El nacimiento de una identidad
Mi señor Bretwalda, por ahí vienen los paganos
El tema vikingo se pone serio
Alfred, el rey inglés
Vikingos a la defensiva
Un rey contestado
El rey de la superación
Una sociedad más estructurada de lo que parece
Con la Iglesia hemos topado
La apoteosis de Edward y Aethelflaed
El fin de los vascos de Northumbria
Tres cuartos de siglo sistémicos
Aethelshit
Las tristes consecuencias de que un gobernante gobierne “sea como sea”
El regreso de la línea dinástica
Al seguir la peripecia del medio ejército vikingo a las órdenes de Halfdan, hemos dejado a la otra parte en Reading. Eso que podemos llamar, pues, el resto de los vikingos establecidos en Mercia, en todo caso, ya no estaba en Reading. Se habían ido a Cambridge, liderados por lo que las crónicas llaman los tres reyes: Guthrum, Oscetel y Anwend. Los vikingos GOA estuvieron en Cambridge un año; estudiar, estudiaron poco, pues se dedicaron, fundamentalmente, a preparar una expedición sobre Wessex; expedición que se produjo en el 875 tal y como los GOA, probablemente, habían estimado desde un primer momento.
Entraron los vikingos en Wessex de forma bastante exitosa, en plan Pedro Sánchez en una librería casualmente petada de militantes de su partido, y se establecieron en Wareham, Dorset. Hasta allí los siguió el rey Alfred, quien les ofreció una tregua. Aunque los datos son obviamente incompletos, da la impresión de que la embajada de Freddy estaba muy lejos de ser una embajada de perdedores; de otro modo, los vikingos no le habrían jurado, como hicieron, abandonar su reino en algunos meses, y no le habrían dado rehenes como garantía de sus promesas. Estas garantías, sin embargo, parecen haber creado algún tipo de disensión entre los escandinavos, porque una parte de dicho ejército, probablemente los de Avanzar sin Transar de toda la vida, abandonó Wareham de forma bastante clandestina y se encastilló en Exeter. Hasta allí los siguió Alfred, y volvió a exigirles promesas y rehenes.
Lo que parece estar claro, dentro de las dificultades que presentan los testimonios altomedievales, es que los vikingos estaban, en general, por la labor de pactar. Su flota había sido seriamente dañada, llevaban muchos años luchando y hasta ellos, que eran un pueblo de naturaleza belicosa, formado por personas que esperaban estar la vida entera on the road, yo creo que acabaron por entender que si uno se forra a base de rapiñar, en algún momento tendría que ponerse a disfrutar de lo rapiñado. Sí, ya sé que eso son ambiciones pequeñoburguesas. Pero es que los vikingos no habían encontrado Cambridge ninguna copia de El Capital.
Mi impresión, pues, es que Wessex se les apareció como un hueso demasiado duro de roer; y es posible que también supieran que, esta vez, no iba a llegar un tercer ejército desde el mar para ayudarlos. Es lógico, pues, que algunos comandantes vikingos, y sus soldados, llegasen a la conclusión de que sus tiempos de campaña habían terminado; y que apreciasen que el hogar para permanecer más o menos tranquilos era Mercia, no Wessex. Hay que comprender su resistencia a establecerse de forma permanente en Inglaterra, dado que la comida es horrible. Pero, la verdad, la escandinava tampoco le va a la zaga.
Así las cosas, los vikingos de Mercia trabajaron para un acuerdo estable en aquel reino. Una parte del reino le fue entregada a Ceolwulf, concretamente el sudoeste de aquellas tierras. Los vikingos se quedaron con los Estados más orientales, lo cual, probablemente, incluyó Londres, Bedford y Northhampton; y los septentrionales, que con el tiempo serían conocidos por los ingleses como los Five Boroughs: Derby, Lincoln, Leicester, Nottingham y Stamford. Eso era, en todo caso, la mayoría de los vikingos; todavía quedaban relapsos que querían seguir conquistando.
Llegó así el año 878; un año que ha sido considerado, con bastante justicia, como un año pivotal en la historia inglesa. En dicho año, un ejército vikingo “silencioso”, nos dicen las crónicas, entró en Wessex y cayó sobre Chippenham. Chippenham, entonces, era como hoy Balmoral, es decir, un lugar al que iba el rey en vacaciones; y la llegada vikinga se produjo más o menos en los días de Navidad, por lo que la intención bastante probable de los escandinavos fue coger a los sajones por sorpresa y, de paso, hacerse con la persona del rey, o matarlo. La cosa es que no fue así, pero aún así los vikingos belicosos ocuparon los Estados de los sajones occidentales y se establecieron allí. Además, estos vikingos pronto recibieron refuerzos de una nueva oleada que había desembarcado el sudoeste de Gales y se presentó en Devon.
A partir de ahí, comenzaron a pintar bastos para los pelirrojos. Fueron vencidos en Devon y todos los esfuerzos de los invasores por hacerse con el rey sajón fueron en vano. El monje Asser, obispo de Sherborne, nos pinta en su crónica a un rey Alfred que hubo de escapar con un puñado de asesores y que llevó una vida semisalvaje en las intrincados bosques de Somerset. Es difícil saber en qué medida esto es propaganda, pues estas historias fueron escritas mucho tiempo después del tiempo que relatan; pero lo que sí parece claro es que Alfred tuvo que pasar por un momento complicado, en el que se convirtió en algo así como un Empecinado sajón, emboscando vikingos; o en un Pedro Sánchez, viajando solo por Wessex en el Peugeot.
En la primavera del 878, en todo caso, estaba lo suficientemente tranquilo y consolidado como para construir una fortaleza en Las Marcas, en un lugar llamado Athelney; un lugar que, a decir de Asser, estaba rodeado de pantano, lo que lo hacía difícilmente expugnable. Desde ahí, el sajón comenzó una guerra de guerrillas. A mediados de mayo, se dirigió con sus tropas a un lugar llamado Egbert's Stone, que debía de ser un lugar donde las reuniones de personas de pueblos distintos eran frecuentes; un mercado, quizá. Asser nos dice que allí Alfred fue recibido como Cristo resucitado, y es probable que fuese así. Da la impresión, por lo demás, que el encuentro en La Piedra de Egberto, que sin duda fue populoso y todo un golpe de propaganda, tuvo la consecuencia de que las bandas sajonas más o menos organizadas que hasta entonces había comandado el rey, se convirtieron en un ejército digno de tal sustantivo. Estas tropas marcharon durante dos días hasta Edington, Wiltshire, buscando claramente la batalla con los vikingos.
Alfred ganó la batalla, probablemente por cansancio y deterioro del enemigo, más que por acciones espectaculares y breves. El planteamiento estratégico de rey sajón fue lo suficientemente inteligente para que, cuando la batalla estuvo decidida y los vikingos se retiraron, los sajones tuviesen fuerza y empuje suficiente como para perseguirlos hasta Chippenham. Dos años pasó el rey Alfred junto a las murallas de la ciudad, hasta que los vikingos, que se lo habían comido todo y ya sólo tenían sus meados para beber, se rindieron.
Lo que siguió fue un acuerdo con pocos precedentes en la Historia. Porque, lejos de lo que solían ser estos tratados de paz altomedievales, en los que ambas partes se llevaban algo, aquello fue la rendición en toda regla. Los vikingos aceptaron que Alfred tomaría todos los rehenes que quisiera, a cambio de que los sajones no entregasen a nadie; esto no es normal, pues en aquella época lo habitual era que ambas partes entregasen rehenes en garantía del cumplimiento de sus compromisos. Los vikingos aceptaron abandonar Wessex, e incluso Guthrum aceptó convertirse al cristianismo. Guthrum fue bautizado tres semanas después en presencia de Alfred y, después, pasó dos semanas con el rey de Wessex, en lo que se puede considerar una especie de conferencia de Yalta en pequeñito.
Ya convertido en Aethelstan, su nombre cristiano, Guthrum debía guiar a sus gentes fuera de Wessex. Los escandinavos salieron de Chippenham hacia Cirencester a finales de aquel año 878; allí permanecieron un año más hasta que picaron espuelas en dirección de East Anglia. Allí se aposentaron y comenzaron una vida de cohabitación con los locales. Las conquistas vikingas habían perdido momento; pero no así el establecimiento en Inglaterra, puesto que la mayoría de los escandinavos no tenía el menor deseo de regresar a sus tierras de origen; ellos eran una mezcla de refugiados e invasores en una nueva tierra que se les ofrecía más fértil y rica. Consiguientemente, decidieron crear nuevos reinos escandinavos en aquella tierra, aquí y allá, es decir donde pudieron, conformando lo que, con el tiempo, sería conocido como Danelaw, la tierra de los daneses. Sin embargo, todo eso ocurría mediando la existencia de un reino de Wessex consolidado y establecido, capaz y con fuerza militar. Como consecuencia de esto, cuando a finales del 879 una nueva oleada vikinga desembarcó en Fulham, sus propios comandantes, quizás después de haber recibido los consejos de los vikingos establecidos ya en la isla, decidieron levar anclas y marcharse al continente.
La amenaza vikinga, sin embargo, no habría de terminarse tan fácilmente. A finales del 885, el ejército vikingo que había partido hacia el continente se dividió en dos, y una de esas mitades decidió probar suerte en la isla otra vez. Esta flota remontó el estuario del Támesis y amenazó Rochester; los habitantes locales, sin embargo, consiguieron mantener las puertas cerradas hasta que llegó el rey Alfred. El rey sajón consiguió que una parte de los vencidos decidiera marcharse al continente de nuevo; pero otra parte se quedó y negoció con él. Sin embargo, los vikingos pronto traicionaron sus acuerdos y es posible que recibiesen algún tipo de ayuda o aliento por parte de los escandinavos establecidos en East Anglia. Así pues, se encastillaron en Benfleet, en el banco norte del estuario del Támesis. Sin embargo, por alguna razón que no está muy clara, estos vikingos nuevos, por así decirlo, acabaron por pelearse con los de East Anglia y, en su práctica total mayoría, acabaron tomando el Eurotúnel. Alfred, sin embargo, no se contentó con aquello, puesto que envió una flota contra los vikingos de East Anglia, pues consideraba que habían roto las condiciones de paz (de hecho, yo creo que es posible que la pelea entre vikingos fuese un intento de los vikingos ya establecidos en Inglaterra por congraciarse a pelo puta con Alfred). Hubo dos batallas navales, con una victoria para cada bando.
Claramente, el rey Alfred había llegado a la conclusión de que la situación no estaba tan pacificada como él había considerado. Así las cosas, decidió tomar Londres. Asser insinúa en su crónica que la actual capital de Reino Unido era una más de las ciudades que, en el último raid de los vikingos, había quedado básicamente destrozada e incendiada, y apenas poblada porque los escandinavos habían provocado la matanza de sajones y la dispersión de los supervivientes. Consiguientemente, la principal labor de Alfred fue volver a hacer que Londres fuese una ciudad habitable, y convencer a los habitantes dispersos por la campiña, y que no hubiesen sido esclavizados por los vikingos, para poblar la ciudad. Para Alfred, aquel movimiento era totalmente necesario: necesitaba crear una posición de fuerza en el curso del Támesis que hiciese que cualquier invasor se lo pensase dos veces antes de tomar la ruta fluvial más lógica para invadir Wessex.
La toma de Londres, sin embargo, viene a ser, en los términos de su tiempo, como si un rey español tomase Lisboa. Se supone que un rey sajón occidental debería respetar la soberanía de otros sobre la ciudad. Ante la incomparecencia de Mercia, sin embargo, Alfred tomó la decisión de enclavar en Londres su poder; y con ello dejó de ser meramente el rey de los sajones occidentales y se convirtió en algo más. A los licenciados en Historia no les servirá, porque como para ellos no hay naciones antes de la Constitución de Cádiz, pues qué le vamos a hacer: no hay nada que resolver en estos tiempos. Pero la historiografía inglesa, con bastantes menos complejos durante mucho tiempo (hoy en día, tiende a ser tan woke como cualquier otra), ha considerado muy a menudo que este detalle plantó uno de los primeros hitos en la constitución de la identidad inglesa.
Mientras tanto, en Mercia, como sabemos, Ceolwulf, con permiso de los vikingos, reinaba en la parte occidental del reino, normalmente conocida en los libros como English Mercia (básicamente Worcester, Gloucester y Warwick). Sin embargo, de forma misteriosa Ceolwulf desaparece de las crónicas después del año 879, de manera que no podemos saber si le dio un apechusque, o es que alguien lo desalojó del trono. Lo que sí sabemos en que en el 880, cuarta más, cuarta menos, el earldorman Aethelred, es decir, un alto noble pero no de familia real, era quien controlaba la Mercia Inglesa. Este Aethelred, sin embargo, gobernó admitiendo oficialmente la superioridad de Alfred de Wessex, así que probablemente le pagaba impuestos e invocaba su protección. Aethelred, finalmente, se casó con una hija de Alfred llamada Aethelflaed.
Fue también en estos años cuando Alfred y Guthrum firmaron un acuerdo de paz formal; tratado cuya principal función fue establecer oficialmente las fronteras de los dominios de los sajones occidentales y de los vikingos. De alguna forma, pues, fue un pacto en el que los vikingos aceptaron acordar con Alfred otorgándole a éste la condición un poco de representante de los habitantes de la isla no vikingos (que ya sabemos que a los licenciados en Historia les costará llamarlos “ingleses”). En la práctica, puede decirse que se trazó una diagonal entre el sudeste y noroeste del viejo reino de Mercia, lo que colocó la Mercia Inglesa y la ciudad de Londres en poder local y fuera del control de los vikingos.
Yo creo que está fuera de toda duda de que, cuando menos, la intención de Alfred cuando llegó a este acuerdo era coser un statu quo permanente en su país. Los vikingos, sin embargo, eran una fuerza compleja de dominar, tanto externa como internamente. Los liderazgos eran cambiantes, las tribus muy variadas y, en realidad, sólo era cuestión de tiempo que la amenaza vikinga retornase de alguna manera. Lo hizo, de hecho, en la primera mitad de la última década del siglo IX. En agosto del 891, los vikingos que se habían marchado al continente fueron duramente vencidos en Lovaina por las tropas de Arnulfo, el rey de los francos orientales. Los vencidos supervivientes se quedaron un año por allí, pero la hambruna los forzó a moverse hacia Boulogne. Los francos, por lo demás, estaban hasta los huevos de aquella gente, así que les prometieron 250 barcos a cambio de que se fuesen a tomar por culo de allí. Así las cosas, los vikingos tomaron los barcos, cruzaron el canal, llegaron a las costas de Kent, y comenzaron a remontar el Rother. Se establecieron en Appledore. Al mismo tiempo, otra flota vikinga, formada por 80 barcos a mando de Hastein, llegó al estuario del Támesis y se encastilló en Milton Regis.
Es gracioso, pero el wokismo de la historiografía inglesa tira ahora mismo hacia otro lado. Están en lo de suprimir el término "anglosajón" (Por lo visto, el término ofende a los estadounidenses que lo consideran supremacista y no hay nada más sumiso ante un pijo estadounidense que un inglés con ínfulas) hasta el punto que en 2019 la International Society of Anglo-Saxonist cambió su nombre a International Society for the Study of Early Medieval England. Y es que la corrección política è mobile qual piuma al vento y lo que hoy es correcto, mañana será ofensivo (A fin de cuentas, se trata de monetizar las opresiones, no de resolverlas)
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