Recuerda que en esta serie hemos hablado ya, en plan de introducción, del putomiérdico estado en que se encontraba la Europa católica cuando empezó a amurcar la Reforma y la reacción bottom-up que generó en las órdenes religiosas, de los camaldulenses a los teatinos. Luego hemos empezado a contar las andanzas de la Compañía de Jesús, así como su desarrollo final como orden al servicio de la Iglesia. Luego hemos pasado a los primeros pasos de la Inquisición en Italia.
El Papa Julio III era personalmente un hombre entrañable y de buen carácter. Como le suele ocurrir a las gentes de esa pata, era más bien asténico cuando se veía ante un enfrentamiento, de modo que lo que más prefería era no tener que decidir. Caraffa y Ghislieri eran todo lo contrario que él: eran decididos y echados para delante, constantemente exigentes. En este entorno, resulta lógico que el titular de la sede del Vaticano, por lo general, los dejase hacer.
El Papa Julio III era personalmente un hombre entrañable y de buen carácter. Como le suele ocurrir a las gentes de esa pata, era más bien asténico cuando se veía ante un enfrentamiento, de modo que lo que más prefería era no tener que decidir. Caraffa y Ghislieri eran todo lo contrario que él: eran decididos y echados para delante, constantemente exigentes. En este entorno, resulta lógico que el titular de la sede del Vaticano, por lo general, los dejase hacer.