martes, junio 11, 2024

La primera Inglaterra (12): Tres cuartos de siglo sistémicos

El nacimiento de una identidad
Mi señor Bretwalda, por ahí vienen los paganos
El tema vikingo se pone serio
Alfred, el rey inglés
Vikingos a la defensiva
Un rey contestado
El rey de la superación
Una sociedad más estructurada de lo que parece
Con la Iglesia hemos topado
La apoteosis de Edward y Aethelflaed
El fin de los vascos de Northumbria
Tres cuartos de siglo sistémicos
Aethelshit
Las tristes consecuencias de que un gobernante gobierne “sea como sea”
El regreso de la línea dinástica  


 



Echando cuentas, se hace evidente de que el rey Eadwig, cuando recibió la corona, tenía que ser un adolescente o, incluso, preadolescente. Pero ése no fue el principal problema de su corto reinado. El principal problema era que aquel chavalote era un chulo, un inmoral, y no servía para el cargo. Las crónicas nos dicen que, al día siguiente de su coronación, el arzobispo Dunstan de Glastonbury pilló al rey en la cama haciéndose un trío con su prometida y la madre de ésta. El hecho puede no ser cierto, pues Dunstan escribió estas cosas años después, cuando Eadwig lo hubo exiliado; pero lo cierto es que ese tipo de historias, si quien las relata espera que sean creídas, tienen que tener un fondo de verdad. Y la verdad es que nadie, y nadie es nadie, que escribió con posterioridad al reinado de Eadwig, parece mostrar un adarme de amabilidad hacia su figura.

Eadwig sólo reinó cuatro años; tiempo en el cual emitió 90 charters, lo cual es una actividad legislativa inusitada. Sabemos que en el 956 se produjo el exilio de Dunstan, y que al año siguiente otro arzobispo, Oda de Canterbury, tuvo que separar a Eadwig de Aelgifu porque “eran demasiado cercanos”, lo que siempre se ha tomado como signo de una relación escandalosa (Aelgifu era bisnieta del rey Aethelred, por lo que era prima tercera del rey; Eadwig acabaría casándose con ella, pero el matrimonio fue anulado por el PasPas por consanguineidad).

Lo que se tiene por más probable es que Eadwig fuese el rey efectivo de las tierras inglesas durante todo su reinado. Sin embargo, en el 957 hubo una división del reino, que se considera probablemente amistosa, por mor de la cual su hermano Edgar recibió las tierras al norte del Támesis. Algunos historiadores, sin embargo, consideran probable que lo que estemos viendo aquí es un fuerte proceso identitario por parte de los ingleses septentrionales, acostumbrados a tener reyes vikingos que tendrían sus propias leyes y costumbres y, consiguientemente, poco proclives a compartir entorno cultural y jurídico con sus vecinos del sur. La partición, en este sentido, habría sido la solución que encontró el Estado inglés, so to speak, para garantizarse un cierto nivel de unidad en la diversidad.

Si esto fue así, la sorpresa habría de llegarle a la Casa Real por otro lado. Da la impresión de que Eadwig, quien ya os he dicho que era un chulo, practicó un calculado ninguneo de los mercianos en su Corte y en sus decisiones; lo cual provocó un movimiento secesionista en el 957.

Da la impresión, por lo tanto, de que el 1 de octubre del 959, cuando el rey murió, le dejó a su hermano menor Edgar una herencia bastante complicada.

El rey Edgar tiene muy buena prensa en las crónicas contemporáneas o cuasi contemporáneas a su reinado. Pero eso puede ser porque hablamos de crónicas escritas por monjes en su inmensa mayoría; y Edgar fue mucho de su cuerda, puesto que financió muchísimas fundaciones y sobre todo reformas de monasterios al sur del Támesis. Todo parece indicar que Edgar no tenía las ideas de su hermano; es más, tenía claro que debía aplicar las contrarias. Esto se puede apreciar en el nombramiento de la bestia negra de su hermano, Dunstan, como arzobispo de Canterbury, en el mismo año en que fue coronado.

Edgar, por otra parte, parece haber llegado al reinado con una flor en el culo. Entre el 959 y el 975, todo parece indicar que en su reino no hubo ni querellas civiles ni tampoco invasiones desde el extranjero. Los vikingos no regresaron hasta el 980, a pesar de que la muerte de Eric Bloodaxe en el 954 había dejado un importante puesto de liderazgo libre. En lo tocante a los problemas internos, la impresión que da es de que Edgar supo gestionar las diferentes sensibilidades de su reino mucho mejor que su hermano. Eso sí, el rey no se dormía. Su flota circunnavegaba la isla de Inglaterra cada verano, apatrullando la ciudad. Se sabe, por otra parte, que en el 967 el rey envió al ealdorman Aelfhere de Mercia a atacar a los galeses. Por su parte, el rey de los escoceses, Kenneth II, entró en territorio inglés en el 971, llegando hasta Stainmore, en el conocido como Distrito del Lago.

A pesar de estas tensiones, como digo, Edgar consiguió prevalecer en la siempre difícil figura de rey de los sajones. El 11 de mayo del 973, fue consagrado rey en Bath; una ceremonia que no venía más que a confirmar su autoridad real, probablemente diseñada para afirmar la misma sobre la totalidad de sus reinos, es decir, sobre todos los ingleses. Tras la consagración, la flota real se hizo a la mar hacia Chester, donde se preparó una ceremonia en la que un grupo de reyes y reyezuelos ingleses le rindieron pleitesía.

En realidad, en Bath y en Chester vino a terminar por decantarse un vino que se había sembrado, recogido y elaborado aproximadamente tres cuartos de siglo antes. En unos 75 años, en efecto, la situación había pasado de un rey: Alfred, que lo fue de los anglosajones; a otro rey, Edgar, que se decía, y era, rey de los ingleses. Edgar era señor de las tierras delimitadas al sur por el Canal de la Mancha, al norte por el Tees e, incluso, hasta la frontera con Escocia.

Por supuesto, la pregunta de cuándo comenzó a existir Inglaterra como concepto político, como nación, seudo nación. protonación o fistro diodenal a prueba de licenciados en Historia, es una interesante materia sometida a discusión; una discusión que nunca terminará. Muchos historiadores consideran que los arquitectos de la nación inglesa fueron Eduardo el Viejo y Aethelstan; otros, sin embargo, consideran que ese suflé no subió lo suficiente hasta la llegada de Edgar.

Sin duda, cuando menos para mí, el primer mojón de importancia en la creación de la nación inglesa fue la resolución de la tensión entre Wessex y Mercia que, de alguna manera, protagoniza todo el siglo IX y bastante del X. Como espero haberos dejado claro, quien salió por la zona limpia de la pista fue Mercia; sin embargo, hay muchas razones, sobre todo la situación geográfica que convirtió a Mercia en el primer rostro que golpeaban los vikingos una vez que se establecieron en Northumbria, que conspiraba para debilitar a la dinastía merciana propia y le daba ventaja a los sajones occidentales.

Así las cosas, desde el segundo cuarto del siglo X nos encontramos en el área con una dinastía real relativamente estable que es, esto es lo importante, una dinastía de sajones. Esta dinastía, sin embargo, sufrió de muchas tensiones. La cosa es que han pasado mil años, y cualquiera que se interese por la vida de Isabel II, Diana de Gales, y ahora el tipo con pinta de tonelero que se ha casado con una actriz, puede comprobar que los reyes ingleses tienen unas tendencias centrífugas de la hueva; ahora las resuelven en las televisiones, pero hace mil años, lógicamente, las resolvían en el campo de batalla.

La gran suerte, o extremada habilidad, de los alfredianos (porque yo creo que Alfred merece ponerle nombre a su patota de hámsters), reside en que, por lo general, y por lo que sabemos, supieron resolver esas querellas con rapidez. Supieron, por lo tanto, dar sensación de estabilidad. Eduardo el Viejo difícilmente habría sido rey si la rebelión de Aethelwold no se hubiera disuelto con rapidez. Una vez consolidado, Edward se encontró con el problema de que su primogénito no era, probablemente, su elegido. Aethelstan, como ya os he contado, se había criado en Mercia con su tía; en Wessex estaba Aelfweard, hijo de Edward en su segundo matrimonio con Aethelflaed de Wessex. Sin embargo, la suerte (o la farmacopea) vino a resolver esa tensión, pues Aelfweard murió apenas quince días después que su padre. Pero, aun así, entre la muerte del rey y la coronación de Aethelstan transcurrió aproximadamente un año, dato que sugiere que el nuevo rey tuvo que negociar mucho, y con muchos, y que Junts per Wessex no se lo puso nada fácil.

Mi idea (que no es la de otros muchos, eso debes saberlo) es que Aethelstan pactó la corona. Había sido espontáneamente proclamado en Mercia a la muerte de su padre; pero yo creo que la alta nobleza de Wessex no lo quería. Mi idea es que, finalmente, los pares sajones acabaron aceptándolo como rey, pero con una condición: Aethelstan nunca tendría descendencia. En efecto, Aethelstan es un rey soltero y sin hijos, de los que hay poquísimos en la Historia, pues los reyes, en todo país y en toda época, han tirado más bien a Bertín Osborne . En mi planteamiento, la sucesión del rey por su medio hermano Edmund se pactó ya en el 925, cuando Aethelstan fue proclamado rey.

Las vicisitudes, sin embargo, habrían de cambiar de nuevo el planteamiento que la alta nobleza sajona había hecho, con una visión de dominación sajona del pueblo inglés. Edmund, como ya os he contado, fue asesinado en el año 946, y dejó dos niños demasiado niños; por lo que la corona, de forma inesperada, hubo de ceñirla su hermano menor, Eadred. Yo tengo por mí que este cambio de planes volvió a excitar los ánimos de los mercianos. Mercia había salido perdedora de los apaños cosidos por la nobleza de Wessex. Había conseguido colocar en la corona a un rey que consideraban suyo, criado en Mercia y al que se apresuraron a aclamar; pero ese rey había sido convertido en una estación término, sin posibilidad de dejar descendencia y crear su propio tronco dinástico. La evidente dosis de desconfianza hacia los mercianos que destilan estos movimientos de los nobles y obispos sajones los llevó, a mediados del siglo X, a volver a coquetear con la idea de irse por su cuenta. La monarquía, aparentemente, resolvió esta tensión con el acuerdo de repartición entre Eadwig y su hermano Edgar, por el cual éste último recibió las tierras al norte del Támesis, aunque en una posición de subordinación a su hermano. Aparentemente, Edgar fue un rey mucho más pragmático que su hermano, y supo aglutinar mejor todas aquellas inquietudes.

El 8 de julio del 975 falleció el rey Edgar, con apenas 32 años de edad. El dato es importante. Todo parece indicar que falleció de una forma totalmente inesperada, que pilló a toda Inglaterra con las bragas por los tobillos. Muy particularmente, Edgar no dejó ningún plan sucesorio definido: de nuevo, pues, el proyecto inglés se sometía a la incertidumbre.

Edgar tenía un hijo mayor superviviente, Edward, que debía de tener unos 12 años cuando a su padre le dio el apechusque. En los últimos años del siglo siguiente se escribieron historias, difíciles de adverar, poniendo en solfa la legitimidad de Edward a causa de la filiación de su madre, no muy bien conocida (se dijo que era hijo de una monja de la abadía de Wilton). La mayor parte de los historiadores se decanta por estimar que la mamá del niño era Aethelflaed, hija de uno de los ealdormen de la época.

Edgar tenía otro hijo, Aethelred, que tendría unos 7 años. Era el segundo hijo del matrimonio entre el rey y Aelfthyrth. Se habían casado en el 964 y habían tenido otro hijo antes, Edmund; pero había muerto en el 971.

Aelfthyrth era una pija de su época. Era hija de un poderoso terrateniente y ealdorman de Devon llamado Ordgar. Su primer marido había sido Aethelwold, ealdorman de East Anglia.

La reina viuda Elfthyrth decidió apostar fuerte por su hijo como sucesor; lo que abrió un enfrentamiento civil, con los grandes nobles y obispos del reino tomando partido por uno u otro hermano. A Aelfthyrth se unió, aparentemente, el obispo Aethelwold de Winchester y los ealdormen de Mercia Occidental y Essex, es decir: Aelfhere y Byrhtnoth. Del lado de Edward se colocaron el arzobispo de Canterbury, Dunstan, y el ealdorman Aethelwine de East Anglia. La opción de Dunstan, quien como sabemos fue recuperado para la alta política sajona por el rey Edgar, viene a sugerir que la candidatura de Edward era, quizás, la más “purista” o dinástica.

Una vez más, en todo caso, Inglaterra mostró su alta capacidad de resolver las querellas dinásticas con rapidez. En el otoño de aquel 975, es decir apenas unos meses después de haber muerto el rey, el pescado estaba vendido ya. Edward fue coronado rey aunque, la verdad, su reinado fue corto.

En la tarde del 18 de marzo del año 978, el rey se había desplazado para visitar a su medio hermano y a su madrastra en Corfe, Dorset. Cuando se paró ante las puertas de la mansión de Aelfthyrth, acompañado por una pequeña escolta, fue asaltado por una patota de Latin Kings que lo descabalgaron de su bestia y lo cosieron a puñaladas. Los asesinos tomaron el cuerpo, se lo llevaron de allí, y lo enterraron sin ceremonias no hostias, dicen las crónicas, “en la casa de un conocido grosero”. Pero tranquilos, que eso no tiene por qué lanzar una de esas operaciones de búsqueda de cadáveres reales en parkings de supermercado a las que son tan aficionados los ingleses. El cuerpo fue recuperado meses después, y fue enterrado en la abadía de Shaftesbury.

La muerte del rey conmocionó a muchos ingleses, quienes muy pronto comenzaron a venerarlo como un santo y un mártir. Es de suponer que a él le hubiera gustado seguir viviendo. En lo que se refiere a su hermano Aethelred, fue consagrado rey por el arzobispo Dunstan en Kingston-upon-Thames, el 4 de mayo del año 979.

Bythferth, en su Vida de San Olvaldo, asevera que a Edward el Mártir se lo cargó una pandilla de sicarios “que eran ardientes partisanos de su medio hermano, Aethelred”. Aethelred, como os he contado, estaba esperando la llegada de su hermano en compañía de su madre, Aelfthyrth. Sin embargo, esta versión se encuentra con algunos problemas, el mayor de los cuales que Aethelred, en ese momento, tenía unos 12 años nada más; lo cual convierte a su madre en la primera sospechosa. Décadas después del asesinato, de hecho, la madre era la persona normalmente señalada como fautora intelectual del asesinato. Sin embargo, también se ha destacado que el propio rey Edward era persona muy volátil, que tomaba decisiones y luego cambiaba de opinión con facilidad; lo cual pudo provocar que hubiese más gente que estuviese hasta los huevos de él.

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