jueves, mayo 08, 2025

Viet Nam antes de Viet Nam (10): Dang vi qui, o sea, naniyori mo hitobito




Las primerasrelaciones
Reyes y revoluciones
Nunca te fíes de un francés
Nguyen Ai Doc
Tambores de guerra
El tsunami japonés
Grandeza y miseria de la Kempeitai
El Viet Minh
Los franceses hacen lo que mejor saben hacer (no definirse)
Dang vi qui, o sea, naniyori mo hitobito
El palo y la zanahoria comunistas
Puchimones contra podemitas
Aliados a pelo puta
Franceses y comunistas chapotean para no ahogarse
Vietnamitas listos + británicos estúpidos + periodistas gilipollas = muertos a decenas
Si tu ne voulais pas de bouillon, voici deux tasses
Francés busca indochino razonable
Los problemas del comunismo que se muestra demasiado comunista
Echa el freno, Madaleno
El factor chino
El factor USA
El problema de las tres mareas
Orchestal manoeuvres in the dark
O pacto, o guerra
Buen rollito por cojones
El acuerdo de 6 de marzo
El Plan Cédiletxe
No nos queremos entender
Dalat
Las inquietudes y las prisas del almirante D’Argenlieu
Calma tensa
La amenaza nacionalista
Fontainebleau bien vale unos chinos
Francia está a otras cosas
Memorial de desencuentros
Maniobras orquestales en la oscuridad (sí, otra vez)
El punto más bajo de la carrera de Ho Chi Minh
Marchemos todos, yo el primero, por la senda dictatorial
El doctor Trinh, ese pringao
Allez les bleus des boules!
D’Argenlieu recibe una patada en el culo de De Gaulle
París no se entera
Si los Charlies quieren pelea, la tendrán
Give the people what they want
Todas las manos todas, amigo vietnamita
No hay mus
El comunista le come la tostada al emperador
El momento del general Xuan
Conditio sine qua non con un francés: cobra siempre por adelantado
La ocasión perdida
El elefante chino entró en la cacharrería 


 

La posición francesa, en todo caso, no es fácil. La Resistencia sabe bien que los medios annamitas, sobre todo los más intelectuales, son ya abiertamente pro independencia y, además, tienen en quién apoyarse para ello. Por lo tanto, Francia se enfrenta al peligro real de que los vietnamitas se vuelvan abiertamente pro americanos, neto de los comunistas.

Japón, por su parte, trata de actuar con prudencia. El desembarco de McArthur en Filipinas ha hecho creer a muchos que habrá otro desembarco, tal vez en Indochina, tal vez en la China meridional, que aislaría a Tokio del sudeste asiático. La reacción japonesa ha sido asegurarse el dominio de los principales aeródromos del sur de China, garantizar la conexión entre este área y el Tonkin por Langson, así como reforzar su posición en el Tonkin con una división más. En enero de 1945. los japoneses tenían 65.000 efectivos en Indochina. El embajador Kenkichi Yoshizawa, un hombre siempre bien valorado por los franceses, había sido sustituido por Sunichi Matsumoto, aunque en realidad la autoridad japonesa en la zona era militar: el jefe supremo en los territorios del sur, el conde Hisaichi Terauchi. En el mando sobre las tropas de Indochina, por su parte, el general Machihiri fue sustituido por el general Yuitsu Tsushihashi.

Francia tenía dos alternativas estratégicas posibles. Podía no enfrentarse con Japón, buscando mantener la estructura administrativa existente en Indochina; fiándolo todo a que, una vez terminada la guerra, pudiera coser un acuerdo con los nacionalistas vietnamitas que pudiera suponer un estatus en el que París siguiese tocando pito en el área y controlando, sobre todo, los recursos económicos. La otra alternativa era apuntarse al bando de los aliados en la guerra del Pacífico, sacar el bastón de dar hostias, descararse y, de esta manera, una vez ganada la guerra, poder reclamar su lugar bajo el sol como ganadora en el campo de batalla. La segunda de las alternativas apenas tenía partidarios en el marco de una Administración francesa en Indochina que había aprendido a ser ultra conservadora y a no arriesgar nada. Para ellos, pues, lo que se podía perder era mucho más que lo que se podía ganar.

Desde octubre de 1944, el Comité de Acción formado por los franceses estaba plenamente formado y, de hecho, los grupos Gordon, Bocquet y demás, habían aceptado dejar de comunicarse con los estadounidenses de Kumming. En lo tocante al Ejército francés propiamente dicho, el general Mordant dirigió la realización de una estrategia dirigida a reaccionar a un eventual ataque japonés. Dicha estrategia se basaba en que el ejército coordinase la evacuación de las grandes poblaciones, y concentrar el esfuerzo de resistencia en las regiones montañosas del Tonkin y de Laos, más acciones de guerrilla en todo el país. Esto suponía, por lo tanto, que, en caso de ataque japonés, Francia renunciaba desde el segundo uno a defender Annam.

Este plan fue aprobado por París en enero de 1945; de Calcuta, además, se informa que a mediados de mayo podría producirse una intervención aliada. Los franceses, pues, despliegan sus tropas según el plan establecido. En el sur, el general Delsuc (pienso que podría ser Hermann-Frantz-Dennis Delsuc), se ocupó, sobre todo, de asegurar posiciones en las afueras de Saigón. Con la excusa de poder contestar a un eventual desembarco aliado, se realizaron obras de defensa que, en realidad, estaban siendo levantadas contra los japoneses.

El problema era la tupida red de informadores de la Kempeitai, infiltrada incluso en los estados mayores. Los japoneses estuvieron informados en todo momento de lo que se cocía. El análisis que realizaron los japoneses, una vez que tuvieron claro que la Administración francesa se había pasado a los aliados, fue considerar que lo verdaderamente urgente era excitar las acciones de los grupos vietnamitas nacionalistas pro nipones, que eran muchos. Los japoneses se dieron cuenta de que sólo una ocupación militar pura y dura de Indochina por su parte sería capaz de aguantar el tirón.

A decir verdad, cuando estos planes llegaron a Tokio, chocaron seriamente con los planteamientos civiles, sobre todo diplomáticos. A los responsables de la política exterior japonesa les comenzaba a preocupar, cada vez más, mantener algunos canales abiertos con los aliados, puesto que la guerra estaba tomando un aspecto muy malo para ellos. El gesto japonés de dar un golpe de mano en Indochina y hacerla suya no iría precisamente en esa dirección. Su posición, sin embargo, era débil en el marco de un gobierno, y un Estado Mayor, cada vez más belicistas, dada la especial, y muy complicada, relación que los japoneses siempre han tenido con la derrota como concepto. La protesta diplomática sirvió para atemperar algo los planes; pero no para frenarlos.

Los japoneses, en todo caso, no eran tontos. No querían una guerra, porque las guerras siempre se pueden perder. Querían ganar sin disparar una bala, como quieren ganar siempre los inteligentes. El embajador Matsumoto, a las 8 de la noche del 9 de marzo de 1945. le comunicó al almirante Decoux un ultimátum japonés cuyo núcleo era el desarme de las tropas francesas en Indochina; bueno, técnicamente, la puesta bajo el mando nipón de todas las tropas. Decoux empezó que si la puta y la Ramoneta; esto le sirvió a los japoneses para darse cuenta de que el francés, como el vasco del chiste, no era partidario.

Lo habían previsto. De general a cabo, todos los miembros del Ejército japonés tenían perfectamente definido lo que les tocaba hacer aquella noche; y lo hicieron. En el sur, el tema les fue de coña; los franceses, a pesar de que Conchinchina era la zona donde estaban más presentes, por así decirlo, parecieron no esperar acción alguna por parte de gentes de ojos rasgados, y fueron pillados en bragas y en la cama. En Hue y Hanoi, la historia fue otra; los franceses estaban prevenidos y, durante varias horas, resistieron fieramente.

Es una página curiosa de la Historia, una de esas cosas que los camembert no suelen ser muy gustosos de comentar: en 24 horas, el ejército de una potencia como Francia había sido controlado y desarmado por los tipos que estaban perdiendo la guerra del Pacífico. Ni siquiera Mordant y Aymé consiguieron huir; ambos fueron enjaretados por los sashimi. Tan sólo algunas unidades y efectivos pudieron huir hacia Laos y, en el Tonkin, bajo el mando de los generales Camille Ange Gabriel Sabattier y Marcel Alesssandri, pasar al sur de China. La principal característica del golpe nipón, en todo caso, fue su rapidez. Fue tan rápido, tan inmediato, que, en realidad, los annamitas ni siquiera supieron reaccionar.

El Estado Mayor japonés en Indochina, sin embargo, tenía las cosas muy claras. En aquel tema, había que ir poco a poco, chapoteando pero no mojando. Esto quiere decir que Tokio quería controlar Indochina, pero haciendo los menos cambios posible; era crucial mantener una ficción de normalidad o continuidad; y eso se tradujo en una política clara de mantenimiento en sus puestos a todos los funcionarios franceses con responsabilidades técnicas. En el ámbito político, conscientes de que los principales apoyos entre la población local los tenían entre las personas con fuertes perfiles nacionalistas, los japoneses decidieron convertirse en decididos patrocinadores de la independencia de los territorios indochinos.

En la misma tarde-noche del 9 de marzo, es decir, el día del golpe, el emperador Bao Dai regresaba de una partida de caza cuando fue retenido por los japoneses de Hue. Dai no llegó a su palacio hasta el alba; pero allí un capitán japonés le anunció, secamente, la independencia del Viet Nam. Mientras tanto, la Kempientai estaba informando a Pham Quynh y el resto de ministros. En la tarde del día 10, el embajador japonés, Yokoyama (que pienso que podría ser Tomoyoshi Yokoyama, pero no puedo jurarlo), se presentó en el palacio de Kien Trung para solicitar del emperador la colaboración en el proyecto japonés para la creación de una Gran Asia. Tanto Bao Dai como su ministro Pham Quynh dijeron ser totalmente conscientes de la nueva situación.

Consecuentemente, el emperador realizó una declaración en la que felicitaba a los japoneses por su acción de horas antes que, decía, había liberado a Viet Nam del yugo extranjero; se mostró dispuesto a colaborar en esta dirección. Horas después, el Comat (consejo de ministros) se reunió para constatar que la resistencia era imposible. El 11 de marzo, la totalidad del Comat (Pham Quynh, ministro del Interior; Ho Dac Khay, ministro de Finanzas; Ung Hy, ministro de Ritos; Bui Dang Doan, ministro de Justicia; Tran Tranh Dat, ministro de Educación; Truong Nhu Dinh, ministro de Economía) firmó un manifiesto pro japonés. El 12 de marzo, como de la nada, aparecieron varios periódicos en Hanoi publicados en vietnamita (hasta el día antes no había ninguno), todos violentamente antifranceses. La Kempientai obraba milagros.

Los apoyos nacientes entre los grupos nacionalistas no se hicieron esperar. El día 16 de marzo, el Phuc Quoc salió de la clandestinidad. Asimismo, también se hizo público el apoyo del Cao Dai, invitado a ello por el propio Tran Quang Vinh. El Viet-Nam Quoc Gia Doc Lap o Partido Vietnamita de la Independencia, siguiendo una llamada de su ideólogo, el profesor Ho Van Nga, invitaba a los ciudadanos de Saigón a participar en una gran manifestación independentista en la que se mostraría el agradecimiento a los japoneses por haber liberado al país del yugo gabacho. La manifestación, sin embargo, fue finalmente prohibida por los japoneses, que consideraban que el tema iba demasiado lejos. El día 21, en la radio de Singapur, Tran Van An se presentó como máximo delegado del Phuc Quoc para el sudeste asiático, declaró su satisfacción por “poder ver de una vez a estos piratas y asesinos franceses fuera de nuestras tierras para siempre”. La Prensa controlada por los japoneses se lanzó a una campaña violentísima contra los franceses pero, también, contra la corrupción del mandarinato. Alguien en los cuarteles generales nipones había llegado a la conclusión de que desplazar a los franceses pasaba también por desplazar al Imperio.

No se trata sólo de eso. Se trataba, también, de que la actitud de las formaciones nacionalistas que ahora regresaban a la luz pública hacia los ministros de Bao Dai era de rechazo total. Especialmente en el caso de Pham Quynh, un tipo especialmente odiado entre los independentistas. Por ello, el 19 de marzo el emperador aceptó la dimisión en bloque de todo su gobierno y asumió personalmente el poder.

El problema para el rey fue, sin embargo, formar un nuevo gobierno. Abrió un largo periodo de consultas que se enquistó rápidamente. La mayoría de los consultados pronunciaba el mismo nombre: Ngo Dinh Diem, el ministro reformador de 1933. Diem, sin embargo, había terminado muy quemado de aquella experiencia, en la que un montón de mandarines le había hecho luz de gas mientras el rey seguía cazando y a sus mierdas; y, por eso, había desarrollado un odio africano hacia la persona de Bao Dai que le hizo negarse en redondo a ser parte de su gobierno.

No fue, por lo tanto, hasta el 17 de abril que Bao Dai encontró a una persona capacitada y dispuesta a formar gobierno: el profesor Tran Truong Kim, un hombre que, protegido por los japoneses, se había exiliado en Bangkok y, luego, en Singapur.

Truong formó un gobierno de personas con prestigio (en Interior, Tran Dinh Nam; en Asuntos Extranjeros, Tran Van Chuong; en Educación, profesor Hoang Xuan Han; Justicia, Trinh Din Than; Finanzas, Vu Van Hien; Economía Nacional, Ho Ta Khanh; Logística: Nguyen Huu Thi; Trabajos Públicos, Lun Van Lang; Asistencia: Vu Ngoc Anh; Juventud: Phan An). Todos ellos eran patriotas y escasamente antifranceses (la mayoría se había educado en Francia). En parte, este gobierno era una jugada de Bao Dai, quien consideraba que estos ministros aceptaban serlo para sacrificarse, pues la derrota japonesa en la guerra del Pacífico era algo más que probable. Así pues, buscaba ponerle una vela a Dios y otra al Diablo.

El 8 de mayo, que había adoptado como divisa del nuevo gobierno Dan vi qui (o sea, si hemos de creer a Google: Naniyori mo hitobito en japonés, puesto que eran ellos quienes verdaderamente estaban dictando la consigna), es decir, el pueblo por encima de todo, anunció el inicio de los trabajos para diseñar una Constitución, basada en el principio de la unificación del país, así como las libertades política, religiosa y sindical, con la constitución de comités consultivos en los diversos territorios. El 23 de mayo se anunció una reforma fiscal que eximía del pago de impuestos personales a los ciudadanos de menores recursos. Asimismo, el gobierno se planteó como objetivo prioritario la propaganda y las políticas relativas a la juventud. Como ya hemos visto había nombrado un ministro de la Juventud, el también joven abogado Phan Anh, de 33 años. Anh, apoyándose en su adjunto Ta Quang Buu y, en Conchinchina, por el doctor Pham Ngoc Trach, vertebró los movimientos juveniles en la Tranh Nien Tien Phong o TNTP, que se puede traducir como Vanguardia Joven.

En el ámbito de la función pública, el nuevo gobierno de Bao Dai, siguiendo su identidad nacionalista, se planteó convencer a los japoneses de que diesen marcha atrás en su decisión inicial conservadora de mantener a los funcionarios franceses. Así, en toda la estructura del viejo protectorado, los jefes de negociado franceses fueron sustituidos por sus adjuntos vietnamitas. En la educación, el francés fue apartado, incluso hasta el punto de ser menos importante que el japonés y el inglés.

En el ámbito de las libertades, los partidos políticos fueron generalmente autorizados, y se dictó una amnistía para los presos no comunistas.

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