Los dos decretos que nadie aprobó
La Constitución más democrática del mundo
El Terror a cámara lenta
La progresiva decepción respecto de Francia e Inglaterra
Stalin y la Guerra Civil Española
Gorky, ese pánfilo
El juicio de Los Dieciséis
Las réplicas del primer terremoto
El juicio Piatakov
El suicidio de Sergo Ordzonikhidze
El calvario de Nikolai Bukharin
Delaciones en masa
La purga Tukhachevsky
Un macabro balance
Esperando a Hitler desesperadamente
La URSS no soporta a los asesinos de simios
El Gran Proyecto Ruso
El juicio de Los Veintiuno
El problema checoslovaco
Los toros desde la barrera
De la purga al mando
Los poderes de Lavrentii
El XVIII Congreso
El pacto Molotov-Ribentropp
Los fascistas son ahora alemanes nacionalsocialistas
No hay peor ciego que el que no quiere ver
Que no, que no y que no
En el conjunto de purgas de 1936-1939, Stalin no se paró en barras porque las personas le fuesen cercanas o conocidas. De hecho, los extraños casos de clemencia que pudo tener parece que no se refirieron a gentes que le fuesen cercanas. Dimitri Volkogonov encontró en su archivo una instrucción, de marzo de 1936, ordenando la inmediata liberación de un tal A. S. Kuklin, condenado a diez años pero enfermo terminal de un cáncer esofágico. En el otro fiel de la balanza, Stalin ordenó fusilar, o supo del fusilamiento, de su asistente Amayak Nazaretyan; de Nikolai Petrovitch Gorbunov, amigo suyo (y de Lenin) y antiguo secretario del Comité Central; Yenukidze; Alexander Kosarev, hombre al que el propio Stalin había descrito como “un auténtico líder de las juventudes”; su profesor de filosofía, Yan Sten; Aaron Solts, viejo compañero de los años duros; Semen Petrovitch Uritsky, oficial de inteligencia y colaborador muy cercano; Lev Karahan, a quien Stalin solía poner de ejemplo ante terceros; Yakov Agranov, también muy cercano; Andrei Bubnov, con quien había trabajado codo con codo durante la guerra; Iosif Vareikis, un hombre a quien Stalin siempre ponderó; Grigory Isaakovitch Boido, su adjunto en el Comisariado de Nacionalidades, aunque sólo fue detenido y sobrevivió a Stalin; la mujer de Poskrebishev, o la de Molotov.