La difícil restauración
Los exiliados
Una monarquía anárquica
Esto no durará
Soult
El affaire Raucourt
Ceguera borbónica
Una situación cada vez más deteriorada
La conspiración bonapartista sin Bonaparte
Viena
De nuevo, potencia mundial
Un balance discutible
El emperador de Liliput
Las cuitas de María Luisa
La partida
Diles que voy
El primer problema, efectivamente, era pulsar la voluntad tanto de María Luisa como del príncipe Eugène, pues ninguno de los dos estaba muy a mano. Además, Fouché deseaba que, antes de dar el golpe, se produjese esa novedad que también esperaba el rey, es decir, que Napoleón fuese sacado de Europa; el ex ministro del emperador temía que, si se daba el golpe en Francia y Napoleón estaba cerca, lo más probable es que reaccionase diciendo que qué Regencia ni Regencia, que el que tenía que volver, era él. Y los conspiradores, sobre todo Talleyrand, eran conscientes de que eso rompería Francia, además de convertirla en una paria internacional. Por último, hacía falta conocer el sentir de la Corte de Viena, o sea, de Metternich. Había que asegurarse de que no invadirían el país.