En la primavera de 1870, el primer almirante de la Historia de los Estados Unidos, David Glasgow Farragut, visitó diversas ciudades de Europa como embajador de buena voluntad de la nación que acababa de sufrir una guerra civil. Dentro de aquella visita a las principales ciudades del viejo continente, Farragut quiso detenerse ex profeso en la pequeña ciudad de Ciudadela, en la isla de Menorca. Lo hizo así para recordar a su padre, George, para nosotros Jorge, Farragut, quien un siglo antes había abandonado aquel lugar para fundar la primera, tal vez la más mítica, dinastía de marinos de aquel país.
Jorge Farragut nació, efectivamente, en Ciudadela, el 29 de septiembre de 1755, hijo de Antonio Farragut y Joana Mesquida. Sabemos algunas cosas, más bien pocas, sobre su adolescencia y juventud, que han llevado a los historiadores a sospechar, a menudo, que sintió muy pronto la llamada de las armas como vocación de vida, siendo uno más de esos militares de estimación progresista de los que el final del XVIII estuvo trufado; y, como muchos otros, al estallar la guerra de la independencia de los estados americanos, que lo fue también en defensa de unas ideas de libertad e igualdad, sintió la necesidad de unirse a aquella lucha.
Farragut navega con mercaderías hasta Haití, pero en Puerto Príncipe las canjea por armas y con éstas se dirige a Charleston, con la intención de unirse a los rebeldes. Allí se incorpora a la marina de Carolina del Norte , pues en la guerra de la independencia la marina de los EEUU propiamente dicha era muy pequeña (tan pequeña que dichos Estados Unidos hubieron de ganar esa guerra para poder existir). De hecho, el elemento rebelde más poderoso en el mar, en el que también acabará por enrolarse Farragut, serán los que en inglés se denominan privateers, es decir barcos privados con derecho a la piratería.
Cabe sospechar que en estas acciones Farragut debió hacer mucho dinero, aunque también recibió un balazo en un brazo que se lo dejó medio paralizado. Pero no por ello se rebajó su impulso revolucionario, porque poco tiempo después lo encontramos alistado a las órdenes del general Marion, uno de los grandes mitos de la revolución americana. Un poco más tarde, el gobernador de Carolina del Norte, Abner Nash, le confía la misión de formar y mandar una compañía de voluntarios.
Terminada la guerra y conseguida la independencia, Farragut permanece en el ejército pero lejos del mar hasta 1807. En dicho año, el presidente Jefferson lo nombrará sailing master, con lo que volverá al puente de un barco. Morirá el 4 de junio de 1817 en Pascagoula, bahía en la que poseía importantes extensiones de tierra y donde se había convertido en un americano de pura cepa.
Entre sus varios hijos, George Farragut había visto nacer el 5 de agosto de 1801 a James Glasgow Farragut, quien nació en Campell's Station, Tennessee. A los diez años de edad, este hijo de menorquín ya pertenece a la marina estadounidense. Considerando que su madre había muerto cuando tenía siete años y que desde su ingreso en la Marina ya no volvió a ver a su padre, el verdadero mentor de este segundo Farragut fue un famoso marino americano, David Porter, quien dejaría en aquel chiquillo tan honda huella que acabó cambiándose su nombre de pila original por el de su maestro.
Nada más entrar en el ejército, de la mano de Porter, Farragut había de conocer la guerra. Porque la Historia suele olvidar esta breve guerra, producida enter 1812 y 1815, cuyos dos grandes hitos fueron la toma e incendio de Washington por los ingleses y la victoria final americana, producida en Nueva Orleans. Las necesidades de la guerra hacen que Porter le entregue a Farragut el mando de uno de los barcos que toma, cuando el muchacho apenas tiene doce años. Resulta paradójico, y de hecho no sé si no será un caso único en la Historia, pero lo cierto es que, terminada la guerra, el destino de David Farragut, que ya ha combatido, que ya ha mandado un barco, será... volver a la escuela para terminar su formación.
Ya con 18 años, es destinado a la flota del Golfo de México, comandada por Porter, donde se integrará primero en un buque a las órdenes de su hermano William y luego obtendrá, por fin y con todos los pronunciamientos, el mando de un barco, el Ferret.
David Farragut nació en el Sur. Vivía en un estado sureño (Norfolk, Virginia). Se casó dos veces, y ambas con damas sureñas. Y, sin embargo, cuando estalla la guerra civil americana, se declara partidario del Norte y, una vez que Virginia se decanta por la secesión, abandona su ciudad para residir en el Estado de Nueva York. De estos detalles cabe adivinar que debería ser tan decidido en la defensa de sus ideales como ya lo había sido su padre.
En 1861, el gobierno del Norte, cada vez más convencido de que una parte tan importante como inesperada de la guerra es conseguir incomunicar al Sur de sus clientes de comercio, decide capturar la ciudad de Nueva Orleans, situada en el Golfo de México, en la desembocadura del muy literario río Mississippi. En ese momento, la experiencia acumulada en la zona años antes por Farragut jugará a su favor para comandar aquella acción.
En Nueva Orleans hay surta una flotilla confederada y, además, a ambas riberas del río, antes de llegar a la ciudad, ésta tiene dos fuertes que la protegen, Fort Jackson y Fort Saint Philip. El 18 de abril de 1862 se inició el ataque, con las órdenes tajantes de reducir los dos fuertes uno a no antes de seguir avanzando. Los barcos de Farragut bombardean durante varios días Fort Jackson, con escaso éxito. En ese momento, el comandante de la flota decide ignorar las órdenes que ha recibido y seguir hacia Nueva Orleans, pasando los fuertes sin haberlos reducido. Realiza la acción en la noche del 24 de abril, logrando que 14 de sus barcos pasen y se enfrenta a los confederados con ventaja, pues la flota de Nueva Orleans no esperaba ataque alguno mientras estuviesen en pie los fuertes. La ciudad, finalmente, se rinde y con esta victoria Farragut pasa a la Historia de su país como uno de los primeros comandantes norteños que pusieron en solfa la superioridad confederada que hasta entonces casi nadie ponía en duda. La toma de Nueva Orleans, junto con la batalla de Fort Donelson que ganó Ulysses S. Grant, son dos de estos primeros mojones.
Tras intentar infructuosamente tomar Vicksburg, Farragut hará lo propio con Galveston, Corpus Christi y Sabine Pass, con lo que en el Golfo de México apenas le queda al enemigo el puerto de Mobile. Inicialmente, Farragut solicita, sin obtenerlo, permiso para atacarlo, pero el contraataque confederado, por el que consiguen recuperar el control de algunos puertos, convence al mando del Norte de la necesidad de proceder a esta operación.
En la bahía de Mobile, Farragut se enfrentará, una vez más, a dos fuertes de defensa: Fort Morgan y Fort Gaines. La entrada a la bahía, en algunos puntos de menos de 700 metros de ancho, está minada con torpedoes, como los llaman los americanos. El Tecumesh, primer barco de la horda farragutiana que intenta penetrar, toca una mina, que estalla y le hunde. El comandante, en ese momento, da orden de entrar a toda marcha. Cuando alguien le hace notar la amenaza de las minas, dice la tradición que pronuncia una frase que se ha hecho histórica: «¡Full steam ahead damn the torpedoes!» Literalmente quiere decir a toda máquina y malditos los torpedos; pero, considerando que utilizar lenguaje malsonante era algo mucho más grave hace ciento y pico de años que hoy en día, la traducción más exacta debería ser «¡A toda máquina y que le follen a los putos torpedos de los cojones!» Lo importante, en todo caso, es que pasaron, tomaron Mobile y, por primera vez, se pudo decir que el Sur estaba bloqueado.
La marina americana ha tenido muchos contralmirantes, vicealmirantes y almirantes; pero de todas estas altas distinciones de mando marino, el primero de la lista fue David Glasgow Farragut, pues para él fueron creados tales rangos. De alguna manera, es el primer gran marino americano.
Todos los franceses aprenden, en un momento u otro, quién fue el general Lafayette, que construyó gran parte de su gloria muy lejos de sus fronteras. Entre otras cosas, no se puede ir a París sin encontrarse con el tal apellido. Sin embargo, tengo la impresión de que son pocos los españoles, y en el colectivo incluyo por supuesto a los baleáricos, que saben que la marina estaounidense, la misma del USS Nimitz y de la batalla de Midway y de los celebérrimos marines y tal, tuvo un primer jefe indiscutible que se llamó David Glasgow Farragut, hijo de Jorge, o Jordi si así se prefiere, Farragut, natural de Ciudadela, en la isla de Menorca.
Así nos va.
No sé si en Ciudadela, en Menorca o en Baleares hay alguna estatua que recuerde a Jorge Farragut. Lo que sí sé que hay es una que en Nueva York homenajea a su hijo David.