El chavalote que construyó la Peineta de Novoselovo
Un fracaso detrás de otroEl periplo moldavo
Bajo el ala de Nikita Kruschev
El aguililla de la propaganda
Ascendiendo, pero poco
A la sombra del político en flor
Cómo cayó Kruschev (1)
Cómo cayó Kruschev (2)
Cómo cayó Kruschev (3)
Cómo cayó Kruschev (4)
En el poder, pero menos
El regreso de la guerra
La victoria sobre Kosigyn, Podgorny y Shelepin
Spud Webb, primer reboteador de la Liga
El Partido se hace científico
El simplificador
Diez negritos soviéticos
Konstantin comienza a salir solo en las fotos
La invención de un reformista
El culto a la personalidad
Orchestal manoeuvres in the dark
Cómo Andropov le birló su lugar en la Historia a Chernenko
La continuidad discontinua
El campeón de los jetas
Dos zorras y un solo gallinero
El sudoku sucesorio
El gobierno del cochero
Chuky, el muñeco comunista
Braceando para no ahogarse
¿Quién manda en la política exterior soviética?
El caso Bitov
Gorvachev versus Romanov
Como ya os he dicho, la decisión de Khruschev de buscar un acercamiento a la República Federal Alemana fue la gota final que colmó el vaso del grupo de conspiradores, que para entonces estaba sólidamente conjuntado con los nombres de Breznev, Shelepin, Suslov, Kosigyn y Poliansky. De hecho, cuando Khruschev decidió visitar Bonn, el KGB recibió órdenes, sin que se sepa realmente de quién procedían, de sabotear la visita. Como resultado de esta estrategia, un diplomático alemán fue envenenado, en lo que se conoció como el affair Schwinermann; un grupo de agentes del KGB entraron en un hotel donde estaban hospedados funcionarios ingleses y estadounidenses (el incidente Khavarovsk); y, en Moscú, un estadounidense fue detenido. Se trató de Frederick C. Bargohoorn, un especialista en temas rusos de Yale, que fue detenido y acusado de espionaje, y no sería liberado sino tras las peticiones explícitas en ese sentido del presidente John Fitzgerald Kennedy.