Iosif Stalin murió, oficiamente, hablando, un poquito más tarde de las 10
de la noche del día 5 de marzo de 1953. Si no fue una circunstancia
plantificada y ejecutada, que esto es algo difícil de establecer, entonces fue
algo bastante sorprendente para todos los hombres del poder soviético, muchos de los
cuales no es que esperaran la muerte de su jefe, sino que más bien temían la
suya propia a manos de él.