viernes, diciembre 09, 2022

La hoja roja bolchevique (23): Cómo Andropov le birló su lugar en la Historia a Chernenko

 El chavalote que construyó la Peineta de Novoselovo

Un fracaso detrás de otro
El periplo moldavo
Bajo el ala de Nikita Kruschev
El aguililla de la propaganda
Ascendiendo, pero poco
A la sombra del político en flor
Cómo cayó Kruschev (1)
Cómo cayó Kruschev (2)
Cómo cayó Kruschev (3)
Cómo cayó Kruschev (4)
En el poder, pero menos
El regreso de la guerra
La victoria sobre Kosigyn, Podgorny y Shelepin
Spud Webb, primer reboteador de la Liga
El Partido se hace científico
El simplificador
Diez negritos soviéticos

Konstantin comienza a salir solo en las fotos
La invención de un reformista
El culto a la personalidad
Orchestal manoeuvres in the dark
Cómo Andropov le birló su lugar en la Historia a Chernenko
La continuidad discontinua
El campeón de los jetas
Dos zorras y un solo gallinero
El sudoku sucesorio
El gobierno del cochero
Chuky, el muñeco comunista
Braceando para no ahogarse
¿Quién manda en la política exterior soviética?
El caso Bitov
Gorvachev versus Romanov 


La jugada de Chernenko en aquel plenario era clara: los miembros del Comité Central deberían votar la remoción de Kirilenko de todos sus cargos y, sobre todo, del de segundo secretario general. Este cargo recaería en la persona de Chernenko y, de esta manera, el Comité Central lo estaría nombrando sucesor in pectore. A partir de ahí, lo más probable es que Chernenko pensaba abrir un proceso de unas semanas o meses, no mucho más porque la pila Duracell de Breznev difícilmente lo aguantaría, durante los cuales comenzaría a acompañarlo a todas partes, figurando como su número dos formal; para, idealmente antes de la muerte de Breznev, proceder a la “abdicación” del secretario general en su nombre. En otras palabras: para Chernenko era crucial que Breznev se muriese siendo él ya, formalmente, el primer secretario general del Comité Central del Partido Comunista de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, muriéndose pues Breznev siendo formalmente presidente del Soviet Supremo. Pero eso, como sabemos, no es lo que pasó.

jueves, diciembre 08, 2022

La hoja roja bolchevique (22): Orchestal manoeuvres in the dark

El chavalote que construyó la Peineta de Novoselovo

Un fracaso detrás de otro
El periplo moldavo
Bajo el ala de Nikita Kruschev
El aguililla de la propaganda
Ascendiendo, pero poco
A la sombra del político en flor
Cómo cayó Kruschev (1)
Cómo cayó Kruschev (2)
Cómo cayó Kruschev (3)
Cómo cayó Kruschev (4)
En el poder, pero menos
El regreso de la guerra
La victoria sobre Kosigyn, Podgorny y Shelepin
Spud Webb, primer reboteador de la Liga
El Partido se hace científico
El simplificador
Diez negritos soviéticos

Konstantin comienza a salir solo en las fotos
La invención de un reformista
El culto a la personalidad
Orchestal manoeuvres in the dark
Cómo Andropov le birló su lugar en la Historia a Chernenko
La continuidad discontinua
El campeón de los jetas
Dos zorras y un solo gallinero
El sudoku sucesorio
El gobierno del cochero
Chuky, el muñeco comunista
Braceando para no ahogarse
¿Quién manda en la política exterior soviética?
El caso Bitov

Gorvachev versus Romanov 



Os he dicho antes que las ideas de Kosigyn, en el sentido de que había que hacer algo con la URSS y muy especialmente con su economía, estaban más difundidas de lo que se creía. En la URSS había mucha gente, incluso puteros, que vivía el día a día de un sistema que no funcionaba, un sistema en el que cuando algo fallaba se descubría que en realidad no había nadie responsable de que funcionase; un sistema en el que los objetivos se incumplían a base de decir que se habían cumplido y punto pelota; y tantas y tantas cosas más. Por lo demás, aunque la clase política soviética no fue otra cosa que una mafia, una elite extractiva que todo lo hacía para garantizarse su vida muelle, sus grandes apartamentos, economatos, su vodka y sus putas, siempre había, porque siempre hay, gente a la que el tema del buen gobierno le preocupaba un mínimo. Y luego estaban las ambiciones de Yuri Andropov, que pronto veremos. A todo este magma difícil de localizar, el culto a la personalidad de Breznev y la radical concentración de poder en su persona no les gustaba.

miércoles, diciembre 07, 2022

La hoja roja bolchevique (21): El culto a la personalidad

El chavalote que construyó la Peineta de Novoselovo

Un fracaso detrás de otro
El periplo moldavo
Bajo el ala de Nikita Kruschev
El aguililla de la propaganda
Ascendiendo, pero poco
A la sombra del político en flor
Cómo cayó Kruschev (1)
Cómo cayó Kruschev (2)
Cómo cayó Kruschev (3)
Cómo cayó Kruschev (4)
En el poder, pero menos
El regreso de la guerra
La victoria sobre Kosigyn, Podgorny y Shelepin
Spud Webb, primer reboteador de la Liga
El Partido se hace científico
El simplificador
Diez negritos soviéticos

Konstantin comienza a salir solo en las fotos
La invención de un reformista
El culto a la personalidad
Orchestal manoeuvres in the dark
Cómo Andropov le birló su lugar en la Historia a Chernenko
La continuidad discontinua
El campeón de los jetas
Dos zorras y un solo gallinero
El sudoku sucesorio
El gobierno del cochero
Chuky, el muñeco comunista
Braceando para no ahogarse
¿Quién manda en la política exterior soviética?
El caso Bitov
Gorvachev versus Romanov


Si bien Chernenko era, todavía, en 1980, un dirigente soviético relativamente poco conocido, tenía algunas agarraderas. Por ejemplo, había escrito o editado una decena de libros, lo cual era más que todo el resto de los miembros del Politburo juntos, salvo Breznev. Siempre se había preocupado de ser ligeramente heterodoxo en dichas obras, como si siempre hubiera sabido que algún día tendría que especular con la trump card de su reformismo blando. En el mismo 1980, fue editor del plúmbeo Vladimir Illitch Lenin, el PCUS y sus cuadros; y fue autor directo, o por lo menos firmó, dos libros más: Cuestiones sobre el funcionamiento de los aparatos gubernamental y de Partido, y el tomo publicado en la serie Ases del Humor llamado El PCUS y los derechos humanos.

martes, diciembre 06, 2022

La hoja roja bolchevique (20): La invención de un reformista

El chavalote que construyó la Peineta de Novoselovo

Un fracaso detrás de otro
El periplo moldavo
Bajo el ala de Nikita Kruschev
El aguililla de la propaganda
Ascendiendo, pero poco
A la sombra del político en flor
Cómo cayó Kruschev (1)
Cómo cayó Kruschev (2)
Cómo cayó Kruschev (3)
Cómo cayó Kruschev (4)
En el poder, pero menos
El regreso de la guerra
La victoria sobre Kosigyn, Podgorny y Shelepin
Spud Webb, primer reboteador de la Liga
El Partido se hace científico
El simplificador
Diez negritos soviéticos

Konstantin comienza a salir solo en las fotos
La invención de un reformista
El culto a la personalidad
Orchestal manoeuvres in the dark
Cómo Andropov le birló su lugar en la Historia a Chernenko
La continuidad discontinua
El campeón de los jetas
Dos zorras y un solo gallinero
El sudoku sucesorio
El gobierno del cochero
Chuky, el muñeco comunista
Braceando para no ahogarse
¿Quién manda en la política exterior soviética?
El caso Bitov
Gorvachev versus Romanov 


 



El siguiente escalón en el particular cursus honorum de Konstantin Chernenko era parangonarse en su poder y relevancia con algunos miembros de la alta dirección soviética, como Suslov o Kirilenko. La ocasión se planteó el 29 de mayo de 1976, con ocasión de la firma de un acuerdo americano-soviético. En el abundantísimo material gráfico de aquel acto que fue publicado por la Prensa soviética, la presencia de Chernenko fue un must. El 12 de junio, informando de la firma de otro acuerdo, esta vez con India, en la foto publicada por Pravda se podía ver, por su orden, a Suslov, Kirilenko, Demichev y Chernenko. El 28 de junio, en la foto correspondiente a la partida de una delegación soviética al Berlín comunista, Chernenko aparecía acompañando a una serie de personas que eran todas miembros del Politburo: Kirilenko, Pelshe y Kulakov. El verdadero bingo lo cantó el 6 de octubre, cuando Breznev regresó de un viaje a Alma Ata; en la foto del aeropuerto, Chernenko fue situado a su derecha.

lunes, diciembre 05, 2022

La hoja roja bolchevique (19): Konstantin comienza a salir solo en las fotos

 El chavalote que construyó la Peineta de Novoselovo

Un fracaso detrás de otro
El periplo moldavo
Bajo el ala de Nikita Kruschev
El aguililla de la propaganda
Ascendiendo, pero poco
A la sombra del político en flor
Cómo cayó Kruschev (1)
Cómo cayó Kruschev (2)
Cómo cayó Kruschev (3)
Cómo cayó Kruschev (4)
En el poder, pero menos
El regreso de la guerra
La victoria sobre Kosigyn, Podgorny y Shelepin
Spud Webb, primer reboteador de la Liga
El Partido se hace científico
El simplificador
Diez negritos soviéticos

Konstantin comienza a salir solo en las fotos
La invención de un reformista
El culto a la personalidad
Orchestal manoeuvres in the dark
Cómo Andropov le birló su lugar en la Historia a Chernenko
La continuidad discontinua
El campeón de los jetas
Dos zorras y un solo gallinero
El sudoku sucesorio
El gobierno del cochero
Chuky, el muñeco comunista
Braceando para no ahogarse
¿Quién manda en la política exterior soviética?
El caso Bitov
Gorvachev versus Romanov 


Cargarse a Shelepin, un hombre con hondas raíces en la policía secreta soviética, no era moco de pavo. Había que proceder por etapas, poco a poco, como en la famosa frase sobre cómo cocer una rana viva. Ya en 1965, de forma casi imperceptible, su carrera comenzó a toser; pero su apartamiento de los pasillos del poder soviético no se produciría hasta diez años después, en 1975. Diez años es, incluso, poco tiempo. Shelepin tenía partidarios importantes en el Komsomol, en el KGB, en la burocracia del Partido y en los sindicatos. Todo eso había que desarmarlo.