En los meses inmediatamente anteriores al 14 de abril de
1931, en el nacionalismo gallego se produce un cambio crucial, que es el desplazamiento de su centro de
gravedad. Mientras para el sentimiento nacional de Galicia fue de gran
importancia la figura del muy longevo Murguía, que recuérdese no sólo portaba
su prestigio personal sino el recuerdo de Rosalía, el eje Coruña-Santiago fue
el de mayor importancia para el desarrollo de lo gallego. Sin embargo, como
digo, durante los últimos años de la dictadura de Primo de Rivera, las cosas
cambian. La creación en Orense, alrededor de Vicente Risco y Ramón Otero Pedrayo, de un núcleo
galleguista tradicionalista, desplaza notablemente a muchos
galleguistas hacia el sur. Y más de lo mismo hacen las figuras de Alfonso R.
Castelao, Alexandre Bóveda y Valentín Paz Andrade, esta vez bordeando la costa
y en dirección a Pontevedra y Vigo. No ha de sorprender, por lo tanto, que en
las famosas elecciones municipales de la República sea en estas dos circunscripciones donde
el nacionalismo toca pelo (algo).
lunes, diciembre 30, 2013
jueves, diciembre 19, 2013
Feliz Navidad
Mañana cierra este chiringo hasta fin de año, porque ese amanuense se va a la playa. A la vuelta, cumpliremos cien posts, seguiremos hablando de Galicia, hablaremos de Libia... varias cosas.
Para estos días de recogimiento, austeridad y reflexión os dejo este artículo escrito para el New York Times por una de las mentes más preclaras de la historiografía universal en general y española en particular. Una auténtica monstrua del conocimiento histórico, perla de las mejores universidades del mundo, autora de algunos de los análisis históricos que, como el de este artículo, trasciende, con mucho, las capacidades de conocimiento del humano medio, y aun de aquél de inteligencia avanzada.
Ladies and gentlemen... ¡¡¡¡Almudena Grandes!!!!
Propongo, tras la lectura de este artículo, que, si bien la Historia del mundo siga midiéndose en AC y DC, antes de Cristo y después de Cristo, la de España la midamos en AAG y DAG, o sea antes y después de Almudena Grandes, colocando en el pivote de nuestro devenir el día, que ella nos tiene que decir cuál fue, en que adquirió conciencia de sus enciclopédicos conocimientos y, en un gesto de generosidad sin par, decidió verterlos al resto del mundo para sacarlo de la oscuridad de la ignorancia.
Solázate, español ignorante, con la visión del Conocimiento. Hay frases en este artículo que brillarán como faros durante muchos siglos; no descartes que las generaciones futuras no la llamen Almudena, sino Heródota. Lo merece. Cómo no lo va a merecer alguien que escribe: "We’d always been poor, even when the kings of Spain were the masters of the world, when the gold of the Americas traveled across the peninsula, leaving behind nothing more than the dust raised by the wagons that transported it to Flanders, to pay the Crown’s debts". O sea: «Nosotros siempre habíamos sido pobres, incluso cuando los reyes de España eran los más poderosos del mundo, cuando el oro de las Américas viajaba por la península, dejando tras de sí nada más que el polvo levantado por los carros que lo transportaban a Flandes, para pagar las deudas de la Corona».
Oh, acendrado conocimiento. Oh, qué pena que lo que viniese de América no fuese oro, sino plata. Y, ya puestos, que la plata que llegaba a Sevilla no viajase a Flandes, sino a Génova y Lisboa, que era donde pacían los banqueros que le prestaban los dineros a la Corona de España. Salvo estos dos pequeños detallitos, la frase es de inmarcesible sabiduría.
Me inclino, me inclino y me inclino, y no me inclino lo suficiente.
Feliz Navidad a todos.
Para estos días de recogimiento, austeridad y reflexión os dejo este artículo escrito para el New York Times por una de las mentes más preclaras de la historiografía universal en general y española en particular. Una auténtica monstrua del conocimiento histórico, perla de las mejores universidades del mundo, autora de algunos de los análisis históricos que, como el de este artículo, trasciende, con mucho, las capacidades de conocimiento del humano medio, y aun de aquél de inteligencia avanzada.
Ladies and gentlemen... ¡¡¡¡Almudena Grandes!!!!
Propongo, tras la lectura de este artículo, que, si bien la Historia del mundo siga midiéndose en AC y DC, antes de Cristo y después de Cristo, la de España la midamos en AAG y DAG, o sea antes y después de Almudena Grandes, colocando en el pivote de nuestro devenir el día, que ella nos tiene que decir cuál fue, en que adquirió conciencia de sus enciclopédicos conocimientos y, en un gesto de generosidad sin par, decidió verterlos al resto del mundo para sacarlo de la oscuridad de la ignorancia.
Solázate, español ignorante, con la visión del Conocimiento. Hay frases en este artículo que brillarán como faros durante muchos siglos; no descartes que las generaciones futuras no la llamen Almudena, sino Heródota. Lo merece. Cómo no lo va a merecer alguien que escribe: "We’d always been poor, even when the kings of Spain were the masters of the world, when the gold of the Americas traveled across the peninsula, leaving behind nothing more than the dust raised by the wagons that transported it to Flanders, to pay the Crown’s debts". O sea: «Nosotros siempre habíamos sido pobres, incluso cuando los reyes de España eran los más poderosos del mundo, cuando el oro de las Américas viajaba por la península, dejando tras de sí nada más que el polvo levantado por los carros que lo transportaban a Flandes, para pagar las deudas de la Corona».
Oh, acendrado conocimiento. Oh, qué pena que lo que viniese de América no fuese oro, sino plata. Y, ya puestos, que la plata que llegaba a Sevilla no viajase a Flandes, sino a Génova y Lisboa, que era donde pacían los banqueros que le prestaban los dineros a la Corona de España. Salvo estos dos pequeños detallitos, la frase es de inmarcesible sabiduría.
Me inclino, me inclino y me inclino, y no me inclino lo suficiente.
Feliz Navidad a todos.
miércoles, diciembre 18, 2013
The faithful scribe, por Shahan Mufti
Qué: The faithful scribe. A story of Islam, Pakistan, family and war.
Quién: Shahan Mufti, periodista residente y nacido en Estados Unidos, pero de ascendencia pakistaní.
Por: Other Press.
Cuándo: Septiembre del 2013.
Cuánto: 368 páginas.
lunes, diciembre 16, 2013
Galiza ceibe (4)
A partir de 1918, y en las casi dos décadas que median
entre dicho año y aquél en el que se aprueba el Estatuto gallego, se consolida
entre los nacionalistas galaicos el concepto de Galicia como nación, aunque,
una vez que se va más allá del apego primigenio a la tierra y a la cultura
gallega que es la razón de ser de las Irmandades da Fala, se encuentran
importantes diferencias ideológicas.
miércoles, diciembre 11, 2013
Subsidy killed the History star
Una de las músicas de mi adolescencia es ésta de Buggles que os he traído aquí, que decía aquello de que el video había matado la estrella de la radio. La he adaptado en el título de este post, que se me vino a la cabeza ayer por la noche, mientras veía en algún canal de la tele cómo hablaban del ahora ya famosérrimo simposio España contra Cataluña que, creo, comienza mañana.
lunes, diciembre 09, 2013
991
Con ésta que estás leyendo, lector habitual o de paso de Historias de España, el blog hace su post 991. Entramos, pues, en la recta final hacia el post 1.000.
Así pues, ya estoy en la fase de acabar de perfeccionar el pequeño cuestionario que publicaré en el número 1.000 de esta revista. Al ritmo que vamos, y considerando que entre los días 20 y 29 no está previsto publicar post alguno (escribir es otra cosa), entiendo que nos iremos a los principios del 2014, cuando todos estemos cabreados por haber regresado de las fiestas.
Por lo demás, hoy he descubierto en Google Analytics algo que me ha parecido tan inesperado como los 1.000 posts. Al ritmo que va este blog, en algún momento entre el final del invierno y el principio de la primavera, calculo yo que más o menos tras las aguas de março que cantaba Ellis Regina, Historias de España alcanzará el millón de páginas vistas. Que para los grandes bloggers a los que visitan centenares de miles de personas cada día será poco, ciertamente; pero a mí más que me vale.
A ver si hay suerte y antes del post 1.000 no se acaba el mundo.
Así pues, ya estoy en la fase de acabar de perfeccionar el pequeño cuestionario que publicaré en el número 1.000 de esta revista. Al ritmo que vamos, y considerando que entre los días 20 y 29 no está previsto publicar post alguno (escribir es otra cosa), entiendo que nos iremos a los principios del 2014, cuando todos estemos cabreados por haber regresado de las fiestas.
Por lo demás, hoy he descubierto en Google Analytics algo que me ha parecido tan inesperado como los 1.000 posts. Al ritmo que va este blog, en algún momento entre el final del invierno y el principio de la primavera, calculo yo que más o menos tras las aguas de março que cantaba Ellis Regina, Historias de España alcanzará el millón de páginas vistas. Que para los grandes bloggers a los que visitan centenares de miles de personas cada día será poco, ciertamente; pero a mí más que me vale.
A ver si hay suerte y antes del post 1.000 no se acaba el mundo.
jueves, diciembre 05, 2013
Dos imperios
Hoy os dejo con Tiburcio Samsa, que también publica en su blog una interesante reflexión sobre los destinos coincidentes, pero finalmente divergentes, de los imperios chino y romano.
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La dinastía han unificó China en el206 a .C. 200 años más tarde, Augusto unificó el mundo mediterráneo. Ambos imperios conocieron un momento de
intensa crisis en su segundo siglo de vida. En el caso de los han, la crisis se
debió a una combinación de divisiones dentro de la élite gobernante y
rebeliones campesinas ocasionadas por la excesiva fiscalidad y una serie de
desastres naturales que asolaron China a comienzos del siglo I d.C. La crisis
duró algo más de dos décadas, tras las cuales comenzó el denominado período de
los han posteriores.
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La dinastía han unificó China en el
lunes, diciembre 02, 2013
Galiza ceibe (3)
El regionalismo gallego comienza su andadura seria en 1886, con la publicación de una obra seminal de Manuel Murguía: Los precursores. En esta obra, y en todas las elaboraciones de Murguía posteriores a esta fecha, ya no tenemos el provincialismo que exalta una Historia inventada, pero con un tono reivindicativo dentro de lo español. Encontramos, ya, el planteamiento de una nacionalidad propiamente gallega que busca diferenciarse de España.
miércoles, noviembre 27, 2013
Una carta al Padre Santo
Padre Santo:
Me disculparás que me dirija a ti en estos términos. Soy un antiguo y, como lo soy, pienso, como pensaba Mariano de Cavia, que no compete referirse a un Papa obrante llamándolo Santo Padre. En todo caso, será Padre Santo, porque lo de Santo Padre hay que currárselo, y no todos los Santos Padres lo han hecho.
Te escribo para contarte lo mucho que me ha ha gustado la lectura de tu primer exordio propio a los fieles, la Alegría del Evangelio. Creo que, a pesar de adolecer de algunas fallas de conocimiento, es muy interesante. Y levanta ilusiones, incluso entre los no católicos. Yo te explico.
Me disculparás que me dirija a ti en estos términos. Soy un antiguo y, como lo soy, pienso, como pensaba Mariano de Cavia, que no compete referirse a un Papa obrante llamándolo Santo Padre. En todo caso, será Padre Santo, porque lo de Santo Padre hay que currárselo, y no todos los Santos Padres lo han hecho.
Te escribo para contarte lo mucho que me ha ha gustado la lectura de tu primer exordio propio a los fieles, la Alegría del Evangelio. Creo que, a pesar de adolecer de algunas fallas de conocimiento, es muy interesante. Y levanta ilusiones, incluso entre los no católicos. Yo te explico.
lunes, noviembre 25, 2013
Galiza ceibe (2)
Es esta segunda cohorte de gallegos un grupo mucho más
hecho. En primer lugar, por diferencias en la formación. Personajes como Benito
Vicetto o Murguía tienen formaciones más profundas (aunque ahora veremos para qué las utilizaron...), y mucha más intención a la
hora de usarlas. Además, es una generación, por así decirlo, menos progresista
y más galleguista, lo cual hará mucho por crear las bases de un nacionalismo
que se pueda decir auténtico. Tampoco hay que olvidar que el desarrollo de la
prensa hará que, a pesar de que los periódicos provincialistas siguen teniendo
vidas efímeras y complejas, el altavoz sea algo más estable, sobre todo gracias
a la labor de editores como el vigués Juan Compañel; persona sin la cual el Rexurdimento y, en general, el
galleguismo no se entenderían como fueron, y que sin embargo la mayor parte de
los gallegos han olvidado. Por último, el centro de gravedad de las prácticas
ideológicas se desplaza de Santiago a La Coruña; lo cual, no es por nada, pero
le sentó muy bien.
viernes, noviembre 22, 2013
Odón de Buen: toda una vida
Hoy os dejo con una joyita. Un texto de un buen amigo mío que nunca se ha asomado a este blog para escribir, pero que espero que lo haga algún otro día. Se trata de Antonio Calvo Roy, el primer (y último) periodista en la Historia de España que tuvo los santos huevos de hacer una nota de prensa oficial en verso.
lunes, noviembre 18, 2013
Galiza ceibe (1)
Los nacionalismos existentes dentro de España, excepción
hecha de eso que el debate actual ha dado en llamar nacionalismo español
(concepto que es una entelequia: el nacionalismo español, entendido como
oposición a otros pueblos de España, podrá existir ahora, pero no se rastrea en
el pasado), son fenómenos bastante modernos. Para desgracia entre quienes
quieran buscan un paralelismo estricto entre las pretensiones nacionalistas
existentes en España y el famoso referendo de Escocia, la Historia de España no
recoge episodios en los cuales los reyes establecidos de naciones con los
nombres que hoy llevan los nacionalismos existentes en España fueron vencidos y
humillados por un rey español, o castellano, que consecuentemente sojuzgó a un
pueblo que no quería estar bajo su corona. Lejos de ello, los catalanes, junto
a otros pueblos de España por cierto, fueron integrados en el proyecto español
no porque su rey fuese vencido, sino porque se tiró a la reina castellana. Los
vizcaínos, tiempo antes, obligaron a su rey castellano, cuando éste amagó con
convertirlos en posesión inglesa, a jurar solemnemente que jamás los separaría
de la corona castellana. Y los gallegos, desde la instauración de las
peregrinaciones jacobeas, pueden dar por terminados sus serios intentos de
constituirse en nación propia; proyecto para el cual nunca contaron con la figura de un rey propio, perteneciente a una dinastía propia..
sábado, noviembre 16, 2013
La senda de Dios (Epílogo: algunas lecturas)
Todas las tomas de esta serie:
Algunas cosas a modo de introducción
In Tirerim defluxit Orontes
Y tendréis una moral
Cibeles
Egipto, o la inmortalidad
Siria-Caldea, o la omnipotencia
Hay un Bien, y hay un Mal
El así llamado paganismo
Epílogo: algunas lecturas
Bueno, respondiendo a una petición que se me ha hecho en público y en privado, aquí dejo la referencia de los libros que yo considero más interesantes de consultar por aquél que quiera profundizar en los orígenes del cristianismo. Me dejo fuera muchos sobre los orígenes específicamente judíos, porque no era, ya lo he dicho, intención de estas notas tocar este hecho.
A disfrutar.
AUNE, D.E. Prophecy and early Christianity in the Mediterranean world.
BURKITT, F. C. Church and gnosis.
CROSSAN, J. D. The birth of Christianity.
CULLMANN, O. The salvation in History.
CUMONT, Franz. Les mystères de Mithra.
CUMONT, Franz. Les religions orientals dans le paganisme romain.
DUCHESNE, Louis. Historie ancienne de l'Église.
DUCHESNE, Louis: Les origines du culte chrétien.
HAVET, Ernest. Le christianisme et les origines.
KNIGHT, J. Christian origins.
LOISY, Alfred. Le quatrième evangile.
LOISY, Alfred. L'Evangile et l'Eglise
DE PRESSENSÉ, Edmond. Histoire des trois premières siècles de l'Eglise.
RAMSAY, William. The church in the Roman empire before 170.
RENAN, Ernest. Histoire des origines du Christianisme.
RENAN, Ernest. L'Eglise chrétienne.
Algunas cosas a modo de introducción
In Tirerim defluxit Orontes
Y tendréis una moral
Cibeles
Egipto, o la inmortalidad
Siria-Caldea, o la omnipotencia
Hay un Bien, y hay un Mal
El así llamado paganismo
Epílogo: algunas lecturas
Bueno, respondiendo a una petición que se me ha hecho en público y en privado, aquí dejo la referencia de los libros que yo considero más interesantes de consultar por aquél que quiera profundizar en los orígenes del cristianismo. Me dejo fuera muchos sobre los orígenes específicamente judíos, porque no era, ya lo he dicho, intención de estas notas tocar este hecho.
A disfrutar.
AUNE, D.E. Prophecy and early Christianity in the Mediterranean world.
BURKITT, F. C. Church and gnosis.
CROSSAN, J. D. The birth of Christianity.
CULLMANN, O. The salvation in History.
CUMONT, Franz. Les mystères de Mithra.
CUMONT, Franz. Les religions orientals dans le paganisme romain.
DUCHESNE, Louis. Historie ancienne de l'Église.
DUCHESNE, Louis: Les origines du culte chrétien.
HAVET, Ernest. Le christianisme et les origines.
KNIGHT, J. Christian origins.
LOISY, Alfred. Le quatrième evangile.
LOISY, Alfred. L'Evangile et l'Eglise
DE PRESSENSÉ, Edmond. Histoire des trois premières siècles de l'Eglise.
RAMSAY, William. The church in the Roman empire before 170.
RENAN, Ernest. Histoire des origines du Christianisme.
RENAN, Ernest. L'Eglise chrétienne.
viernes, noviembre 15, 2013
La senda de Dios (y 8: el así llamado paganismo)
Todas las tomas de esta serie:
Algunas cosas a modo de introducción
In Tirerim defluxit Orontes
Y tendréis una moral
Cibeles
Egipto, o la inmortalidad
Siria-Caldea, o la omnipotencia
Hay un Bien, y hay un Mal
El así llamado paganismo
Epílogo: algunas lecturas
Estamos llegando al final del camino. Sí, ya sé que no he hablado del principal piso por el que subió Dios hacia los cielos: la especulación judía. Ni lo voy a hacer. Lo que quiero hacer en estas notas es, ya lo dije al comenzar, luchar contra la falsa idea de que paganismo y cristianismo se anulan el uno al otro porque fueron antitéticos. Esta animadversión binaria no va con el judaísmo pues los cristianos, a pesar de construir con rapidez el mito de los judíos como los asesinos de su Cristo, nunca han podido negar sus orígenes judíos; aunque, en verdad, han hecho todo lo posible por convencernos de que no es verdad eso que dice Geza Vermes de que Jesús fue tan sólo un profeta carismático más, como lo pudo ser, casi en su tiempo, un Hanina ben Dosa.
Algunas cosas a modo de introducción
In Tirerim defluxit Orontes
Y tendréis una moral
Cibeles
Egipto, o la inmortalidad
Siria-Caldea, o la omnipotencia
Hay un Bien, y hay un Mal
El así llamado paganismo
Epílogo: algunas lecturas
Estamos llegando al final del camino. Sí, ya sé que no he hablado del principal piso por el que subió Dios hacia los cielos: la especulación judía. Ni lo voy a hacer. Lo que quiero hacer en estas notas es, ya lo dije al comenzar, luchar contra la falsa idea de que paganismo y cristianismo se anulan el uno al otro porque fueron antitéticos. Esta animadversión binaria no va con el judaísmo pues los cristianos, a pesar de construir con rapidez el mito de los judíos como los asesinos de su Cristo, nunca han podido negar sus orígenes judíos; aunque, en verdad, han hecho todo lo posible por convencernos de que no es verdad eso que dice Geza Vermes de que Jesús fue tan sólo un profeta carismático más, como lo pudo ser, casi en su tiempo, un Hanina ben Dosa.
lunes, noviembre 11, 2013
La senda de Dios (7: hay un Bien, y hay un Mal)
Todas las tomas de esta serie:
Algunas cosas a modo de introducción
In Tirerim defluxit Orontes
Y tendréis una moral
Cibeles
Egipto, o la inmortalidad
Siria-Caldea, o la omnipotencia
Hay un Bien, y hay un Mal
El así llamado paganismo
Epílogo: algunas lecturas
El camino de Dios va de menos a más. Y en este recorrido ha llegado a Persia.
Algunas cosas a modo de introducción
In Tirerim defluxit Orontes
Y tendréis una moral
Cibeles
Egipto, o la inmortalidad
Siria-Caldea, o la omnipotencia
Hay un Bien, y hay un Mal
El así llamado paganismo
Epílogo: algunas lecturas
El camino de Dios va de menos a más. Y en este recorrido ha llegado a Persia.
Es cierto que el imperio y la civilización persas son cosas
muy estudiadas en los colegios y conocidas en general. Pero, a pesar de ello,
cabe decir que somos pocos conscientes de lo mucho que nos ha dejado la
civilización persa. Cada vez que, por ejemplo, encendemos una llama para
significar el recuerdo de los combatientes, estamos reproduciendo, siquiera
parcialmente, una vieja costumbre persa, de los tiempos de Darío, por la cual
el caudillo militar iba siempre precedido de una llama. Asimismo, aunque sea un
poco anecdótico el ejemplo, la costumbre de saludarse con un beso es de raíz
persa.
jueves, noviembre 07, 2013
Ni siquiera la ciencia (o la historia de la insulina) (o reivindicación de James Collip)
Hace no mucho tiempo, la mayor parte del mundo (aunque esta expresión no incluye a la prensa española) se vio conmocionada por un escándalo que se ha conocido como el Climagate. Una mano, que yo sepa, desconocida, filtró, por motivos tampoco bien conocidos, varios centenares de correos que se habían intercambiado durante años una serie de científicos absolutamente partidarios de la teoría del global warming, de soltera cambio climático. Muchos de ellos eran, de hecho, profes de la uni de Anglia del Este, que por lo que se ve es un auténtico stronghold de la teoría de que estamos hirviendo el planeta a fuego lento y tal. En aquellos correos, además de producirse detalles de una bajeza moral bastante deleznable (como celebrar, sin paliativos en el verbo, la muerte de algún científico escéptico), se comprobó que cuando menos algunos de los grandes pilares de la teoría del cambio climático habían sido, como poco, cocinados por científicos que habían antepuesto las necesidades de la conclusión a la voz de las pruebas.
lunes, noviembre 04, 2013
La senda de Dios (6: Siria-Caldea, o la omnipotencia)
Todas las tomas de esta serie:
Algunas cosas a modo de introducción
In Tirerim defluxit Orontes
Y tendréis una moral
Cibeles
Egipto, o la inmortalidad
Siria-Caldea, o la omnipotencia
Hay un Bien, y hay un Mal
El así llamado paganismo
Epílogo: algunas lecturas
El camino de Dios hacia su existencia presente es difícil y complicado, pero prosigue sin descanso. Su siguiente etapa será Siria.
Algunas cosas a modo de introducción
In Tirerim defluxit Orontes
Y tendréis una moral
Cibeles
Egipto, o la inmortalidad
Siria-Caldea, o la omnipotencia
Hay un Bien, y hay un Mal
El así llamado paganismo
Epílogo: algunas lecturas
El camino de Dios hacia su existencia presente es difícil y complicado, pero prosigue sin descanso. Su siguiente etapa será Siria.
miércoles, octubre 30, 2013
... pues a mí no me parece mal
Ayer por la noche, después de cargarme inmisericordemente a cuatro civiles en el GTA V, concluí que tenía los ojos demasiado cansados, así pues puse la televisión sin pensar en verla. Reparé, zapeando, en algunas de las tertulias de barra de bar que se celebran en canales digitales varios. Me paré un rato en una porque estaban hablando de la propuesta del PSOE de sacar a Franco y a José Antonio del Valle de los Caídos, y ya me quedé, porque la cabra tira al monte y, en mi caso, el cabrón, ya ni te digo. Para mi sorpresa, me encontré con uno de esos raros casos en los que los contertulios (no entiendo muy bien eso de llamarlos tertulianos) de izquierdas y de derechas estuvieron más o menos de acuerdo. Y eso que estaban presentes un señor que, claramente, era muy de derechas; y luego estaba el ex marido de María Vidaurreta (creo que se llama Jorge Verstrynge), que es un señor que, sea lo que sea que es, que no lo tengo muy claro, también lo es mucho. Como elemento exótico-vayaustedasaber, estaba Ramoncín, el Rey del Pollo Frito.
lunes, octubre 28, 2013
La senda de Dios (5: Egipto, o la inmortalidad)
Todas las tomas de esta serie:
Algunas cosas a modo de introducción
In Tirerim defluxit Orontes
Y tendréis una moral
Cibeles
Egipto, o la inmortalidad
Siria-Caldea, o la omnipotencia
Hay un Bien, y hay un Mal
El así llamado paganismo
Epílogo: algunas lecturas
El Vaticano de la religión egipcia tardía, que por serlo pudo pasar a Roma, fue el Serapeum de Alejandría, fundado en su día por Ptolomeo Soter. En el Serapeum se veneraba al dios Serapis pero, en realidad, esta deidad, que tal vez ni siquiera era egipcia en origen (bien podría ser el Sar-Apsi caldeo), muy pronto se identificó con el viejo dios egipcio. Serapis, como Osiris, era el rey del reino de los muertos, en el subsuelo del mundo conocido, y compartía con sus habitantes la inmortalidad.
Algunas cosas a modo de introducción
In Tirerim defluxit Orontes
Y tendréis una moral
Cibeles
Egipto, o la inmortalidad
Siria-Caldea, o la omnipotencia
Hay un Bien, y hay un Mal
El así llamado paganismo
Epílogo: algunas lecturas
El Vaticano de la religión egipcia tardía, que por serlo pudo pasar a Roma, fue el Serapeum de Alejandría, fundado en su día por Ptolomeo Soter. En el Serapeum se veneraba al dios Serapis pero, en realidad, esta deidad, que tal vez ni siquiera era egipcia en origen (bien podría ser el Sar-Apsi caldeo), muy pronto se identificó con el viejo dios egipcio. Serapis, como Osiris, era el rey del reino de los muertos, en el subsuelo del mundo conocido, y compartía con sus habitantes la inmortalidad.
miércoles, octubre 23, 2013
La triste historia de Élodie Ménétrier y su amiga Euphrasie Mercier
En este artículo he inventado una nueva etiqueta, Grandes casos (casi) olvidados, en la que tengo que acordarme de clasificar alguno de los posts que ya pululan por aquí, como el del Jarabo. Es verdad que de higos a brevas me gusta meter el narizón en asuntos que en su día fueron la caraba y hoy, por el natural paso del tiempo, no levantan grandes pasiones. La mayoría terminaron ante el juez, y la mayoría, también, con condena. No sé si he dicho alguna vez que La huella del crimen me moló mazo.
En fin, hoy os traigo un caso del que estoy casi seguro que ninguno de vosotros sabrá nada, aunque en su tiempo fue tan famoso que incluso fue seguido más allá del Atlántico (el New York Times, de hecho, la calificó de «historia de la vida real que sólo podría ocurrir en Francia»). A ver si sé contároslo con el suficiente salero como para llevaros enganchados hasta su final.
Etiquetas:
Grandes casos (casi) olvidados,
Siglo XIX
lunes, octubre 21, 2013
La senda de Dios (4: Cibeles)
Todas las tomas de esta serie:
Algunas cosas a modo de introducción
In Tirerim defluxit Orontes
Y tendréis una moral
Cibeles
Egipto, o la inmortalidad
Siria-Caldea, o la omnipotencia
Hay un Bien, y hay un Mal
El así llamado paganismo
Epílogo: algunas lecturas
La primera religión oriental seriamente introducida en Roma vino de Frigia, y se refería a una diosa que los latinos conocieron como Magna Mater Deum Idea.
Algunas cosas a modo de introducción
In Tirerim defluxit Orontes
Y tendréis una moral
Cibeles
Egipto, o la inmortalidad
Siria-Caldea, o la omnipotencia
Hay un Bien, y hay un Mal
El así llamado paganismo
Epílogo: algunas lecturas
La primera religión oriental seriamente introducida en Roma vino de Frigia, y se refería a una diosa que los latinos conocieron como Magna Mater Deum Idea.
jueves, octubre 17, 2013
Calentando motores
Con éste que estoy escribiendo en este momento, Historias de España alcanzará su post número 978. Al ritmo que vamos, estamos ya muy cerca del año 1000, que podría llegar incluso antes de finalizar el 2013.
No sé si la llegada del post 1.000 de este blog generará hechos extraordinarios como esperaba el milenarismo del año de igual guarismo; pero yo, en todo caso, estoy resuelto a celebrarlo de alguna manera.
Hace tiempo ya tuvimos en el blog una primera discusión sobre la materia, que he ido masticando con el tiempo, hasta llegar a la conclusión en la que he desembocado definitivamente. Como consecuencia de dicha reflexión, estos días estoy terminando en Google Drive la realización de una encuesta histórica. Ya hicimos una sobre la República cuando el blog era más joven, y esta vez el tema es algo más general.
El post número 1.000 de este blog será esta encuesta. El día que se publique os pediré que le deis cuanta más difusión posible, mejor, para así obtener cuantas más respuestas, también, mejor. Cualquier idea en materia de difusión, por cierto, será bienvenida.
Yo valoro y tengo en gran estima los comentarios que se hacen en este blog. Debo confesar que cada día los filtro más. Comencé eliminando los comentarios de quienes me insultaban a mí, todos ellos muy procelosos y valientes (jamás nadie ha prometido con nombres y apellidos darme un tiro en una cuneta); luego comencé a filtrar los que insultaban a otros; después comencé a filtrar aquellos que expresaban opiniones históricas de una forma irrespetuosa; y, finalmente, ahora estoy en la fase en la que ya tampoco paso los comentarios que establecen sus valoraciones con tintes de verdad evangélica. Ello quiere decir que quien escribe «todo el mundo sabe que» o «está sobradamente demostrado que», o hace algo más que pronunciar dichas aseveraciones, o mejor redacte de nuevo su comentario comenzando por «en mi opinión», si quiere verlo publicado.
La cosa es que, en parte por esta política de inquisidor comentarial, en parte por la calidad de mis lectores, hay un montón de posts en esta larga lista de 978 que han sido notablemente mejorados, cuando no superados, por sus apostilladores. Este blog tiene una comunidad de comentadores habituales, otra más de comentadores a salto de mata, y luego una nube de visitantes ocasionales, que aportan enorme valor añadido al trabajo de explicar la Historia de una forma lo más entretenida posible.
El corolario de todo lo dicho es que no estaría completa la labor si me limitare yo a alcanzar el post 1.000 con mi encuestita. Lo digo porque estoy seguro de que no preguntaré las cosas que debiera, o todas las que pudieran ser interesantes. Queda, pues, abierto el plazo para que, de aquí al día D, podáis, libremente, comentarme cualquier asunto que consideréis que debiera formar parte de un cuestionario, eso sí, sencillo, antifarragoso y ágil, dedicado a fijar las opiniones, mucho más que los conocimientos, que el personal tiene sobre la Historia de España.
Los comentarios del blog están abiertos a ello y también mi dirección de correo, o sea granmiserable ARROBA gmail PUNTO com. Allí nos vemos, si bien os parece.
No sé si la llegada del post 1.000 de este blog generará hechos extraordinarios como esperaba el milenarismo del año de igual guarismo; pero yo, en todo caso, estoy resuelto a celebrarlo de alguna manera.
Hace tiempo ya tuvimos en el blog una primera discusión sobre la materia, que he ido masticando con el tiempo, hasta llegar a la conclusión en la que he desembocado definitivamente. Como consecuencia de dicha reflexión, estos días estoy terminando en Google Drive la realización de una encuesta histórica. Ya hicimos una sobre la República cuando el blog era más joven, y esta vez el tema es algo más general.
El post número 1.000 de este blog será esta encuesta. El día que se publique os pediré que le deis cuanta más difusión posible, mejor, para así obtener cuantas más respuestas, también, mejor. Cualquier idea en materia de difusión, por cierto, será bienvenida.
Yo valoro y tengo en gran estima los comentarios que se hacen en este blog. Debo confesar que cada día los filtro más. Comencé eliminando los comentarios de quienes me insultaban a mí, todos ellos muy procelosos y valientes (jamás nadie ha prometido con nombres y apellidos darme un tiro en una cuneta); luego comencé a filtrar los que insultaban a otros; después comencé a filtrar aquellos que expresaban opiniones históricas de una forma irrespetuosa; y, finalmente, ahora estoy en la fase en la que ya tampoco paso los comentarios que establecen sus valoraciones con tintes de verdad evangélica. Ello quiere decir que quien escribe «todo el mundo sabe que» o «está sobradamente demostrado que», o hace algo más que pronunciar dichas aseveraciones, o mejor redacte de nuevo su comentario comenzando por «en mi opinión», si quiere verlo publicado.
La cosa es que, en parte por esta política de inquisidor comentarial, en parte por la calidad de mis lectores, hay un montón de posts en esta larga lista de 978 que han sido notablemente mejorados, cuando no superados, por sus apostilladores. Este blog tiene una comunidad de comentadores habituales, otra más de comentadores a salto de mata, y luego una nube de visitantes ocasionales, que aportan enorme valor añadido al trabajo de explicar la Historia de una forma lo más entretenida posible.
El corolario de todo lo dicho es que no estaría completa la labor si me limitare yo a alcanzar el post 1.000 con mi encuestita. Lo digo porque estoy seguro de que no preguntaré las cosas que debiera, o todas las que pudieran ser interesantes. Queda, pues, abierto el plazo para que, de aquí al día D, podáis, libremente, comentarme cualquier asunto que consideréis que debiera formar parte de un cuestionario, eso sí, sencillo, antifarragoso y ágil, dedicado a fijar las opiniones, mucho más que los conocimientos, que el personal tiene sobre la Historia de España.
Los comentarios del blog están abiertos a ello y también mi dirección de correo, o sea granmiserable ARROBA gmail PUNTO com. Allí nos vemos, si bien os parece.
martes, octubre 15, 2013
Píldoras (4: Víctor Hugo y la Historia)
Dado que, por razones diversas que tienen que ver con viajes profesionales y la salida al mercado del GTA V, os tengo un tanto abandonados, me asomo por lo menos para dejaros una perlita.
Pocos escritores hay en este mundo más idealizados por sus lectores como Víctor Hugo. VH es el macho alfa de las letras francesas, tal vez por estar un tanto faltas de un Shakespeare y un Cervantes que les elevase la moral cultural. Los franceses adoran su siglo XIX, y hacen bien porque está preñado de escritores de superior laya; de entre los cuales, en mi caso, tal vez, si hubiera de quedarme con uno, me quedaría con Balzac. Pero además de ser balzacófilo, también se puede ser victorófilo, zolófilo, dumasófilo, gautierófilo... ahí es nada. En materia de literaturas, donde se mire en el siglo XIX francés, se ve grandeza.
Pero don Víctor también tenía sus debilidades. En España le señalamos una un tanto injusta: el haber llamado a una de sus creaciones Hernani, población que lo es de eso que Unamuno decía y escribía Euscalerria (hasta que, según dejó escrito, un retrasado mental [sic] se inventó eso de Euskadi), creyendo que con ello quintaesenciaba lo español. Como digo, es burla injusta porque, ya lo siento por el nacionalismo vasco, pero en vida de Víctor Hugo ni los residentes de Hernani le daban mucho al pensamiento de que no eran españoles.
Esta píldora, sin embargo, va de que Víctor Hugo, por mucho que con justicia se lo admire, también tenía sus lagunillas. Entre ellas, la Historia.
Conocida es la anécdota del gacetillero que un día escribió una novela histórica ambientada en la antigua Roma y en la que le hacía decir a un personaje: «Ten cuidado con el centurión, que es un hombre muy maquiavélico». Cagarla con la Historia haciendo literatura es bastante fácil, igual que cagarla en el cine de ambiente histórico. Víctor Hugo no hace excepción a esta regla y, de hecho, arrastró durante su vida el pequeño o gran baldón de dos errores cometidos en sus líneas; errores que, por cierto, suelen ser caritativamente resueltos en ediciones y traducciones modernas.
Así, en un pasaje de su obra Ruy Blas, escribe el franco vate: Et serait-il descendu d'Annibal, qui prit Rome!... Caramba, don Víctor, que Aníbal fue héroe militar que hizo muchas cosas de mérito y tuvo acojonados a los romanos tiempo ha, nadie lo niega. Pero eso de adjudicarle el saco de Roma es como exagerado...
Asimismo, en otra obra, Aymerillot, el escritor pone unas palabritas en los labios de Carlomagno:
Tu rêves, dit le roi, comme un clerc de Sorbonne.
Faut-il donc tant songer pour accepter Narbonne?
Tal vez el problema del escritor es que tuvo hecho el segundo verso antes que el primero y necesitaba, por lo tanto, algo que le rimase con Narbona. Y acabo, et voilà!, encontrando la Sorbona. Olvidó, sin embargo, que escribir tales versos supone otorgar al pipínido monarca franco (dicho sea en total respeto de la Ley de la Memoria Histórica, esto es con minúscula) dotes de adivinación, puesto que la Sorbona no fue fundada hasta el año 1252, unos cuatro siglos después de que las dichas palabras hubieran sido pronunciadas. Y se llama así en honor de su fundador, el capellán de Saint Louis, Robert de Sorbon.
Queda claro, pues, que, por hacer un pareado multinacional,
Hasta el mejor de los amanuenses suelta alguna vez un borrón
y el que esté libre de pecado, que tire la primera stone.
Pocos escritores hay en este mundo más idealizados por sus lectores como Víctor Hugo. VH es el macho alfa de las letras francesas, tal vez por estar un tanto faltas de un Shakespeare y un Cervantes que les elevase la moral cultural. Los franceses adoran su siglo XIX, y hacen bien porque está preñado de escritores de superior laya; de entre los cuales, en mi caso, tal vez, si hubiera de quedarme con uno, me quedaría con Balzac. Pero además de ser balzacófilo, también se puede ser victorófilo, zolófilo, dumasófilo, gautierófilo... ahí es nada. En materia de literaturas, donde se mire en el siglo XIX francés, se ve grandeza.
Pero don Víctor también tenía sus debilidades. En España le señalamos una un tanto injusta: el haber llamado a una de sus creaciones Hernani, población que lo es de eso que Unamuno decía y escribía Euscalerria (hasta que, según dejó escrito, un retrasado mental [sic] se inventó eso de Euskadi), creyendo que con ello quintaesenciaba lo español. Como digo, es burla injusta porque, ya lo siento por el nacionalismo vasco, pero en vida de Víctor Hugo ni los residentes de Hernani le daban mucho al pensamiento de que no eran españoles.
Esta píldora, sin embargo, va de que Víctor Hugo, por mucho que con justicia se lo admire, también tenía sus lagunillas. Entre ellas, la Historia.
Conocida es la anécdota del gacetillero que un día escribió una novela histórica ambientada en la antigua Roma y en la que le hacía decir a un personaje: «Ten cuidado con el centurión, que es un hombre muy maquiavélico». Cagarla con la Historia haciendo literatura es bastante fácil, igual que cagarla en el cine de ambiente histórico. Víctor Hugo no hace excepción a esta regla y, de hecho, arrastró durante su vida el pequeño o gran baldón de dos errores cometidos en sus líneas; errores que, por cierto, suelen ser caritativamente resueltos en ediciones y traducciones modernas.
Así, en un pasaje de su obra Ruy Blas, escribe el franco vate: Et serait-il descendu d'Annibal, qui prit Rome!... Caramba, don Víctor, que Aníbal fue héroe militar que hizo muchas cosas de mérito y tuvo acojonados a los romanos tiempo ha, nadie lo niega. Pero eso de adjudicarle el saco de Roma es como exagerado...
Asimismo, en otra obra, Aymerillot, el escritor pone unas palabritas en los labios de Carlomagno:
Tu rêves, dit le roi, comme un clerc de Sorbonne.
Faut-il donc tant songer pour accepter Narbonne?
Tal vez el problema del escritor es que tuvo hecho el segundo verso antes que el primero y necesitaba, por lo tanto, algo que le rimase con Narbona. Y acabo, et voilà!, encontrando la Sorbona. Olvidó, sin embargo, que escribir tales versos supone otorgar al pipínido monarca franco (dicho sea en total respeto de la Ley de la Memoria Histórica, esto es con minúscula) dotes de adivinación, puesto que la Sorbona no fue fundada hasta el año 1252, unos cuatro siglos después de que las dichas palabras hubieran sido pronunciadas. Y se llama así en honor de su fundador, el capellán de Saint Louis, Robert de Sorbon.
Queda claro, pues, que, por hacer un pareado multinacional,
Hasta el mejor de los amanuenses suelta alguna vez un borrón
y el que esté libre de pecado, que tire la primera stone.
miércoles, octubre 09, 2013
En torno al PIAAC
Aunque son muchos los textos que podrían citarse y que se han publicado en las últimas horas, éste de El País tal vez os pueda servir de resumen elegante del debate generado por la publicación por parte de la OCDE del informe PIAAC, que es el PISA de los adultos. Un informe que mide la habilidad de las personas de más de 16 años en la comprensión lectora y numérica (es inexacto, en mi opinión, hablar de habilidad matemática; en realidad, la habilidad matemática sólo se pide en el PIAAC, como en el PISA, para los niveles más elevados). El informe es accesible en la red. Y yo, lo siento, pero no puedo evitar hacer algunos comentarios.
En primer lugar, constato a la luz de las reacciones que los españoles hemos perdido incluso la habilidad de reconocer una mala noticia cuando la tenemos delante o, peor, cuando nosotros mismos somos esa mala noticia. Los resultados del PIAAC para España son deplorables, decepcionantes, preocupantes en grado superlativo. Fin de la cita. No hay matices, ni colores. No cabe otra cosa que doblar la cerviz y decir: algo estamos haciendo mal. Muy mal. Que luego la decisión sobre qué, exactamente, estamos haciendo mal, sea más compleja, no nos debe mover a la autosuficiencia de creer los cantos de sirena que se leen por ahí.
El principal argumento que he podido leer en este sentido es muy simple: el informe es enormemente positivo para España, porque nos dice que las habilidades numéricas y de comprensión de los muy adultos son peores que las habilidades de los más jóvenes; lo cual viene a demostrar, de consuno, que la educación que recibieron los más adultos era peor que la que han recibido los más jóvenes. Corolario: las reformas educativas de la democracia han ido en el camino adecuado. Quod erat demonstrandum.
El hecho de que la teoría descrita en el párrafo supra sea esgrimida (véase el enlace a eldiario.es) por un profesor de universidad, ya nos debería dar muchas pistas. Una muy importante: en esta España nuestra, hasta los profesores de universidad son capaces de decir imbecilidades.
Nadie le niega a las reformas educativas de los últimos años su éxito a la hora de universalizar la educación. La verdad, si encima de dar a los jóvenes una educación de calidad cuestionable, no hubieran conseguido universalizarla, era como para coger a todos los jerifaltes de la Educación española de 1976 para acá y colgarlos de los pulgares en el dique de abrigo de La Coruña, con la cabeza dentro del agua. No se trata de que una mejora de las habilidades cognitivas entre jóvenes y mayores sea una buena noticia; se trata de que un empeoramiento sería, simple y llanamente, un fracaso, ya que significaría que la globalización de la educación, el avance de las tecnologías, internet, la televisión, todo eso, no sólo no ha servido para mejorar las habilidades mentales de los españoles, sino que las ha empeorado. Adjudicar al sistema educativo el mérito de que haya más españoles jóvenes que mayores que son capaces de dirimir en un supermercado qué yogur caduca antes (la prueba numerológica de nivel más bajo consistió más o menos en eso), es como afirmar que el hecho de que un joven pueda andar seis kilómetros sin cansarse y un viejo apenas dos es mérito del sistema de salud.
Detrás de la defensa a ultranza del sistema educativo frente a una valoración tan pobre como la que sale del PIAAC hay, o a mí me lo parece, un interés muy definido. El profesor de universidad que sale en defensa de la educación española tras la lectura del PIAAC no es, como él pretende, un experto independiente; es un bocas protegiendo su puesto de trabajo.
Hasta ahora, y de hecho es muy probable que así siga siendo, el gran activo con que cuentan los activistas del ámbito de la educación, para que nos entendamos los de la camiseta verde, es dar por hecho sin demostración, esto es otorgar categoría de axioma, al concepto de que están defendiendo el bien común. Que al defender la escuela pública, al oponerse a la reforma Wert (o cualesquiera otras que tratasen de poner el mérito y el esfuerzo en el lugar que un día ocuparon) es defender lo que es bueno para la mayoría; incluso bueno para todos.
El PISA y el PIAAC, sin embargo, podrían llevar a algunos a pensar que, tal vez, a la green T-shirt le sobre la segunda r (no sé si me explico); que, tal vez, lo que están defendiendo esas personas son intereses particulares. El particular interés de seguir haciendo de España un país en el que se puede ser maestro opinando que el Duero pasa por la vieja Stalingrado, que la gallina es un paquidermo extinguido, o que el infante Don Juan Manuel es el seudónimo de Iñaki Urdangarín. Lo que no acabo de entender de esta historia es por qué no se oye la voz de los buenos profes. Que los hay y yo, cuando menos, tengo la clara percepción de ello.
En Twitter, en Facebook y en la barra del bar, los pofesionales [sic] de la educación se llenan la boca hablando del sistema finés, del que destacan su éxito basado en el egalitarismo. Desconocen, o hacen como que desconocen, que con su nivel de conocimientos, la inmensa mayoría de ellos jamás habrían sido maestros en Finlandia. Y así, mientras los debates siguen en la epidermis de los conocimientos, teñidos con el barniz de la ideología, las generaciones de españoles siguen saliendo de escuelas y universidades en la situación en la que están.
¿Que cuál es esa situación? Un sólo ejemplo bastará.
Imagina un tipo que viaja para su empresa en su coche. Tiene un acuerdo por su jefe por el cual cobra 20 céntimos de euro por cada kilómetro que hace con el coche, más 30 euros al día de dieta para comer y tal. Un día, esa persona hace 55 kilómetros con el coche. Pregunta: ¿cuánto cobrará en total por ese día de trabajo?
¿Lo has pillado? Bueno, pues que sepas que, si lo has pillado, perteneces a dos tercios de la población. Porque un tercio de los españoles adultos no sabe responder a esta pregunta. Este resultado es el que demuestra, véanse las declaraciones del enseñante universitario, que la educación «ha ido a mejor». En fin, como mucho, habrá ido a menos peor...
Sigamos, pues, discutiendo sobre si son galgos o podencos. Sigamos sin darnos cuenta de que el puto perro, sea galgo o sea podenco, está petado de pulgas. Es lógico que sigamos así porque, al fin y al cabo, la mayoría de quienes discuten jamás han leído a Tomás de Iriarte. Y, vistos los resultados del PIAAC, si lo leyesen, tampoco lo entenderían.
Post Scriptum: suponiendo que tengas las suficientes habilidades cognitivas, conocimiento de la angloparla o habilidad para decirle al navegador que te lo traduzca, aquí tienes la forma con que han recibido en Estados Unidos los resultados del PIAAC, nada alentadores, tampoco, en su caso. Les podríamos recordar el cuento del conde Lucanor del tipo aquél que iba comiendo altramuces amargos... Por pobreza nunca desmayéis/pues otros más pobres que vos veréis
En primer lugar, constato a la luz de las reacciones que los españoles hemos perdido incluso la habilidad de reconocer una mala noticia cuando la tenemos delante o, peor, cuando nosotros mismos somos esa mala noticia. Los resultados del PIAAC para España son deplorables, decepcionantes, preocupantes en grado superlativo. Fin de la cita. No hay matices, ni colores. No cabe otra cosa que doblar la cerviz y decir: algo estamos haciendo mal. Muy mal. Que luego la decisión sobre qué, exactamente, estamos haciendo mal, sea más compleja, no nos debe mover a la autosuficiencia de creer los cantos de sirena que se leen por ahí.
El principal argumento que he podido leer en este sentido es muy simple: el informe es enormemente positivo para España, porque nos dice que las habilidades numéricas y de comprensión de los muy adultos son peores que las habilidades de los más jóvenes; lo cual viene a demostrar, de consuno, que la educación que recibieron los más adultos era peor que la que han recibido los más jóvenes. Corolario: las reformas educativas de la democracia han ido en el camino adecuado. Quod erat demonstrandum.
El hecho de que la teoría descrita en el párrafo supra sea esgrimida (véase el enlace a eldiario.es) por un profesor de universidad, ya nos debería dar muchas pistas. Una muy importante: en esta España nuestra, hasta los profesores de universidad son capaces de decir imbecilidades.
Nadie le niega a las reformas educativas de los últimos años su éxito a la hora de universalizar la educación. La verdad, si encima de dar a los jóvenes una educación de calidad cuestionable, no hubieran conseguido universalizarla, era como para coger a todos los jerifaltes de la Educación española de 1976 para acá y colgarlos de los pulgares en el dique de abrigo de La Coruña, con la cabeza dentro del agua. No se trata de que una mejora de las habilidades cognitivas entre jóvenes y mayores sea una buena noticia; se trata de que un empeoramiento sería, simple y llanamente, un fracaso, ya que significaría que la globalización de la educación, el avance de las tecnologías, internet, la televisión, todo eso, no sólo no ha servido para mejorar las habilidades mentales de los españoles, sino que las ha empeorado. Adjudicar al sistema educativo el mérito de que haya más españoles jóvenes que mayores que son capaces de dirimir en un supermercado qué yogur caduca antes (la prueba numerológica de nivel más bajo consistió más o menos en eso), es como afirmar que el hecho de que un joven pueda andar seis kilómetros sin cansarse y un viejo apenas dos es mérito del sistema de salud.
Detrás de la defensa a ultranza del sistema educativo frente a una valoración tan pobre como la que sale del PIAAC hay, o a mí me lo parece, un interés muy definido. El profesor de universidad que sale en defensa de la educación española tras la lectura del PIAAC no es, como él pretende, un experto independiente; es un bocas protegiendo su puesto de trabajo.
Hasta ahora, y de hecho es muy probable que así siga siendo, el gran activo con que cuentan los activistas del ámbito de la educación, para que nos entendamos los de la camiseta verde, es dar por hecho sin demostración, esto es otorgar categoría de axioma, al concepto de que están defendiendo el bien común. Que al defender la escuela pública, al oponerse a la reforma Wert (o cualesquiera otras que tratasen de poner el mérito y el esfuerzo en el lugar que un día ocuparon) es defender lo que es bueno para la mayoría; incluso bueno para todos.
El PISA y el PIAAC, sin embargo, podrían llevar a algunos a pensar que, tal vez, a la green T-shirt le sobre la segunda r (no sé si me explico); que, tal vez, lo que están defendiendo esas personas son intereses particulares. El particular interés de seguir haciendo de España un país en el que se puede ser maestro opinando que el Duero pasa por la vieja Stalingrado, que la gallina es un paquidermo extinguido, o que el infante Don Juan Manuel es el seudónimo de Iñaki Urdangarín. Lo que no acabo de entender de esta historia es por qué no se oye la voz de los buenos profes. Que los hay y yo, cuando menos, tengo la clara percepción de ello.
En Twitter, en Facebook y en la barra del bar, los pofesionales [sic] de la educación se llenan la boca hablando del sistema finés, del que destacan su éxito basado en el egalitarismo. Desconocen, o hacen como que desconocen, que con su nivel de conocimientos, la inmensa mayoría de ellos jamás habrían sido maestros en Finlandia. Y así, mientras los debates siguen en la epidermis de los conocimientos, teñidos con el barniz de la ideología, las generaciones de españoles siguen saliendo de escuelas y universidades en la situación en la que están.
¿Que cuál es esa situación? Un sólo ejemplo bastará.
Imagina un tipo que viaja para su empresa en su coche. Tiene un acuerdo por su jefe por el cual cobra 20 céntimos de euro por cada kilómetro que hace con el coche, más 30 euros al día de dieta para comer y tal. Un día, esa persona hace 55 kilómetros con el coche. Pregunta: ¿cuánto cobrará en total por ese día de trabajo?
¿Lo has pillado? Bueno, pues que sepas que, si lo has pillado, perteneces a dos tercios de la población. Porque un tercio de los españoles adultos no sabe responder a esta pregunta. Este resultado es el que demuestra, véanse las declaraciones del enseñante universitario, que la educación «ha ido a mejor». En fin, como mucho, habrá ido a menos peor...
Sigamos, pues, discutiendo sobre si son galgos o podencos. Sigamos sin darnos cuenta de que el puto perro, sea galgo o sea podenco, está petado de pulgas. Es lógico que sigamos así porque, al fin y al cabo, la mayoría de quienes discuten jamás han leído a Tomás de Iriarte. Y, vistos los resultados del PIAAC, si lo leyesen, tampoco lo entenderían.
Post Scriptum: suponiendo que tengas las suficientes habilidades cognitivas, conocimiento de la angloparla o habilidad para decirle al navegador que te lo traduzca, aquí tienes la forma con que han recibido en Estados Unidos los resultados del PIAAC, nada alentadores, tampoco, en su caso. Les podríamos recordar el cuento del conde Lucanor del tipo aquél que iba comiendo altramuces amargos... Por pobreza nunca desmayéis/pues otros más pobres que vos veréis
La senda de Dios (3: y tendréis una moral)
Todas las tomas de esta serie:
Algunas cosas a modo de introducción
In Tirerim defluxit Orontes
Y tendréis una moral
Cibeles
Egipto, o la inmortalidad
Siria-Caldea, o la omnipotencia
Hay un Bien, y hay un Mal
El así llamado paganismo
Epílogo: algunas lecturas
En otra cosa se parecen las religiones orientales al cristianismo maduro de la Edad Media y, asimismo, se distinguen del panteón grecorromano: el carácter de sus sacerdotes.
Algunas cosas a modo de introducción
In Tirerim defluxit Orontes
Y tendréis una moral
Cibeles
Egipto, o la inmortalidad
Siria-Caldea, o la omnipotencia
Hay un Bien, y hay un Mal
El así llamado paganismo
Epílogo: algunas lecturas
En otra cosa se parecen las religiones orientales al cristianismo maduro de la Edad Media y, asimismo, se distinguen del panteón grecorromano: el carácter de sus sacerdotes.
lunes, octubre 07, 2013
La senda de Dios (2: in Tiberim defluxit Orontes)
Todas las tomas de esta serie:
Algunas cosas a modo de introducción
In Tirerim defluxit Orontes
Y tendréis una moral
Cibeles
Egipto, o la inmortalidad
Siria-Caldea, o la omnipotencia
Hay un Bien, y hay un Mal
El así llamado paganismo
Epílogo: algunas lecturas
Dios llegó de Oriente
Algunas cosas a modo de introducción
In Tirerim defluxit Orontes
Y tendréis una moral
Cibeles
Egipto, o la inmortalidad
Siria-Caldea, o la omnipotencia
Hay un Bien, y hay un Mal
El así llamado paganismo
Epílogo: algunas lecturas
Dios llegó de Oriente
Como poder político, esto es militar, Roma es un experimento
de occidentalización del poder griego. Grecia tenía problemas para ser un imperio
porque su estructura, su atomización en polis, no lo favorecía; y porque estaba
demasiado cerca de estructuras nacionales que eran asimismo demasiado poderosas.
Alejandro Magno cambió eso de una forma meramente provisional que sus herederos
convirtieron en un expolio; pero habría de ser Roma quien lo perfeccionase.
El gran salto cualitativo de Roma lo dan dos parientes: Cayo
Mario y su sobrino Julio. Ellos logran dominar la Galia para Roma y, dominando
la Galia, dominan el gran vivero de guerreros de lo que pronto se convertirá en
un imperio. Un vivero tan grande, tan potente y tan capaz que, igual que hace grande a Roma, acabará por destruirla.
viernes, octubre 04, 2013
La senda de Dios (1: algunas cosas a modo de introducción)
Todas las tomas de esta serie:
Algunas cosas a modo de introducción
In Tirerim defluxit Orontes
Y tendréis una moral
Cibeles
Egipto, o la inmortalidad
Siria-Caldea, o la omnipotencia
Hay un Bien, y hay un Mal
El así llamado paganismo
Epílogo: algunas lecturas
Comienzo yo a escribir, y tú a leer, una breve serie sobre Dios. Ya sabes que en este blog semos muy aficionados a hablar del cristianismo en sus orígenes y de su maestro, Jesús el nazareno. En esta serie, sin embargo, vamos a dejar a Jesús un rato en paz. Mejor, hablemos de The Boss.
Algunas cosas a modo de introducción
In Tirerim defluxit Orontes
Y tendréis una moral
Cibeles
Egipto, o la inmortalidad
Siria-Caldea, o la omnipotencia
Hay un Bien, y hay un Mal
El así llamado paganismo
Epílogo: algunas lecturas
Comienzo yo a escribir, y tú a leer, una breve serie sobre Dios. Ya sabes que en este blog semos muy aficionados a hablar del cristianismo en sus orígenes y de su maestro, Jesús el nazareno. En esta serie, sin embargo, vamos a dejar a Jesús un rato en paz. Mejor, hablemos de The Boss.
miércoles, octubre 02, 2013
Píldoras (3): qué importante es conocer los ritos
Es importante conocer
bien los ritos en los que uno se mete. Conocida es la anécdota de Michael
Robinson quien, en su época de jugador del Osasuna, acabó yendo un día a una
iglesia porque era tradición en el equipo colocarse bajo la protección de una
virgen local. También era costumbre que los jugadores, uno a uno, besaran la
imagen, pero eso Robinson no lo sabía. El cura le presentó a él la imagen el
primero y, como quiera que él no supiera que hacer, el sacerdote le hizo un
gesto con los labios indicando que debía besarla. Robinson entendió, se levantó
y... le dio dos besos al cura.
Algo parecido, pero bastante más doloroso, le ocurrió a Aengus, hijo de Natfraich, rey de la corte irlandesa de Cashel. Por su ciudadela, allá por el cuatrocientos y pico, fue a parar el hoy célebre San Patricio bajo cuya invocación tantas cervezas se beben, con la intención de convertirlos. Para entonces, Patrick había superado bastantes de las dificultades iniciales con los paganos y estaba encarrilando el catolicismo irlandés. Aengus, de hecho, ya había oído hablar del cristianismo y había decidido que le molaba bastante, así pues recibió al futuro santo con toda pompa y alharaca.
Le anunció al obispo que deseaba bautizarse, ante lo cual Patricio dijo ésta es la mía, así pues allá que vamos.
Llevaba el santo entonces, dicen las crónicas, un grueso báculo que terminaba en punta, para poder ser clavado en la tierra al recorrer las trochas que en Irlanda no son pocas, ni planas. Para proceder al bautismo de Aengus tuvo que soltarla, o sea clavarla en el suelo, con tan mala suerte que no se dio cuenta de que entre el báculo y la placa continental se encontraba el pie del rey; el cual, lógicamente, penetró con el consiguiente dolor.
Aengus, sin embargo, permaneció firme y no dejó que su rostro reflejase que estaba más jodido que Felipe Juan Froilán después de una cacería. Pero no lo hizo por ser machote ni irlandés ni leches. Lo hizo porque, simplemente, asumió que aquello era una parte del bautismo cristiano. Debió de pensar que el bautismo es una ceremonia parecida a la que tienen muchas culturas en las que los adolescentes tienen que demostrar ser suficientemente bravos como para ser hombres, y se dijo: si grito, el Patricio éste no me bautiza.
Bautizos a la irlandesa es lo que hacía falta en esta sociedad dada a la molicie y la blandura.
Algo parecido, pero bastante más doloroso, le ocurrió a Aengus, hijo de Natfraich, rey de la corte irlandesa de Cashel. Por su ciudadela, allá por el cuatrocientos y pico, fue a parar el hoy célebre San Patricio bajo cuya invocación tantas cervezas se beben, con la intención de convertirlos. Para entonces, Patrick había superado bastantes de las dificultades iniciales con los paganos y estaba encarrilando el catolicismo irlandés. Aengus, de hecho, ya había oído hablar del cristianismo y había decidido que le molaba bastante, así pues recibió al futuro santo con toda pompa y alharaca.
Le anunció al obispo que deseaba bautizarse, ante lo cual Patricio dijo ésta es la mía, así pues allá que vamos.
Llevaba el santo entonces, dicen las crónicas, un grueso báculo que terminaba en punta, para poder ser clavado en la tierra al recorrer las trochas que en Irlanda no son pocas, ni planas. Para proceder al bautismo de Aengus tuvo que soltarla, o sea clavarla en el suelo, con tan mala suerte que no se dio cuenta de que entre el báculo y la placa continental se encontraba el pie del rey; el cual, lógicamente, penetró con el consiguiente dolor.
Aengus, sin embargo, permaneció firme y no dejó que su rostro reflejase que estaba más jodido que Felipe Juan Froilán después de una cacería. Pero no lo hizo por ser machote ni irlandés ni leches. Lo hizo porque, simplemente, asumió que aquello era una parte del bautismo cristiano. Debió de pensar que el bautismo es una ceremonia parecida a la que tienen muchas culturas en las que los adolescentes tienen que demostrar ser suficientemente bravos como para ser hombres, y se dijo: si grito, el Patricio éste no me bautiza.
Bautizos a la irlandesa es lo que hacía falta en esta sociedad dada a la molicie y la blandura.
martes, octubre 01, 2013
Doping (y 9: amigos para siempre means you'll always be my friend...)
El principal objetivo de la WADA
era la creación de un código contra el dopaje que pudiera ser universalmente
utilizado. Para entonces, sus planes contaban ya con un amplio respaldo en el
mundo deportivo mundial, incluyendo la práctica totalidad de los comités
olímpicos nacionales y sus gobiernos, así como las federaciones internacionales
de medio centenar de deportes. El consenso era tal que, por primera vez, un
dirigente contra el dopaje, en este caso Dick Pound, pudo decirle a las
posibles delegaciones de los juegos de Atenas aquello de «son lentejas»: si
aceptas el código estarás en Atenas; y si no, no. Eso iba tanto por los países
como por los deportes.
viernes, septiembre 27, 2013
Píldoras (2) no es educación, es otra cosa
Es muy probable que estés convencido, o convencida, de que el gesto de taparse la boca en público cuando se bosteza es un signo dictado por la buena educación. Si es así, te equivocas. En realidad, cuando menos en su tiempo, lo que revelaba ese gesto no es que quien lo realizase fuese educado, sino que era supersticioso.
Piénsalo dos veces. Teóricamente, el gesto de taparse la boca trata de evitar a la vista de los demás el hecho de estar bostezando, esto es, no pocas veces, aburriéndose. Uno se tapa la boca para que su amigo el conferenciante no se percate de que lo que está declamando nos parece un coñazo. Pero, ¿verdaderamente ocultamos a alguien eso por el mero hecho de taparnos la boca? La verdad es que no. Es un gesto absurdo, porque no evita lo que teóricamente pretende evitar.
La verdad es otra, y hay que buscarla en la Edad Media europea y los muchos mitos negativos que se construyeron durante ella. Las epidemias y pandemias, relativamente frecuentes entonces, enseñaron a las personas que la desgracia (la enfermedad) solía anunciarse muy frecuentemente mediante síntomas que podrían parecer insulsos: sobre todo, el estornudo. Como muy bien describe Ken Follet en su novela World without end, las personas que enfermaban en las epidemias empezaban estornudando; de lo cual es muy fácil saltar a lo que podríamos llamar el pánico al estornudo y, consecuentemente, la adjudicación al mismo de características maléficas.
El bostezo formó parte muy pronto de este catálogo de gestos de mal agüero. Lo cual también es lógico, pues muchas enfermedades (la hepatitis, por ejemplo) causan en quien las sufre un enorme cansancio, que se muestra, entre otras cosas, a través de la somnolencia y el consiguiente bostezo permanente. La gente luego moría de esas enfermedades, lo cual hacía fácil que la cultura popular vinculase bostezo, dolencia y muerte. El bostezo, además, tiene otra característica que lo hace acreedor de las peores sospechas: suele ser contagioso.
El hombre medieval creía a pies juntillas en los poderes de la adivinación, la magia y los hechizos. Sus tatarabuelos paganos eran tanto o más supersticiosos que él, pero al menos tenían religiones que establecían normas y procedimientos para contrarrestar estos efectos, como el sacrificio ritual de animales y todo eso. El cristianismo eliminó todas estas prácticas, aunque acabase por recibirlas parcialmente a través del exorcismo. El hombre cristiano, pues, se debatía entre las cosas que seguía creyendo, y el hecho de que no le estaba permitido creerlas.
Probablemente la mayor creencia supersticiosa fue, y siguió siendo, la del mal de ojo y, en general, las condenaciones y hechizos realizados por personas supuestamente poseedoras de poderes especiales, las cuales condenaban a alguien por diversas razones a la desgracia o a la enfermedad. Dispuesta a creer como estaba la sociedad medieval, cualquier reunión en día de mercado, o incluso tras la misa, se convertía en un conciliábulo en el que los vecinos referían, sin género de duda, historias de personas que habían sido malditas. Como los brujos y brujas de entonces no eran tontos, la maldición preferida era siempre la misma, o sea la que con mayor seguridad se produciría: el deterioro de la salud. El mal de ojo, entonces, consistía en maldecir a alguien a sufrir dolencias, a veces bien localizadas, otras más genéricas, e incluso la muerte.
Una consecuencia muy habitual de estas maldiciones es que el maldito, repentinamente, perdía el vigor. Se convertía en una persona menos activa y más cansada. Esto quiere decir: bostezaba. Muchas personas creían que quien comenzaba a bostezar inesperadamente había sufrido un mal de ojo; y no sólo eso, sino que consideraban que, al abrir la boca para bostezar, empeoraba las cosas porque los espíritus de la maldición, las miasmas de la enfermedad, entraban en su cuerpo por la boca abierta.
Así pues, los hombres y mujeres de nuestra Edad Media se tapaban la boca al bostezar por dos razones fundamentales: primera, para no empeorar su salud, pues consideraban que podrían haber sido objeto de un mal de ojo por el cual los demonios estarían intentando entrar en ellos; y, segunda, para que los demás no fuesen conscientes de que habían sido malditos.
No lo hacían, pues, por educación, sino por superstición.
Piénsalo dos veces. Teóricamente, el gesto de taparse la boca trata de evitar a la vista de los demás el hecho de estar bostezando, esto es, no pocas veces, aburriéndose. Uno se tapa la boca para que su amigo el conferenciante no se percate de que lo que está declamando nos parece un coñazo. Pero, ¿verdaderamente ocultamos a alguien eso por el mero hecho de taparnos la boca? La verdad es que no. Es un gesto absurdo, porque no evita lo que teóricamente pretende evitar.
La verdad es otra, y hay que buscarla en la Edad Media europea y los muchos mitos negativos que se construyeron durante ella. Las epidemias y pandemias, relativamente frecuentes entonces, enseñaron a las personas que la desgracia (la enfermedad) solía anunciarse muy frecuentemente mediante síntomas que podrían parecer insulsos: sobre todo, el estornudo. Como muy bien describe Ken Follet en su novela World without end, las personas que enfermaban en las epidemias empezaban estornudando; de lo cual es muy fácil saltar a lo que podríamos llamar el pánico al estornudo y, consecuentemente, la adjudicación al mismo de características maléficas.
El bostezo formó parte muy pronto de este catálogo de gestos de mal agüero. Lo cual también es lógico, pues muchas enfermedades (la hepatitis, por ejemplo) causan en quien las sufre un enorme cansancio, que se muestra, entre otras cosas, a través de la somnolencia y el consiguiente bostezo permanente. La gente luego moría de esas enfermedades, lo cual hacía fácil que la cultura popular vinculase bostezo, dolencia y muerte. El bostezo, además, tiene otra característica que lo hace acreedor de las peores sospechas: suele ser contagioso.
El hombre medieval creía a pies juntillas en los poderes de la adivinación, la magia y los hechizos. Sus tatarabuelos paganos eran tanto o más supersticiosos que él, pero al menos tenían religiones que establecían normas y procedimientos para contrarrestar estos efectos, como el sacrificio ritual de animales y todo eso. El cristianismo eliminó todas estas prácticas, aunque acabase por recibirlas parcialmente a través del exorcismo. El hombre cristiano, pues, se debatía entre las cosas que seguía creyendo, y el hecho de que no le estaba permitido creerlas.
Probablemente la mayor creencia supersticiosa fue, y siguió siendo, la del mal de ojo y, en general, las condenaciones y hechizos realizados por personas supuestamente poseedoras de poderes especiales, las cuales condenaban a alguien por diversas razones a la desgracia o a la enfermedad. Dispuesta a creer como estaba la sociedad medieval, cualquier reunión en día de mercado, o incluso tras la misa, se convertía en un conciliábulo en el que los vecinos referían, sin género de duda, historias de personas que habían sido malditas. Como los brujos y brujas de entonces no eran tontos, la maldición preferida era siempre la misma, o sea la que con mayor seguridad se produciría: el deterioro de la salud. El mal de ojo, entonces, consistía en maldecir a alguien a sufrir dolencias, a veces bien localizadas, otras más genéricas, e incluso la muerte.
Una consecuencia muy habitual de estas maldiciones es que el maldito, repentinamente, perdía el vigor. Se convertía en una persona menos activa y más cansada. Esto quiere decir: bostezaba. Muchas personas creían que quien comenzaba a bostezar inesperadamente había sufrido un mal de ojo; y no sólo eso, sino que consideraban que, al abrir la boca para bostezar, empeoraba las cosas porque los espíritus de la maldición, las miasmas de la enfermedad, entraban en su cuerpo por la boca abierta.
Así pues, los hombres y mujeres de nuestra Edad Media se tapaban la boca al bostezar por dos razones fundamentales: primera, para no empeorar su salud, pues consideraban que podrían haber sido objeto de un mal de ojo por el cual los demonios estarían intentando entrar en ellos; y, segunda, para que los demás no fuesen conscientes de que habían sido malditos.
No lo hacían, pues, por educación, sino por superstición.
martes, septiembre 24, 2013
Píldoras (1): el casamiento de una Borbón
[Se me ha ocurrido, para entretener esperas entre artículo y artículo, ir vomitando por aquí pequeñas cosas que me encuentro en mis lecturas y que no dan para un post propiamente dicho. Espero no molestar...]
De la obra Histoire d'une grande dame du XVIIIeme siècle, de Lucien Perey (1887), entresaco este relato que hace una aristócrata parisina, la princesa de Ligne (en realidad, la princesa polaca Helena Massalska, que se casaría con el príncipe Charles de Ligne), de la boda de mademoiselle de Bourbonne (sic; Helenita no debía de ser muy buena escribiendo el francés), otra pija como ella.
Mademoiselle regresó un día [a su internado; el convento de Abbaye-aux-Bois] muy triste, y se encerró un rato largo en el despacho de la señora de Rochechouart [algo así como la jefa de estudios]. Finalmente, dos días después, nos confesó a sus amigas que se casaba con el conde de Avaux, hijo del marqués de Mesme (sic. En realidad, es Mesmes). Todas la rodeamos para hacerle cien preguntas. Ella tenía entonces apenas doce años; tenía previsto hacer su primera comunión en ocho días, y ahora se casaría ocho días después de la primera comunión para después regresar al convento. Estaba tan deprimida que acabamos por preguntarle si es que su marido no le gustaba. Ella nos confesó que el conde era muy feo y muy viejo, y que iría a verla al día siguiente.
Al día siguiente, cuando se levantó, mademoiselle de Bourbonne recibió un gran bouquet; a medio día, llegó el conde. Sus compañeras lo encontramos, como ella había anunciado, abominable. Cuando ella salió del encuentro, todas le dijimos: «¡Verdad que tu marido es feo! Si yo fuese tú, no lo desposaría. ¡Qué desgracia!» A lo que ella respondió: «Me casaré con él, porque es lo que quiere mi padre. Pero nunca lo querré; eso seguro».
Se acordó que no se volviesen a ver hasta el día en que ella hiciese la primera comunión, para que así ella no se distrajese de su preparación. Finalmente, ella hizo la primera comunicación ocho días después, y, cuatro o cinco días después, se casó en la capilla del hotel d'Havre...»
Leedle este cuento a vuestras hijas y nietas de doce años, a ver qué cara ponen.
De la obra Histoire d'une grande dame du XVIIIeme siècle, de Lucien Perey (1887), entresaco este relato que hace una aristócrata parisina, la princesa de Ligne (en realidad, la princesa polaca Helena Massalska, que se casaría con el príncipe Charles de Ligne), de la boda de mademoiselle de Bourbonne (sic; Helenita no debía de ser muy buena escribiendo el francés), otra pija como ella.
Mademoiselle regresó un día [a su internado; el convento de Abbaye-aux-Bois] muy triste, y se encerró un rato largo en el despacho de la señora de Rochechouart [algo así como la jefa de estudios]. Finalmente, dos días después, nos confesó a sus amigas que se casaba con el conde de Avaux, hijo del marqués de Mesme (sic. En realidad, es Mesmes). Todas la rodeamos para hacerle cien preguntas. Ella tenía entonces apenas doce años; tenía previsto hacer su primera comunión en ocho días, y ahora se casaría ocho días después de la primera comunión para después regresar al convento. Estaba tan deprimida que acabamos por preguntarle si es que su marido no le gustaba. Ella nos confesó que el conde era muy feo y muy viejo, y que iría a verla al día siguiente.
Al día siguiente, cuando se levantó, mademoiselle de Bourbonne recibió un gran bouquet; a medio día, llegó el conde. Sus compañeras lo encontramos, como ella había anunciado, abominable. Cuando ella salió del encuentro, todas le dijimos: «¡Verdad que tu marido es feo! Si yo fuese tú, no lo desposaría. ¡Qué desgracia!» A lo que ella respondió: «Me casaré con él, porque es lo que quiere mi padre. Pero nunca lo querré; eso seguro».
Se acordó que no se volviesen a ver hasta el día en que ella hiciese la primera comunión, para que así ella no se distrajese de su preparación. Finalmente, ella hizo la primera comunicación ocho días después, y, cuatro o cinco días después, se casó en la capilla del hotel d'Havre...»
Leedle este cuento a vuestras hijas y nietas de doce años, a ver qué cara ponen.
lunes, septiembre 23, 2013
Noticia del hermafrodita Reyes Carrasco
He porfiado lo mío, pero la verdad es que apenas he conseguido encontrar referencias a un caso curioso de la España decimonónica, como es el del hermafrodita de Huelva Reyes Carrasco. En realidad, la única referencia extensa que he encontrado es un artículo de los historiadores Francisco Vázquez y Andrés Moreno, aparecido en el número 258 de la revista Historia 16. Los autores afirman haber encontrado todo lo que relatan en una revista médica del siglo XIX que, de momento, aparece como la única fuente primaria que he logrado localizar sobre este caso. Como veréis, se trata de una vida bastante novelesca, casi se diría que una película de cine.
miércoles, septiembre 18, 2013
Doping (8: y el COI vio la luz)
En realidad, no cayó ninguna
venda. Si el COI se avino, finalmente, a tomarse el dopaje en serio, fue por la
única razón que podía mover a Samarach y sus colegas a ello: porque comenzaron
a tener la sensación de que su reputación se resentiría si no lo hacían.
En 1998, la policía francesa
irrumpió en las habitaciones de los hoteles donde se alojaban un buen número de los
ciclistas que competían en el Tour de Francia, y encontró toneladas de drogas
por todas partes. La competición ciclista se vio sumergida en una vorágine de
dudas sobre su limpieza de la que no se ha recuperado ni retirándole los
entorchados al supuesto mejor ciclista de la Historia; y no debe de extrañarse de ello, puesto que ya hace tres décadas, que se dice pronto, se publicaban en la prensa deportiva viñetas alusivas a lo mucho que le estaban creciendo las tetas [sic] a Luis Ocaña. Ese mismo año, al
Departamento de Justicia de los Estados Unidos llegaron algunas denuncias que
hablaban de sobornos ligados a la elección de Salt Lake City como sede de los
JJOO de invierno, y decidió investigarlo. Aquello fue el no va más del sinvivir
olímpico: si hay algo a lo que los dirigentes deportivos temen más que a la
muerte, es a los tribunales ordinarios. Un juez que no les entienda siempre corre peligro de cerrarles el chiringuito o joderles la mamandurria.
Así las cosas, el movimiento
olímpico, convencido de que se estaba jugando su reputación y la posibilidad de
que le empezasen a llover hostias como panes desde los tribunales del mundo
mundial, apareció en febrero de 1999, en la Conferencia Mundial sobre Dopaje en
el Deporte, convertido a la religión del deporte limpio. Las Naciones Unidas y
varios gobiernos importantes fueron invitados a la reunión. Fruto del encuentro
es la campanuda Declaración de Lausana, que viene a intentar convencernos de
que el Comité Olímpico Internacional ha defendido siempre cosas que apenas
meses antes de redactarse dicha declaración le importaban un culo. En el ámbito
de lo útil y concreto, el principal compromiso del documento era crear una
Agencia Internacional Antidopaje, que el COI se comprometía a financiar, de
salida, con 25 millones de dólares.
Samaranch había perdido una
batalla, la batalla de que no hubiese una política antidopaje seria. Y
rápidamente perdió otra, más que nada porque se le vio el plumero (lo que tiene
ser calvo). Inicialmente, el catalán esperaba retener el control absoluto por
parte del COI de la nueva Agencia Internacional. Pero, claro, los gobiernos
invitados a la conferencia le contestaron: macho, si me vas a meter en este
lío, yo también quiero poder decir si damos whisky del bueno o garrafón. Tony
Banks, entonces ministro de Deportes de Reino Unido, lo dijo bien claro: «una
agencia internacional antidopaje presidida por el señor Samaranch se vería comprometida y por lo tanto es
algo que preferiríamos no aceptar». En toda la boca. Por su parte, las
autoridades antidopaje de los EEUU dejaron claro que no aceptarían una agencia
contra esta práctica «que fuese más una operación de relaciones públicas que
una solución efectiva».
Así, en noviembre de 1999 comenzó
a trabajar la Agencia Mundial Antidopaje, con el reto de estar plenamente
operativa para Sidney 2000. Una gran parte de su eficiencia provino del hecho
de que al frente de la misma se colocase al abogado canadiense Dick Pound;
persona que ya estaba fuertemente implicada contra el dopaje de tiempo atrás,
pero a quien su directa implicación en la investigación y gestión del affaire Ben Johnson había disuelto todas
las dudas que le pudiesen quedar.
Los principios de la WADA no
fueron fáciles. Se había marcado el objetivo de hacer 10.000 tests previos a
Sidney, pero hubo que rebajar el objetivo a la cuarta parte. La razón estriba,
sobre todo, en que las federaciones deportivas, fundamentales para poder llevar
a cabo con eficacia estas pruebas, seguían bajo el paraguas del movimiento
olímpico, que había llegado a aquella conversión antidopaje aperreado y a
rastras.
En Sidney, la WADA impuso la
creación del cuerpo de Observadores, quince personas que tendrían la labor, y
el poder, de supervisar todos los procedimientos de análisis antidopaje.
Teóricamente, la agencia mundial era un mero observador en las olimpiadas
australianas, pero la presencia de sus observadores funcionó razonablemente.
Por ejemplo, la federación internacional de halterofilia, probablemente, y con
mucho, el deporte más drogado de la Historia, suspendió al equipo rumano
completo de la especialidad. Y, ya en competición, el equipo búlgaro fue
invitado a coger la puerta, después de que tres de sus atletas dieran positivo
en el uso de diuréticos prohibidos.
Pero no todo era cascada de
colores. Pocos meses antes de Sidney, el hasta entonces responsable antidopaje
del Comité Olímpico USA, Wade Exum, dimitió; pero no se limitó a dimitir, sino
que se presentó ante una Corte ordinaria, ante la que presentó una denuncia
contra el USOC aseverando que la mitad de los positivos por dopaje no habían
sido hecho públicos; que, en realidad, el USOC estaba promoviendo el uso de
drogas con su actitud; y, finalmente, aderezó sus acusaciones con insinuaciones
sobre discriminación racial. Desde luego que algo había: ahí está la noticia,
que surgió en aquellos momentos, de que el lanzador de peso C. J. Hunter,
marido de la conocida velocista Marion Jones, había dado positivo por
esteroides anabólicos, sin que se supiera. Como consecuencia de este escándalo,
el nuevo COI hipermotivado con el tema del dopaje acusó en Sidney a los
americanos de mantener una posición hipócrita en la materia. Los estadounidenses
amagaron con no participar financieramente en la WADA, lo que provocó que Pound
amenazase con sacar los gobiernos de la agencia y, por lo tanto, dejarles sin
tocar pito en el tema.
Tras los juegos de Sidney, la
WADA tenía muy claro que tenía que incrementar su personal y sus recursos.
Pound decidió seguir hacia delante. De hecho, Dick Pound sonó, tras la retirada
de Samaranch (julio 2001) para ser presidente del COI; pero los recelos de los
miembros europeos del COI acabaron por favorecer al belga Jacques Rogge.
A principios del 2002, cuando fue
llegando el dinero de los distintos gobiernos, la WADA se encontraba en una
situación financiera más sólida. En los juegos de invierno de Salt Lake,
el COI siguió dirigiendo los tests de dopaje; pero los empleados de la WADA
tenían ya pleno derecho de estar presentes e intervenir en los procesos. Aunque
seguía habiendo sus obstáculos. Por ejemplo, el presidente del comité
organizador de los juegos trató de resistirse a la construcción de un
laboratorio para los test en el mismo lugar de las competiciones. Aquel
presidente, por cierto, se llamaba Mitt Romney.
Varios esquiadores fueron
suspendidos durante los juegos cuando las pruebas localizaron en sus organismos
un tipo de eritroproteína conocido como darbepoiteína. Asimismo Pavle
Jovanovic, miembro del equipo USA de bobsleigh, también fue suspendido, en
medio de protestas de su equipo, que aducía no haber sido adecuadamente
informado sobre lo que podían tomar y lo que no.
lunes, septiembre 16, 2013
Doping (7: China como problema)
A lo largo de los años noventa,
la política del COI respecto del doping no varió gran cosa. Para el olimpismo,
reconocer la extensión y profundidad de las prácticas de uso de drogas en el
deporte seguía suponiendo un riesgo excesivo de pérdida de apoyos económicos.
El ejemplo más claro de lo que decimos es la actitud que, tras la caída del
Muro en 1989, tuvo el COI hacia los escandalosos usos que se habían dado en la
República Democrática Alemana. Es obvio que el COI nunca ha estado interesado
en aclarar a fondo todo aquello, porque los y las atletas alemanodemocráticas
siguen poseyendo unos récords y unas medallas que deberían haber devuelto.
Lejos de ello, sin embargo, José Antonio Samaranch lo olvidó todo, y lo olvidó
fundamentalmente en favor de un gran proyecto: la Alemania reunificada y su
gran olimpiada, que él esperaba para el 2000 o 2004. Fue en la época en la que
estas sedes estaban siendo designadas cuando aseveró públicamente que era
imposible remontarse lo suficiente como para investigar las prácticas de doping
en la RDA. Fin de la cita, caso cerrado.
Sin embargo, a pesar de esta
actitud distante, la multiplicación de escándalos de dopaje estaba dejando
claro que las estrategias contra el mismo debían cambiar e intensificarse. Como
decíamos, los escándalos estaban ahí. En 1992, tres atletas alemanes que habían
«crecido» siendo alemanes democráticos, entre ellos la campeona velocista Katrin
Krabbe, fueron pillados en Sudáfrica metiéndose en el cuerpo orina de personas
no drogadas. Su entrenador, Thomas Springstein, fue despedido, y los atletas
suspendidos por cuatro años. Pero la cosa no había terminado.
Emil Vrijman, el abogado de los
atletas, atacó la sanción recordando que, como es lógico, puesto que los
deportistas estaban compitiendo en Sudáfrica, era este país el que había
realizado las pruebas de orina; y destacó el hecho de que no existía un acuerdo
internacional sobre la forma de proceder en este tipo de cosas, insinuando con
ello que tal vez los procedimientos de los sudafricanos no habían sido los
adecuados. Bajo esta presión, la federación alemana redujo la sanción de Krabbe
de cuatro años a uno, lo que sentó a cuerno quemado en la IAAF. Aun así, Krabbe
acudió a los tribunales ordinarios. En 1995, una corte bávara ordenó a la
federación alemana y a la IAAF a indemnizarle con 2,7 millones de dólares en
salarios no percibidos por razón de su suspensión.
Todas estas contradicciones en la
política antidopaje fueron heredadas por los juegos de Barcelona en 1992. En
muchos deportes los medallistas fueron testados, pero en otros, como por
ejemplo en natación, apenas lo fueron. Además, los que se hacían se realizaban
poco menos que por sorteo. El ejemplo está en la medallista de plata
estadounidense (100 metros libres) Jenny Thomson, que tuvo que pasar el test; mientras
que quien le ganó, la china Zhuang Yong, no. Asimismo, también se produjo un
cierto escándalo cuando fue encontrado Clembuterol en el organismo de varios
atletas británicos. Al parecer, su entrenador creía sinceramente que no era una
substancia prohibida; y es que, realmente, no estaba en la lista de compuestos
prohibidos, aunque algunos miembros de COI y federaciones lo consideraban
prohibido de facto por pertenecer al mundillo de los esteroides anabolizantes. La
política antidopaje, pues, era una especie de caos.
En 1993, tras la experiencia de
Barcelona y algunos años antes, el olimpismo se planteó que tenía que conseguir
evitar la apelación de atletas y entrenadores a los tribunales ordinarios, que
se iba convirtiendo en norma, y donde solían tener las de perder (en el caso
Krabbe, el juzgado había concluido que la federación alemana no tenía potestad
para castigarla por algo pasado en Sudáfrica y chequeado por sudafricanos).
Éste es el origen del proyecto para crear un conjunto de reglas y
procedimientos universales y trasnacionales, con una Corte Suprema de
Arbitraje.
Además, había un nuevo problema.
Con la caída del Muro, habían
desparecido progresivamente los países del bloque soviético y eso,
paulatinamente, había supuesto una menor frecuencia de prácticas de dopaje.
Pero a partir de Barcelona 1992, comenzó a verse claro que había un nuevo
jugador que había tomado las riendas de la forma soviética de hacer deporte: la
República Popular China.
Los chinos que fueron a Barcelona
eran ya entrenados y desarrollados como atleta con el concurso continuado de
las drogas. Cuando Lin Yi estableció un nuevo récord olímpico en los 200 metros
estilos en una piscina catalana, la cosa era tan escandalosa que su entrenador
tuvo que apresurarse a afirmar que jamás había caído en las manos de ninguno de
los antiguos entrenadores de la República Democrática Alemana que, sólo por
casualidad, habían encontrado trabajo en China tras caer el Muro. En los
mundiales de atletismo de Stuttgart, donde nada menos que tres atletas coparon
la prueba de los 3.000 metros femeninos, sus competidoras comenzaron a hablar
descaradamente de dopaje. Todo el mundo se fijaba para entonces de que China
parecía repetir el patrón que un día mostró la RDA: atletas femeninas que
progresan mucho más rápido que sus colegas masculinos.
Esta vez, la Prensa sí que se dio
cuenta de la movida, cuando menos la occidental, y se comenzaron a publicar
reportajes y artículos reclamando que se hiciese algo. Pero el movimiento
olímpico no estaba del todo convencido. Incluso cuando fue informado de que
siete nadadoras chinas habían dado positivo entre 1991 y 1993 en diversas
pruebas, siguió sin hacer nada. En los juegos asiáticos de 1994 en Hiroshima,
fueron once los nadadores chinos que dieron positivo, pero el propio De Merode
descartó públicamente cualquier acción al respecto; afirmando, en un ejemplo de
cinismo exacerbado, que eran «accidentes que pueden ocurrir en cualquier
parte». En una reunión, en 1995, entre miembros del COI, de la FINA (Federación
Internacional de Natación) y autoridades chinas, en Beijing, los visitantes se
limitaron a señalar que los casos de dopaje era «sucesos individuales».
Pero, claro, la gente que pierde
en estas condiciones no se queda quieta. La Federación Alemana de Natación
anunció, inmediatamente, que no acudiría a los mundiales de la especialidad que
se iban a celebrar en Beijing. Ralf Beckman, portavoz de la federación, lo pudo
decir más alto, pero no más claro: «no queremos participar en una competición
que va a ser un nido de dopaje». La federación australiana, mucho más poderosa
en el mundo de la natación como es bien sabido, fue más allá y pidió una
prohibición de competir para todos
los nadadores chinos durante cuatro años. De hecho Australia, Estados Unidos,
Japón y Canadá se unieron para boicotear la participación de China en la
competición de la Asociación Pan Pacífica de Natación. «No vamos a permitir»,
afirmaron los representantes de los Estados Unidos aquella vez, «que se repita
la historia de la República Democrática Alemana».
Los chinos reaccionaron
publicando en 1995 una nueva política contra el dopaje. Y la cosa pareció
funcionar, porque en Atlanta 1996 ni un solo chino dio positivo (aunque también
es cierto que los nadadores chinos se llevaron una sola medalla de oro; casualidad…)
Pero en esa música, el COI no había tocado pito alguno.
Cara a Atlanta, fueron los
Estados Unidos los que empezaron a ponerse serios con el tema, en buena parte
impulsados por su vicepresidente, Al Gore, persona totalmente convencida de la
necesidad de eliminar las drogas del deporte. En los primeros meses de aquel
año, el comité olímpico estadounidense desarrolló unas nuevas normas antidopaje
en las que, entre otras cosas, reducía a 48 horas el plazo en el que un atleta
sería avisado de que iba a ser sometido a controles. En Atlanta se gastó más
que nunca antes en controles antidoping, contratándose los servicios de hasta
600 personas que llevaron a cabo 1.800 pruebas.
En paralelo a aquellos juegos, el problema del
dopaje seguía encontrándose con problemas en los tribunales debido a la
inexistencia de una sola política en todos los países. En 1995, la nadadora
estadounidense Jessica Folchi (que entonces tenía 15 años) dio positivo en
esteroides y castigada por su federación por dos años. Sus abogados apelaron la
decisión ante una corte de Nueva York. La federación estadounidense de
natación, temiendo una condena súper-cara, dio marcha atrás en su decisión y la
dejó en manos de la FINA. Los tribunales entonces apoyaron a Folchi, lo que
provocó que la FINA reimpusiera la sanción de dos años en el ámbito internacional.
Afortunadamente para el olimpismo, Folchi no consiguió calificarse para los
juegos de Atlanta. De haber conseguido la mínima, se habría producido el conflicto
de una competidora suspendida por la federación internacional, pero autorizada
a nadar por los tribunales ordinarios.
Por todos estos hechos, todo el
mundo sabía que el gran tema de la reunión del COI de 1997 tenía que ser la
construcción de un entorno internacional que llevase a una sola definición de dopaje,
y a una sola política contra él. Pero las ganas de hacerlo eran tan intensas
que fue entonces cuando Samaranch echó gasolina a la hoguera afirmando que la
lista de sustancias prohibidas debía ser reducida
para dejarla sólo en aquellas drogas que, además de mejorar el rendimiento de
sus atletas, fuesen dañinas para su salud. Finalmente, el presidente tuvo que
envainársela, y el COI comenzó a trabajar en un código internacional contra el
dopaje. En 1998 Dick Pound, sin embargo, presionó más recordando que, en
realidad, nada se resolvería hasta que no se construyese una autoridad
internacional en la materia.
La venda estaba cayendo. Treinta
años después, que se dice pronto. El COI, sin duda alguna, es un cotolengo de
gentes honradas.
miércoles, septiembre 11, 2013
Digesto allendista
Para los muy, muy aficionados, que se saltan esa regla de que en internet no hay que escribir más de cuatro párrafos, va este post que es, en realidad, re-post.
Hace cuarenta años de la muerte de Salvador Allende, y por eso quiero yo dejaros hoy aquí, acopiados en un solo texto, los diferentes posts que hice en su día sobre él y sobre el golpe de Estado en Chile. Hasta ahora han estado dispersos en el blog y no referenciados entre ellos, lo que supongo dificultaba su consulta. El texto que sigue los acopia y ordena todos.
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Hace cuarenta años de la muerte de Salvador Allende, y por eso quiero yo dejaros hoy aquí, acopiados en un solo texto, los diferentes posts que hice en su día sobre él y sobre el golpe de Estado en Chile. Hasta ahora han estado dispersos en el blog y no referenciados entre ellos, lo que supongo dificultaba su consulta. El texto que sigue los acopia y ordena todos.
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Salvador Allende no cayó del cielo. Ni subió de los infiernos. Salvador
Allende es el resultado de una evolución que en Chile se venía produciendo ya
de tiempo atrás, y que no pocas veces se había terminado por plantear como un
enfrentamiento frontal, y mutualmente exclusivo, entre una oligarquía
terrateniente e industrial y lo que en aquel país se conoce como los rotos;
que no deben confundirse con los rojos españoles, pero se les parecen mucho. El
siglo XX y, sobre todo, su segunda mitad, hicieron prácticamente inevitable la
eclosión de la conciencia política de la clase obrera y campesina chilena, con
elementos muy significativamente locales, sorprendentes para un observador
externo. Sorprende, por ejemplo, que durante el periodo de mandato de Salvador Allende
el Partido Socialista, al que él pertenecía, mostrase un radicalismo
revolucionario casi absoluto, de forma que debía ser el Partido Comunista el
que refrenase sus tendencias. Como también sorprende encontrarse con
movimientos como el MAPU, de un leninismo casi de libro pero de inspiración
cristiana.
Reflexiones en la Diada, o la ocasión perdida
Este 11 de septiembre del 2013 se celebra, una vez más, la conmemoración del día de reivindicación de la identidad nacional catalana. Se celebra, además, en un ambiente que lleva ya algún tiempo enrarecido y radicalizado por uno de los lados; mientras que el otro actúa como ese sacerdote del Novecento de Bernardo Bertolucci, que se ponía a cantar en el confesionario para no escuchar las denuncias de una feligresa contra los camisas negras. Ambas, actitudes muy edificantes que mueven al optimismo sobre el logro de una solución pactada.
A mí me compete, en este blog, hablar más del pasado que del presente. Aunque, en realidad, creo que las reflexiones de este día, en realidad, tienen mucho que ver con el pasado. De alguna manera, lo que vivimos ahora es una situación enquistada. El resultado de muchos años de construcción de una desconfianza común. En términos históricos, deberíamos pensar que estamos en una situación nada negativa. Cataluña, hoy, está gobernada principalmente por unos políticos que, en teoría, debieran sentirse más herederos de la Lliga Regionalista de Françesc Cambó que de la Esquerra Republicana de Lluis Companys, aunque sólo sea porque ésta sigue vivita y coleando. Cambó, en su día, reacciónó ante el gesto de Françesc Maciá de proclamar la república catalana, en abril del 31, dedicándole los peores epítetos. El nacionalismo catalán de corte conservador ha sido tan cañero como el que más (en 1916 dio la espantada y se marchó del Parlamento de Madrid), pero siempre ha, o había, tenido una idea de España. Así pues, teóricamente, que Cataluña la gobiernen partidos burgueses conservadores en lo social debería ser buen síntoma para España. Pero no lo es.
¿Por qué no lo es? Pues, en mi opinión, no lo es porque el montaje actual del Estado, generado en la Transición, no tenía el objetivo de solucionar el problema territorial, sino de tirar para delante con la democracia. Son cosas distintas. Distintas, sobre todo, de la otra gran oportunidad en la que se planteó este problema, que fue la II República. El momento en el que se perdió la gran ocasión histórica de articular, definitivamente, el Estado español. Una vez más, por la torpeza de tirios, troyanos, rabassaires y castellets.
Lo diré, así, para empezar, y así dejar las cosas claras: España, como proyecto, siempre ha propendido al federalismo. El foralismo, que hoy conservan los vascos y los navarros pero del que se beneficiaron otros muchos territorios de España frente a sus monarcas durante mucho tiempo, no es sino una forma imperfecta, apresurada, anticuada y socialmente discutible, de federalismo. Si tan antigua es la nación española como sostienen sus hagiógrafos, échese la cuenta de todos los años durante los cuales fue nación e imperio antes de que nos debilitásemos y cayésemos en manos del imperialismo francés, que nos trajo un rey que no hablaba español (pero, vaya, que el Archiduque de Austria tampoco hablaba catalán, que se diga...) y que nos impuso un modelo de Estado que no era el nuestro. Con los monarcas franceses, que no han dejado de dirigir nuestra Casa Real salvo en el interludio, más chusco que otra cosa, de Su Majestad Amadeo non capisco niente, es cuando nos llegó el Estado centralizado, unitario según la terminología usada hasta el franquismo. Pero el Estado centralizado no está en nuestro ADN. No por casualidad el carlismo, que defiende esas leyes viejas combatidas por esa Constitución de 1812 que ellos consideraban, con razón, ideológicamente más francesa que española; no por casualidad, digo, esos defensores de la pureza de los fueros y las Cortes medievales que los Borbones dejaron de convocar, fueron también quienes sostuvieron, durante un siglo, las reivindicaciones territoriales.
España, decían aquellos carlistas de la primera hora del carlismo, se ha regido siempre por un rey, y unas Cortes. Si el rey quiere pasta, se la tiene que pedir a las Cortes. Qué es eso de un rey acochinado en Versalles, mandando sobre todos, inventándose impuestos que todo el mundo le habrá de pagar por su cara bonita. Y unos cojones. El rey pedirá a los territorios; y los territorios le darán, o no. Como ocurrió, cienes y cienes de veces, en un sentido o en otro, en las Cortes a las que acudieron los Reyes Católicos, y Felipe II, y sus herederos Austrias, a pedir pasta.
El liberalismo español, de inspiración francesa, era jacobino, central. Como, además, el carlismo, además de una posición ideológica, se convirtió, por tres veces, en una alternativa bélica, esto movió a los liberales a encastillarse en sus ideas y conservar la Constitución del 12 y sus principios como un insecto precámbrico en una piedra de ámbar transparente, fosilizados, inamovibles, innegociables. Mientras sus ideas de progreso iban abriendo las puertas al librepensamiento, la educación reglada, la libertad de expresión y los derechos del hombre, se las iban cerrando al federalismo natural de España.
El experimento hizo crisis en la I República española. Pero precisamente porque no había podido desarrollarse un liberalismo federalista, acomodado a los tiempos, evolucionario, la construcción del Estado federal acabó en manos de ideologías mucho menos fiables, cuando no directamente alejadas de la realidad. Porque don Francisco Pi i Margall, en realidad, no vivía en España, sino en un universo paralelo donde sus teorías del libre pacto, ante las cuales Rousseau aparece como un Hobbes cualquiera, se llevaban a cabo sin problemas. La realidad, sin embargo, fue terca, y construir la España Federal por implosión generó el merdé del cantonalismo, en el que provincias vecinas se declararon la guerra como si fuesen Serbia y Bosnia.
En el comienzo del siglo XX, todo el mundo medianamente inteligente parecía tener claro que el tema de los territorios de España se había enquistado hasta convertirse en un problema supurante, y que más temprano que tarde habría que sajarlo, doliese lo que doliese. Esto ya era así al final de la primera guerra mundial pero, pocos años después, la eclosión de una dictadura militar que durante siete años se portó los catalanes como la siguiente de la lista se portaría con los vascos, acabó por dejar bastante claras las cosas.
Pero esa dictadura se acabó. Y dejó paso a la gran, verdadera oportunidad que ha tenido España de resolver este problema: la II República.
¿Por qué la II República y no la Transición? Pues no por que fuese un régimen más democrático; que ésta, la verdad, es una afirmación más que discutible (la Transición, con todos sus defectos, redactó una Ley Antiterrorista; pero no una Ley de Defensa de la República, que es, de largo, muchísimo menos respetuosa con los derechos fundamentales); sino porque la República, al revés que la Transición, se tiznó rápìdamente de un espíritu de ahora sí; de oportunidad histórica para resolver las cuestiones, de solucionar de una vez por todas los temas que llevaban creciendo torcidos cien o doscientos años. La Transición, ya lo he dicho antes, tuvo otro espíritu; tuvo un espíritu de transacción de hacer lo que había que hacer para que nadie se pusiera de canto. Y, en ese espíritu, copió lo peor de la II República, por mucho que a corto plazo le pudiera ser rentable.
¿Cuáles fueron los posicionamientos básicos sobre la cuestión territorial cuando llegó la II República? Pues, lo primero de todo, y aquí está la raíz de la oportunidad perdida, lo que fueron es equívocos.
Si hay alguien que piensa que en la Transición se jugó al trile de engañar al contrario, debería repasarse la Historia de la II República. Antes de que esta surgiese, en puridad antes de que nadie, y nadie es nadie, pudiese avizorar la llegada de la República en el corto plazo, se produjo, en el verano de 1930, una reunión de casi todas las fuerzas republicanas: el Pacto de San Sebastián. Al pacto de San Sebastián no acudieron los nacionalistas vascos, que tenían un follón interno entre ellos de mil demonios entre tradicionalistas, peneuvistas y los progresistas de Acción Nacionalista Vasca y, además, por su perfil conservador recelaban de algunos, si no muchos, de los integrantes de la reunión. Sí fueron los catalanes, ampliamente representados; y también los nacionalistas gallegos, aunque representados por un político, Santiago Casares Quiroga, que en realidad estaba más interesado en tocar pelo en la gobernación de Madrid que en conseguir la autodeterminación gallega.
Quien piense que en el Pacto de San Sebastián se habló de igualdad, de derechos, de reforma agraria, de democracia, o algo así, que se lo vaya quitando de la cabeza. Es consenso prácticamente total de los participantes que escribieron sobre la reunión que en el encuentro de San Sebastián, hablar, hablar, lo que se dice hablar, se habló de un solo tema: Cataluña.
El nacionalismo catalán, especialmente el representado históricamente por Esquerra y algún otro grupo no muy lejano como el Estat Catalá, se caracteriza mucho por esta manera de hacer las cosas. Si un Armagedon está a punto de caer sobre la Tierra, se convoca una reunión en la Casa Blanca para discutir si se envía a Bruce Willis que le ponga un pepino en el subsuelo, y los nacionalistas catalanes son invitados, lo más probable es que contesten: o se habla del derecho a la autodeterminación de Cataluña, o no vamos. Así las cosas, si por la reunión de San Sebastián nos tenemos que regir, llegaremos a la conclusión de que el gran problema histórico que tenía España a las puertas de la República no era la desigualdad del campo, ni los derechos de la clase obrera, ni la alfabetización de las gentes, ni la regeneración de la vida pública, ni la revitalización de la economía, ni la igualdad de sexos, ni nuestra posición exterior, ni la educación, ni el bienestar colectivo; era el problema catalán. Y, probablemente, es que era así.
Algún día, si tenemos tiempo y ganas y oportunidad, hablaremos in extenso de esta reunión donostiarra, de quién fue y de quién no fue, de lo que se habló, todo eso. Pero baste, a los efectos de estas notas, con decir que se habló, fundamentalmente, de Cataluña. Pero que, como siempre que políticos de Madrid y de Barcelona hablan sobre este tema; sean dichos políticos demócratas, fascistas, de derechas, marxistas, anarcoides o ingenieros químicos; como siempre, digo, no se habló claro.
Sucintamente: los nacionalistas catalanes se marcharon de Donostia convencidos de que había una concertación republicana para hacer de España un Estado federal; mientras que los no nacionalistas o incluso frontalmente contrarios al nacionalismo, salieron de allí pensando que les habían vendido a los nengs una mula ciega; un autonomismo light disfrazado de pitufo federaloide.
Entendámonos: en San Sebastián quedó claro, que diría Jardiel Poncela, como el caldo de un asilo, que el pueblo catalán expresaría su voluntad en forma de un Estatuto creado en Cataluña y votado por los catalanes. Pero, al mismo tiempo, también quedó claro que las Cortes Constituyentes de Madrid entenderían de dicho Estatuto. Para unos, los catalanes, eso suponía el mero trámite de sancionar su voluntad; una especie de vise que el Parlamento de Madrid colocaría al pie del texto que se le presentase desde Barcelona. Para otros, los de Madrid, suponía retener para el Parlamento nacional la potestad de mantener y de quitar del texto que llegase de Barcelona lo que les diese la gana.
¿Lo estás pensando? Deberías, sí: exactamente la misma confusión que en el famoso «Pasqual, aprobaré en el Parlamento el Estatuto que venga de Cataluña». Maragall se levantó a apaludir como fan poseso convencido de que eso quería decir lo que quería decir. Y Zapatero se lo tomó como una promesa electoral más. Una de ésas que cumples a tu manera o, qué coño, la incumples si hace falta. José Luis Rodríguez Zapatero es, a su manera, todo un republicano; y no, precisamente, en el mejor sentido de la palabra.
La República nació, todo el mundo lo sabe, con ese espíritu fraternal y, como decía, un poso filosófico-político dispuesto a resolver de una vez los problemas estructurales de España, de cuya permanencia se responsabilizaba a la Restauración. La República, en esto, fue como ese joven padre que se dice que él no va a cometer con su hijo los errores que cometió su padre con él; historia que termina, no pocas veces, como termina.
Además, hay que tener en cuenta que un coronel retirado, Françesc Maciá, comenzó a cargarse este ambiente positivo con el gesto de declarar la República catalana. Cuando Macía y Companys se hacen cargo, por el artículo 33, del Ayuntamiento y la Diputación, lo hacen, así lo afirmó el primero de ellos en su proclama, «en nombre de Cataluña»; y, horas después, proclaman «el Estado catalán bajo el régimen de una república catalana», invitando a «los otros pueblos de España» a constituir una confederación.
Françesc Maciá pudo cargarse allí mismo, en sus primeras horas, la República. Tuvo suerte de que elementos importantísimos del mando militar español, como el director general de la Guardia Civil (un tal Sanjurjo) habían decidido ya ponerse a disposición del nuevo orden. De haber existido el día 14 de abril un núcleo duro de militares monárquicos dispuestos a dar la batalla, podrían haber intentado arrastrar al Ejército entero con el argumento de que la decisión de Barcelona era contraria a la unidad de España (que lo era); y, consecuentemente, no sé si haber revertido la situación. Pero hostias, las habría habido, y hoy no estaríamos hablando del proceso tan natural del 14 de abril. El segundo problema creado por este gesto es que condicionó, obviamente, todo el debate sobre la forma de Estado. Dicho en plata: los políticos de izquierda burguesa, el mundo Azaña podríamos decir, que en otras circunstancias habría querido creer que el nacionalismo catalán pretendía tan sólo un Estatuto, ahora sabían que la pretensión de Maciá, pronto de Companys, no era crear ningún esquema basado en la existencia superior de una nación española. El corolario de ello es que le cogieron miedo al Estado Federal y, aunque siguieron apoyándolo de palabra, de obra y de omisión pasaron de él como de deglutir deyecciones.
El primer proyecto de Constitución de la República lo elaboró una Comisión Jurídica (hoy lo llamamos Comisión de Codificación, que ya era el nombre que tenía el órgano antes de la República) que entregó un proyecto con un montón de votos particulares que defendían con bastante convicción que la República conformase España como un Estado federal. Pero en la ponencia constitucional, presidida por el socialista Jiménez de Asúa, la cosa ya comenzó a ponerse de canto. Al final del proceso, el Estado Federal fue defendido en las Cortes tan sólo por los grupos nacionalistas (Esquerra, Lliga, Unió Socialista de Catalunya, Acció Catalana, Federación Republicana Gallega, Vasco-Navarros por el Estatuto) y el viejo Partido Federal de ideología pimargalliana y sus exiguos 13 diputados. Fuera de Cataluña, País Vasco y Galicia, pues, el federalismo tenía menos apoyos que la defensa del Estado centralista que, realizada en solitario por los agrarios y algunos independientes de derechas, contó con 26 votos, que se consideraron, en la época, casposa calderilla parlamentaria. Y, sin embargo, como digo, era exactamente el doble de lo que el federalismo captó fuera de las comunidades históricas.
El grueso de aquellas Cortes constituyentes, por razones muy diversas, y por un total de 237 diputados seguros más otros fluctuantes, se lo ganó una teoría que había sido alumbrada por los nacionalistas gallegos: el llamado, entonces, Estado integral, y que hoy llamamos Estado de las autonomías. Un modelo basado en:
1) Derecho de autogobierno, según algunos para las comunidades históricas, según otros para todo quisqui.
2) Artículo en la Constitución que delimita las competencias exclusivas del Estado central, las quiera o no la región (entre ellos, la Hacienda Pública).
3) Proceso de definición de las competencias a ejercer por la autonomía propuesto por la región, pero aprobado por el Parlamento de Madrid.
Este esquema, ya lo he dicho, fue una transacción inventada por diputados que un año antes eran federalistas, cuando menos de boquilla, a causa, sobre todo, de la situación creada por Cataluña con su decisión unilateral de declararse un Estado propio, por mucho que después la revirtiese; y, tampoco hay que olvidarlo, los enormes recelos de los políticos republicanos hacia la autonomía vasca, por el corte radicalmente conservador de sus más que probables gobernantes. Porque suena hoy un tanto extraño, pero lo cierto es que aquel PNV de 1931 tenía una reivindicación de autogobierno fundamental: poder negociar un Concordato propio con el Vaticano.
Por el camino hacia el Estado integral se coló una idea que en la República no pudo llevar a cabo por falta de tiempo, pero que estaba destinada a vivir una larga vida décadas atrás. La expresó uno de los políticos menos políticos de aquel Parlamento, el diputado por la Agrupación para el Servicio de la República José Ortega y Gasset, de profesión filósofo. Ortega se subió a la tribuna para expresar la posición de su grupo sobre el proyecto de redactado constitucional sobre la forma de Estado y dijo que, en lógica, lo que todo el mundo consideraba era una regulación para que Cataluña, País Vasco, Navarra y Galicia gozasen de estatus diferentes coherentes con sus tradiciones fueristas o su voluntad de autogobierno, debía de llegar a todos. A todo aquel que lo quisiera. A toda región que se considerase con derecho a ello, y voluntad para arrostrarlo. Aquella idea fue tan mal recibida en aquellas Cortes que, en puridad, sólo recibió un apoyo definido; el del diputado republicano gallego Ramón Tenreiro. Sin embargo, cuarenta años después, pasada la larga noche de piedra del franquismo, fue la opción elegida. Es cierto que se diseñaron dos velocidades constitucionales para las autonomías; pero hasta el más lerdo de los diputados constituyentes de la Transición tenía que darse cuenta de que pasado el tiempo, o sea ahora, esa diferencia sería irrelevante.
Esta opción, lo hemos dicho, no tuvo demasiados adeptos en la República, y esto es así porque la concepción en aquellos tiempos del problema territorial español era mucho más precisa. Se trataba de resolver el problema de quien, por Historia, lengua o tradición, quería gobernarse; entendiéndose que todos los demás se colmaban siendo gobernados desde el Estado central. En el momento en que se plantea un Estado en el que todas las regiones son autónomas, es necesario plantear el problema de la solidaridad entre ellos, que es lo que ha hecho petar el actual estado de cosas; porque el que paga se cansa de ver que, un año detrás de otro, el que cobra siga pasando el recibo al cobro.
Aun y a pesar de ser, ya lo he dicho, más precisa la percepción del problema en aquellos tiempos, no por ello dejó de descarrilar. El sistema autonómico o «Estado integral» se construyó a base de podar notablemente el Estatuto venido de Barcelona; algo que los catalanes entendían se les había garantizado que no se haría. A partir de ahí, que aflorase el conflicto de la Ley de Cultivos era sólo cuestión de tiempo. Por lo demás, que Barcelona plantease de nuevo, en 1934, su rebelión respecto del Estado central, mediante un auténtico golpe de Estado independentista, se podría haber evitado; hubiera bastado con que al frente de la Generalitat estuviese alguien con miras más largas que Lluis Companys, hecho éste que no era nada difícil, la verdad. Companys era tan buena persona como político mediocre.
Finalmente, Madrid conservó la llave de la caja (elemento fundamental del federalismo es que no sea así) porque los pilotos políticos de la República, Azaña fundamentalmente, perdieron muy pronto la confianza en los catalanes, comenzaron a acordarse en sus diarios de la famosa frase de Espartero de que Barcelona hay que bombardearla cada cincuenta años, y buscaron vías de transacción para conservar todos los resortes del poder en manos de lo que ellos consideraban la República, esto es: Madrid. Cataluña, por su parte, acumulando en apenas tres años dos actos de descarada deslealtad institucional (que, en muchos países del mundo, habrían supuesto perder toda ilusión de ser autónoma durante por lo menos un siglo, cuando no for good), se convirtió en lo territorial en lo que las izquierdas republicanas fueron en lo social: un ente cagaprisas que, precisamente por su apresuramiento en hacer en meses lo que no se había hecho en cien años, acabó provocando que el régimen tomase un exceso de velocidad para la vía, y descarrilase en la primera curva cerrada.
La Transición no podía parecerse a ese proceso. Mal que le pese a los líderes históricos de los partidos sobre todo de izquierdas, la Transición no llegó porque el general Franco se fuese a Barajas y tomase un avión para exiliarse como, salvando las distancias tecnológicas, hizo Alfonso XIII en 1931. La Transición llegó después de que Franco se muriese en la cama, asegurando que lo que dejaba lo había diseñado él. A partir de ahí, la obsesión de los pilotos del proceso es que nadie encontrase razones para extrañarse del proceso afirmando que no era eso a lo que había venido. La solución tenía que ser café para todos y alguien, en el momento oportuno, se acordó de aquel viejo discurso de Ortega... La República, en cambio, había echado a su antecesor, y tenía un cheque en blanco, firmado por la sociedad española en la puerta del Sol, ante el ayuntamiento de Eibar, en todas las esquinas de España, para resolver las cosas de una vez. Se encontró, sin embargo, con el problema de que aquellos políticos, por mucho que tanta gente los tenga en una nube, hicieron empalidecer a los actuales en lo que a mezquindad, cortedad de miras y demagogia se refiere. En 1931, en un momento en el que España habría aceptado su conversión en Estado Federal sin más resistencias que las de un pequeño grupo parlamentario formado por diputados castellanos apenas unidos por su fe católica y sus ideas conservadoras en lo social, prefirieron, unos, en Madrid, jugar al equívoco; y otros, en Barcelona, a la deslealtad. Menos mal que eso es el pasado, y hoy esas cosas ya no pasan, ¿verdad?
El Pokemon de la Transición ha evolucionado con los años y se ha convertido en un ser fofo, problemático y cascarrabias. Bueno, la verdad es que los nacionalismos siempre han sido cascarrabias; abuela cabreada de España le llamaba al País Vasco Claudio Sánchez Albornoz. La solución que parece que se busca es ahondar en la asimetría del Estado de las autonomías; o sea, coger lo peor de éste, y lo peor del esquema federal. Bull's eye. El enquistamiento que se producirá acabará por producir, en realidad ya lo está produciendo, un efecto muy español, y es que la deriva federal no llegue como llegan las cosas, esto es tras discusiones, valoraciones y cross-checking; sino de la mano de demagogos ignorantes, que no saben de lo que están hablando y ponen en el Estado Federal la ilusión de que lo va a solucionar todo de una forma natural. Lo que se dice plantar, de nuevo, las semillas del fracaso.
Si uno coge hoy a una decena de políticos de primerísima fila, los encierra en la habitación de un hotel, y les conmina a discutir el principal problema estructural de España, las probabilidades son altísimas de que se pongan de acuerdo en hablar de una cosa: Cataluña. Exactamente igual que hace 83 años.
Lo que se dice un movimiento lampedusiano.
A mí me compete, en este blog, hablar más del pasado que del presente. Aunque, en realidad, creo que las reflexiones de este día, en realidad, tienen mucho que ver con el pasado. De alguna manera, lo que vivimos ahora es una situación enquistada. El resultado de muchos años de construcción de una desconfianza común. En términos históricos, deberíamos pensar que estamos en una situación nada negativa. Cataluña, hoy, está gobernada principalmente por unos políticos que, en teoría, debieran sentirse más herederos de la Lliga Regionalista de Françesc Cambó que de la Esquerra Republicana de Lluis Companys, aunque sólo sea porque ésta sigue vivita y coleando. Cambó, en su día, reacciónó ante el gesto de Françesc Maciá de proclamar la república catalana, en abril del 31, dedicándole los peores epítetos. El nacionalismo catalán de corte conservador ha sido tan cañero como el que más (en 1916 dio la espantada y se marchó del Parlamento de Madrid), pero siempre ha, o había, tenido una idea de España. Así pues, teóricamente, que Cataluña la gobiernen partidos burgueses conservadores en lo social debería ser buen síntoma para España. Pero no lo es.
¿Por qué no lo es? Pues, en mi opinión, no lo es porque el montaje actual del Estado, generado en la Transición, no tenía el objetivo de solucionar el problema territorial, sino de tirar para delante con la democracia. Son cosas distintas. Distintas, sobre todo, de la otra gran oportunidad en la que se planteó este problema, que fue la II República. El momento en el que se perdió la gran ocasión histórica de articular, definitivamente, el Estado español. Una vez más, por la torpeza de tirios, troyanos, rabassaires y castellets.
Lo diré, así, para empezar, y así dejar las cosas claras: España, como proyecto, siempre ha propendido al federalismo. El foralismo, que hoy conservan los vascos y los navarros pero del que se beneficiaron otros muchos territorios de España frente a sus monarcas durante mucho tiempo, no es sino una forma imperfecta, apresurada, anticuada y socialmente discutible, de federalismo. Si tan antigua es la nación española como sostienen sus hagiógrafos, échese la cuenta de todos los años durante los cuales fue nación e imperio antes de que nos debilitásemos y cayésemos en manos del imperialismo francés, que nos trajo un rey que no hablaba español (pero, vaya, que el Archiduque de Austria tampoco hablaba catalán, que se diga...) y que nos impuso un modelo de Estado que no era el nuestro. Con los monarcas franceses, que no han dejado de dirigir nuestra Casa Real salvo en el interludio, más chusco que otra cosa, de Su Majestad Amadeo non capisco niente, es cuando nos llegó el Estado centralizado, unitario según la terminología usada hasta el franquismo. Pero el Estado centralizado no está en nuestro ADN. No por casualidad el carlismo, que defiende esas leyes viejas combatidas por esa Constitución de 1812 que ellos consideraban, con razón, ideológicamente más francesa que española; no por casualidad, digo, esos defensores de la pureza de los fueros y las Cortes medievales que los Borbones dejaron de convocar, fueron también quienes sostuvieron, durante un siglo, las reivindicaciones territoriales.
España, decían aquellos carlistas de la primera hora del carlismo, se ha regido siempre por un rey, y unas Cortes. Si el rey quiere pasta, se la tiene que pedir a las Cortes. Qué es eso de un rey acochinado en Versalles, mandando sobre todos, inventándose impuestos que todo el mundo le habrá de pagar por su cara bonita. Y unos cojones. El rey pedirá a los territorios; y los territorios le darán, o no. Como ocurrió, cienes y cienes de veces, en un sentido o en otro, en las Cortes a las que acudieron los Reyes Católicos, y Felipe II, y sus herederos Austrias, a pedir pasta.
El liberalismo español, de inspiración francesa, era jacobino, central. Como, además, el carlismo, además de una posición ideológica, se convirtió, por tres veces, en una alternativa bélica, esto movió a los liberales a encastillarse en sus ideas y conservar la Constitución del 12 y sus principios como un insecto precámbrico en una piedra de ámbar transparente, fosilizados, inamovibles, innegociables. Mientras sus ideas de progreso iban abriendo las puertas al librepensamiento, la educación reglada, la libertad de expresión y los derechos del hombre, se las iban cerrando al federalismo natural de España.
El experimento hizo crisis en la I República española. Pero precisamente porque no había podido desarrollarse un liberalismo federalista, acomodado a los tiempos, evolucionario, la construcción del Estado federal acabó en manos de ideologías mucho menos fiables, cuando no directamente alejadas de la realidad. Porque don Francisco Pi i Margall, en realidad, no vivía en España, sino en un universo paralelo donde sus teorías del libre pacto, ante las cuales Rousseau aparece como un Hobbes cualquiera, se llevaban a cabo sin problemas. La realidad, sin embargo, fue terca, y construir la España Federal por implosión generó el merdé del cantonalismo, en el que provincias vecinas se declararon la guerra como si fuesen Serbia y Bosnia.
En el comienzo del siglo XX, todo el mundo medianamente inteligente parecía tener claro que el tema de los territorios de España se había enquistado hasta convertirse en un problema supurante, y que más temprano que tarde habría que sajarlo, doliese lo que doliese. Esto ya era así al final de la primera guerra mundial pero, pocos años después, la eclosión de una dictadura militar que durante siete años se portó los catalanes como la siguiente de la lista se portaría con los vascos, acabó por dejar bastante claras las cosas.
Pero esa dictadura se acabó. Y dejó paso a la gran, verdadera oportunidad que ha tenido España de resolver este problema: la II República.
¿Por qué la II República y no la Transición? Pues no por que fuese un régimen más democrático; que ésta, la verdad, es una afirmación más que discutible (la Transición, con todos sus defectos, redactó una Ley Antiterrorista; pero no una Ley de Defensa de la República, que es, de largo, muchísimo menos respetuosa con los derechos fundamentales); sino porque la República, al revés que la Transición, se tiznó rápìdamente de un espíritu de ahora sí; de oportunidad histórica para resolver las cuestiones, de solucionar de una vez por todas los temas que llevaban creciendo torcidos cien o doscientos años. La Transición, ya lo he dicho antes, tuvo otro espíritu; tuvo un espíritu de transacción de hacer lo que había que hacer para que nadie se pusiera de canto. Y, en ese espíritu, copió lo peor de la II República, por mucho que a corto plazo le pudiera ser rentable.
¿Cuáles fueron los posicionamientos básicos sobre la cuestión territorial cuando llegó la II República? Pues, lo primero de todo, y aquí está la raíz de la oportunidad perdida, lo que fueron es equívocos.
Si hay alguien que piensa que en la Transición se jugó al trile de engañar al contrario, debería repasarse la Historia de la II República. Antes de que esta surgiese, en puridad antes de que nadie, y nadie es nadie, pudiese avizorar la llegada de la República en el corto plazo, se produjo, en el verano de 1930, una reunión de casi todas las fuerzas republicanas: el Pacto de San Sebastián. Al pacto de San Sebastián no acudieron los nacionalistas vascos, que tenían un follón interno entre ellos de mil demonios entre tradicionalistas, peneuvistas y los progresistas de Acción Nacionalista Vasca y, además, por su perfil conservador recelaban de algunos, si no muchos, de los integrantes de la reunión. Sí fueron los catalanes, ampliamente representados; y también los nacionalistas gallegos, aunque representados por un político, Santiago Casares Quiroga, que en realidad estaba más interesado en tocar pelo en la gobernación de Madrid que en conseguir la autodeterminación gallega.
Quien piense que en el Pacto de San Sebastián se habló de igualdad, de derechos, de reforma agraria, de democracia, o algo así, que se lo vaya quitando de la cabeza. Es consenso prácticamente total de los participantes que escribieron sobre la reunión que en el encuentro de San Sebastián, hablar, hablar, lo que se dice hablar, se habló de un solo tema: Cataluña.
El nacionalismo catalán, especialmente el representado históricamente por Esquerra y algún otro grupo no muy lejano como el Estat Catalá, se caracteriza mucho por esta manera de hacer las cosas. Si un Armagedon está a punto de caer sobre la Tierra, se convoca una reunión en la Casa Blanca para discutir si se envía a Bruce Willis que le ponga un pepino en el subsuelo, y los nacionalistas catalanes son invitados, lo más probable es que contesten: o se habla del derecho a la autodeterminación de Cataluña, o no vamos. Así las cosas, si por la reunión de San Sebastián nos tenemos que regir, llegaremos a la conclusión de que el gran problema histórico que tenía España a las puertas de la República no era la desigualdad del campo, ni los derechos de la clase obrera, ni la alfabetización de las gentes, ni la regeneración de la vida pública, ni la revitalización de la economía, ni la igualdad de sexos, ni nuestra posición exterior, ni la educación, ni el bienestar colectivo; era el problema catalán. Y, probablemente, es que era así.
Algún día, si tenemos tiempo y ganas y oportunidad, hablaremos in extenso de esta reunión donostiarra, de quién fue y de quién no fue, de lo que se habló, todo eso. Pero baste, a los efectos de estas notas, con decir que se habló, fundamentalmente, de Cataluña. Pero que, como siempre que políticos de Madrid y de Barcelona hablan sobre este tema; sean dichos políticos demócratas, fascistas, de derechas, marxistas, anarcoides o ingenieros químicos; como siempre, digo, no se habló claro.
Sucintamente: los nacionalistas catalanes se marcharon de Donostia convencidos de que había una concertación republicana para hacer de España un Estado federal; mientras que los no nacionalistas o incluso frontalmente contrarios al nacionalismo, salieron de allí pensando que les habían vendido a los nengs una mula ciega; un autonomismo light disfrazado de pitufo federaloide.
Entendámonos: en San Sebastián quedó claro, que diría Jardiel Poncela, como el caldo de un asilo, que el pueblo catalán expresaría su voluntad en forma de un Estatuto creado en Cataluña y votado por los catalanes. Pero, al mismo tiempo, también quedó claro que las Cortes Constituyentes de Madrid entenderían de dicho Estatuto. Para unos, los catalanes, eso suponía el mero trámite de sancionar su voluntad; una especie de vise que el Parlamento de Madrid colocaría al pie del texto que se le presentase desde Barcelona. Para otros, los de Madrid, suponía retener para el Parlamento nacional la potestad de mantener y de quitar del texto que llegase de Barcelona lo que les diese la gana.
¿Lo estás pensando? Deberías, sí: exactamente la misma confusión que en el famoso «Pasqual, aprobaré en el Parlamento el Estatuto que venga de Cataluña». Maragall se levantó a apaludir como fan poseso convencido de que eso quería decir lo que quería decir. Y Zapatero se lo tomó como una promesa electoral más. Una de ésas que cumples a tu manera o, qué coño, la incumples si hace falta. José Luis Rodríguez Zapatero es, a su manera, todo un republicano; y no, precisamente, en el mejor sentido de la palabra.
La República nació, todo el mundo lo sabe, con ese espíritu fraternal y, como decía, un poso filosófico-político dispuesto a resolver de una vez los problemas estructurales de España, de cuya permanencia se responsabilizaba a la Restauración. La República, en esto, fue como ese joven padre que se dice que él no va a cometer con su hijo los errores que cometió su padre con él; historia que termina, no pocas veces, como termina.
Además, hay que tener en cuenta que un coronel retirado, Françesc Maciá, comenzó a cargarse este ambiente positivo con el gesto de declarar la República catalana. Cuando Macía y Companys se hacen cargo, por el artículo 33, del Ayuntamiento y la Diputación, lo hacen, así lo afirmó el primero de ellos en su proclama, «en nombre de Cataluña»; y, horas después, proclaman «el Estado catalán bajo el régimen de una república catalana», invitando a «los otros pueblos de España» a constituir una confederación.
Françesc Maciá pudo cargarse allí mismo, en sus primeras horas, la República. Tuvo suerte de que elementos importantísimos del mando militar español, como el director general de la Guardia Civil (un tal Sanjurjo) habían decidido ya ponerse a disposición del nuevo orden. De haber existido el día 14 de abril un núcleo duro de militares monárquicos dispuestos a dar la batalla, podrían haber intentado arrastrar al Ejército entero con el argumento de que la decisión de Barcelona era contraria a la unidad de España (que lo era); y, consecuentemente, no sé si haber revertido la situación. Pero hostias, las habría habido, y hoy no estaríamos hablando del proceso tan natural del 14 de abril. El segundo problema creado por este gesto es que condicionó, obviamente, todo el debate sobre la forma de Estado. Dicho en plata: los políticos de izquierda burguesa, el mundo Azaña podríamos decir, que en otras circunstancias habría querido creer que el nacionalismo catalán pretendía tan sólo un Estatuto, ahora sabían que la pretensión de Maciá, pronto de Companys, no era crear ningún esquema basado en la existencia superior de una nación española. El corolario de ello es que le cogieron miedo al Estado Federal y, aunque siguieron apoyándolo de palabra, de obra y de omisión pasaron de él como de deglutir deyecciones.
El primer proyecto de Constitución de la República lo elaboró una Comisión Jurídica (hoy lo llamamos Comisión de Codificación, que ya era el nombre que tenía el órgano antes de la República) que entregó un proyecto con un montón de votos particulares que defendían con bastante convicción que la República conformase España como un Estado federal. Pero en la ponencia constitucional, presidida por el socialista Jiménez de Asúa, la cosa ya comenzó a ponerse de canto. Al final del proceso, el Estado Federal fue defendido en las Cortes tan sólo por los grupos nacionalistas (Esquerra, Lliga, Unió Socialista de Catalunya, Acció Catalana, Federación Republicana Gallega, Vasco-Navarros por el Estatuto) y el viejo Partido Federal de ideología pimargalliana y sus exiguos 13 diputados. Fuera de Cataluña, País Vasco y Galicia, pues, el federalismo tenía menos apoyos que la defensa del Estado centralista que, realizada en solitario por los agrarios y algunos independientes de derechas, contó con 26 votos, que se consideraron, en la época, casposa calderilla parlamentaria. Y, sin embargo, como digo, era exactamente el doble de lo que el federalismo captó fuera de las comunidades históricas.
El grueso de aquellas Cortes constituyentes, por razones muy diversas, y por un total de 237 diputados seguros más otros fluctuantes, se lo ganó una teoría que había sido alumbrada por los nacionalistas gallegos: el llamado, entonces, Estado integral, y que hoy llamamos Estado de las autonomías. Un modelo basado en:
1) Derecho de autogobierno, según algunos para las comunidades históricas, según otros para todo quisqui.
2) Artículo en la Constitución que delimita las competencias exclusivas del Estado central, las quiera o no la región (entre ellos, la Hacienda Pública).
3) Proceso de definición de las competencias a ejercer por la autonomía propuesto por la región, pero aprobado por el Parlamento de Madrid.
Este esquema, ya lo he dicho, fue una transacción inventada por diputados que un año antes eran federalistas, cuando menos de boquilla, a causa, sobre todo, de la situación creada por Cataluña con su decisión unilateral de declararse un Estado propio, por mucho que después la revirtiese; y, tampoco hay que olvidarlo, los enormes recelos de los políticos republicanos hacia la autonomía vasca, por el corte radicalmente conservador de sus más que probables gobernantes. Porque suena hoy un tanto extraño, pero lo cierto es que aquel PNV de 1931 tenía una reivindicación de autogobierno fundamental: poder negociar un Concordato propio con el Vaticano.
Por el camino hacia el Estado integral se coló una idea que en la República no pudo llevar a cabo por falta de tiempo, pero que estaba destinada a vivir una larga vida décadas atrás. La expresó uno de los políticos menos políticos de aquel Parlamento, el diputado por la Agrupación para el Servicio de la República José Ortega y Gasset, de profesión filósofo. Ortega se subió a la tribuna para expresar la posición de su grupo sobre el proyecto de redactado constitucional sobre la forma de Estado y dijo que, en lógica, lo que todo el mundo consideraba era una regulación para que Cataluña, País Vasco, Navarra y Galicia gozasen de estatus diferentes coherentes con sus tradiciones fueristas o su voluntad de autogobierno, debía de llegar a todos. A todo aquel que lo quisiera. A toda región que se considerase con derecho a ello, y voluntad para arrostrarlo. Aquella idea fue tan mal recibida en aquellas Cortes que, en puridad, sólo recibió un apoyo definido; el del diputado republicano gallego Ramón Tenreiro. Sin embargo, cuarenta años después, pasada la larga noche de piedra del franquismo, fue la opción elegida. Es cierto que se diseñaron dos velocidades constitucionales para las autonomías; pero hasta el más lerdo de los diputados constituyentes de la Transición tenía que darse cuenta de que pasado el tiempo, o sea ahora, esa diferencia sería irrelevante.
Esta opción, lo hemos dicho, no tuvo demasiados adeptos en la República, y esto es así porque la concepción en aquellos tiempos del problema territorial español era mucho más precisa. Se trataba de resolver el problema de quien, por Historia, lengua o tradición, quería gobernarse; entendiéndose que todos los demás se colmaban siendo gobernados desde el Estado central. En el momento en que se plantea un Estado en el que todas las regiones son autónomas, es necesario plantear el problema de la solidaridad entre ellos, que es lo que ha hecho petar el actual estado de cosas; porque el que paga se cansa de ver que, un año detrás de otro, el que cobra siga pasando el recibo al cobro.
Aun y a pesar de ser, ya lo he dicho, más precisa la percepción del problema en aquellos tiempos, no por ello dejó de descarrilar. El sistema autonómico o «Estado integral» se construyó a base de podar notablemente el Estatuto venido de Barcelona; algo que los catalanes entendían se les había garantizado que no se haría. A partir de ahí, que aflorase el conflicto de la Ley de Cultivos era sólo cuestión de tiempo. Por lo demás, que Barcelona plantease de nuevo, en 1934, su rebelión respecto del Estado central, mediante un auténtico golpe de Estado independentista, se podría haber evitado; hubiera bastado con que al frente de la Generalitat estuviese alguien con miras más largas que Lluis Companys, hecho éste que no era nada difícil, la verdad. Companys era tan buena persona como político mediocre.
Finalmente, Madrid conservó la llave de la caja (elemento fundamental del federalismo es que no sea así) porque los pilotos políticos de la República, Azaña fundamentalmente, perdieron muy pronto la confianza en los catalanes, comenzaron a acordarse en sus diarios de la famosa frase de Espartero de que Barcelona hay que bombardearla cada cincuenta años, y buscaron vías de transacción para conservar todos los resortes del poder en manos de lo que ellos consideraban la República, esto es: Madrid. Cataluña, por su parte, acumulando en apenas tres años dos actos de descarada deslealtad institucional (que, en muchos países del mundo, habrían supuesto perder toda ilusión de ser autónoma durante por lo menos un siglo, cuando no for good), se convirtió en lo territorial en lo que las izquierdas republicanas fueron en lo social: un ente cagaprisas que, precisamente por su apresuramiento en hacer en meses lo que no se había hecho en cien años, acabó provocando que el régimen tomase un exceso de velocidad para la vía, y descarrilase en la primera curva cerrada.
La Transición no podía parecerse a ese proceso. Mal que le pese a los líderes históricos de los partidos sobre todo de izquierdas, la Transición no llegó porque el general Franco se fuese a Barajas y tomase un avión para exiliarse como, salvando las distancias tecnológicas, hizo Alfonso XIII en 1931. La Transición llegó después de que Franco se muriese en la cama, asegurando que lo que dejaba lo había diseñado él. A partir de ahí, la obsesión de los pilotos del proceso es que nadie encontrase razones para extrañarse del proceso afirmando que no era eso a lo que había venido. La solución tenía que ser café para todos y alguien, en el momento oportuno, se acordó de aquel viejo discurso de Ortega... La República, en cambio, había echado a su antecesor, y tenía un cheque en blanco, firmado por la sociedad española en la puerta del Sol, ante el ayuntamiento de Eibar, en todas las esquinas de España, para resolver las cosas de una vez. Se encontró, sin embargo, con el problema de que aquellos políticos, por mucho que tanta gente los tenga en una nube, hicieron empalidecer a los actuales en lo que a mezquindad, cortedad de miras y demagogia se refiere. En 1931, en un momento en el que España habría aceptado su conversión en Estado Federal sin más resistencias que las de un pequeño grupo parlamentario formado por diputados castellanos apenas unidos por su fe católica y sus ideas conservadoras en lo social, prefirieron, unos, en Madrid, jugar al equívoco; y otros, en Barcelona, a la deslealtad. Menos mal que eso es el pasado, y hoy esas cosas ya no pasan, ¿verdad?
El Pokemon de la Transición ha evolucionado con los años y se ha convertido en un ser fofo, problemático y cascarrabias. Bueno, la verdad es que los nacionalismos siempre han sido cascarrabias; abuela cabreada de España le llamaba al País Vasco Claudio Sánchez Albornoz. La solución que parece que se busca es ahondar en la asimetría del Estado de las autonomías; o sea, coger lo peor de éste, y lo peor del esquema federal. Bull's eye. El enquistamiento que se producirá acabará por producir, en realidad ya lo está produciendo, un efecto muy español, y es que la deriva federal no llegue como llegan las cosas, esto es tras discusiones, valoraciones y cross-checking; sino de la mano de demagogos ignorantes, que no saben de lo que están hablando y ponen en el Estado Federal la ilusión de que lo va a solucionar todo de una forma natural. Lo que se dice plantar, de nuevo, las semillas del fracaso.
Si uno coge hoy a una decena de políticos de primerísima fila, los encierra en la habitación de un hotel, y les conmina a discutir el principal problema estructural de España, las probabilidades son altísimas de que se pongan de acuerdo en hablar de una cosa: Cataluña. Exactamente igual que hace 83 años.
Lo que se dice un movimiento lampedusiano.
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