Borgoña, esa Historia que a menudo no se estudia
Un proyecto acabado
El rey de España
Un imperio por 850.000 florines
La coalición que paró el Espíritu Santo
El rey francés como problema
El éxtasis boloñés
El avispero milanés
El largo camino hacia Crépy-en-Lannois
La movida trentina
El avispero alemán
Las condiciones del obispo Stadion
En busca de un acuerdo
La oportunidad ratisbonense
Si esto no se apaña, caña, caña, caña
Mühlberg
Horas bajas
El turco
Turcos y franceses, franceses y turcos
Los franceses, como siempre, macroneando
Las vicisitudes de una alianza contra natura
La sucesión imperial
El divorcio del rey inglés
El rey quiere un heredero, el Papa es gilipollas y el emperador, a lo suyo
De cómo los ingleses demostraron, por primera vez, que con un grano de arena levantan una pirámide
El largo camino hacia el altar
Papá, yo no me quiero casar
Yuste
Los cambios operados en la política internacional por el fracaso de la Liga patrocinada por Carlos le llevaron a la conclusión de que ya no tenía gran cosa que ganar gastando la trump card de su matrimonio con una miembra de la familia real inglesa. La razón era geopolítica pero, sobre todo, crematística. Tanto Carlos como Gattinara tenían muy claro que habría guerra en Italia, que sería larga y costosa y, por lo tanto, hacía falta pasta. Dominar Castilla después de la revuelta de los comuneros le había supuesto una mejora importante en materia presupuestaria; pero no era suficiente. Carlos necesitaba ligarse a alguna nación que tuviese una buena situación económica, y ésa era, fundamentalmente, Portugal; un país que disponía de importantes recursos derivados de que había estado varios años ajeno a los grandes enfrentamientos bélicos.