viernes, diciembre 02, 2022

La hoja roja bolchevique (18): Diez negritos soviéticos

 El chavalote que construyó la Peineta de Novoselovo

Un fracaso detrás de otro
El periplo moldavo
Bajo el ala de Nikita Kruschev
El aguililla de la propaganda
Ascendiendo, pero poco
A la sombra del político en flor
Cómo cayó Kruschev (1)
Cómo cayó Kruschev (2)
Cómo cayó Kruschev (3)
Cómo cayó Kruschev (4)
En el poder, pero menos
El regreso de la guerra
La victoria sobre Kosigyn, Podgorny y Shelepin
Spud Webb, primer reboteador de la Liga
El Partido se hace científico
El simplificador
Diez negritos soviéticos

Konstantin comienza a salir solo en las fotos
La invención de un reformista
El culto a la personalidad
Orchestal manoeuvres in the dark
Cómo Andropov le birló su lugar en la Historia a Chernenko
La continuidad discontinua
El campeón de los jetas
Dos zorras y un solo gallinero
El sudoku sucesorio
El gobierno del cochero
Chuky, el muñeco comunista
Braceando para no ahogarse
¿Quién manda en la política exterior soviética?
El caso Bitov
Gorvachev versus Romanov 


Chernenko propuso que los directores, es decir, aquellos miembros del Partido que estaban encima de las cosas reales porque mandaban en las fábricas, en las granjas o en los parques de bomberos, tuviesen capacidad de decisión y responsabilidad personal por los resultados que arrojaban las estructuras sobre las que mandaban. Asimismo, propuso que la labor de la economía real fuese continuamente peritada mediante métodos científicos (esto quiere decir datos reales y fiables). Muy influido por su agotador trabajo en el Comité de Cartas del Comité Central, también propugnó que las preferencias de la gente (ese Pueblo por el que todo se hacía) se tuviesen en cuenta a la hora de diseñar las políticas, por lo que le daba gran importancia a las cartas (porque, claro, de hacer verdaderas encuestas demoscópicas, no digamos ya elecciones libres, como buen miembro de la vanguardia revolucionaria comunista, no estaba dispuesto a hablar). No obstante lo dicho, tenéis que entender que todas estas ideas las expresaba en sus artículos de formas muy genéricas y con muy pocas propuestas prácticas. Como os he dicho, la prioridad era presentar batalla al rigorismo susloviano y, sobre todo, obtener un mayor control sobre los cuadros del Partido para que todos le debiesen a Breznev, si no la vida, sí desde luego las putas y el vodka. Se trataba sólo de eso.

Estas ideas genéricas, sin reales instrucciones concretas, fueron presentadas en una conferencia de dirigentes del Partido que se celebró en Moscú en abril de 1974. En esta conferencia, Chernenko propuso que los llamados Departamentos Generales que existían en cada estructura del Partido (a nivel de la Unión, de República, de región, etc.) se convirtiesen en un a modo de departamentos de Auditoría y Control del resto del Partido (formalmente, la conferencia era de responsables de dichos departamentos generales). Pero el objetivo, como digo, no era disparar el PIB soviético ni mejorar las condiciones de vida de los ciudadanos. El objetivo era el poder.

Tras la retirada por el artículo 33 de Khruschev, la URSS había quedado en manos de tres hombres: Breznev, Kosigyn y Podgorny. Estos tres hombres habían colaborado en la limpieza étnica de khuschevitas de los altos y medios rangos del Partido, que se hizo con rapidez supersónica. Breznev no podía deshacerse de sus dos compañeros de viaje porque estaba en minoría en el Politburo. Tras el XXIII congreso, este órgano había quedado conformado por once miembros, de los cuales sólo cinco eran de su cuerda: él mismo, Kirilenko, Suslov, Poliansky y el letón Arvid Yanovitch Pelshe. Para colmo, las reformas que Breznev y Chernenko promulgaron en la burocracia soviética para conseguir un mejor control sobre la misma hicieron que el percebe Suslov comenzase a despegarse de aquella roca.

Arvid Pelshe. Vía Wikipedia.


La gran ventaja para Breznev en este entorno, lo que hizo posible que colase sus reformas dizque liberales que tanto poder habrían de proveerle, era que Kosigyn y Podgorny se llevasen como se llevaban. Podgorny tenía un pequeño partido en el Politburo formado por Voronov y Shelest, y Kosigyn contaba con la fidelidad de Kirill Trofimovitch Mazurov. El último miembro de pleno derecho del órgano era Shelepin, partidario de sí mismo.

Así pues, en según qué casos, Breznev, quien como vemos tenía la minoría mayor, podía sacar adelante sus propuestas. Pero en una votación en la que Podgorny y Kosigyn se uniesen contra él, y considerando que normalmente Shelepin prefería graparse el escroto a la ceja izquierda antes que apoyar a Breznev (aunque pronto veremos cómo Breznev lo utilizó), pues lo tenía clarinete. Así las cosas, la clave para Breznev era sembrar la discordia entre el PP y VOX; hacer que “sus derechas” se llevasen a matar.


Kirill Mazurov. Vía Wikipedia.
Obsérvese el tupé soviético, tan de moda en esos tiempos.

En el banquillo del Politburo, es decir los miembros candidatos (que no votaban), Breznev tenía un futuro más brillante. A favor de Breznev estaban Dinmohamed Kunaev, Vasili Vasilievitch Kutnesov, Volidimir Shcherbitsky y el general Dimitri Ustinov, todos ellos personas que con fuertes relaciones personales con Leónidas; además de Piotr Mironovitch Maserov, Piotr Demichev y Sharov Rasidovitch Rasidov, que aunque no eran sus amigos, sabían que le debían su puesto a él. La lista se completaba con Viktor Grishin, Yuri Andropov y Vasil Pavlovitch Mzhavanadze, un extraño superviviente de los tiempos de Khruschev, el verdadero verso suelto de la lista. Andropov, por su parte, en ese momento estaba probablemente convencido de que apoyar a Breznev era la mejor forma de mejorar sus propias posibilidades.


Piotr Maserov. Como los de abajo, vía Wikipedia.

Sharof Rashidov.


Vasil Mzhavanadze

Breznev también tenía la mayoría de secretarios del Comité Central. Ahí, Kirilenko, Kapitonov, Kulakov y Ponomarev le controlaban el corral.

Con esta situación, la estrategia era obvia: hacer pasar cuantas más decisiones, mejor, a través del Comité Central y no del Politburo. Esto lo hizo, sobre todo, a base de repatriar personas que habían sido importantes en tiempos de Khruschev y que ya le habían dicho adiós a su carrera política pero ahora se encontraban, de nuevo, ante una oferta de regresar a los días hermosos del vodka y las putas. Fedor Kulakov, por ejemplo, es, de hecho, uno de estos ejemplos. Había sido purgado tras la caída de Khruschev, con lo que os podéis imaginar que, tras la llamada de Breznev para volver a mandar en el Comité Central, se convirtió en un breznevita de toda la vida. Iván Kapitonov es otro ejemplo; había sido enviado a un pudridero: la provincia de Ivanovo, y cuando fue llamado de nuevo a Moscú no podía creerlo.

A mediados de los sesenta, sin embargo, había en el Comité Central tres secretarios que eran de nuevo cuño: Georgy Pavlov, responsable de Asuntos Generales; Milhail Sergeyevitch Solomentsev, responsable de Industria Pesada; y Sergei Pavlovitch Trapeznikov en Ciencia.

Milhail Solomentsev, Vía Wikipedia.


Trapeznikov era un comunista criado en el Partido en Moldavia y era, por ello, un recomendado de Chernenko. Fue el primer ejemplo de una saga bastante nutrida que vino a unirse, a su nivel, a la conocida como Mafia del Dnieper, creando lo que se conoció como Mafia Moldava. Un elemento muy importante de la misma fue Nikolai Shchekolov. Shchekolov era un viejo conocido de Breznev, puesto que había sido presidente del Soviet de Dnepropetrovsk en el momento en que Breznev era el secretario general del Partido en el oblast. Cuando fue llamado a Moscú, en 1966, venía de la presidencia del Consejo de Ministros de Moldavia, y fue nombrado ministro de Asuntos Internos. También hemos hablado de otro “moldavo” traído por Breznev: Semen Tsvigun, que era el jefe del KGB en Kishinev (hoy Chisinau), promovido a la jefatura adjunta del KGB.

En 1971 Mzhavanadze, jefe del Partido en Georgia, cayó en desgracia, acusado de corrupción. Aquél fue el primer movimiento que hizo Breznev contra un alto cargo del Partido, por lo que el tema fue todo un suceso y provocó, entre otras cosas, que Chernenko se pasara años después, en sus actos de propaganda, propugnando que el PCUS tenía que aprender de la experiencia de Georgia.

El cese de Mzhavanadze lanzaba un mensaje muy claro: el Politburo ya no era un lugar inexpugnable. Tras la caída de Khruschev y hasta 1971 que cayó el georgiano, el máximo órgano político de poder en la URSS apenas había ventilado el aire. Sólo lo habían abandonado quienes tenían que hacerlo por fuerza, esto es: Frol Kolzov a causa del jamacuco que le dio, y Anastas Mikoyan y Nikolai Shvernik porque eran valetudinarios incluso para un régimen como el soviético. Sin embargo, la veda se había abierto. A Breznev le costó dos años completar su movida, pero en 1973,finalmente, la llevó a cabo. En un solo acto, Voronov y Shelest fueron removidos del Politburo, que registró la entrada de tres breznevitas entregados (cuando menos entonces): Yuri Andropov, presidente del KGB; Andrei Gromiko, ministro de Exteriores y el prototipo del superviviente soviético; y Andrei Grechko, general, ministro de Defensa y viejo camarada de Breznev.

El plan de Breznev, consistente con el hecho, que ya hemos visto, de que, si entre los miembros titulares tenía resistencias, entre los candidatos los suyos eran mayoría, era engrandecer el Politburo de once a quince miembros. Por lo demás, practicó con maestría el arte del maquiavelismo. En los años anteriores a los cambios, favoreció mucho el trabajo de Shelepin, buscando de esta manera que éste se envalentonase frente al miembro del Politburo con el que más conflictos tenía: Piotr Shelest. Asimismo, pecando por omisión en la rivalidad entre Kosigyn y Podgorny, que se acreció por momentos, debilitó las posibilidades de Voronov, quien probablemente aspiraba a convertirse algo así como en la síntesis de aquel enfrentamiento dialéctico. Shelepin ayudó, pues, a Breznev a labrar la desgracia de Shelest, quien fue desposeído no sólo de su sillón en el Politburo sino de su condición de mandamás comunista en Ucrania, para pasar a ser viceprimer ministro del gobierno, en un país en el que el gobierno tenía más vicepresidentes que botellines.

Voronov, por otra parte, había labrado su desgracia cuando se unió a Kosigyn en las críticas hacia el gran plan de planificación agrícola presentado y defendido por Breznev. Cuando cumplió los sesenta años, como miembro del Politburo que todavía era, resultaba casi preceptivo (aunque no estaba escrito en ningún sitio) que recibiese la Estrella de Héroe del Trabajo Socialista. Sin embargo, en un gesto que no permaneció ajeno a los ojos de nadie, dicha condecoración no le fue concedida.

La caída de Voronov estaba señalando algo más importante: la creciente pérdida de poder por parte de Kosigyn o, si lo preferís, la creciente concentración del poder efectivo en las manos del propio Breznev. Personas como Suslov o Mazurov, expertos en oler una gota de sangre en el Atlántico, lo abandonaron rápidamente. En cuanto a Podorny, todo parece indicar que este viejo zorro soviético llegó un momento en el que se dio cuenta de que el presidente del Soviet Supremo podía no tener poder efectivo, pero no dejaba de ser una figura de fuerte carga simbólica y protocolaria; y eso era mucho vodka, y muchas putas. Así pues, conforme fue pasado el tiempo se fue conformando con su destino. En esto, hay que reconocer que Breznev fue mucho más listo, puesto que era de natural contemporizador, y, pese a ser un estalinista de libro, supo lanzar el mensaje claro de que los tiempos en los que una degradación eran la antesala de una visita del KGB en plena noche tras la cual del infrascrito nunca más supo, habían pasado a la Historia. Breznev, como Franco con los falangistas que le querían mal y los monárquicos que lo querían fuera de la jefatura del Estado, supo entender que un buen estatus, un coche oficial, mucha gente doblando la cerviz y básicamente nada que hacer mientras te forras es, como diría Vito Corleone, una oferta que no te pueden rechazar.

La caída de Voronov, por otra parte, produjo la primera ascensión de importancia de un personaje que será mucho más importante para los últimos tiempos de la URSS de lo que cree mucho experto de todo a cien; en puridad, es que la mayoría de éstos ni lo conocen. Estoy hablando de Grigory Vasilievitch Romanov. Romanov recuperó, por así decirlo, la idea de que el secretario general del Comité Central en el obkom de Leningrado fuese miembro del Politburo. Esta idea había quedado apartada desde que ese salto lo había dado Frol Kolzov, dado que la cosa no había salido nada bien y, por lo tanto, en el entorno de Breznev existía la idea de que los comunistas de Leningrado eran unos Ayusos de la vida, siempre dispuestos a hacer la guerra por su cuenta sin guardar la debida disciplina.


Grigory Romanov. Vía Wikipedia.

El incremento del poder de Breznev y el hecho de que Podgorny se mostrase cada vez más aclimatado a su nuevo estatus deprimieron a Kosigyn. A principios de los setenta incluso abandonó el día a día de la gestión ministerial, en la que tuvo que ser sustituido por Mazurov. Sea cierto o falso, el hecho es que los reportes eran muy frecuentes de que estaba en su dacha, descansando por consejo médico. La ausencia de Kosigyn en el día a día del Partido y del gobierno expuso completamente a Poliansky, otro alto miembro del Partido que se podía considerar enemigo de Breznev. El secretario general, pues, aprovechó los malos resultados agrícolas de principios de la década, y en el XXIV congreso del Partido, en 1971, se lo llevó por delante.

Así las cosas, para Breznev estaba ya el carril trazado para llevarse por delante a Shelepin.

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