lunes, octubre 24, 2022

La hoja roja bolchevique (1): El chavalote que construyó la Peineta de Novoselovo)

El chavalote que construyó la Peineta de Novoselovo
Un fracaso detrás de otro
El periplo moldavo
Bajo el ala de Nikita Kruschev
El aguililla de la propaganda
Ascendiendo, pero poco
A la sombra del político en flor
Cómo cayó Kruschev (1)
Cómo cayó Kruschev (2)
Cómo cayó Kruschev (3)
Cómo cayó Kruschev (4)
En el poder, pero menos
El regreso de la guerra
La victoria sobre Kosigyn, Podgorny y Shelepin
Spud Webb, primer reboteador de la Liga
El Partido se hace científico
El simplificador
Diez negritos soviéticos
Konstantin comienza a salir solo en las fotos
La invención de un reformista
El culto a la personalidad
Orchestal manoeuvres in the dark
Cómo Andropov le birló su lugar en la Historia a Chernenko
La continuidad discontinua
El campeón de los jetas
Dos zorras y un solo gallinero
El sudoku sucesorio
El gobierno del cochero
Chuky, el muñeco comunista
Braceando para no ahogarse
¿Quién manda en la política exterior soviética?
El caso Bitov
Gorvachev versus Romanov 




La hoja roja es una deliciosa novela corta, o relato largo, de Miguel Delibes. El nombre de la misma proviene de la costumbre que había en algunos librillos de papel de fumar, que incluían una hoja roja para indicar que el librillo estaba ya en sus últimas unidades. La hoja roja, en la novela de Delibes, simboliza el principio del fin de la vida, en el momento de la jubilación de don Eloy, el protagonista.

He titulado a esta serie La hoja roja bolchevique porque es una serie dedicada a la vida (mucha) y milagros (pocos) de Konstantin Chernenko. La última hoja roja de la URSS porque fue el último secretario general del Partido Comunista que verdaderamente lo fue en términos soviéticos (luego llegó Gorvachev, a quien, la verdad, no le quedó otra que implosionarlo); y porque, la verdad, fue rojo hasta el final.

De Chernenko se escribe poco y su tiempo en la Secretaría General del PCUS suele resolverse con unas pocas líneas. Bueno, mi intención es escribir alguna más. Como siempre, las personas quintaesencian sus momentos, y contar la historia de Chernenko, que empieza en los años treinta y termina a mediados de los ochenta, es contar, un poco, la Historia de la URSS. Volveremos sobre temas que ya hemos contado, fundamentalmente el tiempo de Leónidas Breznev, el gran mentor de Chernenko. Pero, bueno, si algún día me decido a escribir la bio de Stalin, tendremos que volver, asimismo, sobre cosas que vamos a escribir hoy.

En fin, espero no aburrirte en exceso.

En el año 1929, un joven comunista de 18 años recibió el nombramiento de jefe del Departamento de Agitación y Propaganda del Komsomol (organización juvenil comunista) de la villa de Novoselovo, una pequeña ciudad de, entonces, 14.000 habitantes, que debe de pertenecer a la Siberia vaciada porque hoy parece tener incluso menos de la mitad. Siendo un lugar tan pequeño, el Komsomol apenas tenía 800 miembros. Aquel nombramiento era uno de tantos de los centenares de miles, millones incluso, de pequeños burócratas del Partido, la inmensa mayoría de los cuales nunca llegarían a gran cosa. Pero éste, no. El flamante jefe de Agitprop del Komsomol de Novoselovo llegaría a ser secretario general del Partido y gobernante de la URSS. Kostantin Ustinovitch Chernenko, de hecho, estaba llamado a ser el último mohicano del viejo Partido Bolchevique fundado por Vladimiro Lenin, la hoja roja bolchevique que, con su crepúsculo, vendría a anunciar, también, el de la propia URSS.

En su puesto, el joven Chernenko se responsabilizó de hacer una primera comprobación sobre la vida de los funcionarios públicos (proveer información; si había que actuar, eso ya lo haría la GPU, antecesora del KGB) y de crear la llamada “caballería ligera” del Komsomol: patotas de jovencitos cuya función era encontrar conspiradores y saboteadores en fábricas y explotaciones agrarias, señalándolos como perros pointer para que luego la policía secreta hiciese su magia. Chernenko, al parecer, incluso se presentaba voluntario para tareas o comprobaciones que no le correspondían. Era un auténtico bolche-membrillo, pues.

Konstantin Chernenko sólo tenía un hobby: el Partido Comunista de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. Que se sepa, nunca leyó gran cosa, la música no le gustaba, y tampoco le gustaba pasear por el campo ni los deportes ni tampoco las lumis. Lo suyo, pues, era trabajar y escalar en el Partido; algo en lo que, hemos de reconocerlo, acabó teniendo su recompensa.

Como le ocurrió a muchos jerifaltes soviéticos alguna vez en la vida, en muchos casos, también, incluso terminando su vida, sabemos que en 1930, cuando Chernenko llevaba un año siendo un dedicado comunista soplón de mierda, algo que no sabemos muy bien qué fue supuso su degradación. Estas cosas, como digo, no se saben y, probablemente, no se sabrán nunca pues, igual que los faraones egipcios solían retirar los bajorrelieves con las cartelas que reproducían los nombres de sus antecesores, todos los hombres que llegaron a algo en la URSS se ocuparon de borrar las trazas de sus pecadillos. Algo debió hacer mal Chernenko, o tal vez meterse con quien no debía, porque el caso es que en 1930 lo vemos adjunto a la guardia fronteriza en Kazajstán. Es bastante probable que la degradación de Chernenko tenga que ver con que 1930 es el año que Stalin escogió para decir que lo de la colectivización agraria a hostia limpia tal vez no estaba funcionando todo lo bien que debería y que, por lo tanto, era mejor tascar el freno. En una reacción muy estalinista, cuando se produjo el viraje estratégico, aquéllos que habían sido servidores de la estrategia anterior fueron castigados por haberlo hecho, aunque no habían hecho otra cosa que obedecer las órdenes de arriba. Puesto que Chernenko era, según todas las trazas, un chavalote que no le hacía ascos a arrearle unas leches al kulak de turno, es probable que fuese castigado por la pasión con la que había desplegado su trabajo.

Allí, en Kazajstán, Chernenko tuvo la habilidad de hacer valer el hecho de que había estudiado para que le fuese encargado un programa de alfabetización de la soldadesca. El tema debió de salir bastante bien, puesto que fue recomendado para ser miembro del Partido (recordemos que hasta entonces sólo lo era de la Juventudes) que, seguro, era algo que le apetecía más que una Playstation. No sé si hace falta explicar que las clases para enseñar a leer eran, en realidad, clases para aprender a leer marxismo y los artículos de Stalin; por ello, Chernenko, en realidad, se convirtió, de nuevo, en una especie de oficial de propaganda que, de paso que te enseñaba los diptongos, te enseñaba la chorrada ésa de la infraestructura y la superestructura. Así las cosas, su carrera renació cuando fue nombrado representante de la guardia fronteriza kazajstanera y enviado a una conferencia de miembros del Partido integrados en estas guardias fronterizas.

Al terminar su tiempo de servicio en la frontera, a Chernenko se le ofreció ampliarla a cambio de un ascenso a oficial y el acceso a una escuela militar. Sin embargo, Konstantin, quien yo creo que para entonces ya sabía que como militar sería un mierda toda su vida, prefirió regresar a Novoselovo, donde encontró un puesto en el raikom o comité del Partido a escala regional, a cargo de la propaganda. Claramente, Chernenko había visto claro que su futuro no estaría en destacar en el servicio de las armas o en algún otro puesto técnico: su futuro estaba en la propaganda comunista, que es, como veremos, a lo que se dedicó, mutatis mutandis, toda su larga vida.

El responsable de propaganda de un raikom no era lo que hoy imaginaríamos un community manager sin redes sociales. Esto os lo tenéis que quitar de la cabeza. Un responsable de propaganda, en la estructura del PCUS, y muy particularmente del PCUS estalinista, era una especie de soldado jefe de la primera trinchera cavada en la lucha por la difusión y victoria del socialismo. Por lo tanto, si a mediados de los años treinta, en las zonas dispersas como aquélla en la que pacía Chernenko, el principal problema era el analfabetismo, entonces desde Moscú se lanzó el mantra de que para 1935 no podría quedar ni un solo obrero industrial que no supiera leer ni escribir y que en 1936 todos los niños estuviesen escolarizados (lo de los agricultores se tomaba con más tranquilidad). En ese contexto, la responsabilidad de Chernenko, como jefe de Propaganda, no era tanto difundir folletos y consignas, que también; como garantizarse que todo el partido avanzaba en la citada dirección, y señalar a todos aquéllos que, de verdad o de forma más o menos inventada, no lo hacían. Lo dicho: un membrillo.

Chernenko lo hizo tan bien que unos meses después lo pluriemplearon, nombrándolo responsable de Propaganda de un raikom vecino, el de Uyarsk. Chernenko descubrió pronto por qué las cosas en Uyarsk estaban jodidas: allí los trabajadores, aparentemente, pasaban de las consignas del Partido como de comer mierda. Así pues, el nuevo jefe de Propaganda diseñó un programa de viajes; pero no del Imserso, sino viajes para trabajar en Siberia. Los trabajadores relapsos eran, pues, enviados al culo del mundo, y ni siquiera les daban una vivienda, por lo que tenían que cavarse en el suelo ellos mismos sus refugios.

Chernenko, por aquel entonces, comenzó a demostrarse a sí mismo como un perfecto bolchevique Stalin-Style, lo cual quiere decir que se hizo especialista en abordar proyectos faraónicos que ni puta falta hacían. Por ejemplo, construyó un estadio de 20.000 asientos en una ciudad con 13.000 habitantes; tal vez es que era un visionario y veía venir la pandemia de noventa años después, y quería que viesen el fútbol separaditos. El estadio, por cierto, como no hacía ni puta falta, fue reciclado a vertedero primero, y a centro de detención después.

Sin embargo, Chernenko no dejaba de ser el tipo que había construido la Peineta de Novoselovo, y eso tenía su público. En 1938, a Cherny lo nombran director de la Casa de Desarrollo del Partido en Krasnoyarsk; y, un año más tarde, lo nombran jefe adjunto del departamento de Agit-Prop del comité territorial del Partido o kraikom (Kransnoyarsk era un krai, una división administrativa; y el kraikom, su Comité de Partido). Así, en frío, dicho sea literalmente porque por allí hace una rasca que te cagas, parece poco; pero os tengo que decir que ese nombramiento venía a suponer ser el sub-responsable de la propaganda de un territorio más o menos equivalente a la superficie de la antigua Europa occidental: una provincia, dos distritos nacionales, 43 regiones, 14 ciudades, y más de un millar de granjas agrícolas.

Aquello estaba petado de catalanes y vascos siberianos: jakasios, nganasanes, evenki... todos ellos pueblos con sus lenguas y culturas, lógicamente conservadas gracias al hecho de que habían vivido siglos aislados de mucha gente. Ahora, sin embargo, estaban bajo el poder de los comunistas; y los comunistas, por mucho que, cuando les conviene, se apunten al bombardeo de los derechos culturales de las minorías, han sido, de largo, los mayores destructores de identidades culturales y sociales de la modernidad. Integrados dentro de un Estado que, se diga lo que se diga, era un Estado panrruso, todos estos pueblos estaban destinados a asimilarse a la cultura rusa y a los principios del socialismo, que es una cosa tan, tan bonita, que te la tienen que imponer a hostias. Chernenko y sus amigos primero le declararon la guerra a la típica tienda local, un poco como la de los indios americanos pero con piel de reno y, cuando acabaron con ellas, prohibieron por decreto (porque si una cosa le mola a un comunista más que los conguitos de caviar, eso es prohibir) las pellizas de piel de oveja que eran el abrigo local más usado. Las casas fueron sustituidas por apartamentos del Exin Castillos cuyos techos tendrían a hundirse bajo la nieve, y las pellizas por ropa barata de Modas Pepi que no abrigaba una mierda.

Eso sí, en Krasnoyarsk y alrededores se abrieron un montón de clubs de adoctrinamiento, adonde es de suponer que la gente acudiría en masa, aunque sólo fuese para calentarse. O sea, un poco como las casas de ejercicios espirituales del Opus Dei, sólo que en lugar de rezar el rosario, se leía a Lenin y a Stalin (pero no en este orden). En 1937 había 700; tres años después, casi 1.800. También se montó una emisora de radio, aunque no tengo yo muy claro que los jakasios tuviesen muchos transistores. Chernenko consiguió, o eso le dijo a Moscú porque cuando hablamos de la URSS una cosa es la realidad y otra la realidad de los informes, que había conseguido que 230.000 personas se abonasen a los periódicos oficiales. En Moscú fliparon. Así las cosas, Chernenko, que tenía 33 años (la edad a la que Franco fue general), fue nombrado en 1941 secretario de Propaganda del kraikom. Eso lo convertía, más o menos, en el Pablo Iglesias del lugar, con algún Sánchez por encima, pero mucho que decir y decidir por sí mismo.

Como todos sabemos, tres o cuatro meses después de su ascensión a los cielos del Partido Comunista al norte del Yenisei, estalló la guerra para la URSS. A Chernenko, la Operación Barbarroja le pilló como a muchos: después de haber enviado a 1.500 miembros del Partido por todo lo largo y ancho de su territorio, con la misión de explicar que los rumores de que Alemania pretendía atacar a la URSS eran falsos, obra de zinozievistas, trotskistas y rusos blancos muy malos muy malos, y que Alemania era lo más de lo más de una nación amiga. Esta vez, sin embargo, no fue castigado como en Kazajstán por haber hecho lo que se le ordenó; era mucha la gente que habría que castigar por ello y, la verdad, Moscú no tenía el chichi para esos ruidos. Así pues, la posición de Chernenko permaneció incólume. Era el número tres de poder en Krasnoyarsk; pero también es cierto que era el más joven. Tenía el tiempo a su favor. Habiendo ascendido tan deprisa, podía aspirar a ser elegido miembro del Soviet Supremo y, en calidad de tal, poder asistir a los congresos del Partido. Considerando que Krasnoyarsk era una región muy importante para el montaje económico soviético (por no mencionar que era el lugar donde se encontraban docenas de campos de concentración del Gulag) incluso pensaba que podía llegar a ser miembro de pleno derecho del Comité Central del Partido.

El Gulag (Gosudarstvennoe Upravlenie Iagerey), o directorio estatal de campos de concentración, tenía una presencia muy importante en la zona. De hecho, en Krasnoyarsk había más habitantes presos (3 millones) que libres (2 millones); que yo, la verdad, no sé si hay muchos más ejemplos de esto en la Historia. Chernenko, al frente de todo aquello, fue, de hecho, más papista que el Papa puesto que, a principios de los cuarenta, cuando la ola de purgas estaba ya bajando en toda la URSS, en Krasnoyarsk todavía seguía con toda su fuerza.

Estallada la guerra, a principios de julio, en Krasnoyarsk, como en otros muchos lugares de la URSS, se creó un Comité de Defensa. Este Comité le encomendó la dirección de una división especial que supervisaba todas las labores en el kraikom relativas al envío de pertrechos al frente. Sin embargo, a Konstantin estas cosas que dar resultados él no se le daban bien; su vocación, desde bolcheviquito, había sido, y seguiría siendo, controlar que otros hicieran cosas. Así pues, se apuntó al trabajo ideológico, fundando seis periódicos y reclutando un pequeño ejército de 15.000 propagandistas, cuya misión sería trabajarse la moral ganadora de la sociedad. Creó más de 550 puestos públicos donde se podía escuchar la radio (claro que no toda la radio; sólo la soviética que distribuía consignas y tal) e hizo imprimir, entre otras cosas, 200.000 carteles. Asimismo, fue organizador de docenas de encuentros antifascistas, encargados, entre otras cosas, de informar adecuadamente a los ciudadanos soviéticos de que esos alemanes que eran grandes amigos ayer por la tarde, hoy eran caca, pedo y pis.

La verdad es que le funcionó bastante bien.

1 comentario:

  1. He empezado la serie y vas bien.

    Sobre lo que comentas de que en Krasnoyarsk había más presos que libres, lo único que se me ocurre es que Australia fue colonia penal, pero no sé dónde mirar cifras.

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