... y, al final, alguien escuchó al juez John Sirica
Un presidente Missing in Action
El día que James McCord le dijo al mundo: "¡Es un pato, imbéciles, es un pato!"
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Los pruritos morales de Hugh Sloan
Johnny cogió su fusil
El testimonio de Alejandro Mantequilla
Spyro Agnew y las 21 preguntas de los cojones
A situaciones paranormales, aficiones paranormales
Los diez negritos fiscales
El discurso del político acorralado
La última trinchera
It's not easy, but it could be done
El último martillazo de Warren Earl Burger
Barbara Jordan, Christine Chubbuck, y el final
El testimonio de John Dean dejó una honda impresión, tanto en los miembros del Comité como en la América entera. Después de Dean, el siguiente testigo fuerte fue Mitchell. Durante su interrogatorio, Sam Ervin le comunicó al presidente la decisión tomada por el comité, decisión unánime, decretando su acceso irrestricto a cualquier documentación gubernamental que “pudiera ser relevante a la hora de proveer o desmentir cualquiera de los elementos que el comité ha sido autorizado a investigar”. En ese momento, la decisión se refería, muy en particular, a toda documentación preparada o que hubiera pasado por las manos de John Dean. Esta decisión era una importante vuelta de tuerca. Dean había cantado de lo lindo, pero no dejaba de ser alguien que decía qué; de alguna forma, era su palabra contra la del presidente a la hora de decir que Nixon lo sabía todo. Los parlamentarios buscaban poder solventar ese impasse.