Aquellos de vosotros que dominéis mínimamente el francés (el idioma, quiero decir) y seais ratas (de librería, quiero decir) quizá podáis encontrar, algún día, un libro editado en 1973 en París, reeditado al menos una vez en 1990, llamado Les soldats blancs de Ho Chi Minh. Su autor fue Jacques Doyon y con ello escribió quizá la mejor investigación sobre aquellos hombres, muchos, europeos y blancos que lucharon al lado de Ho por la liberación del Vietnam del yugo francés (esto es, en la guerra anterior a ésa que todos conocemos como guerra de Vietnam).
La lectura del libro os va a sorprender. Doyon, obviamente,
buscaba, al escribirlo, rastrear los signos de franceses que un día decidieron,
normalmente por razones ideológicas, pasarse al otro lado y luchar, de alguna
manera, contra sí mismos. Pero el trabajo de hacer la nómina de gabachos, Doyon
encontró muchos españoles. De ellos va este post porque, además, que yo sepa
estos hispanos no han sido demasiado investigados.
Los republicanos de Vietnam.
España y Vietnam tienen una historia más estrecha de lo que
parece. En el Saigon francés existió una calle Tay Ban-Nha (pronúnciase algo
así como teebaña), que es como se
dice España en vietnamita. Esto es así porque Francia tiene mucho que
agradecerle a España en lo que se refiere a su aventura colonial asiática.
En 1825, el emperador Minh Mang proveyó a los europeos de
una primera razón para invadir Vietnam, tras su decisión de emitir una ley de
persecución de los cristianos. En 1840, tres misioneros españoles fueron asesinados
en el país, acción que dispara los planes franceses para desembarcar en
Conchinchina. Estados Unidos, preocupado, advierte en 1845 que no está
dispuesto a tolerar aventuras colonialistas en la trastienda de China. Sin
embargo, los acontecimientos de ponen a favor de los franceses. En Tonkin, un
cura asturiano, apellidado Díaz Sanjurjo, es detenido (y, como se sabrá
después, decapitado). En 1857, España, a través de su cónsul en París, pide
formalmente a Francia que envíe un barco a la zona para liberar al sacerdote.
Pero para cuando el conde Kleczkowski llega a Tonkin desde Macao, monseñor Díaz
ya tiene separada la cabeza del cuerpo.
España, en noviembre de ese mismo año, promete el envío a la
zona de 12.000 hombres y dos barcos, salvedad hecha de que la situación en
Filipinas, con sus rebeldes, se emputezca. En enero de 1858, otro sacerdote
español, monseñor Melchor, es detenido. Por todo ello, franceses y españoles
acaban desembarcando en Danang, aunque el jefe de la expedición hispana,
coronel Palanca, probablemente con el rabillo del ojo mirando a Washington,
rehúsa la oferta francesa de continuar la invasión hasta la raya de China y,
una vez asegurados sus misioneros, se vuelve a Filipinas.
España, pues, está en el origen del Vietnam francés. Pero,
convertidos como estábamos en una potencia de segundo orden, con mucha honra y
pocos barcos, y de retirada en Asia, la verdad no estábamos llamados a tocar más
pito en aquella historia.
Sin embargo, llegó la guerra civil del 36, la derrota
republicana, y el exilio de combatientes y civiles a Francia, bastante exagerado
muchas veces en sus dimensiones, pero en cualquier caso bastante masivo. La
mayoría de los combatientes que cruzaron la raya de Francia fueron concentrados
en campos, bajo la atenta vigilancia de soldados senegaleses; no pocas veces en
muy malas condiciones. Además, hay que tener en cuenta que la guerra civil fue
muy larga; lo suficiente como para que algunos de sus protagonistas hubiesen
alcanzado una situación personal en la que añoraban la guerra o, si se
prefiere, ya no sabían hacer otra cosa. En el bando franquista ocurría lo
mismo, y ésta fue una de las razones de que Franco abriese esa válvula que
llamamos División Azul.
Para muchos republicanos, la División Azul fue Vietnam. En
el remoto país asiático, el Vietminh luchaba por la independencia; lucha que se
complicó con la presencia de dos Francias (la oficial, y la resistente) después
de ser el país derrotado por Hitler. A no pocos españoles que estaban en los
campos franceses y a los que la Francia de Vichy no podía dejar así como así
por estar significados de alguna manera, se les acabó ofreciendo una
alternativa: o ser entregados a la España franquista, o alistarse en la Legión
Extranjera, con billete para Saigón. La mayor parte de los que recibieron esa
oferta eligieron continuar su vida guerrera; y a ellos se les unieron otros
que, simplemente, querían pegar más tiros.
La historiografía francesa ha especulado con la posibilidad
de que unos 1.000 españoles llegasen a Saigon entre las filas de la Legión para
defender la francofonía del Vietnam, pero acabaron pasándose a las líneas de Ho
Chi Minh y del general Vo Nugyen Giap. Algunos lo pudieron hacer por ideología,
pero otros muchos no tanto, teniendo en cuenta que no eran pocos entre aquellos
los que habían combatido en España en unidades anarquistas.
Las paellas de los domingos de aquellas unidades de la Legión francesa debían
terminar bien a hostias, porque, la verdad, se nutrían de una mezcla muy
curiosa. En no pocas unidades extranjeras se juntaban los españoles que huían
de Franco y los alemanes que huían de los procesos contra los crímenes nazis, que ahora peleaban juntos.
La presencia española en las unidades de la Legión francesa
era tan numerosa que incluso, en octubre de 1942, Ho Chi Minh dirigió una
proclama al ejército enemigo invitándole a desertar… en español.
La mayor parte de los republicanos españoles, al parecer,
permanecieron, por así decirlo, del lado francés durante los años que duró la
segunda guerra mundial, en los cuales se produjo una cierta confluencia entre los
intereses de Ho y de los partidarios resistentes de De Gaulle. Sin embargo,
terminada la guerra, en 1945, Francia rompió con el líder local, momento en el
cual comenzó la guerra propiamente dicha entre Francia y los vietnamitas. Fue
entonces cuando muchos españoles republicanos desertaron.
Manu Leguineche, en un reportaje sobre la materia escrito en
1976 para la revista Historia
Internacional, se refiere al caso de un tal Fernández como especialmente
destacado. Este Fernández habría desertado del ejército francés en compañía de
seis alemanes y un suizo, y prestaría un servicio muy interesante al Vietminh
por su condición de blanquito. Junto con sus compañeros, se viste con uniformes
de mandos de la Legión, hace formar a una compañía de profranceses, y los
detiene.
También se refiere el malogrado periodista al caso de un tal
Diego, andaluz y albañil, que fue uno de los primeros desertores, y que
falleció en un combate en el delta del río Rojo. Justo antes de recibir la bala
mortal, creyendo ganado el combate, gritó, según el relato: Ho Chi Minh muon nam!; que viene a ser
algo así como un viva al líder. Es más que posible que sea el único combatiente
español jamás muerto gritando en vietnamita. El reportaje de Leguineche, por cierto, aporta incluso una foto del tal Diego, formando con un pelotón del Vienminh; lo digo por si alguien tiene interés en ella.
De nuevo según Leguineche, en la definitiva batalla de Dien
Bien-Phu, el general Giap tuvo al menos dos asistentes españoles: un comunista
llamado Ribera, que se había pasado a la Resistencia en Francia en 1944 y que
fue enviado por el PCF a Indochina, donde se pasó a las filas de Ho. Y un
mítico coronel Pérez, del que, que yo sepa, poco o nada se sabe. En Dien, en
todo caso, combatieron centenares de españoles republicanos del lado francés y,
consecuentemente, fueron detenidos y llevados a campos de reeducación. Muchos de
ellos se casaron con vietnamitas y, que yo sepa, comenzaron a volver a España
de una forma escalonada, de forma que en 1967 todavía había antiguos
republicanos volviendo a nuestro país, gracias a la vitola de haber sido
reprimidos por los comunistas vietnamitas. He tratado de buscar trazas pensando
que no sería difícil conocer relatos de españoles casados con mujeres vietnamitas
en la España del 600, pero mi búsqueda ha sido, de momento, bastante infructuosa. No debieron, en todo caso, de ser muchos. El anteriormente mentado artículo en internet se refiere al libro de Joaquín Mañés, Españoles en la Legión Extranjera francesa, que afirma que fueron 16. Otros, probablemente bastantes más, nunca regresaron: un ex legionario canario, según informó en su día la revista Interviu, estuvo en Dien y luego se quedó en la zona, estableciéndose en Tailandia. La referencia de internet se refiere, también, a un médico catalán, apellidado Ripoll Fonte, alistado en la Legión Extranjera, y que acabó establecido en Camboya.
Pero no hay que olvidar que en el otro lado de la lucha
también quedaron españoles, o de origen español. Como Vanderberghe, un holandés
asesinado en 1952, hijo de española, que de niño había sido pastor en el País
Vasco.
Leguineche, de hecho, dejó escrito que, a su llegada a Saigón
en 1966, en plena guerra de Vietnam, oyó hablar allí de las unidades
clandestinas estadounidenses que operaban en la oscuridad, y de que en las
mismas estaba integrado un legionario español, llamado Carlos Molina, admirado
por sus compañeros por su audacia y frialdad. Las otras referencias que he encontrado hablan de un legionario llamado José Cortés, prisionero en la batalla de Dien; y de un natural de Valverde del Camino llamado Antonio Palanco Pérez, quien al parecer habría andado a caballo entre Argelia y Vietnam unos años (¿podría ser el misterioso coronel Pérez?)