viernes, noviembre 24, 2006
Weekend: Alejandro Magno
Pero de ciencia no voy a hablar. Para eso está Omalaled. Otra de las lecturas «extra blog» que realizo es la Histoira, pero del mundo. Sé que a Ina le ocurre lo mismo, es más, él, como persona que es muy viajada, tiene otra visión de muchas cosas más, por así decirlo, global que la mía.
Ambos, Ina y yo mismo, hemos reflexionado alguna vez, por correo electrónico, sobre si a los pacientes lectores de estas notas les molestarían las digresiones. Porque este blog se llama Historias de España y no pretende nada más que contar Historias de España (ya sé que aquí detrás hay una discusión interminable, y es qué es España; pero eso forma parte del juego). Incluso manejamos la posibilidad de crear otro blog hermano, Historias del Mundo, y volcar ahí nuestras lecturas de más allá de los Pirineos. No obstante, lo hemos desechado por razones logísticas. Este blog es gratis para el que lo lee y gratis para el que lo escribe. Y así seguirá siendo, porque ésta es la grandeza de internet. Mi retribución es la constancia, via mensajes, o sino la sospecha, de que alguien ha podido aprender algo que no sabía leyendo esto. Una de las cosas más divertidas que me han pasado desde que empecé este blog es el pequeño paquete de lectores que me ha confesado un triunfo en alguna reunión familiar o de amigos contando la anécdota de Miguel de Molina y los fachas que le petardeaban el espectáculo por ser maricón.
No tenemos, pues, capacidad para mantener dos blogs históricos a la vez.
De momento, he pensado en una solución. Dado que el fin de semana es tiempo de lecturas diferentes, los viernes, sábados o domingos trataré de utilizarlos para colocar estos post slightly off topic. Por eso el de hoy se llama Weekend.
Tomadlo como una licencia del jefe. A los autores nos gusta hablar de muchas cosas de la Historia del mundo.
Hoy le toca a Ina.
------
¿Quién fue Alejandro Magno?
By Inasequible Aldesaliento
A Alejandro Magno lo descubrí en la novela El muchacho persa de Mary Renault. En dicha novela, Renault describe a Alejandro como una persona carismática, generosísima, inteligente, osada. Casi más que un conquistador, es un hombre curioso, deseoso de conocer el mundo. Desgraciadamente su condición de rey le obliga a ir acompañado de un ejército de macedonios y a conquistar las tierras que va pisando.
La visión que ofrece Mary Renault no puede ser más idílica y justifica hasta los episodios más controvertidos de la carrera del macedonio. Cuando los tirios le ofrecen sumisión y Alejandro quiere imponerles que le dejen hacer sacrificios de estado en el templo de Melcarte, Reanult no lo ve como una imposición sacrílega a los tirios sino como una manera de poner a prueba la lealtad de su sumisión. La negativa de los tirios a lo solicitado llevaría a un largo asedio que terminaría con la destrucción de la ciudad. El saqueo de la inerme Persépolis lo presenta como el inevitable premio para sus hombres a los que había refrenado para que no saquearan ni Babilonia ni Susa. No obstante, ni tan siquiera Renault puede justificar de una manera coherente el incendio del palacio de Persépolis. El asesinato de Parmenión lo justifica por el hecho de que Alejandro había mandado ajusticiar a su hijo, que al parecer había estado envuelto en una conspiración para asesinarlo. Tanto si era inocente como si no (y Mary Renault se decanta más bien por lo segundo), no resultaba seguro, estando en territorio hostil, dejar a sus espaldas a un general a cuyo hijo acababa de ejecutar y que podía reclamar venganza. Finalmente, el deseo de Alejandro, tras haber derrotado a Poros, de seguir adelante, más allá del Indo, hasta el Ganges y el océano (que él creía que estaba mucho más cercano de lo que de verdad está), Mary Renault lo presenta como el sueño de un visionario que simplemente aspira a alcanzar los confines de la tierra no para conquistarlos, sino por curiosidad.
Después de haber leído a Mary Renault, uno toma la biografía de Alejandro que escribió Roger Caratini y parece que estuviese leyendo la vida de un personaje completamente diferente. Caratini lo presenta como un tirano caprichoso y megalomaníaco con brotes de violencia irracional que fueron haciéndose más frecuentes a medida que sus éxitos le iban alejando de la realidad. Para que no le falte nada, Caratini hasta le atribuye un inmenso edipo hacia su madre, la terrible Olimpia. Eso sí, Caratini le reconoce una serie de virtudes, como la generosidad, el valor personal y la austeridad, que se le han venido reconociendo desde la Antigüedad.
Tal vez, para determinar quién fue Alejandro Magno debamos acudir a la fuente histórica más fidedigna que nos ha llegado: la Anábasis de Alejandro Magno, que Flavio Arriano escribió en el siglo II n.e. Su libro es un libro sobrio, donde se nota que el escritor había tenido experiencia militar. Arriano tuvo acceso a fuentes que no nos han llegado, como el relato de Ptolomeo, uno de los generales de Alejandro. Aunque cuando escribió, ya se había forjado la leyenda de Alejandro Magno, posiblemente el retrato más exacto del conquistador al que tengamos hoy acceso sea el de Arriano.
El retrato que traza Arriano se parece más al de Mary Renault que al de Caratini. Ya en Arriano aparecen los rasgos más amables del carácter de Alejandro, como eran su generosidad, su valor y la camaradería con sus hombres. Eso sí, Arriano insiste más que Mary Renault en dos rasgos sombríos de su personalidad: su excesivo amor por la bebida y los raptos de cólera, que a menudo estaban vinculados a sus grandes borracheras. Fue en uno de esos raptos en los que mató de un lanzazo a Clito, uno de sus compañeros, por una absurda discusión entre borrachos. Leyendo a Arriano, da la impresión de que los ataques de cólera y la impaciencia fueron aumentando con los años en intensidad y frecuencia. Tal vez, si hubiera vivido más, sí que hubiera terminado por parecerse a la imagen del tirano megalomaníaco y un poco psicópata que traza Caratini.
Una última cuestión que habría que plantearse es la del juicio histórico que nos merece Alejandro Magno. Pienso que no puede ser más que negativo.
El Imperio persa había logrado unificar los territorios que iban desde el Indo hasta el Egeo y desde Egipto hasta el Asia Central. Era un imperio muy descentralizado, donde los distintos pueblos gozaban de gran libertad para dirigir sus propios asuntos. Prácticamente sólo se les pedía que aceptaran la presencia de un sátrapa, que aportasen tributos y que contribuyesen con tropas cuando se les pidiese. Era un imperio que había pasado ya su época expansiva y que militarmente era un gigante con pies de barro. Posiblemente, sin Alejandro, su destino final habría sido caer bajo los golpes de algún otro conquistador o fragmentarse cuando Persépolis hubiera sido incapaz de contener las fuerzas centrífugas del imperio.
¿Con qué sustituyó Alejandro a ese imperio benévolo? Con nada. Podemos pensar que fue el efecto del destino, que se lo llevó antes de que hubiera tenido tiempo para dotar a sus conquistas de una estructura política sólida. Pero esa idea, que busca dejar a Alejandro en buen lugar, está equivocada.
Alejandro había visto como su padre Filipo II había sido asesinado inesperadamente mientras preparaba precisamente la campaña militar contra el Imperio persa. Poco antes de su muerte, había visto cómo su amante Hefestión moría joven de un tifus mal curado. Él mismo había estado a punto de morir como consecuencia de un flechazo en el ataque a una ciudad india. Por consiguiente, Alejandro no podía ignorar que la muerte era una realidad que le podía atacar en cualquier momento.
Otros conquistadores posiblemente se habrían detenido tras la conquista de Persépolis, habrían abandonado los territorios orientales del imperio, que además de más abruptos estaban menos desarrollados económicamente, y habrían empezado a levantar el edificio político del imperio. En todo caso, tras el regreso de la India, el movimiento lógico era el de empezar a administrar sus conquistas.
Es cierto que tras su regreso de la India tomó algunas medidas que parecían indicar su deseo de crear un imperio mestizo persa-macedonio. Pero muy pronto la impaciencia le dominó y abandonó el papel de administrador que debía de resultarle bastante aburrido. Exploró el Tigris, se dedicó al ocio, licenció a los veteranos que querían regresar a Macedonia, preparó unos fastuosos funerales para Hefestión (había algo excesivo en Alejandro, cuando amaba, cuando combatía y cuando sufría) y… empezó a preparar una flota para circunnavegar la Península Arábiga.
Siempre es posible especular con lo que hubiera sucedido si Alejandro hubiera muerto anciano y hubiera tenido más tiempo para organizar sus conquistas. La realidad es que no dispuso de ese tiempo y el poco tiempo que le dejó el destino apenas lo empleó en esos menesteres. A su muerte, no dejó un heredero indiscutido ni un sistema de sucesión organizado. El resultado fueron treinta años de guerras entre sus generales y la división del imperio. Posiblemente los pueblos de Oriente Medio y del Asia Central hubieran preferido no haber conocido a Alejandro Magno.
martes, noviembre 21, 2006
Curiosas ausencias
Nuestros políticos no parecen darse cuenta, o no quieren, de que la imagen del investigador histórico, especialmente el amateur que, como yo, no vive de esto y por lo tanto no tiene mañanas para ir a donde quiera a tomar notas; esa imagen, digo, ha cambiado. Hoy, el investigador histórico ya no es sólo el tipo embutido en legajos o cajas de documentación; también es una persona que, con paciencia y esfuerzo, navega con su ordenador desde su casa, bajándose e imprimiéndose imágenes de documentos para su estudio y cotejo.
En fin, además de esta crítica, que hago extensiva a todas las fuerzas políticas de este país con más de treinta años de historia, que son unas cuantas, así como a fundaciones varias, me gustaría detenerme sobre la visión que el PSOE tiene de sí mismo y de su pasado. Está en el subapartado Historia del apartado Nuestro Partido. Allí, a base de textos breves, se cuenta la Historia del PSOE en sus diversas etapas. A continuación os copio todos los textos hasta la muerte de Franco. Todas las cursivas y negritas que leeréis son mías, y después del texto explicaré por qué.
«El Partido Socialista se fundó clandestinamente en Madrid, el 2 de mayo de 1879, en torno a un núcleo de intelectuales y obreros, fundamentalmente tipógrafos, encabezados por Pablo Iglesias.
El primer programa del nuevo partido político fue aprobado en una asamblea de 40 personas, el 20 de julio de ese mismo año.
El PSOE fue así uno de los primeros partidos socialistas que se fundaron en Europa, como expresión de los afanes e intereses de las nuevas clases trabajadoras nacidas de la revolución industrial.
Desde entonces, ha orientado su labor hacia el logro de los grandes ideales emancipatorios del socialismo, con los cambios lógicos de estrategia que los momentos históricos han impuesto en cada caso, y que libre y democráticamente han decidido el conjunto de los afiliados.
Desde su fundación en 1879, el Partido fue aumentando el número de sus militantes y asentando su base teórica. La necesidad de defender adecuadamente los derechos de los trabajadores impulsó la creación de una organización sindical socialista. Así nació la Unión General de Trabajadores (UGT), cuyo Congreso fundacional se celebró en Barcelona, en 1888.
En las elecciones de 1910, Pablo Iglesias obtuvo un escaño y se convirtió en la primera voz del movimiento obrero español que se pudo oír en el Parlamento.
Esta progresiva implantación del socialismo español fue permitiendo plantear una importante crítica social y una creciente contestación popular a las limitaciones políticas de la Restauración, cuyo sistema permitía que los derechos civiles fueran burlados y que se produjese el reparto de poder entre los partidos liberal y conservador y el turno en el desempeño de las tareas de Gobierno.
La condición no beligerante de España durante la Primera Guerra Mundial, iniciada en 1914, hizo posible un cierto desarrollo económico que permitió amasar importantes fortunas a determinados sectores de la burguesía, mientras que los trabajadores sufrían las consecuencias de una tremenda subida de precios, que disminuía por días la capacidad adquisitiva de sus salarios. El malestar ante esta situación, junto a la creciente demanda de libertades más efectivas planteada por amplios sectores de la población, crearon un ambiente de movilización social a favor de un cambio político, a cuyo frente se pusieron el PSOE y la UGT, encabezando un movimiento huelguístico que conmocionó a la burguesía en agosto de 1917 y que fue duramente reprimido.
Los acontecimientos de la Revolución Rusa de octubre de 1917 y la fundación de la III Internacional por Lenin introdujeron elementos de división en el movimiento obrero internacional. En España, el intento de "dirigismo" de la Internacional Leninista suscitó un vivo debate en el PSOE, que dio lugar a que los partidarios de Lenin en este Partido lo abandonaran para fundar el Partido Comunista de España (PCE).
Tras los siete años de dictadura militar del general Primo de Rivera, la alternativa republicana, apoyada por el PSOE, triunfa en las elecciones del 14 de abril de 1931, dando lugar a la inmediata instauración de la II República, en un clima de entusiasmo popular.
Los candidatos socialistas en coalición con los republicanos obtienen 115 escaños en el Parlamento. Juntos emprenden una decidida política de reformas impulsada por un Gobierno en el que están presentes tres ministros socialistas: Largo Caballero, Indalecio Prieto y Fernando de los Ríos.
Esas reformas, especialmente la Reforma Agraria y la Legislación Laboral, son contestadas con una dura oposición por las fuerzas políticas de derechas.
La CEDA (Confederación Española de Derechas Autónomas) obtendrá un importante apoyo en las elecciones de noviembre de 1933, dando lugar al desplazamiento de las fuerzas progresistas del poder.
El endurecimiento de las posiciones conservadoras y el fuerte impacto popular causado por la represión de la revolución de Asturias, provocaron la unión de las fuerzas progresistas republicanas en un único bloque político: el Frente Popular, que ganó las elecciones de 1936, lo que permitió continuar la política de reformas iniciada en 1931. Sin embargo, estas expectativas se vieron truncadas por el golpe de estado militar que, alentado por la derecha española, sumió al país en una cruenta guerra civil que se prolongó desde 1936 a 1939.
El apoyo del fascismo internacional a Franco, la inhibición de los países democráticos, la mayor disponibilidad de recursos económicos de los sublevados y otros factores, dieron lugar, tras largos y duros combates, a la derrota del Gobierno de la República.
El desenlace de la guerra civil abrió un periodo histórico difícil para la sociedad española, en general, y para los socialistas, en particular.
A pesar de ello, siguieron combatiendo en la clandestinidad o desde el exilio. En 1953, Tomás Centeno, Secretario General de UGT y dirigente del PSOE, moría víctima de la represión en la Dirección General de Seguridad. Dos años después, había en el penal de Burgos más de 1.200 socialistas, llegando a coincidir en las cárceles franquistas un total de seis Comisiones Ejecutivas.
Sin embargo, el PSOE durante el franquismo desarrolló una significativa acción opositora, participando en las huelgas de los años 50 y 60, enfrentándose a la dictadura en condiciones muy duras y sometido a una constante persecución policial.
Ya en los años 70, el PSOE se convierte en una seria amenaza para el declinante régimen franquista, por sus relaciones con las fuerzas democráticas europeas y su imagen de partido socialista democrático dentro de España. En 1974 se celebra en Suresnes (Francia) el 26 Congreso del Partido, que elige a Felipe González Secretario General.
Cuando en 1976 (aún en la clandestinidad), el Partido decide celebrar en Madrid su 27 Congreso, el PSOE está jugando ya un papel fundamental en la vida política española. La legalización del Partido Socialista se produce en febrero de 1977.
La creación, junto con otros partidos democráticos, de una coordinadora común de oposición y negociación, obliga a abrir un proceso de reforma política que desemboca en las elecciones democráticas de 1977, en las que triunfa la UCD, mientras el PSOE se consolida como el primer partido de la oposición.»
Bien. A raíz de este texto, los personajes fundamentales de la historia del PSOE, de 1879 a 1977, fueron:
- Pablo Iglesias, que lo fundó y luego salió diputado.
- Francisco Largo Caballero, que fue ministro en el primer gobierno de la República.
- Indalecio Prieto, por lo mismo.
- Fernando de los Ríos, por lo mismo.
- Tomás Centeno, por ser víctima de la represión franquista.
- Felipe González, por ser elegido secretario general en 1974.
Esta nómina olvida:
- Que Francisco Largo Caballero, además de ser ministro de Trabajo en el primer gobierno de la República, fue Presidente del Gobierno durante la guerra (lo de que fue Consejero de Estado durante la dictadura de Primo de Rivera puedo entender que el PSOE no tenga demasiadas ganas de ponerlo).
- Que Indalecio Prieto, además de ser ministro de Hacienda en los tiempos de la República, fue ministro durante la guerra encargado de la dirección nada menos que de las operaciones bélicas.
- Que hubo un militante del PSOE llamado Juan Negrín (del que, desde luego, el PSOE abomina como si fuese el Maligno) que presidió el Gobierno de España durante buena parte de la guerra.
- Que hubo otro dirigente del PSOE, llamado Julián Besteiro, que fue presidente del Congreso. También es cierto que impulsó y colaboró activamente en el golpe del coronel Casado contra la República. Pero también es cierto que, al final de la guerra, se quedó en Madrid (y fue el único) a enfrentar su destino, muriendo enfermo en la cárcel. En mi opinión, y con todos mis respetos hacia Tomás Centeno y su familia, si hay que citar a un socialista significado muerto por la represión de Franco, ese alguien es Julián Besteiro.
- Que entre Pablo Iglesias, fundador; y Felipe González, secretario general en Suresnes, el PSOE tuvo unos cuantos dirigentes de partido, notablemente el propio Largo Caballero y, por ejemplo, Rodolfo Llopis, que fue SG durante los años de la clandestinidad.
Más allá, las otras itálicas tienen que ver con cosas como:
- No se dice quién organizó la huelga general de 1917 (Largo Caballero, Besteiro y Saborit).
- Se cita de pasada la Revolución de Asturias (se dice que la CEDA la utilizó para su reacción derechista), con lo que el texto pasa de puntillas sobre dos hechos: primero, que la Revolución de Asturias fue un golpe de Estado revolucionario en toda regla, cuyo principal objetivo era hacerse con los edificios principales del gobierno en Madrid; y dos, que el PSOE fue quien organizó aquella movida.
- De hecho, este resumen, ladinamente, trata de desbastar al PSOE de la República de toda veleidad revolucionaria marxista aseverando que los partidarios de Lenin se fueron todos al PCE; y olvida, supongo que interesadamente, que Largo Caballero, o sea su líder, era llamado el Lenin español (también por, entre otros, las Juventudes Socialistas) y que hay mogollón de fotos de la época de manifestaciones en las que su retrato es paseado junto con el del ruso aquél bajito y con barba de chivo.
- Se dice que el PSOE apoyó la alternativa republicana en 1930. Lo cual es verdad, aunque sólo con la puntita. En un texto algo más sincero que éste, debería reconocerse que Indalecio Prieto estuvo en el Pacto de San Sebastián a título personal y que, de hecho, a Largo no le gustó un pelo que hubiese ido.
- Otra verdad a medias, por no decirlo de otra manera, que contiene el texto es la aseveración de que uno de los factores a favor de Franco en la guerra fue «la mayor disponibilidad de recursos económicos de los sublevados». El bando republicano contaba, como acabamos de ver en un reciente post, con un cash de casi 4.000 millones de pesetas de la época y, es más, en el first strike del golpe de Estado, retuvo casi todas, si no todas, las grandes áreas productivas del país, notablemente el norte industrial, Cataluña y Levante. El 19 de julio de 1936, la mayor parte del PIB español era republicana.
- No se rinde el homenaje justo que merece la oposición interna del PSOE en los años difíciles y, muy especialmente, la muy meritoria labor de Antonio Amat (a quien, esto hay que reconocerlo, sí homenajea, un poquito, el Partido Socialista de Euskadi)
Tienen su miga estos textos. Especialmente, como ya he dicho, la actitud que el PSOE guarda hacia Juan Negrín y hacia los oscuros años de la primera posguerra, cuando en el seno del partido pasaron muchas cosas, pocas de ellas agradables (discutieron por la pasta).
Pero yo, que soy no sé si un romántico o un gilipollas, pienso que los partidos políticos tienen una responsabilidad que va más allá de la que puedan tener otras instituciones más de medio pelo. Es difícilmente creíble en el presente un partido político que es incapaz de asumir su Historia; y yo creo que todos, racionalmente, podemos reconocer, sin problemas, que en cien años de Historia no es que pueda haber, es que tiene que haber momentos oscuros.