lunes, junio 02, 2025

Viet Nam antes de Viet Nam (24): O pacto, o guerra




Las primerasrelaciones
Reyes y revoluciones
Nunca te fíes de un francés
Nguyen Ai Doc
Tambores de guerra
El tsunami japonés
Grandeza y miseria de la Kempeitai
El Viet Minh
Los franceses hacen lo que mejor saben hacer (no definirse)
Dang vi qui, o sea, naniyori mo hitobito
El palo y la zanahoria comunistas
Puchimones contra podemitas
Aliados a pelo puta
Franceses y comunistas chapotean para no ahogarse
Vietnamitas listos + británicos estúpidos + periodistas gilipollas = muertos a decenas
Si tu ne voulais pas de bouillon, voici deux tasses
Francés busca indochino razonable
Los problemas del comunismo que se muestra demasiado comunista
Echa el freno, Madaleno
El factor chino
El factor USA
El problema de las tres mareas
Orchestal manoeuvres in the dark
O pacto, o guerra
Buen rollito por cojones
El acuerdo de 6 de marzo
El Plan Cédiletxe
No nos queremos entender
Dalat
Las inquietudes y las prisas del almirante D’Argenlieu
Calma tensa
La amenaza nacionalista
Fontainebleau bien vale unos chinos
Francia está a otras cosas
Memorial de desencuentros
Maniobras orquestales en la oscuridad (sí, otra vez)
El punto más bajo de la carrera de Ho Chi Minh
Marchemos todos, yo el primero, por la senda dictatorial
El doctor Trinh, ese pringao
Allez les bleus des boules!
D’Argenlieu recibe una patada en el culo de De Gaulle
París no se entera
Si los Charlies quieren pelea, la tendrán
Give the people what they want
Todas las manos todas, amigo vietnamita
No hay mus
El comunista le come la tostada al emperador
El momento del general Xuan
Conditio sine qua non con un francés: cobra siempre por adelantado
La ocasión perdida
El elefante chino entró en la cacharrería 



Los franceses tenían una condición más, una condición, digamos, de imagen pública. Sainteny le dejó bien claro a Ho Chi Minh que la firma de acuerdo para el futuro del Viet Nam no podía firmarse únicamente con el Viet Minh; en la firma debían estar presentes todas las fuerzas políticas indochinas. Con esta condición, paradójicamente, al Viet Minh y a su líder les venía Dios a ver. Ho Chi Minh no tenía ningunas ganas de asumir personalmente un acuerdo como el que se dibujaba, que tenía muchos elementos complejos de vender internamente. De hecho, Ho le había insinuado a Sainteny que quizás no sería él quien firmase el acuerdo; con lo que el francés había asumido, aunque Ho nunca lo dijo así, que sería Vinh Thuy, de soltera emperador Bao Dai. Una solución de ese tenor tenía para Ho Chi Minh la gran ventaja de vencer la resistencia del Tong Bo, que no quería aparecer como responsable de un pacto así.

Ho Chi Minh, por lo tanto, se aplicó a repartir la mierda entre todos los que la firmarían. Se aproximó a Ngo Dinh Diem, quien de hecho fue supersónicamente liberado de su prisión. Le ofreció formar un gobierno de unidad y resistencia; pero, la verdad, el movimiento era tan burdo, y se intentaba tan a última hora, cuando todo el mundo sabía el tipo de cocido que estaba hirviendo en la olla, que tanto Diem como otros líderes contactados le dijeron que no mamase.

El 22 o 23 de febrero, que no se sabe muy bien, a primerísima hora de la mañana, a las siete, Ho Chi Minh estaba en el boulevard Gambetta de Hanoi; la calle en la que vivía Vinh Thuy, o sea, Bao Dai el emérito. El Ho Chi Minh que se presentó en aquella casa era, o simulaba ser, una persona envuelta en una honda depresión. Ho le dijo a Thuy que la situación era muy comprometida; que cada vez se estaba dando cuenta de que el Viet Minh no podía liderar un proceso de independencia de Viet Nam porque el resto de tendencias políticas del país no se fiaban de él. Y, por lo tanto, le ofreció a Vinh Thuy cederle el poder. Bueno, en realidad no. Ho no renunciaba a seguir siendo presidente, pero ahora le ofrecía a Thuy ser nombrado Consejero Supremo, con lo que, en el terreno práctico, le venía a proponer una especie de bicefalia, más que anticonstitucional, aconstitucional.

Vinh Thuy reaccionó con prudencia. Le dijo al líder comunista que él no tenía ninguna ambición política (noniná), pero añadió esa coda tan sufrida de que, vaya, si el pueblo lo quiere y el país lo necesita, estoy dispuesto a hacer ese gran sacrificio; o sea, no hay que descartar la posibilidad de que Vinh Thuy se quedase que no cagase con la propuesta. Eso sí, le dijo a Ho que lo tenía que discutir con varias personas y, entre ellas, con los americanos y con los chinos. De hecho, los estadounidenses fueron muy rápidamente informados, y dejaron claro que permanecerían neutrales en un asunto que consideraban meramente interno entre indochinos.

Ho Chi Minh regresó a la casa de Vinh Thuy a la una de la tarde. Tenía prisa. Bao, sin embargo, seguía sin fiarse de los comunistas. Estaba, de hecho, convencido, de que la propuesta no era sino un truqui del almendruqui que se estaba montando el Viet Minh para poder combatir al gobierno desde la calle, una vez desvinculado. Así las cosas, le preguntó a Ho Chi Minh si tendría total libertad como gran jefe de gobierno, y si los comunistas permanecerían en el Ejecutivo. Ho le dio garantías de ambas cosas.

No sabemos que pasó entre la una y las siete de la tarde, y es una puta pena, porque algo muy interesante debió de pasar. ¿Compartió sus gestiones Ho con algún o algunos compañeros comunistas que acabaron por convencerle de que lo que intentaba era una conachada? ¿Tal vez se vio con alguno de los muchos espías chinos que había en Hanoi y le vinieron a decir que si Bao Dai era el salvador de Viet Nam, ellos se quedarían con Viet Nam? Todas las opciones están abiertas. Lo que sabemos es que a las siete de la tarde, Ho regresó a la avenida Gambetta y le dijo al ciudadano Vinh Thuy que, por favor, olvidase todo lo que habían hablado por la mañana. Por la mañana, explicó, Ho había pasado por un momento de debilidad y quizás depresión, pero ya lo había superado. Ahora se sentía fuerte de nuevo y estaba dispuesto a arrostrar personalmente los retos y demandas de la situación. Que sí, que consideraba que había un momento en el que debería dar un paso atrás y dejar espacio al ex rey; pero que no era el momento.

Como digo, las opciones están abiertas; pero lo más probable es que Ho, a quien fuese a ver, fuese a Siao Wen. Porque lo que es un hecho es que, tras aquella jornada, los chinos comenzaron a presionar a lo puto bestia a las formaciones vietnamitas no comunistas para que aceptasen entrar en el gobierno y, por lo tanto, convertirse en cosignatarios del acuerdo que se preparaba con los franceses.

Hay que decir que los chinos saben ser muy coñazo, y que, además, tenían una posición clara de fuerza sobre la mayoría del espectro político vietnamita. Sin embargo, hubo quien se les resistió a pesar de todo. Líderes como Nguyen Hai Than, pusieron pies en pared ante lo que, claramente, era una manipulación de libro: los mismos que habían montado unas elecciones a su imagen y semejanza para poder echar a todos los demás del espectro político, ahora resulta que pedían que, cuando se servía un plato de mierda encima de la mesa, todo dios aceptase coger un tenedor. A mamarla a Hai Phong, dijeron muchos. Sin embargo, la caza mayor no le fue tan mal a los chinos, porque el VNQDD y el Dong Minh, que siempre tuvieron algo de maulas para qué negarlo, aceptaron. Con la solidaridad del PP en la buchaca, el tema ya podía tirar para delante.

El 24 de febrero, en la llamada Casa de los Chinos de Ultramar, en presencia de Siao Wen, el acuerdo se firmó. Se creaba un gobierno de unión y resistencia con diez ministros. El Viet Minh y el Partido Demócrata retenían las responsabilidades de Finanzas, Instrucción Pública, Comunicaciones y Trabajos Públicos, además de Justicia. El VNQDD y el Dong Minh recibieron Asuntos Exteriores, Economía Nacional, Agricultura y Asuntos Sociales. Los dos ministerios verdaderamente claves en aquel gobierno: Interior y Defensa Nacional, quedaban en manos de políticos sin partido (aunque, como veremos ahora mismo, al de Defensa le creaban un ministerio paralelo).

Se creaba un grupo de Consejeros Nacionales, presidido por Vinh Thuy, estaría formado por indochinos de reconocido prestigio para aconsejar al gobierno. Se creó también un llamado Comité de Resistencia, con nueve miembros, encomendado de coordinar la defensa nacional.

Aquel acuerdo fue oro molido para el Viet Minh. Exhibía ante los negociadores franceses músculo interno, pero también externo, pues el apoyo de los chinos era algo más que evidente. Sin embargo, es evidente que dar este paso le suponía un problema. Por algo los comunistas siempre quieren estar en la oposición conjuntamente con todo el mundo; pero en cuanto están en el poder, siempre intentan estar solos. Los nacionalistas vietnamitas eran un poco maulas, ya lo he dicho; pero estaban lejos de ser totalmente gilipollas. Su estrategia, ahora, se basaba en cerrar y firmar el acuerdo con los franceses lo antes posible, con la tinta de la firma de los nombramientos de ministros todavía húmeda, para que el Viet Minh no lo tuviese fácil para hacer lo que seguro intentaría hacer una vez cumplido el objetivo, que era echarlos de nuevo. Por el camino, trataban de dominar el gobierno y el Comité de Resistencia. Giap fue, más que probablemente, el primer comunista que vio la jugada.

Ni qué decir que para los franceses, todo esto era un gran problema. La lista de mareas viables se estaba estrechando cada vez más, pero los vietnamitas, ahora que tenían el apoyo de los chinos, se mostraban más independientes de criterio que nunca. Leclerc envió a su jefe de Estado Mayor, Paul Repiton, a Chungking, a presionar a los chinos con el argumento de que era fundamental firmar un acuerdo lo antes posible.

Repiton consiguió su pieza. El 28 de febrero, franceses y chinos alcanzaban su propio acuerdo. Como siempre que negocias con un objetivo que te presiona el zapato y, además, todo el mundo lo sabe, los franceses tuvieron que bajarse bien los pantalones. A cambio de que los chinos aceptasen el principio de la soberanía francesa sobre Indochina, que era todo lo que les importaba, París renunció a las jugosas concesiones de que disfrutaba en Shanghai, Tientsin, Hanku y Cantón. Retrocedían el territorio de Kuang Chu Wan y vendían el ferrocarril de Yunan y, sobre todo, mejoraban el estatus de los chinos en Viet Nam, creando una zona franca en Hai Phong y garantizando el tráfico de mercancías en el Tonkin. Eso sí, el relevo de las tropas chinas en el norte de Viet Nam por las tropas francesas se haría entre el 1 y el 15 de marzo. Los chinos, pues, se habían marcado un PNV de puta madre.

Ítem más: por mucho que los chinos aceptasen la soberanía francesa, eso no dejaba de ser una declaración casi retórica que, por lo demás, únicamente vinculaba a Chiang Kai Chek y al Wai Kiao Pu o Ministerio chino de Asuntos Exteriores. Lo único de verdad con ñiquiñiqui por parte china en aquel acuerdo era la retirada de las tropas; que estaba por ver, además, pues los chinos siempre han sido mucho de “bueno, eso ya lo vamos viendo”.

En esos días, el general Raoul Salan regresó a Hanoi para terminar de limar los últimos aspectos del plan de operaciones de los franceses. Ahí contó con la inestimable ayuda de un personaje más importante de lo que normalmente se dice y se escribe; el coronel Jean Crépin, hombre que había servido con Leclerc ya durante la segunda guerra mundial, y que era un buen conocedor de China. Crépin, por ejemplo, fue quien, con ayuda de Repiton, puso a los franceses en contacto con el general Chin Teh Sun, viceministro de Operaciones y alcalde de Pekín.

En una reunión celebrada el 1 de marzo, patrocinada por Crépin y en la que se discutieron una serie de propuestas elaboradas por el coronel, se llegó a un acuerdo sobre el intercambio de tropas tras apenas dos horas de tira y afloja. Repiton telegrafió a Salan: “Acuerdo conseguido. La flota puede partir”.

Sin embargo, horas después se produjo eso que se llama un giro dramático de los acontecimientos. A las diez de la noche, que era la hora fijada para la firma, todo lo que encontró Crépin fue a una tropa de segundones que le sonreía y le pedía amablemente disculpas. La razón de todo: los chinos habían decidido que no aceptarían el relevo de tropas si el mismísimo general Mac Arthur no lo rubricaba. El general Chin se había volatilizado. Así las cosas, Repiton y Crépin, que sabían que la operación de desembarco francesa ya estaba lanzada, tuvieron que asumir sobre sus espaldas, y sus conciencias, la responsabilidad de, que diría Churchill, let it rip. Al día siguiente, Jacques Meyrier, el embajador que años después estaría en los clubes de pote de El Viso de Madrid tomando blodimeris, se fue a por Chiang y el Ministerio de Asuntos Exteriores chino. Aun así, los chinorris tardaron días en contestar.

Lo que había pasado era que los halcones militares del Kuomintang, por delante de todos Ho Ying Chin, habían puesto pies en pared. Y lo habían hecho, además, bien respaldados por el Congreso del Kuomintang, reunido en ese momento en Chungking con la presencia de los grandes generales presentes en el Tonkin.

Así las cosas, si las proas francesas asomaban por la plataforma continental de Hai Phong, podía ser la guerra.

Y es que era así. Cuando Leclerc recibió el telegrama de Repiton, el 1 de marzo, había incluso aplazado la meada que tenía prevista y había dictado inmediatamente la orden de movilización. La operación había tomado el nombre de Bentré y, la verdad, las posibilidades reales de dar marcha atrás eran nulas. Si el 6 de marzo no había un acuerdo político sobre la mesa, hablarían las piezas de artillería.

Inteligentemente, aunque también presionado por las tensiones internas que ya hemos visto, Giap había adelantado la reunión de la Asamblea vietnamita, prevista para el 3 de marzo, al día 2. El cambio podrá parecer una futesa, pero en el marco de aquellas fechas fue providencial. En la Asamblea se cedió sitial a 70 representantes del VNQDD y el Dong Minh, con el argumento de que como estaban en el extranjero no habían podido participar en las elecciones (falso; en realidad, era el Viet Minh quien no se lo había permitido). La Asamblea escuchó un discurso de Ho Chi Minh en plan Pedro Sánchez (todo era Bien, ni traza del Mal) y entendió de la dimisión del gobierno provisional. Se aprobó la constitución del nuevo gobierno con Ho Chi Minh de presidente y Nguyen Hai Than de vice. También aprobó la creación del grupo de consejeros presididos por Vinh Thuy, y luego el Comité de Resistencia presidido por Vo Nguyen Giap, vicepresidido por el VNQDD Vu Hong Khanh. También se creó un comité para la revisión de la Constitución y una Comisión Permanente, a la que se cedieron diversos poderes formalmente de la Asamblea, y que estaba totalmente dominada por el Viet Minh (la presidía Nguyen Van To, con los vicepresidentes Pham Vang Dong y Cang Dinh Qui, siendo secretarios Hoang Minh Giam y Duong Duc Hien). El gobierno se constituyó aquella tarde y tuvo su primera reunión el día 4. Como sé que no podríais vivir sin la lista completa, aquí os la dejo.

Presidente: Ho Chi Minh (Viet Minh)

Vicepresidente: Nguyen Hai Than (Dong Minh)

Exteriores: Nguyen Tuong Tam (VNQDD)

Interior: Huynh Thuc Khang (Independiente)

Economía Nacional: Chu Ba Phuiong (VNQDD)

Finanzas: Le Van Hien (Viet Minh)

Defensa Nacional: Phan Anh (Independiente)

Salud: Truong Dinh Tri (Dong Minh)

Educación Nacional: Dang Thai Mai (Viet Minh)

Justicia: Vu Dinh Hoe (Viet Minh)

Trabajos Públicos: Tran Dang Khoa (Viet Minh)

Agricultura: Bo Xuan Luat (Dong Minh, aunque bastante verso suelto)

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