El día que Leónidas Nikolayev fue el centro del mundo
Los dos decretos que nadie aprobó
La Constitución más democrática del mundo
El Terror a cámara lenta
La progresiva decepción respecto de Francia e Inglaterra
Stalin y la Guerra Civil Española
Gorky, ese pánfilo
El juicio de Los Dieciséis
Las réplicas del primer terremoto
El juicio Piatakov
El suicidio de Sergo Ordzonikhidze
El calvario de Nikolai Bukharin
Delaciones en masa
La purga Tukhachevsky
Un macabro balance
Esperando a Hitler desesperadamente
La URSS no soporta a los asesinos de simios
El Gran Proyecto Ruso
El juicio de Los Veintiuno
El problema checoslovaco
Los toros desde la barrera
De la purga al mando
Los poderes de Lavrentii
El XVIII Congreso
El pacto Molotov-Ribentropp
Los fascistas son ahora alemanes nacionalsocialistas
No hay peor ciego que el que no quiere ver
Que no, que no y que no
El reclutamiento de nuevos militantes para el Partido se había cerrado en diciembre de 1933. En 1936 fue tímidamente reabierto; pero la orden, ahora, fue conseguir militantes a cascoporro. En 1939, aproximadamente 1,8 millones de militantes que lo eran en 1933, ya no eran, en un sentido general. Ni militantes, ni seres vivos en su mayoría. El tema era gordo; pero el hecho es que en 1939 sólo, la militancia del PCUS creció en un millón de personas. En el XVIII Congreso, Stalin dio la cifra de que, desde 1934, 500.000 militantes habían sido promovidos de su puesto a uno mejor. Lo que se calló, claro, fueron los porqués de que la oportunidad hubiese surgido.