miércoles, abril 26, 2023

El otro Napoleón: (24bis: Magenta y Solferino)

 Introducción/1848

Elecciones
Trump no fue el primero
Qué cosa más jodida es el Ejército
Necesitamos un presidente
Un presidente solo
La cuestión romana
El Parlamento, mi peor enemigo
Camino del 2 de diciembre
La promesa incumplida
Consulado 2.0
Emperador, como mi tito
Todo por una entrepierna
Los Santos Lugares
La precipitación
Empantanados en Sebastopol
La insoportable levedad austríaca
¡Chúpate esa, Congreso de Viena!
Haussmann, el orgulloso lacayo
La ruptura del eje franco-inglés
Italia
La entrevista de Plombières
Pidiendo pista
Primero la paz, luego la guerra
Magenta y Solferino
Vuelta a casa
Quién puede fiarse de un francés
De chinos, y de libaneses
Fate, ma fate presto
La cuestión romana (again)
La última oportunidad de no ser marxista
La oposición creciente
El largo camino a San Luis de Potosí
Argelia
Las cuestiones polaca y de los duques
Los otros roces franco-germanos
Sadowa
Macroneando
La filtración
El destino de Maximiliano
El emperador liberal y bocachancla
La Expo
Totus tuus
La reforma-no-reforma
Acorralado
Liberal a duras penas
La muerte de Víctor Noir
El problemilla de Leopold Stephan Karl Anton Gustav Eduardo Tassilo Fürst von Hohenzollern.Sigmarinen
La guerra, la paz; la paz, la guerra
El poder de la Prensa, siempre manipulada
En guerra
La cumbre de la desorganización francesa
Horas tristes
El emperador ya no manda
Oportunidades perdidas
Medidas desesperadas
El fin
El final de un apellido histórico
Todo terminó en Sudáfrica


Luis Napoleón se estableció en un albergue en San Martino, desde donde se aprestó a la seguir la batalla que se le había ordenado a Mac-Mahon presentar en Magenta (o sea; no es que se le ordenase ir a la batalla de magenta, sino presentar batalla en la localidad de Magenta; hay que reconocer que la frase es polisémica). Así pues, las tropas recibieron la orden de pasar el Naviglio. Esto sólo se podía hacer por un puente, el Ponte Nuovo, que, lógicamente, estaba defendido por un fuerte fuego cruzado. Sin embargo, los zuavos al mando de su general, Jean Joseph Gustav Cler,  acabaron haciéndose con el paso. Este cambio de dueño, sin embargo, provocó una salida en tromba contra los franceses de las tropas austríacas, en la que, entre otros, el propio general Cler dio la vida. Los franceses tuvieron que recular.

lunes, abril 24, 2023

El otro Napoleón (24: Primero la paz, luego la guerra)

Introducción/1848
Elecciones
Trump no fue el primero
Qué cosa más jodida es el Ejército
Necesitamos un presidente
Un presidente solo
La cuestión romana
El Parlamento, mi peor enemigo
Camino del 2 de diciembre
La promesa incumplida
Consulado 2.0
Emperador, como mi tito
Todo por una entrepierna
Los Santos Lugares
La precipitación
Empantanados en Sebastopol
La insoportable levedad austríaca
¡Chúpate esa, Congreso de Viena!
Haussmann, el orgulloso lacayo
La ruptura del eje franco-inglés
Italia
La entrevista de Plombières
Pidiendo pista
Primero la paz, luego la guerra
Magenta y Solferino
Vuelta a casa
Quién puede fiarse de un francés
De chinos, y de libaneses
Fate, ma fate presto
La cuestión romana (again)
La última oportunidad de no ser marxista
La oposición creciente
El largo camino a San Luis de Potosí
Argelia
Las cuestiones polaca y de los duques
Los otros roces franco-germanos
Sadowa
Macroneando
La filtración
El destino de Maximiliano
El emperador liberal y bocachancla
La Expo
Totus tuus
La reforma-no-reforma
Acorralado
Liberal a duras penas
La muerte de Víctor Noir
El problemilla de Leopold Stephan Karl Anton Gustav Eduardo Tassilo Fürst von Hohenzollern.Sigmarinen
La guerra, la paz; la paz, la guerra
El poder de la Prensa, siempre manipulada
En guerra
La cumbre de la desorganización francesa
Horas tristes
El emperador ya no manda
Oportunidades perdidas
Medidas desesperadas
El fin
El final de un apellido histórico
Todo terminó en Sudáfrica 



El folleto inspirado por Luis Napoleón tiene un importante valor histórico, como os he dicho; pero su valor presente fue bastante más matizable. El ministro Walewski calificó el recibimiento de la publicación del panfleto de “detestable”. Persigny fue mucho más allá al dar en el clavo del problema en una carta que le escribió a su jefe: “tanto Europa como Francia os han aceptado porque durante nueve años se han fiado de vuestra promesa de respetar los tratados; si no los respetáis, perderéis su confianza”. En la propia discusión política francesa comenzaba a hacerse con mucha frecuencia la sutil diferenciación entre la existencia de una coalición europea contra Francia, o una coalición contra Luis Napoleón. Y ya se sabe que cuando un político que basa su poder en excitar la grandeur nacionalista de su nación pierde la identificación con esa misma nación, está perdido. Morny fue al Cuerpo Legislativo a pronunciar un discurso en el que dijo que para Francia era crucial mantener su posición pacífica.