La huelga de la Canadiense
Brabo Portillo y Pau Sabater
The last chance
Auge y caída del barón de König
Mal rollito
Martínez Anido y la Ley de Fugas
Decíamos ayer...
Una masacre fallida y un viaje a Moscú
La explosión de la calle Toledo
El fin de nada
La debilidad de Anido y el atraco del Poble Nou
Atentado a Martínez Anido
La nemesis de Martínez Anido y los planes del Noi
Han mort el Noi del Sucre
La violencia se impone poco a poco
¡Prou!
Coda: el golpe que "nadie" apoyó
Aquella noche, Arlegui presionó muy fuerte a Tejedor y a los de Badalona para que le diesen los nombres de los jefes de todo, para detenerlos. Pero no se los dieron pues, en realidad, no los conocían. Mientras tanto, en el dispensario y como ya he referido, Amalio Cerdeño se moría, pero no sin contarle toda la movida al fiscal Diego Medina. El fiscal, abrumado por la calidad de las confesiones que estaba escuchando, llamó por teléfono, a su casa, al primer ministro Sánchez Guerra. Se dice que cuando el jefe del gobierno se puso al aparato, todavía medio dormido, el fiscal se limitó a informarle de que tenía evidencias de que el gobierno civil estaba sacando a los obreros de sus casas para matarlos; y que solicitaba instrucciones.