martes, junio 10, 2025

Vier Nam antees de Viet Nam (30):Las inquietudes y las prisas del almirante D'Argenlieu




Las primeras relaciones
Reyes y revoluciones
Nunca te fíes de un francés
Nguyen Ai Doc
Tambores de guerra
El tsunami japonés
Grandeza y miseria de la Kempeitai
El Viet Minh
Los franceses hacen lo que mejor saben hacer (no definirse)
Dang vi qui, o sea, naniyori mo hitobito
El palo y la zanahoria comunistas
Puchimones contra podemitas
Aliados a pelo puta
Franceses y comunistas chapotean para no ahogarse
Vietnamitas listos + británicos estúpidos + periodistas gilipollas = muertos a decenas
Si tu ne voulais pas de bouillon, voici deux tasses
Francés busca indochino razonable
Los problemas del comunismo que se muestra demasiado comunista
Echa el freno, Madaleno
El factor chino
El factor USA
El problema de las tres mareas
Orchestal manoeuvres in the dark
O pacto, o guerra
El acuerdo de 6 de marzo
Buen rollito por cojones
El Plan Cédiletxe
No nos queremos entender
Dalat
Las inquietudes y las prisas del almirante D’Argenlieu
Calma tensa
La amenaza nacionalista
Fontainebleau bien vale unos chinos
Francia está a otras cosas
Memorial de desencuentros
Maniobras orquestales en la oscuridad (sí, otra vez)
El punto más bajo de la carrera de Ho Chi Minh
Marchemos todos, yo el primero, por la senda dictatorial
El doctor Trinh, ese pringao
Allez les bleus des boules!
D’Argenlieu recibe una patada en el culo de De Gaulle
París no se entera
Si los Charlies quieren pelea, la tendrán
Give the people what they want
Todas las manos todas, amigo vietnamita
No hay mus
El comunista le come la tostada al emperador
El momento del general Xuan
Conditio sine qua non con un francés: cobra siempre por adelantado
La ocasión perdida
El elefante chino entró en la cacharrería 

 



Evidentemente, la salida de una situación colonial siempre genera puntos de conflicto y fricción. Los vietnamitas estaban dispuestos a conceder a los franceses una situación de privilegio como socios del país, entre otras cosas porque en ese momento, y sobre todo tras haberse enfrentado a los chinos, no tenían otro mirlo blanco cerca. Pero eso no quiere decir que no quisieran revisar diversas situaciones derivadas a la pasada asimetría jurídica; especialmente, algunos títulos de propiedad. Demandaban, asimismo, que tanto dirección de la Administración como de las empresas públicas fuese vietnamita; y que el Estado fuese beneficiario de los excedentes generados por las concesiones de servicios públicos.

Ante estas pretensiones, Bourgoin se alzó claramente en contra, hablando de “voluntad de expoliación” (lo cual tiene huevos en el representante de una administración colonial) y, con más tino, de grave error económico. Más allá, lo cierto es que los franceses atacaron con eficiencia, buscando los puntos débiles del nacionalismo vietnamita.

La inmensa mayoría de los nacionalismos de nuestra Historia Contemporánea se ha caracterizado por el mismo detalle: en realidad, reproducen aquello contra lo que luchan, tan sólo argumentando que lo que hacen ahora, lo hacen por el bien. La reacción de los nacionalismos históricos a la pretendida, o real, represión de sus lenguas por parte del franquismo ha sido ningunear e incluso reprimir al idioma español. Son pocos los nacionalistas que han aprendido la lección de Nelson Mandela o de Mahatma Ghandi: la única forma justa de salir de una asimetría es crear una simetría, no generar una asimetría de signo contrario. Las cosas no funcionan así, aunque en el mundo haya muchísima gente, notablemente los creyentes en el marxismo, en el fondo hegelianos con ínfulas, que lo crea; que crea que todo lo que hay que hacer para borrar una tesis es crear una antítesis.

Lo que Vo Nguyen Giap y Ho Chi Minh, y también el VNQDD y otros acólitos, querían, era un nuevo Viet Nam asimétrico. Basándose en la idea, como digo desmentida por Mandela, de que años de asimetría a favor de los franceses justificaba que ahora estuviesen en el escalón inferior sin protestar, los viet propugnaban un nuevo estado vietnamita en el que, o bien las leyes aplicadas a los franceses serían distintas, o bien serían las mismas pero interpretadas en el día a día con más dureza en su caso. A esta idea, lógicamente, los franceses respondían recordando que el segundo término de su mantra constitucional era, y es, egalité. Y, las cosas como son, franceses y todo, tenían razón.

Si pasamos a la materia militar, tal vez estás esperando leer que era éste un terreno en el que la actitud de Viet Minh era abiertamente antifrancesa, alternativa KAS, fuerzas de ocupación fuera de Viet Nam Herria, todo eso. Pero te equivocarás. Los comunistas vietnamitas estaban, cuando menos entonces, claramente entre los comunistas menos aberronchos del mundo. El suyo era un planteamiento muy pragmático, nacido de que sabían que vivían en un puñetero avispero, con tantos y tantos pueblos conviviendo uno al lado del otro y casi todos con el genocidio flojo; y encima de todos, como un gran sombrero de ala ancha como tanto se estilan en la zona, el Gran Dragón Chino que, exactamente igual que Rusia, era y es un proyecto imperialista, lo gobierne Stalin o su porquero. China, pues, era un proyecto imperialista asiático cuyo objetivo claro y diáfano era, y es, dominar el tablero desde las estepas persas hasta las cumbres coreanas.

Giap se levantó en Dalat para decir: “no se puede concebir una defensa eficaz de Indochina si no se funda sobre una estrecha cooperación franco-vietnamita”. Sencillo, barato, y para toda la familia. En la concepción del Viet Minh, la constitución de un ejército nacional vietnamita era algo que estaba en el interés de las dos partes. Viet Nam estaba dispuesto a aceptar el concurso de instructores franceses, así como el asesoramiento francés en materia de organización. Eso sí, consideraban los indochinos que, si bien era necesario que en aquel momento la Unión Francesa estableciese unas bases militares en territorio vietnamita, este establecimiento debería tener fecha de caducidad. En tiempo de paz, se crearía una Comisión de Estudio y una Comisión de Generales bipartita para intensificar la colaboración. En tiempo de guerra, aun bajo un comando único, se crearía un Estado Mayor mixto.

El problema, sin embargo, no estaba tanto en el ámbito militar o económico, sino en el plano político. Aunque Dalat se había concebido, sobre todo por parte indochina, como una conferencia técnica, muy pronto sus elementos políticos se hicieron bien evidentes. París no concebía más libertad para el gobierno vietnamita que la que se podía destilar del acuerdo de 6 de marzo que, sin embargo, para los vietnamitas no era sino un punto de partida que se había firmado porque no se podía no firmar nada, ante el peligro de que no firmar generase un enfrentamiento directo entre franceses y chinos en el que ellos se viesen pillados.

Francia, pues, aceptaba que Viet Nam formase su propio gobierno, su propia Asamblea, su propia Constitución, sus propios presupuestos y ejército; pero toda esa libertad se ejercía en el marco de una Federación Indochina encuadrada en la Unión Francesa. O sea, era un poco la libertad de Francisco cuando cantaba: me das la libertad/para poder volar/tan lejos como quiera/pero esa libertad/no es más que un eslabón/de tu cadena. Para que veáis lo raro que es el mundo: un valenciano teorizando en una balada sobre la descolonización indochina, y sin saberlo.

La soberanía vietnamita imaginada por los franceses (que aplicarán en Conchinchina), pues, era una soberanía limitada, pues estaba supeditada a los intereses mayores de la presencia francesa en el mundo. Esa autoridad sería ejercida por el alto comisario, nombrado por París y encargado de representar, y ejercer, los intereses de la Unión Francesa en el territorio de Viet Nam. Todo se coordinaría en una llamada Asamblea de los Estados con 60 miembros (diez cada uno para Francia, Camboya, Laos, Tonkin, Annam y Conchinchina), encargado de aprobar el presupuesto federal. El alto comisario, por otra parte, estaría asistido por un auténtico gobierno en la práctica, con amplios poderes sobre la Justicia, el bienestar, la seguridad social, la política económica, los transportes, las aduanas, la inmigración, la política de cambio y otras muchas cosas.

Sobrevolando todas estas cuestiones, la del Nam Bo.

El gobierno del Tonkin, es decir el Viet Minh, estaba que no cagaba por tomar el control del arroz del delta del Mekong. Para ellos, aquello era una cuestión de vida y muerte. Sin embargo, sólo consiguieron que el tema conchinchino se pusiera sobre la mesa de debate de Dalat en su última sesión, en el seno de la llamada Comisión Política (11 de mayo). Evidentemente, los vietnamitas expresaron su posición clara: el Nam Bo formaba parte integrante de Viet Nam, un territorio que disfrutaba de unidad étnica, geográfica, histórica, cultural y sicológica. La propia Administración francesa, recordaban, siempre se había referido a “los países annamitas” para distinguirlos de les États hindouisés, es decir, Camboya y Laos. En la visión local, el referendo apuntado en los acuerdos del 6 de marzo se debería producir para definir el futuro del Viet Nam, pero no para precisar sus límites interiores. Con un espíritu muy de Transición española, por así decirlo, los vietnamitas venían a decir que lo que habría que discutir es el nivel de autonomía que Conchinchina debería de tener dentro de Viet Nam;: pero no su pertenencia al mismo. Por lo tanto, propugnaban que, hasta el referendo, en Conchinchina se nombrase una administración local de carácter “neutro y provisional”.

Estas intenciones chocaron con una delegación francesa formada, en parte, por los hombres de D'Argenlieu, que ya habían decidido que su reacción al cambio de entorno generado por la segunda guerra mundial sería atizar a los conchinchinos catalanes; y una serie de funcionarios y políticos de segunda fila venidos de París, a los que todo lo que les interesaba era su Unión Francesa de los huevos, y que ni comprendían, ni querían comprender, las technicalities de la situación del Viet Nam. Todo ello, salpimentado de juridicismo total; casi a cada paso que daba la argumentación de los vietnamitas, algún francés encontraba una letra i de un parágrafo f de un punto 4 de un artículo 232 de alguna ley que lo impedía. Asunto éste, el de encontrar precedentes legales tocapelotas, en la que, os lo puedo asegurar, los franceses se visten por los pies.

Por otra parte, los franceses de Saigón podían decir, con orgullo, que nunca habían engañado a nadie. Pignon, de hecho, intervino en la Comisión para decir que, desde la primera vez que la administración francesa de Saigón se había dirigido a Ho Chi Minh, le habían dejado bien claro que los conchinchinos decidirían por sí mismos sobre su posición en el Viet Nam. Y era verdad; en esto, los franceses no habían desplegado su habitual doble lenguaje.

Así las cosas, todo lo que pudieron hacer las partes, como se dice hoy en día, fue acordar no estar de acuerdo. La reunión de aquel 11 de mayo fue, de hecho, tan frustrante para los delegados vietnamitas, que algunos de ellos, según algunos testimonios, la abandonaron llorando. Dalat, por lo tanto, había terminado sin acuerdo; algo que los vietnamitas reprocharían muchas veces, olvidando con elegancia que ellos mismos habían decidido, inicialmente, no poner toda la carne en aquel asador.

Esto es así porque todo el mundo sabía que Dalat no era nada más que la conferencia preparatoria. Los vietnamitas estaban impacientes por partir hacia París para negociar el tratado definitivo con los franceses, tanto que querían salir para allí antes del 1 de junio.

El problema que planteaba esa negociación, sobre todo para el alto comisario D'Argenlieu, era que Francia, por segunda vez en apenas dos años, estaba de nuevo embarcada en una lotería electoral. El 5 de mayo de 1946, el primer proyecto constitucional de la República había sido rechazado, lo que había provocado la inmediata convocatoria de elecciones el 2 de junio. En esas condiciones, muy pocas personas en París tenían el chichi para los ruidos indochinos. La puñetera conferencia de los huevos amarillos, básicamente, se la pelaba a todo el mundo en París.

D'Argenlieu estaba de los nervios por todo esto. En su idea, los vietnamitas, que lógicamente eran libres de viajar cuando les petase, podían hacer la jugada de presentarse en París en plena melée política; vale que eso seguramente supondría que pocos estarían en condiciones de escucharles; pero no dejaba de ser un río revuelto, y el Viet Minh no dejaba de ser un interesado pescador. Por esta razón, el almirante estuvo en Hanoi el 18 y el 19 de mayo, reuniéndose entre otros con el propio Ho Chi Minh, desplegando todos sus recursos argumentales para tratar de convencerlos de que sería muy precipitado que decidiesen viajar. También les dijo que se encontraba incapaz de contrarrestar los deseos autonomistas de la población conchinchina.

Los Viet Minh, por supuesto, acogieron todas estas palabras con natural desconfianza. Dejaron bien claro que ya habían designado la delegación negociadora y que saldrían hacia París en cuanto fuere posible. D'Argenlieu, por otra parte, trató de medio quitarse de en medio, para ceder el protagonismo a Cédile. Como alto comisario, estaba de hecho casi obligado a hacerlo después de que, el 7 de mayo, el Consejo Consultivo había votado otorgar poderes al doctor Trinh para que firmase la convención con los franceses. El día 10, de hecho, Trinh y Pignon se reunieron en Dalat para diseñar el nuevo gobierno conchinchino. En el momento en que D'Argenlieu estaba viajando por segunda vez a Hanoi, 22 de mayo, el gobierno sureño estaba prácticamente armado.

El 23 de mayo Béziat, en su condición de presidente del Comité Consultivo, le escribió una carta formal al alto comisario en la que le demandaba autorización para crear el gobierno de Conchinchina. Era el famoso “no me voy a poder resistir” que D'Argenlieu había argumentado frente a Ho Chi Minh. Este gobierno estaría encomendado de pactar con los franceses un modus vivendi de carácter provisional.

Todo se preparó para una proclamación pública el 26 de mayo. Pero la fecha fue retardada. D'Argenlieu sabía que no pisaba fuerte respecto del gobierno de París. El ministro Moutet permanecía sordo y mudo, como os he dicho más que probablemente porque tenía otras muchas cosas en las que pensar, entre ellas su culo y su futuro, que es algo que siempre ha sido prioritario para un político, así se esté hundiendo el mundo a su alrededor.

Aunque no hubo proclamación, el 26 fue un día festivo, en el que se celebró una gran manifestación, se inauguró un monumento de homenaje a los muertos annamitas en la guerra, y se realizó una gran reunión de jefes provinciales.. Estos representantes, apiñados en el salón de actos de la Institución Taberd, fueron conminados a pelo puta a votar una resolución en la que se solicitaba al alto comisario francés que atendiese “los profundos deseos de la población de Conchinchina”.

Casi al mismo tiempo, en el aeródromo saigonés de Tan Son Nhut, aterrizaba la misión conchinchina que había ido a París a dar por culo. El coronel Xuan, que lideraba la misión, declaró en el mismo aeropuerto que la delegación se había entrevistado con todo bicho viviente y mandante en París, incluido el presidente Gouin; y que de todos había recibido la más cálida comprensión hacia los planteamientos de la población de Conchinchina.

Xuan dijo que había recibido las mejores palabras del Partido Republicano de la Libertad (o sea, la derecha), los radicales y el Movimiento Republicano Popular (centristas).

No hay comentarios.:

Publicar un comentario