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Muy pronto, sin embargo, la reina de Inglaterra habría de encontrar elementos de preocupación más allá del control sobre esos veteranos de guerra que ella consideraba brigands. El Papa Sixto de Roma llevaba tiempo intentando, y la derrota de la Armada no le había parado en lo absoluto, atraer al rey escocés Jacobo a la fe católica. Londres seguía esos movimientos, digamos, filosóficos, con cierta distancia. Pero la filosofía religiosa pasó a ser una amenaza más palpable cuando los espías de Walsingham le informaron de que el duque de Parma estaba elaborando un nuevo plan de invasión de las Islas, esta vez desde una Escocia que de alguna manera recibiría a a los españoles. La oferta para Jacobo era casarse con una princesa española. Esta oferta no llegó muy lejos pero, como veremos ahora mismo, abrió el melón del matrimonio del rey, asunto éste de enjundia.