La URSS, y su puta madre
Casi todo está en LeninBuscando a Lenin desesperedamente
Lenin gana, pierde el mundo
Beria
El héroe de Tsaritsin
El joven chekista
El amigo de Zinoviev y de Kamenev
Secretario general
La Carta al Congreso
El líder no se aclara
El rey ha muerto
El cerebro de Lenin
Stalin 1 – Trotsky 0
Una casa en las montañas y un accidente sospechoso
Cinco horas de reproches
La victoria final sobre la izquierda
El caso Shatky, o ensayo de purga
Qué error, Nikolai Ivanotitch, qué inmenso error
El Plan Quinquenal
El Partido Industrial que nunca existió
Ni Marx, ni Engels: Stakhanov
Dominando el cotarro
Stalin y Bukharin
Ryskululy Ryskulov, ese membrillo
El primer filósofo de la URSS
La nueva historiografía
Mareados con el éxito
Hambruna
El retorno de la servidumbre
Un padre nefasto
El amigo de los alemanes
El comunismo que creía en el nacionalsocialismo
La vuelta del buen rollito comunista
300 cabrones
Stalin se vigila a sí mismo
Beria se hace mayor
Ha nacido una estrella (el antifascismo)
Camaradas, hay una conspiración
El perfecto asesinado
Avanzado el año
1931, Beria era ya citado entre las principales figuras de Georgia
por la Prensa afecta (la Prensa toda). Para entonces, Beria había
aprendido a no depender sólo de Ordzhonikidze. Stalin iba bastante
de vacaciones a Gagra, cerca de Sochi, a unos 40 kilómetros de la
raya de Georgia. Allí comenzó a visitarlo Beria, quien pronto captó
la mentalidad suspicaz y en el fondo insegura del secretario general;
y comenzó a alimentarla de conspiraciones reales o ficticias. Aunque
Gagra quedaba en Rusia, Beria se las ingenió para convertirse,
además, en el supervisor de la seguridad del secretario general en
sus vacaciones. Aparentemente, esto se lo habría confesado el propio
Stalin a su hija, quien nunca tragó a Beria fue Nadia Aliluyeva, la
desgraciada esposa de Stalin. Pero, claro, para lo que le quedaba en
el convento...
En el verano de
1931, durante las vacaciones de Stalin, Beria comenzó a
trabajárselo. Le contó historias sobre las conspiraciones de Mamia
Orakhelashvili o contra Lavrentii Kartvelishvili, el bolchevique que
había sido llamado para sustituir a Vissarion Lominazde como
mandamás comunista transcaucásico. Llovió sobre mojado, puesto que
Stalin, desde que había tenido que echar a Lominadze, no estaba nada
convencido de la fidelidad de los cuadros georgianos. Beria le dijo
que la mejor solución sería ascenderle a él, que era de confianza.
Pero Stalin no le hizo caso, pues pasadas las vacaciones, en
septiembre, lo que hizo fue decirle a Kartvelishvili que tendría que
compaginar el mando transcaucásico con la secretaría general del
Partido en Georgia. Sin embargo, o bien se arrepintió, o bien era
una de sus típicas celadas. Semanas después, convocó en Moscú a
Kartvelishvili y otros cuadros comunistas georgianos, y les anunció
que Beria sería segundo secretario general, o sea, el Iznogud del
Partido en la república. Kartvelishvili respondió: “yo no
trabajaré con un charlatán”. Y no fue el único que protestó.
Pero la protesta sólo le sirvió para ser, 48 horas después de la
bronca, desplazado de su cargo en el Zakraikom transcaucásico; pero,
una vez más, el sustituto no fue Beria, que quedó de número dos.
El sustituto fue Orakhelashvili. Sin embargo, Beria fue nombrado
primer secretario general del Partido en Georgia.
A Stalin, por
su parte, las cosas se le complicaban con el inicio de la cuarta
década del siglo. 1932 atestiguó un fuerte deterioro de las
condiciones socioeconómicas en la URSS, lo que alimentó el
descontento. Los precios se dispararon a causa de una carestía que
obligó a racionar los bienes más básicos. Incluso en Moscú llegó
a haber manifestaciones de descontento. En los campos adyacentes a la
mayoría de las factorías, muchos trabajadores se dedicaron a criar
conejos para tener algo que comer. Es evidente que resulta imposible
medir la popularidad real de un dictador; pero existen testimonios
que hablan de que una aparición de Stalin en el teatro Bolshoi, en
febrero de aquel año, fue recibida por el público con total
indiferencia.
La situación
se parecía mucho a la de 1921, cuando Lenin reaccionó tragándose
sus principios e impulsando la NEP. Stalin, sin embargo, no conocía
ni concebía la posibilidad de tragarse nada. Su política no se
movió ni un pelo, lo que demuestra que sí existía algún tipo de
diferencia entre maestro y discípulo: a Lenin todavía le importaban
algo sus conciudadanos (aunque, en realidad, todo lo que le importaba
era la pervivencia del Partido). Sin embargo, las diferencias que se
presentaban entre una y otra figura hizo que algunos de los que
fueron contemporáneos del primero comenzasen a posicionarse contra
el segundo. Es el caso de un pequeño grupo de opositores formado por
Alexander Petrovitch Smirnov, Vladimir Tolmachev y Nikolai Eismont.
Los tres eran bolcheviques de primera hora y Smirnov, el más
importante de los tres, había sido comisario de Agricultura varios
años. En enero de 1933, el Comité Central conoció y aprobó una
propuesta de su Comisión de Control para expulsar a Smirnov de dicho
Comité Central y a los otros dos del Partido.
En otro
movimiento (esto lo veremos inmeditamente al hablar de las
diferencias entre Stalin y Kirov), Martemyan Nikititch Riutin, un
secretario de distrito del Partido en Moscú que ya había coqueteado
con la derecha bolchevique en los primeros tiempos de la
colectivización, decidió impulsar una especie de manifiesto a los
cuadros del Partido. De hecho, el 21 de agosto de 1932 mantuvo una
reunión con una docena de compañeros con esta intención. Dos años
antes, ya había redactado un documento de unas 200 páginas contra
Stalin, a causa del cual fue arrestado y expulsado del Partido,
aunque sería readmitido. Ahora quería hacer un manifiesto bastante
más corto, acusando a Stalin de haber traicionado al leninismo.
Alguna de las
personas que estuvo en la reunión de agosto se fue a la policía con
el queo. En septiembre, la policía registró el apartamento de
Riutin y, de nuevo, lo arrestó. Volvió a ser expulsado del Partido.
Dos semanas después, la Comisión de Control del Comité Central
expulsó a otros veinte miembros del Partido. Ahí fue donde Stalin
cantó bingo. Fueron expulsados Hirsch Apfelbaum, más conocido como
Grigori Yevselevitch Zinoviev; Lev Borisovitch Rosenfeld, más
conocido como Kamenev; el historiador Vagarshak Arutyonovitch
Ter-Vaganian; P. Petrovsky, hijo del presidente de Ucrania; Sergei
Ivanovitch Kavtaradze, georgiano y viejo amigo de Stalin; la
escritora Polina Vinogradskaya; el periodista Alexander Nikolayevitch
Slepkov; el profesor Dimitri Marevsky; y el filósofo Yan Sten
quien, como ya sabemos, fue el profesor particular de Filosofía del
propio Stalin. Todos ellos acabarían en los años siguientes frente
al paredón, o purgados.
En una
tormentosa sesión del Politburo, Stalin exigió una votación
unánime en favor de la ejecución de Riutin como terrorista. Tras un
espeso silencio general, el único que se atrevió a hablar fue Serge
Mironovitch Kirov, quien le dijo a su camarada secretario general que
Riutin podía estar equivocado pero era uno de los nuestros, y que
nadie entendería que lo fusilasen. Stalin, acorralado, debió
tranquilizarse y aceptó que Riutin fuese condenado tan sólo a diez
años de reclusión. Pero quién sabe si no sería en ese mismo
momento cuando decidió que Kirov sería una pieza fundamental de su
estrategia de terror, a través de su muerte. De todas formas, buscó
personalmente para Riutin una prisión en muy malas condiciones, en
los Urales. En algún momento fue trasladado a Moscú, donde lo
torturaron para tratar de arrancarle una confesión pública, pero él
se negó. En 1937, fue asesinado por orden directa de Stalin. Sus dos
hijos también fueron asesinados; su mujer fue arrestada y también
fue asesinada en un campo de concentración en Karaganda, en 1947.
Por otra parte,
el año 1932 fue especial para Stalin por una circunstancia personal:
la muerte de su mujer, Nadezhda Aliluyeva Stalina. Estos hechos nos
dan una buena disculpa para abordar algunas informaciones acerca de
Stalin en familia.
Vasili, el hijo
de Stalin, nació en el año 1921, y pocos años después nació
Svetlana, la más famosa de los descendientes del mandatario
comunista. Poco tiempo después del nacimiento de Svetlana, la
familia quedó completa con la llegada de Yakov, el hijo mayor fruto
del primer matrimonio de Stalin (apenas siete años más joven que su
segunda mujer). Nadezhda Sergeyeva Aliluyeva era 22 años más joven
que su marido, y se ocupó de realizar algunas labores para Lenin
pero, sobre todo, a construir el hogar de los Dzugashvili. Al
principio de su matrimonio vivieron modestamente. La documentación
que se conserva de aquellos años muestra que era relativamente común
que Stalin tuviese que pedir adelantos de sus salarios para poder
sacar adelante los gastos del hogar. A pesar de estas apreturas, en
aquellos tiempos, que obviamente eran previos a aquéllos en los que
Stalin vivió rodeado de docenas de personal de seguridad y de
servicio, la pareja se las arregló para contratar una niñera y un
guardés. Eran tiempos en los que el Partido, o bien era todavía
ético, o bien pretendía serlo. Con ocasión de la IX Conferencia
del Partido de 1920, por ejemplo, se elaboró una instrucción que
prohibía tajantemente usar recursos públicos para mejorar los
hogares particulares. Entonces, y mientras vivió Lenin, de hecho se
respetaba una regla no escrita, por la cual todos los miembros del
Partido cedían al Partido los pagos que recibían por sus escritos.
Stalin adquirió
la costumbre de celebrar reuniones en su dacha, sobre todo los
domingos. Eran habituales de esos encuentros Bukharin, Yenukidze,
Mikoyan, Voroshilov y el comandante Semion Mihailovitch Budionni,
entre otros. Todos acudían con sus mujeres y sus hijos, y casi nunca
faltaba Sergei Yakovlev Aliluyev, el suegro de Stalin, a quien éste
respetaba mucho.
Cuando el
régimen movió la capital desde San Petesburgo a Moscú, Stalin, que
ya estaba casado con Nadia, se la llevó, a ella y a toda su familia,
al apartamento que tenía en el Kremlin. Allí, las peleas en el
matrimonio se hicieron frecuentes. Nadia Aliluyeva le reprochaba a su
marido que no se ocupaba lo más mínimo de su familia; y él solía
cortarla secamente. Así las cosas, Nadezhda hubo de centrarse en los
trabajos que hacía, sobre todo para Lenin, y en la amistad con las
otras consortes de las personas cercanas a Stalin: Polina Semenovna
Zhemchuzhina, mujer de Molotov; Dora Moiseyevna Khazan, mujer de
Andreyev; Maria Markovna Kaganovitch; o Esfir Isayevna Gurvich,
segunda mujer de Bukharin.
Las críticas
de la esposa eran acertadas. Stalin, es testimonio repetido, rara vez
se interesó por sus hijos, y apenas los veía.
El destino más
trágico de todos sería el de Yakov. Siempre tuvo grandes problemas
con su padre, porque el último veía al primero como un nenaza.
Stalin, por lo demás, odió a las dos mujeres elegidas por su hijo,
y muy especialmente a la segunda, Yulia Isakovna Meltser. Yakov,
parece ser, incluso intentó suicidarse, pero sólo se rozó con la
bala; su padre, aparentemente, lo que hizo fue cachondearse de él
por haber fallado el tiro.
Yakov solicitó
de su padre, y obtuvo, permiso para terminar sus estudios en el
Instituto de Ingeniería Ferroviaria de Moscú. Luego trabajó en una
central eléctrica y, finalmente, anunció que quería alistarse en
el ejército. Stalin se ocupó de enchufarlo. Yakov Dzhugashvili
primero fue adscrito al turno de noche y, después, se le
convalidaron los estudios para entrar en el cuarto año de la
Academia del Ejército Rojo. Allí, los profesores estuvieron de
acuerdo en que Yakov Iosifovitch Dzhugashvili merecía recibir el
mando de un batallón con el rango de capitán. Sin embargo, el
director de la Academia, un tal Sheremetov, no fue de esa opinión.
Yakov fue
movilizado desde el primer día de la segunda guerra mundial para la
URSS. Los informes dicen que luchó con honor y sin desmayo; pero su
unidad fue finalmente rodeada por los alemanes, y fue hecho
prisionero. Aparentemente, este hecho preocupó mucho a Stalin en el
sentido de que su hijo pudiera derrumbarse y contar cosas. La líder
comunista española Dolores Ibárruri contó que en 1942 se quiso
diseñar una operación de comando para rescatar a Yakov de
Sachsenhausen, con la participación de un español llamado José
Parro Moiso; y que dicha operación fracasó y todos sus integrantes
murieron. Claro que Pasionaria siempre contó muchas cosas, de las
cuales eran verdad la mitad de la mitad del cacho de un trozo.
Al contrario de
lo que Stalin pensaba, su hijo no era un nenaza. A su paso por
Hammelburg, Lübeck o Sachsenhausen, su fortaleza iba decayendo
lógicamente; pero nunca se rompió. Y, muy probablemente, cuando
notó que se iba a romper, tomó la única decisión posible. El 14
de abril de 1943, se hizo un Angus Lennie (The
great escape) y se tiró contra el
alambre de espino de su prisión; fue muerto por los disparos de los
centinelas.
Si lo de Yakov
fue triste, lo de Vasili ya es para mear y no echar gota. A la muerte
de Nadezhda, que todavía tenemos que analizar, Vasili quedó sin
madre y sin padre, puesto que de lo segundo ya no tenía. De hecho, a
Vasili Iosifovitch Dzhugashvili quien lo crio en realidad fue Nikolai
Sidorovitch Vlasik, el jefe de seguridad de Stalin. Creció en un
entorno en el que sólo tenía que recordar de quién era hijo para
conseguir cualquier cosa; eso le hizo caprichoso y dictador. Si
comenzó la guerra como capitán y la terminó, ojo, como teniente
general, no fue, desde luego, por sus méritos militares.
Vasili era
coronel con veinte años; con 24, mayor general de las Fuerzas
Aéreas; y teniente general un año después. Una carrera más
meteórica que la de Franco. Siendo un piloto más que cuestionable,
lo nombraron jefe de la Inspección del Ejército del Aire. En enero
de 1943 lo nombran comandante del regimiento del aire 32; un año
después comandante de otro regimiento, y en febrero de 1945,
comandante de una división, la 286. En 1946 es comandante de un
cuerpo de ejército, luego vicecomandante y después comandante de
toda la Fuerza Aérea. Todo eso teniendo un registro bélico más que
modesto: 27 salidas y un solo aparato enemigo derribado. Aún así,
recibió dos órdenes de la Bandera Roja, la medalla de Alexander
Nevsky, la orden de Suvorov de segunda clase y un montón de chapas
más.
En todo ese
camino, además, Vasili se había convertido en un alcohólico modelo
Nicholas Cage en Leaving Las Vegas.
Se casó cuatro veces y con sus cuatro mujeres acabó a hostias por
la botella. Durante la guerra, bueno, todo el mundo bebía. Pero en
la paz, ya la cosa fue diferente. Su comportamiento como comandante
de la fuerza aérea en el distrito de Moscú dejaba tanto que desear
casi cada día que terminó siendo cesado de dicho puesto; y ahí
comenzó su descenso a los infiernos. Vasili Dzhugashvili tenía sólo
36 años cuando murió su padre. El Estado soviético post
estalinista esperó sólo 26 días tras la muerte de su secretario
general para ir a por él. Fue licenciado del Ejército, con
prohibición anexa de incluso llevar uniforme militar en público.
Aunque los
datos no están muy claros, la hipótesis más probable es que Vasili
fue arrestado y sometido a juicio. Le cayeron ocho años en
Lefortovo. Allí lo visitó Viktor Shelepin, quien lo encontró en
muy mal estado síquico. Vasili fue llevado a la presencia de
Khruschev, quien decidió liberarlo. Al parecer, Vasili se había
dedicado a denunciar en las primeras horas tras la muerte de Stalin,
que su padre había sido envenenado. Ahora se mostraría arrepentido
de aquellas afirmaciones. De regreso a casa, le contó a su hija
Nadezhda que estaba pensando en aceptar un trabajo de gerente en una
piscina. Sin embargo, su recuperación era apenas un espejismo.
Siguió bebiendo, y apenas un mes después tuvo un accidente en el
coche. Así que fue exiliado a Kazan. Allí murió el 19 de marzo de
1962. Dejó detrás siete hijos, tres de ellos adoptados. En su
lápida no quiso poner ni una referencia a Stalin ni el nombre
“propio” que le habían permitido, Vasiliev, sino, simplemente,
el apellido Dzhugashvili.
[Nota al pie: Svetlana Alliluyeva tuvo tres hijos: Yevgeny Dzhughastvili, Vasily Aliluyev y Olga Chvanova. De ellos, sólo se conoce la muerte del primero, en 1962. Los otros dos hijos se sabe que le dieron a Svetlana cinco nietos, tres y dos. Por su parte, Vasili Dzhugashvili tuvo dos hijos: Alexander Vasilievitch Burdonsky (muerto en el 2017) y Nadezhda Vasilievna Stalina (muerta en 1999; se casó con Alexander Alexandrovicth Fadeyev y, en la foto que acompaña al memorial en internet de su tumba, parece que tuvieron dos hijos, de los que nada he averiguado).La mayoría de estas personas se cambiaron el nombre y/o escondieron su relación de parentesco con Stalin, por lo que hoy es bastante difícil saber si siguen vivas o la filiación de su descendencia, si es que la tienen. Pero lo que está claro es que Stalin tiene descendientes directos vivos.]