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Reyes y revoluciones
Nunca te fíes de un francés
Nguyen Ai Doc
Tambores de guerra
El tsunami japonés
Grandeza y miseria de la Kempeitai
El Viet Minh
Los franceses hacen lo que mejor saben hacer (no definirse)
Dang vi qui, o sea, naniyori mo hitobito
El palo y la zanahoria comunistas
Puchimones contra podemitas
Aliados a pelo puta
Franceses y comunistas chapotean para no ahogarse
Vietnamitas listos + británicos estúpidos + periodistas gilipollas = muertos a decenas
Si tu ne voulais pas de bouillon, voici deux tasses
Francés busca indochino razonable
Los problemas del comunismo que se muestra demasiado comunista
Echa el freno, Madaleno
El factor chino
El factor USA
El problema de las tres mareas
Orchestal manoeuvres in the dark
O pacto, o guerra
Buen rollito por cojones
El acuerdo de 6 de marzo
El Plan Cédiletxe
No nos queremos entender
Dalat
Las inquietudes y las prisas del almirante D’Argenlieu
Calma tensa
La amenaza nacionalista
Fontainebleau bien vale unos chinos
Francia está a otras cosas
Memorial de desencuentros
Maniobras orquestales en la oscuridad (sí, otra vez)
El punto más bajo de la carrera de Ho Chi Minh
Marchemos todos, yo el primero, por la senda dictatorial
El doctor Trinh, ese pringao
Allez les bleus des boules!
D’Argenlieu recibe una patada en el culo de De Gaulle
París no se entera
Si los Charlies quieren pelea, la tendrán
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Todas las manos todas, amigo vietnamita
No hay mus
El comunista le come la tostada al emperador
El momento del general Xuan
Conditio sine qua non con un francés: cobra siempre por adelantado
La ocasión perdida
El elefante chino entró en la cacharrería
La misión fundamental del Buró de Información, que desplazó a Hanoi, Saigón y otras poblaciones de Indochina a un ejército de periodistas de la agencia Domei, era convencer a la población local de la idea de que Japón era la gran potencia militar mundial. Esta oficina, por lo tanto, fue explicándole a la población, a su manera, las acciones de Pearl Harbor, de Manila, de Singapur. Conscientes de la importancia de introducir las cucurbitáceas por el ano con cierto cuidado, los japoneses realizaron durante meses su propaganda tras una máscara de kabuki; pero a partir de finales de 1942, se descararon y comenzaron a hacer una campaña rabiosamente anti blanca. A finales de julio de 1943, visitó Saigón un gran hijo de puta: el general Iwane Matsui, un tipo que, en 1938, tras tomar Nankin y en China, le había permitido a sus tropas cometer tales atrocidades que, tras la guerra, fue uno de los juzgados en los Juicios de Tokio, que son como los de Nürnberg pero a la japonesa, y que son el río Sil de la guerra mundial (ya sabéis: el río Miño lleva la fama, y el Sil, el agua). Compareció el general ante los periodistas vietnamitas y, por primera vez desde el comienzo de la guerra, hizo una intervención totalmente salida de tono en la que se ponía en cuestión la soberanía francesa en la zona. Japón, dijo el general, liberaría a los países asiáticos, “cualquiera que fuese la voluntad de los americanos, los británicos o los franceses”.
El tema venía de antiguo. Japón había sido el santuario durante décadas de muchos nacionalistas indochinos exiliados. Antes de la guerra, Yoshio Minoda, cónsul general de Japón en Saigón; un capitán adscrito al consulado, Sadao Kawamura; y un comerciante establecido en Conchinchina, un tal Matushita, se habían hecho acreedores de investigaciones de la policía francesa a causa de sus actividades no muy claras. De hecho, Matushita había sido invitado a abandonar Indochina en 1938.
En este entorno, hay que entender que Japón, nada más comenzar la “colaboración” con Francia, quiso tener un gesto claro y diáfano: el regreso a la zona de Kawamura, ahora ya comandante y jefe de Estado Mayor del general Kazumoto Machihiri, comandante de las tropas japonesas en Indochina. También regresó Matushita, convertido en principal ejecutivo en Conchinchina de la gran sociedad japonesa Dainan Koosi, aunque para entonces se había convertido en espía a tiempo completo, capaz además de explotar su amistad personal con el príncipe Cuong De. Minoda, por su parte, regresó como jefe de la misión japonesa en Hanoi.
El campo más fértil para los japoneses, sin duda, era la Conchinchina. Allí el nacionalismo era más exacerbado y, además, estaban los movimientos de carácter religioso, como el Cao Dai o el llamado Hoa Hao, muy proclives a escuchar los argumentos imperialistas asiáticos.
En Saigón, Matushita recuperó sus viejos contactos con los Cao Dai. Para entonces, esta secta estaba intensamente empreñada con la policía francesa, por lo que sus miembros se aplicaron a ayudar a los japoneses en todo lo que les pidieron. Los japoneses, sin embargo, no estaban en condiciones de darles todo el apoyo que hubieran necesitado y, en esas circunstancias, la secta de Tay Ninh, que era la más importante del caodaísmo, fue seriamente golpeada por la acción policial. Los seis dirigentes principales fueron exiliados a las Comores, entre ellos el PasPas Cao Dai, Pham Cong Tac (nombre que, entiendo, le daría derecho al autor de este blog, que suele referirse al PasPas vaticano como Francisquito, a llamar al PasPas caodaísta Conguito). Semanas después, Huynh Phu So, jefe espiritual de los Hoa Hao, fue trasladado, del hospital siquiátrico donde los franceses lo habían enjaretado, a una residencia (los Hoa Hao eran los seguidores de un bonzo, Phu So, que predicaba mensajes antifranceses. En su mayoría, venían del budismo).
El comienzo de la guerra del Pacífico le permitió a los japoneses dar el siguiente paso en su estrategia. Primero habían desplegado a los periodistas. Ahora desplegaron a los policías, es decir, a la famosa Kempeitai, o Gestapo Japo.
No es una manera de hablar. Los japoneses habían querido que la Kempeitai fuese una copia carbón de la Gestapo; esto se notó, sobre todo, en su régimen de fidelidades, ya que la Kempeitai respondía directamente al emperador, y a nadie más, lo cual siempre le daba una gran libertad de acción.
La temida policía japonesa se estableció en Indochina en diciembre de 1941; la disculpa fue que el Ejército japonés estaba expuesto a los sabotajes e incluso ataques de Kuomintang chino, y que hacía falta una policía que lo protegiese. Sin embargo, también se estableció en Viet Nam para dar protección a muchos nacionalistas annamitas que de tiempo atrás habían tenido relación con Japón. Consecuentemente, además, no le costó reclutar agentes locales, pues los candidatos eran muchos. Los beneficios de apuntarse a ese bombardeo eran muchos para un viet local: la Kempeitai proveía de un DNI japonés que convertía a su poseedor en alguien prácticamente intocable.
A principios de 1942, la Kempeitai y la Sureté francesa comenzaron a tener sus más y sus menos. Los enfrentamientos acabaron cristalizando en una protesta “por arriba” de la Administración francesa a los jefes de las tropas japonesas en Conchinchina, y éstos le tuvieron que decir a sus polis que se cortasen un poco protegiendo a los nacionalistas conchinchinos. Sin embargo, Matsushita consiguió que sus compañeros de la Kempei se acabasen por interesar por el Cao Dai y el Hoa Hao. En el segundo caso, el encarcelamiento de facto de Huyng Phu So había retraído un poco las cosas. Pero los Hoa Hao habían renacido de sus cenizas, por lo que los franceses decidieron que lo mejor que podían hacer era llevarse al bonzo a Laos. El 12 de octubre de 1942, unos días antes de la fecha marcada para el traslado, un grupo de fieles y de policías japoneses se presentó en Bac Lieu, lugar del encierro de Phu So, y se lo llevaron de allí, no sin tener en la carretera un violento incidente con la policía francesa, que trató de detenerlos. Los franceses protestaron al Estado Mayor japonés; pero la Kempeitai alojó a Phu So muy cerca de su principal comisaría, y bajo su protección, en el mismo Saigón.
En cuanto a los caodaístas, recordad que seis de ellos, incluido Pham Cong Tac, estaban exiliados en las Comores. Los franceses, además, habían cerrado el oratorio caodaísta de Phnom Penh, en Camboya, último reducto de la secta.
El tema Cao Dai, pues, no estaba en su mejor momento. Pero eso no desanimó al animoso Matushita. Se fijó en un grupo de conspiradores que en 1940 había participado en una acción antifrancesa y cuyos miembros acababan de ser liberados del campo de concentración de Nui Bara. Entre ellos estaba un histórico del Partido Constitucionalista, Tran Van An. Tras recibir el ofrecimiento de apoyo y protección japonés, Van An aceptó crear en Conchinchina una filial del Comité Central del Viet Nam Phuc Quoc Dong Minh, o sea, Liga por la Restauración de Viet Nam, organización nominalmente dirigida por el príncipe Cuong De.
Semanas más tarde, Matsushita “restableció” a los caodaístas a través de un antiguo dirigente de la misión camboyana, Tran Quang Vinh. Ahora que tenía a un trío de ases (Tran Quang Vinh, Tran Van An, Huynh Phu So), Matushita tenía por delante la labor de coordinarlos. Con los budistas, sin embargo, pronto tuvieron que reconocer que pinchaban en hueso. Las gentes de la budeidad comparten muchas cosas y, la verdad, tienden a ser todas muy parecidas de forma de ser y todo eso, de modo y forma que suele resultar más fácil olfatear a un budista que a un católico; pero, más allá de ese acerbo común, dan la impresión de ser bastante pejigueros con sus diferencias. Matushita, pues, tuvo claro muy pronto que Hoa Hao tenía bastantes problemas a la hora de unificar a las diferentes sectas budistas, así que decidió centrarse en los Cao Dai.
En febrero de 1943, los japoneses prestaron una ayuda fundamental a Tran Quang Vinh a la hora de reconstituir su comité de dirección en Saigón. Una vez reasentado Tran Quanq Vinh, Matushita lo puso en contacto con Tran Van An, buscando la unificación nacionalista. Bingo: en mayo de aquel año, los caodaístas se apuntaron al Viet Nam Phuc Quoc, que anunció la celebración de un congreso en septiembre.
En el mes de julio, los franceses, alarmados por esta evolución le exigieron a los japoneses el arresto de Tan Quan Vinh, de Huynh Phu So y de Tran Van An. El Kempeitai contestó que Vinh trabajaba para ellos como “asesor civil”, y que no iba a ser arrestado. La respuesta francesa fue realizar una auténtica razzia de detenciones de caodaís y hoahaos.
En el centro y el norte, es decir en Annam y el Tonkin, los japoneses también habían impulsado la creación de grupos nacionalistas asiáticos que, por ello, eran pro nipones. Así nacieron el Dai-Viet Cach Mang o Partido Revolucionario Vietnamita; el Dai Viet Quoc Dan o Partido Nacional Vietnamita; el Tranh Nien Ai Quoc Doan o Juventudes Patrióticas lideradas por Vo Van Cam; o el Quoc Xa, el Partido Nacional-socialista vietnamita.
Todas estas tentativas, sin embargo, acabaron por provocar una ofensiva diplomática francesa sobre Tokio, que hizo comprender a los ministerios en la metrópoli que las cosas en Viet Nam, quizás, estaban yendo o demasiado lejos, o demasiado deprisa, o ambas cosas. Así las cosas, lo que trató de hacer fue poner a salvo a la gente que se había comprometido con ellos, con gestos como, por ejemplo, enviar a Tran Van An a Formosa. Otro profesor que les había ayudado, Tran Trong Kim, buscó directamente refugio en la Kempeitai, que lo evacuó a Singapur junto con un estrecho colaborador de Tran Van An, Nguyen Van Sam. Asimismo, Ngo Trinh Diem, el letrado católico ampliamente respetado en todo el país, también fue puesto bajo la protección de los japoneses. A partir de enero de 1944, la Kempeitai procedió a reestructurar su red de colaboradores annamitas, quedándose con los de perfil más rabiosamente nacionalista. A partir de entonces, sin embargo, la presión de la Sureté sobre los miembros del Phuc Quoc y el Dai Viet se intensificó notablemente. A mediados de 1944, conforme el tono de la guerra mundial cambiaba claramente en contra del Eje, las actividades de estos grupos comenzaron a perder intensidad a toda velocidad.
Son tiempos en los que cada vez está más claro que los japoneses están trabajando para preparar su derrota. Los japoneses venían creando una tropa auxiliar de miembros locales desde finales de 1943; en el aire se respira la posibilidad de que den un golpe de mano para hacerse con el control del Viet Nam. Los miembros de este nuevo pequeño ejército, que vestían todos uniformes japoneses, fueron, ante la sorpresa, y la protesta, de los franceses, encuadrados en la Kempeitai y en unidades caodaístas. Por su parte, Trang Van Minh formó un cuerpo propio de 3.000 voluntarios, con el que, a mediados de 1944, no escondía la intención de realizar un movimiento insurreccional. Los Hoa Hao, asimismo, también se preparaban para luchar; sus adeptos recibieron la orden de acumular víveres y de hacerse con armas (o sea, más o menos el consejo que hoy le da la Von der MIerden a los europeos).
A finales de 1944, con una situación explosiva sobre todo en Conchinchina, las noticias del desembarco estadounidense en Filipinas pone los nervios de punta. Los caodaístas comienzan a hablar de la llegada, regreso para ellos, de Cuong De. También se habla de una reunión de carácter vertical que permita crear una comisión para preparar la independencia de Viet Nam. Vinh estaba impaciente por lanzar la revolución, mientras que los japoneses, la verdad, ya no lo veían tan claro. El Estado Mayor japonés, que ha tomado el control del poder en la zona sobre otras instancias, digamos, más políticas, consideraba que apoyar la insurrección no haría sino dar alas a los nacionalistas vietnamitas, pero que generaría pocos beneficios para Japón en el marco de una lucha cada vez más desesperada.
Éste es, de todas formas, el momento procesal en el que debemos volver a hablar de los comunistas. Los comunistas vietnamitas habían quedado casi totalmente diezmados tras la represión de 1940. Sin embargo, el PCI estaba lejos de estar muerto. En las primeras semanas de 1941, ya creó un comité para definir y depurar responsabilidades por sus errores, comité que generó una gran depuración entre los miembros del Partido.
Con esta depuración, en parte, el Comité de Conchinchina del Partido pretendía limpiar su propia cara, puesto que sus acciones un tanto tontilocas habían sido siempre criticadas por el Comité Central y, muy particularmente, por Nguyen Ai Quoc, que las consideraba precipitadas y muy poco reflexionadas.
Nguyen, por lo demás, tenía nuevas directrices de Moscú: los comunistas, ahora, debían colocarse al frente de movimientos genéricos, verticales, de “liberación nacional”. Stalin había decidido que había llegado el momento de jugar la carta de la descolonización y de los frentes populares.
El 8 de septiembre de 1941, Nugyen Ai Quoc realiza una llamada a la población de Tonkin en la que anuncia la formación de un frente nacional destinado a luchar contra el “fascismo francés y japonés, hasta la liberación total del Viet Nam”. Se trata del Viet-Nam Doc Lap Dong Minh, Frente por la Independencia del Viet Nam, que bien podría conocerse como VNDLDM; pero que suele conocerse por su versión resumida: Viet Minh.
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