneo; o, si preferís, en las vías hacia el petróleo de Oriente Medio. Las dos llaves de esta vía, es decir el Estrecho de Gibraltar y el Canal de Suez, estaban en manos británicas; Churchill, además, tenía el culo sentado sobre Egipto, Chipre, Rodas, Malta y Palestina, a lo que hay que unir que Grecia se muestra partidaria de llegar a algún acuerdo preferencial con Londres y que la fidelidad francesa, líder en el norte de África, no es algo en lo que quepa confiar. Por su parte, la URSS, mediante la más que previsible extensión de su área de influencia por lo que un día conocidos como los países del bloque del Este, tenía también su pica puesta. Para Estados Unidos, Sicilia e Italia eran cruciales; y, cuando termine la guerra, conforme Italia se vaya convirtiendo en el segundo país, con Francia, en el que la influencia comunista es más fuerte, no pocos estrategas americanos acabarán por darse cuenta de que la carta que deben jugar es la segregación de Sicilia; al fin y al cabo, en Sicilia manda una organización rabiosamente anticomunista. Que además fuese una organización rabiosamente criminal no parece que les importase mucho.
La falta de escrúpulos a la hora de buscar soldados para su cruzada queda demostrada con hechos como la detención por los fascistas, en mayo de 1943 en Sferracavallo, de un italonorteamericano que declaró haber sido reclutado por la inteligencia americana en una cárcel en Boston, donde cumplía condena por haber sido soldado de Charlie Lucky Luciano. Otros gángsteres de segunda fila como Nicky Gentile, Albert Vinizza o Romero Bertoluzzi, fueron al parecer usados por la OSS. En todo caso, Poletti tenía sus propios contactos en Estados Unidos, pues era buen amigo de James Riddle Hoffa, el que sería todopoderoso líder del sindicato de camioneros con notables conexiones mafiosas; o el propio Vito Genovese.
El 23 de julio, los aliados liberan Palermo. Cinco días después el CIS, o Comité por la Independencia de Silicia, reclama la segregación de la isla. El 21 de agosto, el coronel Poletti recibe a los miembros del CIS, bajo la dirección del barón Lucio Tasca, casi con honores de Estado. Este detalle despierta la ira de Don Sturzo, el líder de la democracia cristiana italiana. El 3 de septiembre, los últimos alemanes y camisas negras que quedan en Sicilia capitulan. Empieza una nueva etapa para Sicilia y para la Mafia.
Don Calo y Poletti acuerdan el nombramiento de Tasca como alcalde de Palermo. De hecho, en la administración provincial nombrada por el americano, son mayoría los partidarios del separatismo. Finocchiaro Aprile le dirige una carta al rey Víctor Manuel invitándolo a abdicar y a santificar la segregación de Sicilia. La democracia cristiana reacciona intentando hacerse presente en la vida política siciliana. El CIS contesta con un macrocongreso independentista celebrado en enero de 1944, en cuyas sesiones no faltó nadie. Estuvo Calogero Vizzini, pero también Genco Russo, quien acabaría heredando su padrinazgo, Vito Genovese, y todos los jefes locales.
Sólo era cuestión de tiempo que «el otro» moviese ficha.
El 15 de febrero de 1944 desembarca en Sicilia Andrej Vichinsky, embajador de la URSS en Italia. Lo primero que hace es visitar a Poletti. Y lo primero que hace, cuando lo tiene delante, es expresarle la honda preocupación de la URSS ante la posibilidad de que los EEUU y Gran Bretaña estén pensando en apoyar una solución secesionista en Sicilia. Vichinsky hace en esa reunión todo un alarde de conocimiento sobre la realidad siciliana y se preocupa muy bien de que, a su marcha, Poletti se dé cuenta de que ha llegado acompañado por Girolamo Li Causi, futuro onorevole miembro del Senado italiano, y el principal representante del Partido Comunista en Sicilia; amén de enemigo declarado de la Mafia.
Para los mafiosos se hace evidente que los comunistas son el enemigo. Palmiro Togliatti, el histórico líder comunista, regresa del exilio y deja claro desde el primer minuto que apoya la total unidad italiana; la situación se hace explosiva cuando el PCI se convierte en el principal valedor en Sicilia de la requisa de trigo decretada por el gobierno. En Regalbuto, en mayo de 1944, dos comunistas son asesinados. La mafia de Casteldaccio, a su vez, acaba con la vida de otro comunista integrado en una comisión de control y reparto de las requisas.
Salvatore Aldisio, nombrado en 1944 alto comisario italiano para Sicilia, impulsó un estudio sobre los diferentes apoyos existentes en Sicilia a las opciones políticas. Segúndicho estudio, el movimiento independentista tendría 480.000 miembros, a los que habría que unir otros 26.000 separatistas de partidos menores. La democracia cristiana tenía 25.000, los socialistas 7.000, y el Partido Comunista 250.000. Parece bastante claro de qué iban las hostias.
Aldisio y Poletti chocaron inmediatamente. El americano se negó a destituir a los alcaldes que había nombrado (casi todos separatistas o filomafiosos) y, de hecho, echar al barón Tasca del ayuntamiento de Palermo sólo fue posible cuando el asunto quedó en manos del gobierno Badoglio en Roma. El ministro del gobierno central Meuccio Ruini se deja ver por Sicilia, para hacer campaña. En el teatro Bellini de Parlermo, el mismo donde se celebró aquel supercongreso independentista, el público le tira tantos huevos podridos que el buen hombre tiene que huir.
El gobierno Badoglio decide actuar fieramente y decreta el arresto de Finocchiaro Aprile. La acción se realiza el 13 de septiembre. Se ha diseñado una operación para las ocho de la tarde de aquel día para la ocupación coordinada de sedes del MIS, detención de sus líderes y proscripción de la organización. A las 19,30, sin embargo, el coronel Poletti llega a la residencia de Aldisio y tiene con él una tormentosa reunión. Aldisio, que odia a Poletti, lo manda a la mierda. Poletti estalla. Viene a decir: vosotros, italianos, creéis que tenéis un gobierno y eso. Pero aquí quien manda es quien os ha salvado el culo y tiene los soldados. Aldisio dice que y una mierda. A las 21,45, se consigue tener comunicación con Nápoles, donde está el mariscal Badoglio, jefe del gobierno. Poletti habla con él. Badoglio le dice que le pase con Aldisio.
El alto comisario recibe la orden de abortar la operación.
Y, como decía Superratón: no se vayan todavía, aún hay más.