Mi señor Bretwalda, por ahí vienen los paganos
El tema vikingo se pone serio
Alfred, el rey inglés
Vikingos a la defensiva
Un rey contestado
El rey de la superación
Una sociedad más estructurada de lo que parece
Con la Iglesia hemos topado
La apoteosis de Edward y Aethelflaed
El fin de los vascos de Northumbria
Tres cuartos de siglo sistémicos
Aethelshit
Las tristes consecuencias de que un gobernante gobierne “sea como sea”
El regreso de la línea dinástica
Los ingleses, como cualquier país que atesora una larga lista de reyes, tienen una nómina de reyes capullos, cabrones o hijos de puta; lista que suele alimentar la discusión histórica de cuál de ellos fue el peor. Debéis saber, como primera providencia, que cada vez que se hace un roster de estas características en Inglaterra, nunca falta a la cita el rey Aethelred II. De hecho, no ha de extrañar que los Windsor, por muchos hijos que tengan, nunca tengan la tentación de ponerle a un niño de su rama Aethelred. Aparte de ser un nombre muy anticuado (pero, vaya, más anticuado es Recaredo, y todavía se usa), el problema es que es un nombre sinónimo de los apelativos que para sí mismo reserva Gloucester en la shakesperiana Richard III: subtle, false and treacherous. Durante muchos siglos, el remoquete de Aethelred II entre los ingleses ha sido The Unready; algo que, en lenguaje actual, podría traducirse como El Becario.
En realidad, los ingleses nunca quisieron llamarlo becario, aunque se haya quedado con eso. La palabra original, en inglés antiguo, es unraed y, más que significar poco preparado, lo que quiere decir es mal aconsejado. Y lo llamaban así porque Aethelred venía a significar algo así como “buen consejo”. Así pues, para un sajón del siglo X, Aethelred Unraed viene a ser algo así como un pequeño trabalenguas que dice “El buen consejo al mal aconsejado”.
No existe prácticamente duda de que Aethelred heredó una finca que merecía la pena heredarse: un reino rico y estable, que hacía mucho tiempo que parecía haber dejado atrás la temible amenaza vikinga. Sin embargo, lo poco que sabemos de aquellos tiempos nos basta para concluir que las tensiones internas eran evidentes; lo que pasa es que algunos reyes habían sabido gestionarlas bien, y otros no. Aethelred, según todos los indicios, fue de los que no.
Como hemos dicho, cuando Edward fue asesinado su hermano y nuevo rey no podía tener más de 12 años. Esto hizo al nuevo rey extremadamente dependiente de la asesoría de otros.
En el año 985, cuando el rey tenía 18, se casó por primera vez. Aunque no está del todo claro, se especula con que la novia fue Aelgifu, hija del ealdorman Thored de Northumbria meridional. Aelgifu cumplió su labor como mujer del rey a la perfección: le dio seis hijos y hasta cinco hijas.
Para el rey, sin embargo, la principal novedad en esos años fue el comienzo de nuevo, a partir del 980, de las invasiones vikingas. Southhampton, Kent, Chesire, Devon, Cornualles y Dorset fueron atacados en aquella década.
Da la impresión de que, sin embargo, aquellos ataques, que no fueron coordinados y se desplegaron durante unos diez años, no fueron vistos como un problema sistémico sino, más bien, como pequeños problemas locales que debían ser resueltos por las autoridades de cada lugar. En diciembre del 990, sin embargo, toda esa visión cambió.
En dicho mes, llegó a la Corte inglesa un enviado papal, que tenía la misión de negociar un tratado entre el rey de los ingleses y el de los normandos, Ricardo I. Este tratado, muy probablemente, tenía una estrecha relación con el problema vikingo, ya que es más que de sospechar que los vikingos ya no navegaban sólo desde Dinamarca o desde Noruega, sino desde bases normandas. El hecho es que el acuerdo, que fue ratificado en Rouen el 1 de marzo del 991, incluía una cláusula por la que ambas partes se comprometían a no ayudar a los enemigos del otro.
El acuerdo anglonormando es una muestra bien clara de que en la Corte de Aethelred los ataques vikingos empezaban a dejar de ser concebidos como problemillas locales. Y no se equivocaban. En agosto de aquel año del 991, una flota vikinga arrasó Ipswich, y luego le pasó por encima a una flota inglesa comandada por el ealdorman Byrthnoth en la isla de Northey, Essex. En la batalla falleció Byrthnoth, y su resultado casi inmediato fue que los sajones tuvieron que recomenzar la vieja política de pagar importantes tributos a los daneses para que se marchasen; aún sabiendo que los daneses eran de la pata de Pedro Sánchez, y se les daba muy bien cambiar de opinión.
La historia de los diez años que siguieron es la mejor prueba de por qué los ingleses, cuando menos los cultos, suelen identificar la persona de Aethelred II con el concepto de derrota. Fue, efectivamente, una década durante la cual los vikingos fueron el Real Madrid de Ancelotti, y Aethelred se hizo un Xavi con sus mesnadas.
En el año 992, Aethelred lanzó un plan para ensamblar una gran flota inglesa que le plantase cara a los escandinavos. Pero uno de los ealdormen, Aelfric de Hampshire, traicionó al rey y se pasó a los vikingos. Como consecuencia de esta situación, en el año siguiente los vikingos subieron el termostato de la guerra. Como siempre, su objetivo era el norte, sobre todo Lincolnshire y Northumbria, unas tierras que probablemente consideraban más suyas que de los sajones. Los ingleses formaron un ejército para oponérseles; pero sus comandantes lo tuvieron tan claro que huyeron del campo de batalla antes de que comenzasen las leches; y, en consecuencia, el ejército se disolvió, pues los soldados de entonces podían ser tontos, pero no gilipollas.
En el año 994, los vikingos subieron la apuesta colocando a Londres en el radar. Sin embargo, por alguna razón, decidieron dedicarse a otras poblaciones del sur, por las que, nos cuenta la Anglo Saxon Chronicle, se pasearon como quisieron, robando lo que les apeteció.
La solución que encontró Aethelred fue la socialdemócrata: subió lo impuestos y, con el dinero que recaudó (aparte, hemos de suponer, de quedarse con una pequeña comisioncita) volvió a internar sobornar a los vikingos. Los vikingos cogieron el dinero, y le prometieron al rey luchar junto a él si venían más vikingos.
Los jefes de la expedición escandinava que arrasó Inglaterra eran Olfaf Triggvason y Swein Forkbeard, que era rey de Dinamarca. Swein le había arrebatado el poder en Dinamarca a su padre, que era un tipo que se comunicaba sin cables y se llamaba Harald Bluetooth (y que, de hecho, es el responsable de que Bluetooth se llame Bluetooth); sin embargo, parece que en su país de origen había mucha gente que le quería arrancar los huevos y metérselos por la boca, por lo que había navegado a Inglaterra para tratar de buscarse un lugar más tranquilo bajo el sol (bueno, bajo las nubes).
Es muy posible que el fortísimo soborno por parte del rey Aethelred (se habla de hasta 22.000 libras de la época, lo cual es una puta locura; pero ya os he dicho que Aethelred era un socialdemócrata: como lo pagaban los demás...) fuese, en realidad, una cierta operación geopolítica. Los sajones buscaban que Olaf regresase a Escandinavia y, con aquel dinero, financiase una guerra para hacerse con el poder en Noruega (algo que, según algunas sagas míticas, efectivamente logró); y lo hicieron porque, de esa manera, sabían que debilitaría la posición de Swein como rey danés, por lo que éste debería regresar a su país. La cosa, la verdad, les funcionó, aunque sólo hasta el año 999, que fue cuando Swein venció a Olaf en batalla, y lo mató.
Antes incluso de todo eso, en el 997, la estrategia había comenzado a hacer aguas, porque los vikingos habían retomado las invasiones. Los ingleses, a todas luces, habían perdido su toque. Sólo la gente que no ostenta liderazgo alguno desprecia el valor de ser líder y demostrarlo. Aethelred, según todos los indicios, no era un líder. No tenía lo que había que tener para colocarse al frente de una tropa y darle la sensación de que la victoria es cosa hecha. Los historiadores especulan con la posibilidad de que, varias veces, no desde luego una sola, en esos tiempos, los ejércitos ingleses que se crearon para luchar contra los vikingos se disolviesen antes de la batalla o, en otros casos, apenas derramada la primera sangre. Inglaterra, una identidad nacional en ciernes que claramente había nacido a partir de la convicción de que podía con las invasiones vikingas, bajaba los brazos y comenzaba a reconocer que era peor que aquellos tipos de pelo rojo.
En el año 1000, los ingleses tuvieron un respirito. Aquel año, los vikingos decidieron pasar el verano en Normandía, que no es mala idea siempre y cuando valores la comida por encima del sol y el calor. Pero esto, lógicamente, vino a querer decir que el pacto de hierro firmado años antes entre ingleses y normandos, quizás, se había convertido en papel mojado. En la primavera del año 1002, aparentemente, se intentó revivirlo cuando Emma, que no era un colchón sino la hermana del rey Ricardo II de Normandía, cruzó el canal para desposar a Aethelred. Eso sí, los ingleses, como encontraron que Emma era un nombre que cualquiera podía pronunciar y eso les pone nerviosos, le hicieron cambiarlo por Aelgifu.
El matrimonio de Aethelred y Emma, por lo demás, tiene mucha pinta de ser una medida desesperada. Sabemos que el año anterior al mismo, los vikingos volvieron a cruzar el Canal, y que el mismo año de la boda hubo que soltarles otra pastizara de 22.000 libras. Aethelred, casándose con la herma del rey de Normandía, probablemente estaba buscando acabar con toda aquella mierda.
La Anglo Saxon Chronicle nos informa, acto seguido, de una decisión del rey Aethelred que siempre ha causado cierto estupor, y mucha curiosidad, entre la grey histórica. Nos dice que, tras la boda, Aethelred descubrió una conspiración vikinga que pretendía desplazarlo de la corona (un dato que nos está diciendo que el respeto de la misma, como es lógico, era la primera condición que ponía siempre cuando les daba la pasta). Consecuentemente, Aethelred decretó el asesinato de todos los daneses residentes en UK. Según las crónicas normandas, el Brexit de Aethelred fue sangriento, no: lo siguiente. Las crónicas normandas cuentan que enterró a las mujeres vikingas hasta el pecho para que “mastines feroces” se comiesen sus tetas. También dicen que sus soldados cogieron a los bebés y los reventaron contra las puertas. Esto es, probablemente, propaganda anti inglesa; pero, como siempre os digo, alguien que escribe cosas así pretende ser creído y, si lo pretende, siempre algún poso de verdad sabe que tiene que tener.
La mayoría de los historiadores, sin embargo, tiende a recordar el hecho de que, después de décadas y décadas de penetración de daneses en la isla, muchos de los cuales se habían quedado y mezclado con el mujerío local, la mera idea de realizar un genocidio de vikingos en la isla es, simplemente, absurda por irrealizable. El tiempo de acabar con todos los daneses había pasado cuando eran 1.000 o 2.000, y estaban todos en una playa.
Lo que tampoco tiene por qué ser ninguna tontería son las sospechas de Aethelred. En el año 994, cuando el rey llegó al acuerdo con Olaf Tryggvason, le forró el riñón y le financió regresar a Noruega para hacer la guerra, hubo un porcentaje difícil de delimitar de sus soldados que decidió no seguirle. Fueron, pues, daneses y noruegos que no regresaron a su casa, que decidieron quedarse en Inglaterra y que, como lo que sabían hacer era pelear, se emplearon en el ejército inglés de mercenarios. Ocho años después, en el 1002, no es ninguna tontería pensar que existieran serias dudas sobre la lealtad de aquellos hombres; ellos pueden ser el origen de las sospechas del rey en el sentido de que alguien pudiera estar montando un golpe de Estado para mandarlo a tomar por culo. Las crónicas hablan de un tal Pallig, probablemente inglés, que habría reunido una serie de barcos, habría abandonado al rey, y habría intentado unirse a los vikingos contra él.
Lo verdaderamente importante es que ni sobornándolos, ni buscando alianzas internacionales, ni masacrándolos, consiguió Aethelred acabar con los vikingos. Para empezar, las cosas entre ingleses y normandos no mejoraron demasiado con la boda. Aethelred ordenó a sus tropas cruzar el canal y arrasar Normandía, con la orden de apresar al duque y traerlo a Inglaterra cargado de cadenas. Pero ya os he dicho que Aethelred no era un líder y, precisamente por eso, su ejército era una puta mierda. Nada más llegar los soldados ingleses a las costas normandas, fueron sorprendidos por los locales, quienes les dieron hasta en el cielo de la boca. Muy poquitos volverían a ver los nublados horizontes de su tierra. Por decirlo en términos de Historia contemporánea, pues, el rey Aethelred tuvo su Playa Girón.
¿Qué es lo que está detrás de la ruptura entre ingleses y normandos? Pues, muy probablemente, la pasta. Aparentemente, el duque Ricardo llegó a un acuerdo con Swein Forkbeard por el cual Normandía acogería a los vikingos que resultasen heridos en sus batallas, a cambio de que los vikingos vendiesen el resultado de sus saqueos sólo en Normandía. Fue, por lo tanto, una especie de acuerdo “PIB por heridos”, del cual el principal pagano sería el conas de Aethelred.
Los vikingos regresaron a sus acciones de ataque y saqueo en la Inglaterra occidental en el año 1003, comandados por el incansable Swein. Destruyeron Exeter hasta la última casa, y luego quemaron Wilton. Al año siguiente, 1004, Swein ordenó moverse hacia East Anglia. Ulfcytel, el gobernador de la región, decidió sobornarlo; Swein, sin embargo, primero cogió el dinero, y después entró en Norwich y la quemó. Asimismo, también saqueó Thetford.
Aquello fue demasiado para el orgullo de Ulfcytel y los suyos, quienes decidieron levantar un ejército para presentarle batalla a los daneses. Las crónicas hablan de una batalla muy meritoria por parte de los east anglians que, sin embargo, acabaron por perder porque tenían que perderla: eran muchos menos. De hecho, la Anglo Saxon viene a decir que habrían podido ganar “si toda su fuerza hubiera estado en el campo de batalla”, lo que viene a sugerir que hubo nenazas que prefirieron quedarse en casa viendo Netflix.
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