El chavalote que construyó la Peineta de Novoselovo
Un fracaso detrás de otro
El periplo moldavo
Bajo el ala de Nikita Kruschev
El aguililla de la propaganda
Ascendiendo, pero poco
A la sombra del político en flor
Cómo cayó Kruschev (1)
Cómo cayó Kruschev (2)
Cómo cayó Kruschev (3)
Cómo cayó Kruschev (4)
En el poder, pero menos
El regreso de la guerra
La victoria sobre Kosigyn, Podgorny y Shelepin
Spud Webb, primer reboteador de la Liga
El Partido se hace científico
El simplificador
Diez negritos soviéticos
Konstantin comienza a salir solo en las fotos
La invención de un reformista
El culto a la personalidad
Orchestal manoeuvres in the dark
Cómo Andropov le birló su lugar en la Historia a Chernenko
La continuidad discontinua
El campeón de los jetas
Dos zorras y un solo gallinero
El sudoku sucesorio
El gobierno del cochero
Chuky, el muñeco comunista
Braceando para no ahogarse
¿Quién manda en la política exterior soviética?
El caso Bitov
Gorvachev versus Romanov
El 23 Congreso del PCUS fue una victoria sin paliativos
de Breznev. Por ejemplo, se reeditó el cargo de secretario general
del PCUS. Formalmente, pues, el secretario general del Partido dejaba
de ser el primer secretario general del Comité Central; así pues,
su cargo dejó de transmitir, cuando menos formalmente, la idea de
que era un primus inter pares. Asimismo, el Politburo recuperó
su nombre, dejando de ser Presidium. Lo verdaderamente importante de
este cambio es que había sido solicitado por el propio Breznev. Pero es bueno que repasemos los actos de esta victoria.
El principal problema de Breznev, evidentemente, era
Nikolai Podgorny. Nombrado segundo secretario general del Comité
Central por Khruschev, quedó a cargo de muchos elementos organizativos de dicho
órgano; lo cual le otorgaba la oportunidad de crear su propia base
de poder. Asimismo, como secretario del Comité también estaba
Alexander Shelepin, un hombre que a nadie se le ocultaba que había
ido al enfrentamiento con Khruschev con la idea de ser él quien lo
sucediese. Shelepin entró en el Politburo en noviembre de
1964, era vice primer ministro del gobierno y, como he dicho,
secretario del Comité Central. Tenía, pues, muchos hilos de los que
tirar, especialmente el llamado Comité de Control del Partido, cuya
presidencia ostentaba desde los tiempos de Khruschev, y que le daba
un poder importante sobre nombramientos y destinos. Shelepin tenía
el poder de decidir sobre mucha gente del Partido en el sentido de si
tendrían coche oficial o no; de si vivirían y trabajarían en Moscú
o en el culo del mundo; esas cosas.
Podgorny era un problema para Breznev desde el momento
en que cayó Khruschev. Pero más lo fue después de que, pasado el
tiempo, fue acercándose a Kosigyn, cuyas ideas sobre la necesidad de
fomentar la industria y los bienes de consumo asumió como propias.
Juntos, Podgorny y Kosigyn presentaban una alianza capaz de tener una
gran influencia en el campo económico, hasta el punto de eclipsar al
secretario general. Existía el peligro, por lo tanto, de que la
pareja se dedicase a gestionar en serio el país, mientras que a
Breznev le dejaban los besitos a la momia de Lenin y las
gilipolleces.
La opción lógica, en ese punto, para Breznev, era
cortejar a Shelepin. Shelepin era un conservador en el sentido más
comunista del término. Era uno de esos tipos, tan comunes en la
nomenklatura soviética, que interpretaban la doctrina del
socialismo en un sentido religioso; así pues, igual que un musulmán
no suele plantearse que, tal vez, la orden de El Profeta de no beber
alcohol pudo tener un sentido en su tiempo que no tiene ahora, el
comunista conservador considera que las palabras de Lenin están escritas en piedra. Ese tipo de personas consideraba las
teorías de Podgorny y Kosigyn como contrarrevocionarias y de consuno
muy peligrosas; aunque de ello no había nada, si es que había algo,
puesto que esta pareja tiene de predecesora de las ideas que acabaría
defendiendo Gorvachev (muy a su pesar, por cierto) lo que yo de
lagarterana. Aunque las cosas sean así, como digo, personas como
Shelepin tendían a ver una hidra en la actuación de los nuevos
jerarcas soviéticos, crecidos a la sombra de Khruschev.
Shelepin, por otra parte, no respetaba a Breznev.
Consideraba que no tenía empuje para hacer todo lo que había que
hacer para defender y conservar la ortodoxia soviética; y, en
consecuencia, lo concebía como una especie de secretario general de
transición, cuya misión principal sería preparar el terreno para
la llegada de un líder más joven y con más capacidad, por ello, de
proveer a la URSS de estabilidad. Y ese alguien, claro, era el propio
Shelepin.
De forma como siempre taimada y extremadamente formal,
Breznev tuvo que defenderse de esta presunta condición de líder
provisional a través de sus terminales en la Prensa. Estas cosas en
la URSS se hacían de forma extremadamente indirecta, y por eso eran
tan valorados, en aquel tiempo, los verdaderos sovietólogos que eran
capaces de leer entre líneas. Por ejemplo, si en 1965 la revista
Economicheskaya gazeta publicó un furibundo artículo
criticando la gestión económica de los mandos del Partido en
Jarkov, era necesario leer ese texto teniendo siempre presente que
Podgorny provenía de allí. Esta publicación y, sobre todo, el
Pravda, continuaron criticando abiertamente el punto de vista
basado en defender la prevalencia estratégica de la industria ligera
en el futuro de la economía soviética.
En mayo de 1965, durante una visita a la capital azerí
de Bakú, Podgorny decidió responder. En su discurso, vino a decir
que en un tiempo no había otra que decirle al pueblo soviético que
tenía que aceptar recortes en su bienestar para poder desarrollar la
industria pesada nacional; pero que esos tiempos habían pasado, y
había llegado el momento de transferirle bienestar a la gente. Este
discurso cayó como un baldón sobre los círculos más conservadores
del Partido, que veían en esas palabras la insinuación de que
Podgorny estaba dispuesto a levantar el pie del acelerador en la
carrera de armamentos. Bueno, por eso y porque a los miembros del
Partido Comunista de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas,
el bienestar del proletario por quien lo hacían todo, y mientras
ellos pudieran seguir con su vodka y sus putas, les importaba una
puta mierda.
El discurso de Bakú, yo creo que sobre esto hay un
consenso bastante amplio, fue un error por parte de Podgorny. Este
tipo de planteamientos nunca se hacían, nunca se debían hacer, sin
tener claro que se tenía suficientes turiferarios para defenderlo y
ampararlo; y no era el caso. Podgorny tenía una amplia base de
poder; pero no tan amplia como para mostrar músculo delante de los
conservadores. Además, fue una toma de posición tan clara, tan
neta, que obligó a quienes hasta entonces habían querido permanecer
au dessus de la melée a descender al barro. Uno de ellos, por
ejemplo, fue Milhail Suslov quien, desde su tribuna de ideólogo
oficial del régimen, comenzó a despotricar contra “las visiones
desviacionistas” y a defender las esencias del leninismo, para él
intocables.
El hecho de que Suslov acabase, en la práctica, en el
lado de Breznev, hizo que la relación de fuerzas en el Politburo
capotase para siempre. El jarkoviano ya no podía aspirar a
imponerse sobre el secretario general, falto absolutamente de apoyos.
Así las cosas, el 9 de diciembre de 1965 le dieron la patada y lo
nombraron presidente del Presidium del Soviet Supremo, o sea, Florero
Mayor del Reino. Pocos meses después, perdería su secretaría del
Comité Central, convirtiéndose en una figura absolutamente falta de
poder.
Para Breznev, la caída de Podgorny vino a significar
algo muy importante: ya no necesitaba de Shelepin. De hecho, en el
mismo pleno de 9 de diciembre de 1965 en que a Podgorny lo mandaron a
la jefatura del Estado a tocarse las narices, a Shelepin le quitaron
la presidencia del Comité de Control del Partido, que era, como os
he dicho, la fuente principal de su poder; se hizo por la vía de
abolir el propio comité. Asimismo, sería pronto removido como
viceprimer ministro.
En apenas unos meses tras la caída de Khruschev, pues,
Leónidas Breznev había conseguido controlar el Politburo y decidir,
en la práctica, lo que se vería en sus sesiones, y lo que no. Había conseguido
deshacerse del peligro de que Kosigyn y Podgorny pudieran crearle una
pequeña coalición en contra basada en una suerte de alianza con un
pueblo soviético ávido de tener cosas que no tenía; y se había
deshecho de quien era, verdaderamente, su principal competidor a la
hora de llegar a la cumbre del poder soviético, esto es, Alexander
Shelepin. Y todo esto lo había conseguido con la colaboración
importante de Chernenko.
Konstantin comenzó a subir y a ganar peso dentro del
PCUS conforme lo hizo el poder de su jefe directo. Y esto, la verdad,
era algo, como poco, inusitado, porque difícilmente se podría
pensar en un líder comunista con menos galones para serlo que él.
Por edad, Chernenko ni había formado parte de la Revolución ni de
la guerra civil que le siguió. Pero tampoco había ido a la guerra
mundial, cosa que sí le podría haber tocado; y, lo que es más
importante a la hora de exhibir sovietogalones, nunca había
gestionado ni una república ni una región, que eran los territorios
habituales donde los jerifaltes soviéticos hacían el MIR. Muy
particularmente, Chernenko ni sabía hablar, ni era un escritor
brillante. Nunca le había gustado leer y, la verdad, como
especialista en propaganda que era, a él lo que le interesaba era la
superficialidad de las cosas; las sutilezas del marxismo lo
superaban.
Por eso, para Chernenko, alcanzar la situación de ser
uno de los elementos fundamentales del equipo del secretario general
reinante supuso un reto muy importante; un reto en el que, la verdad,
nunca avanzó gran cosa: convertirse en un teórico de ésos que
escriben y publican artículos. Era necesario, teniendo en cuenta que
la victoria de Breznev, que como os he dicho se produjo
fundamentalmente en el XXIII congreso del Partido, venía a suponer el
inicio de la ascensión del subordinado. Cuando se celebró este XXIII congreso, marzo de 1966, Chernenko fue elegido para figurar en el
secretariado de la reunión. Un nombramiento muy, muy importante. El
Congreso, asimismo, lo nombró miembro candidato del Comité Central.
El 15 de abril del mismo año, Pravda anunció que era,
asimismo, candidato para adjunto al Soviet Supremo.
Aquel mismo año falleció A. N. Rudakov, uno de los
secretarios del Comité Central; y en la lista reducida de nombres
que Pravda publicó en las condolencias, estaba el de
Chernenko. A decir verdad, el periódico lo citaba en el puesto 43;
pero era un comienzo, como el de ese actor famoso de Hollywood que
comenzó haciendo un pequeño papel de extra.
La segunda mitad de los años sesenta se puede resumir
en la constante labor de Chernenko, escalando como una culebrilla
arborícola por ese tipo de listas. En 1971, cuando se celebró el XXIV congreso del Partido, fue de nuevo nombrado para el secretariado del
congreso y nombrado miembro de pleno derecho del Comité Central. En
1967 la roscó M A Sivolyubov, el director del Gospolitizdat o
Editora Estatal Soviética; y Chernenko figuró en Pravda el
segundo en la lista de los que habían expresado sus condolencias,
justo detrás de un miembro candidato del Politburo. En 1974, cuando
Pravda publicó una lista de felicitaciones para Breznev al
regreso de su visita al presidente americano Richard Nixon, Chernenko
estaba de nuevo segundo en la lista, justo detrás de Dimitri
Ustinov, también miembro candidato del Politburo.
Asimismo, 1971 fue el año en que Chernenko se estrenó
como teórico. La revista Voprosi istorii, Cuestiones de
Historia, publicó un artículo de Konstantin en el que analizaba las
consecuencias del XXIV congreso. En su artículo, Chernenko viene a
decir que el papel de liderazgo social y económico del Partido
Comunista en la Unión Soviética debe combinarse con mayores dosis
de democracia. Aunque tampoco te sobres mucho, porque, la verdad, el
concepto de democracia que manejaban aquellos tipos tiene poco que
ver con lo que solemos entender por ello. No les quedaba otra, la
verdad, pues, como demostraron situaciones como la Primavera de Praga, introducir una democracia verdadera en el “liderazgo
económico y social del Partido” suele tener como consecuencia que
dicho liderazgo se vaya a la mierda. El artículo es un retruécano
argumentativo de la hostia, basado, cómo no, en la herramienta
analítica que ofrece la dialéctica, cuya principal conclusión
venía a ser que los ciudadanos soviéticos no afiliados al PCUS
tendían cada vez más a actuar como los miembros del Partido, como
lógica consecuencia del liderazgo de éste; por lo que podría
llegar un día en que dicho liderazgo ni siquiera fuese necesario.
Los comunistas, ya sabe, son como los sacerdotes: todo te lo fían a
un momento futuro que siempre está por llegar.
Quizás acojonado por lo que él mismo estaba diciendo,
Chernenko hacía virar sus plúmbeos párrafos en la dirección de
recuperar las esencias del socialismo. Que todo el mundo tienda a
hacer como el Partido es la mejor demostración de que el Partido
hace lo correcto (en realidad, era la mejor demostración de que el
Partido dirigía una dictadura violenta que reprimía de forma
repugnante cualquier disidencia; pero pedirle a Chernenko que viese
esto, y pedirle a Voprosi istoriii que lo publicase,
probablemente sería demasiado). Como consecuencia, concluía, todo
en las tendencias históricas apunta hacia la necesidad y eficiencia
de la dictadura del proletariado, del mando único del Partido y, en
suma, de un mando totalitario.
El Congreso del Partido, de hecho,
adoptó el texto de Chernenko entre sus propuestas aprobadas. Nos ha
jodido. Más vodka, y más putas. A ver quién dice que no.