La difícil restauración
Los exiliados
Una monarquía anárquica
Esto no durará
Soult
El affaire Raucourt
Ceguera borbónica
Una situación cada vez más deteriorada
La conspiración bonapartista sin Bonaparte
Viena
De nuevo, potencia mundial
Un balance discutible
El emperador de Liliput
Las cuitas de María Luisa
La partida
Diles que voy
El 15 de agosto, día de San Napoleón, la onomástica se celebró en los cuartos de banderas de casi toda Francia. Se sabe que hubo piñata en Cherburgo, en Brest, en Besançon, en Sarlat, en Montepellier, en Arras, en Boulogne, en Landau, en Luxemburgo. En Metz, hubo que parar a los oficiales, que querían lanzar una salva de cañón. En París, los oficiales se juntaron en casas de señalados bonapartistas, donde bebieron, como dicen los informes policiales, au Tondu. Diez días después, festividad de San Luis, el gobierno y los prefectos trataron de hacer una contra demostración, excitando celebraciones en nombre del rey santo, hasta el punto de que en París a cada soldado se le entregó una ración de vino para que se mamase.