miércoles, mayo 07, 2025

Viet Nam antes de Viet Nam (9): Los franceses hacen lo que mejor saben hacer (no definirse)




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Reyes y revoluciones
Nunca te fíes de un francés
Nguyen Ai Doc
Tambores de guerra
El tsunami japonés
Grandeza y miseria de la Kempeitai
El Viet Minh
Los franceses hacen lo que mejor saben hacer (no definirse)
Dang vi qui, o sea, naniyori mo hitobito
El palo y la zanahoria comunistas
Puchimones contra podemitas
Aliados a pelo puta
Franceses y comunistas chapotean para no ahogarse
Vietnamitas listos + británicos estúpidos + periodistas gilipollas = muertos a decenas
Si tu ne voulais pas de bouillon, voici deux tasses
Francés busca indochino razonable
Los problemas del comunismo que se muestra demasiado comunista
Echa el freno, Madaleno
El factor chino
El factor USA
El problema de las tres mareas
Orchestal manoeuvres in the dark
O pacto, o guerra
Buen rollito por cojones
El acuerdo de 6 de marzo
El Plan Cédiletxe
No nos queremos entender
Dalat
Las inquietudes y las prisas del almirante D’Argenlieu
Calma tensa
La amenaza nacionalista
Fontainebleau bien vale unos chinos
Francia está a otras cosas
Memorial de desencuentros
Maniobras orquestales en la oscuridad (sí, otra vez)
El punto más bajo de la carrera de Ho Chi Minh
Marchemos todos, yo el primero, por la senda dictatorial
El doctor Trinh, ese pringao
Allez les bleus des boules!
D’Argenlieu recibe una patada en el culo de De Gaulle
París no se entera
Si los Charlies quieren pelea, la tendrán
Give the people what they want
Todas las manos todas, amigo vietnamita
No hay mus
El comunista le come la tostada al emperador
El momento del general Xuan
Conditio sine qua non con un francés: cobra siempre por adelantado
La ocasión perdida
El elefante chino entró en la cacharrería 


 

Evidentemente, esta situación no le favorecía nada a los nacionalistas chinos. Sabían que algo tenían que hacer, pero sabían que tenían que atar más en corto al Viet Minh. Para todo ello, resolvieron resucitar el proyecto de la Liga Revolucionaria de Annam, exigiéndole al Viet Minh cooperación fiel con la misma. Comenzaron a pensar en organizar un nuevo congreso.

Éste tuvo lugar del 25 al 28 de marzo de 1944. Allí hubo siete delegados del Dong Minh, entre ellos Nguyen Hai Than, Vu Dong Khanh, Truong Boi Kong, Truong Tung Phung, Ngiem Ke To; el jefe del Hoi Giai Phong o Partido Liberal de Yunan, Le Tung Son; representantes del Phu Quoc como Bo Xuan Luat o Tran Dinh Xuyen; personalidades del nacionalismo como Nguyen Tuong Tam. Nguyen Thanh Dong, Ho Duc Thanh; y, por supuesto, Ho Chi Minh y Pham Van Dong.

Aquello parece ser que fue un cafarnaún. Los asistentes discutieron interminablemente, en una especie de “todos contra el Viet Minh”. Sin embargo, también estuvieron obviamente mediatizados por el hecho de que el general Chiang Fa Kwei, que no estuvo presente, hizo fibrilar por su gente el mensaje claro de que, o presentaban un frente unido, o la ayuda china a tomar por culo. Así pues, una vez más, de las muchísimas de este tipo que pueden encontrarse en la Historia, una serie de tipos que no se irían juntos ni a cobrar una herencia decidieron “unirse” bajo la presidencia de un viejo activista, Truong Boi Cong. En el gobierno en el exilio de Boi se encuentran, como “ministros”, Ho Chi Minh, Nguyen Hai Than, Vu Hong Khanh, Le Tung Son, Bo Xuan Luat y Nghien Ke To. En suma, el proyecto chino que, en ese momento, contaba con cierta simpatía estadounidense, pues Washington veía con buenos ojos el proyecto de una Indochina pro china (China del Kuomintang, obviamente).

El Viet Minh conocía, en todo caso, a aquéllos con los que se había aliado. Sabía que sólo tenía que dejarles que abandonasen el congreso y regresasen a sus bases, normalmente en Yunan, para que recomenzasen con sus querellas internas interminables. De nuevo, pues, el gran beneficiario de la unión fue el grupo comunista.

El problema para los comunistas, sin embargo, era otro. Desde el principio de la guerra mundial, el Viet Minh había hecho una distinción clara entre el gobierno “fascista” del almirante Decoux y la Francia libre, democrática y tal, del general Charles de Gaulle. El problema es que, el 8 de diciembre de 1943. un engallado De Gaulle, que empezaba a pensar ya en el final de la guerra, hizo una declaración pública en la que dejó claro que el deseo de esa Francia democrática y antifascista era regresar a Indochina. Es decir, eran claras las posibilidades de que su respuesta a las voluntades independentistas de los viet fuese pas du tout. En junio de 1944, los comunistas viet hacen un comunicado en el que critican “la inconsistencia del Comité de Argelia” al saludar la liberación de Francia pero negar la liberación (independencia) de otros territorios. En ese momento, además, los Viet Minh estaban crecidos, porque contaban con el apoyo de China y de la URSS en su oposición a que Francia volviese a establecer un gobierno o protectorado en Indochina.

Estratégicamente hablando, el Viet Minh se plantea una gran subversión en la segunda mitad de 1944; sin embargo, Ho Chi Minh impone la prudencia y la adopción de una estrategia más de guerrilla y desgaste. Sin embargo, en septiembre, la ofensiva japonesa sobre Nankin cambió los planes, pues fue una acción que provocó una huida masiva de los vietnamitas refugiados en el sur de China. En octubre, sin embargo, Ho Chi Minh pasa la frontera y, protegido por guerrilleros, se establece en Thai Nguyen, desde donde dirigirá la batalla.

El 8 de noviembre, un grupo de guerrilleros Viet Minh atacó un puesto de guardia en Thai Nguyen. Pero el ataque no tuvo que ser gran cosa. La propaganda había hecho ya los deberes entre los guardias, que desertaron en masa. Esta gran victoria, más moral que real, unida a la propaganda constante sobre los avances de la URSS en su propio frente, tendente a convencer a los vietnamitas de que Stalin iba a ganar la guerra él solo, tenían como objetivo conseguir que la población se convenciese de que la ficha comunista era la ficha ganadora en el parchís asiático; que podían, y debían, participar en la bífida caída del japonés y del francés. En ese momento, los asesinatos en la zona eran dos o tres por semana, en una campaña terrorista a gran escala. Giap y el jefe militar de la rebelión, Chu Van Tan, demostraron su capacidad estratégica y logística durante aquellos días.

Los franceses no se quedaron quietos. Desde finales de noviembre, activaron una seria respuesta policial, con represalias muy duras (tan duras como los ataques que estaban contestando). Sin embargo, el control efectivo del Viet Minh en diversos territorios septentrionales fue ampliándose. En buena parte, esto pudo ser así porque los franceses tuvieron que comerse el marrón solos, ya que los japoneses contemplaron toda la movida como desde las alturas. De hecho, enviaron espías e informadores al norte del Tonkin, en las zonas controladas por los comunistas, para informarse sobre sus intenciones y capacidades, como tratando de valorar la posibilidad de una alianza antifrancesa. Las autoridades francesas, por su parte, fijaron para el 12 de marzo de 1945 la partida de un batallón de tiradores emplazado en Lang Son para limpiar las zonas controladas por los comunistas. Sin embargo, tres días antes de la partida, el 9, los japoneses movieron ficha.

Pero estamos yendo demasiado deprisa. Nos estamos dejando la complejísima discusión intrafrancesa sobre la forma de abordar el tema indochino.

Desde el verano de 1943, y de forma muy escalonada, el Comité de Argel se había estado preocupando por los asuntos franceses en Asia. La verdad, De Gaulle y sus mariachis tenían cosas mucho más importantes y urgentes en las que pensar; así pues, el dossier indochino se había pasado de mano en mano durante mucho tiempo sin que alguien lo leyese y, mucho menos, lo subrayase. Sin embargo, en ese momento, mediados de 1943, la guerra en el Pacífico estaba tomando otro aspecto y, de hecho, los británicos habían comenzado la contraofensiva. En la conferencia de Quebec, agosto de 1943, se había definido el teatro de operaciones indochino, al frente del cual se había colocado a Lord Louis Mountbatten, que quedó, por lo tanto, a cargo del llamado SEAC (South East Asia Command), instalado en Kandy (Ceylan). Desde allí, Mountbatten fue autorizado a organizar operaciones clandestinas de sabotaje contra el enemigo (de una de ellas es de la que va la obra maestra del cine A bridge over de River Kwai), que ya en la primavera de 1943 habían sido ensayadas por Charles El Orde Wingate y la conocida como Fuerza 136. En cuando a Indochina, el oficial de enlace de los franceses con los británicos, un tal comandante Langlade (no he podido establecer su filiación completa; los datos no cuadran para que estemos hablando del general Paul Girot de Langlade, que sí sirvió en Indochina, pero que en las fechas que ahora recensionamos estaba en Europa) convenció a los normalmente imposibles de convencer tragamierdas (porque lo que comen suele ser detritus) de que era mejor dejar que las operaciones en la zona fuesen comandadas por franceses, que conocían el lugar.

Mountbatten, pues, se dirigió al Comité de Argel para solicitarle que montase algún tipo de estructura militar en la zona. Así que De Gaulle habló con el general Roger Charles André Henri Blaizot y le encomendó la creación de un Estado Mayor en la zona. Respondiendo a la invitación británica, en noviembre un grupo de oficiales franceses, bajo la dirección del entonces teniente coronel Jean Boucher de Crèvecoueur, llega a India y, en Calcuta, forma un destacamento francés que se integra en la Fuerza 136. Su objetivo es plantar las estructuras, por así decirlo, para poder, en el momento adecuado, sabotear las infraestructuras japonesas.

El problema que se le presentaba a Blaizot era que no podía apoyarse en los franceses ya presentes en Indochina y que, prudentemente, no habían querido estar en Quebec. Alguna estructura de resistencia había en la zona, pero, digamos, privada. Por ejemplo, desde 1941 un propietario rural francés, Mario Bocquet, había montado una pequeña estructura con otros tipos echados para alante como él. A pesar de lo embrionario de su grupo, consiguió entrar en contacto tanto con los británicos situados en Singapur como con los estadounidenses emplazados en China. A principios de 1942, un canadiense que representaba a la Texaco en la zona, Laurie Gordon, también creó un grupo de franceses dedicado al sabotaje. Ambos grupos trabajaron, sobre todo, como informadores de los estadounidenses sobre los movimientos japoneses. El gran beneficiario fue la XIV Air Force estadounidense comandada por el general Claire Chennault, que operaba desde China en conjunción con el general local Dai Li, aunque la pronunicación de la D en principio de palabra del pinyin, que es dura, hace que en occidente también se escriba Tai Li (nacido Dai Chunfeng), personaje muy importante en el Kuomintang.

Este estado de cosas no placía totalmente a De Gaulle. Sabido es que los estadounidenses eran, cuando menos en el plano geoteórico, muy partidarios de la descolonización. Los elementos de colaboración que se habían establecido vinieron a suponer que, cuando la resistencia antijaponesa en Indochina se activó, en realidad fueron los estadounidenses los principales beneficiarios, ya que los grupos existentes estaban conectados con ellos. El presidente Franklin Delano Roosevelt era un decidido partidario de la descolonización de Asia.

En el ámbito interior, por así decirlo, el gran problema de Argel era que el almirante Decoux y, en general, la intelligentsia francesa en Indochina, sin llegar a ser hostil a la Francia resistente, tampoco le tenía simpatía alguna. A finales de 1942, algunos oficiales sirviendo en Hanoi habían tomado contacto con los chinos en Chungking, pero de forma individual.

Hasta la segunda mitad de 1943, los franceses se habían visto en la situación de poder hacer las cosas a la francesa, es decir, no definiéndose del todo. Sin embargo, en el verano de aquel año, el Comité de Argel hizo un movimiento claro con la creación del Comité Francés de Liberación Nacional; este gesto dejaba las cosas claras: ahora, o se estaba con unos, o con otros. Y esta definición binaria tuvo una réplica asiática importantísima en octubre, cuando Chang Kai Chek decidió romper relaciones con Vichy. Prudentemente, pues, Decoux decidió entrar en tratos con Chungking, y muy especialmente con el general Zinovy Alexeyevitch Peshkov, nacido ruso como su nombre indica, pero alto mando del ejército gaullista. Envió a Boisanger al sur de China, con la misión de convencer a chinos y estadounidenses de que se quitasen de la cabeza la idea de una ofensiva sino-americana sobre el Tonkin, puesto que consideraba que sería un mal movimiento (sobre todo para él, que tendría que definirse).

Ahí es donde Decoux hubiera querido dejar las cosas: el tema, como día Han Solo, en un vuelo indiferente; y dejar pasar los tiempos tomando camembert y haciendo el conas por la mañana y después todo el día, hasta que otros decidieran quién ganaba y quién perdía esa partida. Pero, claro, en Argel no eran de esa opinión. En Argel estaban dispuestos a pasar a la ofensiva, pues en 1943 De Gaulle, que a causa de su narizón se había acostumbrado desde pequeño a llevar siempre las luces largas y mirar los temas en prospectiva, ya estaba preocupado por su estatus de posguerra. Él quería tener lo que tuvo, esto es, ser casi “uno más” en Yalta; pero sabía que para eso tenía que poner muertos franceses sobre la mesa. En otras palabras: necesitaba que el ejército francés en Indochina moviese el culo hacia las trincheras, y se diese de hostias. El general Eugène Mordant, comandante en jefe de las fuerzas francesas en Indochina, supo ver que, efectivamente, las tornas se definían en un determinado sentido, y en el otoño de 1943 decidió contactar con Argel y solicitar instrucciones.

En la noche del 6 de julio de 1944, el comandante De Langlade se lanzó en paracaídas sobre la zona de Langson, y desde allí ganó Hanoi. Allí se encontró con el general Mordant y su adjunto, el general Georges-Albert Aymé, que era comandante de la división del Tonkin. De hecho, pocos días después Mordant solicitó el pase a la reserva por razones de edad, y Decoux lo sustituyó precisamente por Aymé.

Mordant, sin embargo, estaba muy lejos de querer retirarse. Lo que quería era tener las manos libres y, de hecho, con fecha 12 de septiembre, desde Argel es nombrado Delegado General del gobierno para Indochina. Desde ese puesto, cooordinó un Comité de Acción para la Liberación de Indochina, presidido por René Pleven, ministro de Colonias en el gobierno de París.

Decaux, en todo caso, llevaba de tiempo atrás preparándose para el cambio de gobierno. Una ley de 18 de febrero de 1943, lo había investido de poderes muy amplios e importantes en el caso, según preveía el texto, que se perdiese en Indochina el contacto por cablegrama u otro sistema con aquel gobierno francés reconocido como tal por Japón. Como ya hemos podido constatar en estas notas, Decoux era un firme partidario del mantenimiento del status quo, es decir, era abiertamente contrario a hacer nada que pudiera mosquear a los japoneses. Y ése fue el enfoque que propugnó desde su posición plenipotenciaria.

En París eran bien conscientes de que no podían tirar mucho de esa goma, así pues tuvieron la prudencia de no contraordenar a Decoux en sus decisiones; aunque, eso sí, le impusieron a Mordant como intermediario en las relaciones con la metrópoli, dejándole claro, por lo tanto, que ya no era tan plenipotenciario como pensaba. El 28 de octubre, el general Aymé se decide a darle a Decoux una amplia perspectiva de todo lo que se está preparando, y le cuenta que se está formando una resistencia. Decoux reaccionó considerando inaceptable, tanto que le pusieran un intermediario con París, como, sobre todo, que se estuviese preparando un movimiento para golpear a los japoneses. El 30 de octubre, hace enviar a París un largo telegrama en el que recuerda que él es el responsable del futuro de Indochina, y que, en esas condiciones, no puede aceptar ningún tipo de dualidad de poderes. En noviembre, para solucionar esta movida, De Langlade vuelve a Hanoi de incógnito y se entrevista dos veces con Decoux, el 19 y el 28. La solución es muy gaullista: Decoux seguirá en sus funciones (cosa absolutamente necesaria para no darle a Japón la excusa que probablemente está buscando para romper la baraja); deberá mantener su actitud pro japonesa. Pero, en realidad, se va a crear un Consejo de Indochina, tan sólo formalmente presidido por el propio Decoux, que es el que va a tomar las decisiones desde entonces, y que está petado de gente de París: el general Mordant, el general Aymé, y otros civiles como Boisanger.

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