El chavalote que construyó la Peineta de Novoselovo
Un fracaso detrás de otro
El periplo moldavo
Bajo el ala de Nikita Kruschev
El aguililla de la propaganda
Ascendiendo, pero poco
A la sombra del político en flor
Cómo cayó Kruschev (1)
Cómo cayó Kruschev (2)
Cómo cayó Kruschev (3)
Cómo cayó Kruschev (4)
En el poder, pero menos
El regreso de la guerra
La victoria sobre Kosigyn, Podgorny y Shelepin
Spud Webb, primer reboteador de la Liga
El Partido se hace científico
El simplificador
Diez negritos soviéticos
Konstantin comienza a salir solo en las fotos
La invención de un reformista
El culto a la personalidad
Orchestal manoeuvres in the dark
Cómo Andropov le birló su lugar en la Historia a Chernenko
La continuidad discontinua
El campeón de los jetas
Dos zorras y un solo gallinero
El sudoku sucesorio
El gobierno del cochero
Chuky, el muñeco comunista
Braceando para no ahogarse
¿Quién manda en la política exterior soviética?
El caso Bitov
Gorvachev versus Romanov
La jugada de Chernenko en aquel plenario era clara: los miembros del Comité Central deberían votar la remoción de Kirilenko de todos sus cargos y, sobre todo, del de segundo secretario general. Este cargo recaería en la persona de Chernenko y, de esta manera, el Comité Central lo estaría nombrando sucesor in pectore. A partir de ahí, lo más probable es que Chernenko pensaba abrir un proceso de unas semanas o meses, no mucho más porque la pila Duracell de Breznev difícilmente lo aguantaría, durante los cuales comenzaría a acompañarlo a todas partes, figurando como su número dos formal; para, idealmente antes de la muerte de Breznev, proceder a la “abdicación” del secretario general en su nombre. En otras palabras: para Chernenko era crucial que Breznev se muriese siendo él ya, formalmente, el primer secretario general del Comité Central del Partido Comunista de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, muriéndose pues Breznev siendo formalmente presidente del Soviet Supremo. Pero eso, como sabemos, no es lo que pasó.