viernes, agosto 18, 2006
Huelga a la catalana
Una de las cosas que tiene la libertad es que, cuando se ha vivido siempre en ella, resulta difícil de imaginar la cantidad de cosas que un día no se podían hacer, o dejar de hacer. El legado más terrible que deja una dictadura es acostumbrar a sus administrados (a muchos, incluso la mayoría de ellos) a no disfrutar de derechos que para otros son esenciales.
La dictadura española, esto es lo que otros llaman franquismo, fue sin duda, por lo menos para mí, el momento de la Historia de España en el que los derechos de los españoles estuvieron más constreñidos. Es cierto que si nos vamos suficientemente hacia atrás, nos es fácil encontrar épocas que parecen desmentir estos hechos. Una persona de ideología comunista disfrutaba en España en 1945 de mayor libertad de acción que, digamos, un siervo de la gleba en la Edad Media castellana. Pero eso es ilusorio, porque para la historia de los derechos civiles hay un antes y un después que no es el nacimiento de Jesucristo sino ese día, a finales del siglo XVIII, en el que el hombre puso en un papel lo que ya venía pensando, difusamente, desde mucho antes, en torno a los derechos inalienables del ser humano por el hecho de serlo. Desde ese día, todas las sociedades desarrolladas iniciaron un camino para perfeccionar su nivel de cumplimiento de esas premisas. Y el franquismo es el más sonoro y grande paso atrás de todos los dados por los españoles desde entonces.
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