El hundimiento
De Krebs a Demnin
El Brezal de Luneburgo
Patton
Ike resiste la tentación
La firma en Alemania
Buena
parte de los periodistas en ejercicio en medios soviéticos sabían
el día 8 de mayo que algo se había firmado en Reims en plan
rendición de los alemanes; pero, obviamente, no escribieron nada
porque no recibieron instrucciones en tal sentido. Ese día, sin
embargo, sí comenzó a circular de forma, digamos, oficial, la
información de que el mariscal Zhukov estaba en Berlín para
realizar una firma con Keitel. Cuando las fotos llegaron a Moscú,
todos supieron que era el momento de publicar. El día 9 de mayo
sería el Día de la Victoria para los soviéticos.
Como
suele ocurrir siempre en este tipo de situaciones, la censura de
prensa operó como caja de resonancia para teorías todavía peores
que las noticias que se pretendían ocultar, ya que el hecho de que
no se publicase nada de la firma de Reims hizo que, cuando algunas
noticias se filtrasen, hubiese mucha gente en Moscú que llegase a la
conclusión de que aliados occidentales y alemanes estaban negociando
bilateralmente en secreto.
En la
mañana del 9, la gran estrella de la radio soviética, Yuri Levitan,
por fin anunció urbi et orbe comunista la rendición de
Karlshorst; a los redactores de los periódicos soviéticos ya se les
había instruido de que no podían escribir nada hasta que Levitan no
hiciese su anuncio. Y lo hizo bien pronto, a la una y diez de la
madrugada, con un mensaje conciso: “Atención, esto es Moscú;
Alemania ha capitulado”. Levitan siguió anunciando que el día 9
se declaraba festivo y, acto seguido, la radio soviética tuvo un
gesto que, la verdad, sus colegas occidentales ni habían tenido, ni
tuvieron: reprodujo los himnos británico, estadounidense y francés;
eso sí, una vez que ya se había tocado La Internacional.
Para
Stalin, sin embargo, aparentemente aquel día no tuvo una
significación especial. El camarada primer secretario del Comité
Central del Partido Comunista de la Unión de Repúblicas Socialistas
Soviéticas, probablemente, estaba muy disgustado con la forma en la
que habían transcurrido las movidas en las últimas 72 horas,
aproximadamente. Los problemas y desencuentros con los aliados
occidentales habían sido muchos y, de no haber estado en Reims
alguien tan proclive al pacto, tan rooseveltiano diría yo, como
Eisenhower, podrían haber sido más. Aquello no era síntoma de nada
bueno. De hecho, cuando un joven Nikita Kruschev contactó
telefónicamente con él para felicitarlo, Stalin lo despachó
displicentemente diciendo que estaba currando. La forma que tenía Pepe de decirle a sus acólitos déjate de fiestecitas, aquí estamos haciendo la Revolución.
Aquella
mañana del 9 de mayo se estaba produciendo la última evacuación de
tropas alemanas. Concretamente, ocurrió en Libau, un puerto letón. En
Curlandia, los alemanes acumularon sus armas en lugares predesignados
y se rindieron con enorme disciplina; aunque hubo algunos devotos
nazis, así como letones contrarios a los soviéticos, que se echaron
a los bosques.
Sin
embargo, la guerra continuaba. En Checoslovaquia, las tropas
alemanas, que para entonces habían perdido a su comandante pues
había huido al Tirol (lo cual, por cierto, provocó que Schörner,
cuando regresase a la vida normal, fuese ninguneado por sus
camaradas, quienes, además, por lo general eran bastante menos nazis
que él), seguían luchando para poder llegar hasta las líneas
estadounidenses. En esa zona, pues, a la formalidad de los acuerdos
escritos se impuso la voluntad de salvación de unos soldados que
sabían que si terminaban en campos de concentración soviéticos
probablemente ya nunca lo contarían. Todavía lucharon soviéticos y
alemanes en Checoslovaquia durante tres días más.
En la
mañana de aquel día 9 quedó liberado el último campo de
concentración alemán, en Theresienstadt, cerca de Praga. Por otra
parte, a eso de las seis de la mañana de aquel día, por fin, las
primeras unidades soviéticas llegaron a Praga. Los alemanes, en
realidad, habían abandonado la ciudad en la mañana anterior, pero
todavía quedaban en la ciudad grupos de miembros de las SS muy
ideologizados.
También
aquel día 9 de mayo, en el puente de mando del HMS Beagle, el
general Siegfried Heine, a cargo de las Islas del Canal, firmaba su
rendición incondicional ante los británicos, quienes por fin
recuperaban esa pequeña esquina de su nación que habían logrado
invadir y controlar los alemanes. A las dos de la tarde, el
responsable de las tropas de tierra en la isla de Jersey, general
Rudolf Wulf, firmó una rendición propia en el Hotel Pomme d'Or,
donde se habían instalado los aliados. A las cuatro menos veinte de
la tarde, la esvástica fue arriada del balcón del ayuntamiento por
última vez (hasta el momento).
En
Creta, ese mismo día, un grupo bastante pobre de soldados y mandos
británicos recibía la rendición de cuatro divisiones de la
Wehrmacht que, por encenderle, les podrían haber encendido el pelo,
pero ya no tenían ganas. Ni motivo.
A las
cuatro de la tarde de aquel día 9, el general Alexei Antonov todavía
envió un mensaje a Eisenhower informándolo de que, aun pasados
todos los plazos habidos y por haber en el acuerdo de rendición,
había unidades que seguían luchando. Se refería a unidades del
Grupo de Ejércitos del Centro (el que había mandado Schörner) y
algunas unidades en Yugoslavia. Eisenhower cursó órdenes, sobre
todo a Patton, para que bloquease las carreteras checas y colocase
carteles diciéndole a los alemanes que debían permanecer más allá
de dichas marcas (en territorio soviético, por así decirlo).
Era el
momento de la letra pequeña, que en ocasiones es muy jodida. Tómese
el ejemplo de la isla de Bornholm. Bornholm está a ciento y pico
kilómetros al este de Copenhague, y forma parte de Dinamarca. El
general Dietrich von Saucken y su Grupo de Ejércitos de Prusia
Oriental la estaba usando como punto de evacuación para sus
soldados, a pesar de que dicho uso violaba, no el acuerdo de
Karlshorst, ni siquiera el de Reims, sino el del Brezal de Luneburgo,
en el que todas las unidades en Dinamarca se habían rendido. Desde
las 8 de la mañana del 5 de mayo, todas las unidades danesas estaban
rendidas a Montgomery.
Bornholm,
sin embargo, a pesar de ser danesa, se hizo la sueca. Su gobernador
alemán y la tropa alemana que también había ahí sabía que los
ingleses situados en Copenhague no tenían capacidad de enviar una
fuerza significativa a la isla, entre otras cosas porque, relapsos y
todo, estaban en contacto telefónico con ellos (suena a la guerra de
Gila, pero es que las guerras son así). El 6 de mayo Von Saucken, en
flagrante incumplimiento de los acuerdos de Luneburgo, trasladó
tropas desde la península de Hela hacia Bornholm, más concretamente
un regimiento de granaderos de 800 hombres al mando del general Rolf
Wuthmann. Von Saucken quería mantener a toda costa el control de la
isla danesa para poder tener una cabeza de puente que le permitiese
evacuar tropas hacia el oeste.
Los
soviéticos se olieron la tostada y exigieron que Von Saucken
rindiese Bornholm al mariscal Rokossovsky, quien, como sabemos,
andaba por ahí con su II Frente Bielorruso, intentando por todos los
medios echarle un bocado a Dinamarca que Montgomery le había
impedido a base de avanzar a pelo puta hasta Wismar. Aviones
soviéticos sobrevolaron la isla el día 8 y dejaron caer folletos
informando a los alemanes de que si no se rendían les iban a llover
hostias como panes. Wuthmann contestó que él se rendiría a los
británicos y a nadie más; lo cual no deja de ser una coña por su
parte, porque, formalmente, él ya se había rendido a los
británicos bastantes horas antes.
En la
primera mañana del 9 de mayo, Dönitz le comunicó a Von Saucken la
concesión por parte del gobierno de Flensburgo de la distinción de
diamantes para su Cruz de Caballero, en reconocimiento por los
esfuerzos que estaba haciendo para evacuar tanto militares como
civiles desde las zonas potencialmente controlables por los
soviéticos. La comunicación venía acompañada por una nota
manuscrita del fantasmagórico jefe del Estado alemán, en el que
conminaba al general a mantener su acción todo lo posible.
Habían
pasado ya doce horas desde la firma de Karlshorst y los alemanes
todavía seguían negando el literal del acuerdo firmado, haciéndose
los orejas y sacando a pelo puta gente de Hela. Fue en ese momento
cuando los soviéticos perdieron la paciencia, y decidieron enviar
una tropa por mar para tomar el terreno.
A las
dos y media de la tarde, barcas torpederas soviéticas aparecieron en
la las inmediaciones del puerto de Ronne, el más importante de
Bornholm. Es probable que, en algún momento, los soviéticos
pudieron pensar en actuar por su cuenta, y a tomar por saco todo. Sin
embargo, había elementos que les movían a no hacerlo. Estaba el
acuerdo de Karlshorst, que no sólo vinculaba a los alemanes; les
vinculaba a ellos respecto de sus aliados y, por lo tanto, si les
indignaba que los alemanes lo incumpliesen, lógicamente ellos no
podían actuar por su cuenta sin informar. Además, pesó mucho en el
ánimo del Alto Mando soviético el hecho de que los estadounidenses
se habían comprometido, y lo habían cumplido, a no entrar ellos en
Praga aunque lo tenían a huevo, mucho más a huevo que las tropas
ucranianas.
Eso sí,
tal y como ellos mismos con seguridad esperaban, la comunicación a
Reims de sus intenciones de limpiar Hela provocó inmediatas
suspicacias, fundamentalmente del lado británico. Los generales de
Churchill se dirigieron inmediatamente a Eisenhower para presionarlo
y preguntarle si no sería posible enviar a la zona un contingente
estadounidense. Sin embargo, los soviéticos veían Bornholm como
territorio plenamente integrado en su zona de influencia y
Eisenhower, finalmente, los secundó.
A las
tres de la tarde, el SHAEF recibió un telegrama de Flensburgo,
firmado por el Alto Mando alemán a las órdenes de Dönitz.
Informaba este telegrama de la llegada de las barcazas a Ronne, y el
anuncio, ya realizado por los soviéticos, de que a las cinco y media
de la tarde (dos horas y media después del telegrama, pues)
arribaría a Bornholm un general soviético para tomar la plaza de
manos del general alemán que se responsabilizase de la rendición.
Sin embargo, recordaba el telegrama (con razón, en mi opinión) de
que, al ser Bornholm una localidad inserta en territorio danés,
sus condiciones estaban plenamente integradas dentro de las que se
habían firmado con Montgomery. Esto es: ni Karlshorst ni Reims;
lo que regía allí era Luneburgo. Los alemanes, por lo tanto, se
declaraban a sí mismos vinculados por el acuerdo del Brezal, y
solicitaban del SHAEF confirmación de que las pretensiones de
control soviéticas eran adecuadas.
Los
alemanes, ya lo he dicho, llevaban razón de iure. Pero, la
verdad, por mucho que las convenciones de Ginebra y esas cosas se
empeñen, la verdad es que en la guerra la primera víctima es el
Derecho (por eso las leyes son tan importantes para la democracia, y
están por encima de voluntades populares expresadas de formas más o
menos difusas). Eisenhower no tragó aquel último anzuelo que le
tiraron los alemanes, y se apresuró a contestar que, de acuerdo con
todos los acuerdos firmados, debían ponerse a disposición de
la fuerza aliada soviética.
A los
británicos, sin embargo, siguió sin gustarles el olor de la orina
del enfermo. Sin embargo, o tal vez precisamente por lo muy evidentes
que hicieron sus reticencias, los soviéticos se desplegaron en
aquella rendición con una exquisitez absoluta. El coronel Strebkov,
comandante de la división soviética que se había establecido en
Ronne y de hecho estaba ya, para entonces, desarmando a las tropas
alemanas más cercanas, recibió sendos requerimientos, del gobierno
danés y del británico, en el sentido de aclarar cuáles eran los
planes soviéticos a largo plazo en la zona. Esto provocó que el
mariscal Rokossovsky tuviese que terminar por anunciar que, al final
de la tarde, haría una declaración explícita sobre la materia. En
dicho comunicado, los soviéticos informaron al gobierno danés de
que estaban actuando como lo hacían porque Bornholm caía totalmente
dentro de su radio de acción; pero que, en todo momento, lo
consideraban y reconocían como parte integrante de Dinamarca. Lo
cumplieron; un año después, no quedaban soviéticos armados en
Bornholm.
Gracias por el texto,es muy interesante todo lo que sucedía en esos días
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