El modesto mequí que tenía the eye of the tiger
Los otros sólo están equivocados
¡Vente p’a Medina, tío!
El Profeta desmiente las apuestas en Badr
Ohod
El Foso
La consolidación
Abu Bakr y los musulmanes catalanes
Osmán, el candidato del establishment
Al fin y a la postre, perro no come perro
¿Es que los hombres pueden arbitrar las decisiones de Dios?
La monarquía omeya
El martirio de Husein bin Alí
Los abásidas
De cómo el poder bagdadí se fue yendo a la mierda
Yo por aquí, tú por Alí
Suníes
Shiíes
Un califato y dos creencias bien diferenciadas
Las tribulaciones de ser un shií duodecimano
Los otros shiíes
Drusos y assasin
La mañana que Hulegu cambió la Historia; o no
El shiismo y la ijtihad
Sha Abbas, la cumbre safavid; y Nadir, el torpe mediador
Otomanos y mughales
Wahabismo
Musulmanes, pero no de la misma manera
La Gran Guerra deja el sudoku musulmán hecho unos zorros
Ibn Saud, el primo de Zumosol islámico
A los beatos se les ponen las cosas de cara
Iraq, Siria, Arabia
Jomeini y el jomeinismo
La guerra Irán-Iraq
Las aureolas de una revolución
El factor talibán
Iraq, ese caos
Presente, y futuro
La influencia de la revolución islámica en todo el área musulmana se dejó sentir con inmediatez. Ya en el año 1979, en el área oriental de Arabia Saudita, la porción socialmente más compleja, ya comenzó a haber revueltas y movidas de izquierdas a las que los shiíes no fueron ajenos, si bien si fueron los líderes e instigadores es algo que no está tan claro. La totalidad de la zona cambió radicalmente con el gobierno de Jomeini. En los años anteriores había llegado a ser chic mostrarse, si no occidental pues eso era algo normalmente rechazado, sí distanciado de los formalismos religiosos (musulmanes que bebían vino, musulmanas en minifalda, musulmanes que consideraban el Ramadán una costumbre tan ajada como el ayuno de Semana Santa); pero el tono cambió rápidamente, y en todos los países, en un proceso liderado por los propios gobernantes, el pietismo religioso resurgió. Los hombres comenzaron a mostrar con orgullo el zabib, es decir el callo que te deja en la frente la continua postración contra el suelo; y las mujeres volvieron a ostentar su no-ostentación del pelo.