Este relato tiene una primera toma.
En medio de aquel
problema tan grave, las potencias occidentales comenzaron a buscar
soluciones políticas y Francia, siempre interesada en el área, se
adelantó desarrollando una que, sólo por casualidad, exploraba el
tipo de posibilidad que siempre se les ocurre a los franceses cuando
piensan: poner a uno de ellos al frente del machito. El elegido por
los estrategas de París fue Luis de Orléans, duque de Nemours.
Londres respondió inmediatamente que reaccionaría a esa propuesta
desembarcando en el país y, como diría Javier Clemente, si hay que
dar hostias, se dan.