Atenta la compañía con:
A la muerte de Leicester, la consecuencia esperada por todos era el automático ascenso a la derecha del poder de su ahijado Robert Devereux, conde de Essex. Un personaje complejo y que haría las delicias de un buen sicólgo de la Historia, Devereux era un narcisista de libro que se tenía en muy alta estima, se tenía a sí mismo por hombre de acción, pero que al tiempo tenía una marcada tendencia hacia el drama impostado y la autocompasión. Más o menos lo que yo, en mi idiolecto, suelo denominar un rocapollas. Sufrió muy frecuentemente crisis de confianza que lo postraron en su cama, probablemente debidas al estrés. Por lo demás, el gotha protestante del gobierno de la reina recelaba de él porque, pese a haber sido educado en la estricta moral anglicana, Essex era eso que denominamos un tiraduros.