Los súbditos de Seleuco
Tirídates y Artabano
Fraates y su hermano
Mitrídates
El ocaso de la Siria seléucida
Y los escitas dijeron: you will not give, I'll take
Roma entra en la ecuación
El vuelo indiferente de Sanatroeces
Craso
La altivez de Craso, la inteligencia de Orodes, la doblez de Abgaro y Publio el tonto'l'culo
... y Craso tuvo, por fin, su cabeza llena de oro
Pacoro el chavalote
Roma, expulsada de Asia durante un rato
Antonio se enfanga en Asia
Fraataces el chulito
Vonones el pijo
Artabano
Asinai, Anilai y su señora esposa
Los prusés de Seleucia y Armenia
Una vez más, Armenia
Lucio Cesenio Peto, el minusválido conceptual
Roma se baja los pantalones
De Volagases a Trajano
En el año 114, siete después de haber terminado su campaña rumana,
Trajano se aprestó a realizar su campaña asiática. En Atenas
recibió a una embajada parta que llegó a su encuentro con regalos y
ofertas de paz entre ambos reinos. Chosroes le tiraba al emperador
romano la zanahoria de la noticia de que había depuesto a Exedares,
su sobrino y rey de Armenia, que lo era sin haber consultado con
Roma; y proponía como nuevo rey a Partamasiris, el hermano de
Exedares, pero ya con todos los pronunciamientos romanos, pues sería
investido por los ellos, como lo había sido Tirídates.
Justo antes de que llegara el invierno, Trajano se
desplazó de Atenas a Antioquía y, por lo tanto, pasó a Asia. Allí fue donde decretó la leva
que habría de avanzar en la primavera siguiente. Abgaro, el rey de
Osroene, que lo era en pleno uso de su soberanía porque le había
comprado el país a Pacoro, le envió una embajada en pleno invierno
para ofrecerle su amistad, y lo mismo hizo Partamasiris. El sobrino
del rey parto, por cierto, escribió una primera carta en la que se
asumía como rey de Armenia pero, inquietado por el hecho de que
Trajano ni siquiera se la respondiera, le escribió una segunda
intitulándose de mero ciudadano privado, claramente tratando de la
lanzarle el mensaje de que él sería lo que el emperador quisiera
que fuese (o sea, el famosérrimo un amigo, un esclavo, un servidor del inolvidable José Luis López Vázquez). No sabía hasta qué punto eso era verdad.
No fue hasta que Partamasiris planteó las cosas en este último
plano que las negociaciones entre el parto y los romanos comenzaron.
Se le dijo que se presentase en el campo romano, donde recibiría la
diadema real de Trajano como su antecesor la había recibido de
Nerón. Sin embargo, no por realizar estos acercamientos pacíficos
dejaba Trajano de preparar la guerra, disciplinando a las legiones
sirias que, en efecto, con la llegada del buen tiempo y de las
flores, se pusieron en marcha.
Trajano remontó el Éufrates hasta Samosata, donde varios reyes y
reyezuelos se presentaron para hacerle patente su sumisión. Tomó
rápida posesión de Stala y Elegeia, ambas ciudades armenias a las
orillas del río; en la última de ellas esperó por la llegada de
Partamasiris. Finalmente, el parto llegó a donde los romanos y, en
presencia de las tropas de Trajano, recibió de él la diadema real y
se postró a los pies de su amo.
Las cosas, sin embargo, tornaron por una dirección relativamente
inesperada. En un gesto probablemente calculado pero que Trajano no
parece haber pedido, la tropa comenzó a saludarlo como emperador y a
alabarlo por su “victoria”. Para Partamasiris, por lo tanto,
quedó claro que aquella ceremonia no se planteaba en los mismos
niveles en los que él, y los partos en general, la concebían. Para
los partos no era una victoria o derrota, sino un pacto con dos
vencedores. Ahora, sin embargo, lo trataban prácticamente como a un
prisionero.
Encabronado, Partamasiris solicitó una audiencia privada con
Trajano. El emperador lo recibió en su tienda, pero fue rechazando,
una por una, todas las propuestas que le hizo el parto. Se preocupó
especialmente, asimismo, de que el rey de Armenia tuviese claro que
lo era por una concesión romana que era, pues, como una franquicia
de 100 Montaditos: se la quitaría si consideraba que no estaba
haciendo las cosas como a él le molaba. Es más, le dijo, destapando
finalmente su intenciones: es que Roma no tenía intención de
nombrar rey de Armenia a nadie. En consecuencia, Partamasiris
era libre de irse donde le apeteciese; pero, para empezar, todos los
miembros armenios que habían venido con él tenían que quedarse en
poder de los romanos.
Ni eso lo cumplió. Probablemente, durante la última entrevista con
Partamasiris, Trajano había concluido que la juventud y fogosidad
del parto serían un problema; así pues, le aplicó la ley de fugas:
una vez abandonó el campo envió a un comando que lo apresase y,
finalmente, se lo llevó por delante.
Roma, la cuna de la civilización occidental. Para muchas más cosas
de las que habitualmente se dicen en las aulas.
Tras la muerte de su rey formal, la Armenia toda se sometió a los
romanos, y Chosroes, prudentemente, no intentó nada por vengar a su
sobrino. Roma se anexionó como provincias tanto la Gran Armenia como
la Pequeña Armenia, que es algo que yo creo que era lo que los
romanos habían decidido hacer, como poco, desde Atenas.
Una vez completada la anexión provincial de Armenia, Trajano comenzó
a fijarse en los otros reinos colindantes. Llegó a una alianza con
Anquialo, rey de los henioches y los maquelones, que eran primos de
los motilones que viajaron con Colón. A los albanianos (que escribo
así para distinguirlos de los amiguetes de Skadenberg) les dio un
nuevo rey porque el que había no le molaba. También llegó a
acuerdos con los reyes de los iberianos, los sauromatses, los
golches, los habitantes del Bósforo Cimerio... Pero esto sólo
buscaba pacificar los temas en el noreste de la región para dejar
espacio a las acciones militares en el entorno del Éufrates. Trajano
bajó con sus tropas hasta Edessa, la capital de Abgaro de Osroene,
quien le presentó total sumisión. Manisares, otro sátrapa de la
zona, quien al parecer no tenía ninguna buena relación con
Chosroes, también se decantó del lado del romano.
Finalmente, cuando Trajano ya tuvo claro quién era amigo, enemigo y
mediopensionista en la zona, comenzó a atacar. Hacia el sur lo hizo
hacia Artemusia; mientras que, al mismo tiempo, presionaba hacia el
este en dirección de Nisibis, en Gordiene. Fueron dos movimientos
coronados por el éxito, de forma que, cuando llegó el invierno, los
romanos se habían enseñoreado de toda la Alta Mesopotamia.
En Nisibis, una zona muy rica en madera, Trajano ordenó la
construcción de una flota, que debería ser trasladada al Tigris.
Todo le sonreía a los romanos. Pero, claro, a veces pasan cosas.
Aquel invierno, estando Trajano hibernando en Siria, Antioquía se
vio golpeada por un importante terremoto en el mes de diciembre. Fue
un terremoto, según los testimonios, desconocido por su duración y
violencia, que acabó con la práctica totalidad de los edificios
grandes de la ciudad, y los pequeños también. En la desgracia
habría de fallecer Marco Virgiliano Pedo, uno de los cónsules
anuales sirios (hijo, supongo, de Marco Valerio Flato). El propio
Trajano había salvado la vida saltando por una ventana desde el
edificio donde se encontraba.
Sólo en las provincias asiáticas de Roma, el terremoto destruyó
por completo las ciudades de Eleia, Mirina, Pitane y Cime. Fue una
catástrofe de grandes proporciones pero, al fin y a la postre, no
sirvió para desviar a Trajano de sus objetivos militares. En la
primavera del año 116 estaba de nuevo en movimiento. Los generales
de Trajano habían construido en Nisibis una flota de barcos Lego,
pues eran desmontables; y desmontados los llevaron hasta el Tigris,
donde los montaron y botaron de nuevo. Con esa flota, los romanos se
aprestaron a atacar Adiabene, la vieja Asiria.
Durante todo ese tiempo, ¿qué hacía Chosroes? Pues, básicamente,
hacía de don Tancredo, como si nada de lo que estaba pasando fuese
con él. El rey adiabeno, Mobarsapes, había basado sus esperanzas en
la línea estratégica del Tigris; sin embargo, la flota trajana fue
demasiado para él y, cuando ese paso fue debelado por los romanos,
probablemente perdió toda esperanza de poder mantener sus posiciones
y su reino. Los romanos tomaron Nínive, Arbela y Gaugamela.
Tras haber conseguido someter la Asiria, la lógica para cualquier
estratega habría sido avanzar hacia Ctesiphon, la capital de los
partos. Sin embargo, y por razones que, la verdad, no están del todo
claras, eso no fue lo que hizo Trajano. El emperador prefirió cruzar
el Tigris de nuevo hacia Mesopotamia, tomando Hatra y, después,
decidió descender por el curso del Éufrates hacia Babilonia, ciudad
que hizo suya sin bajarse del caballo. Seleucia parece que también
se le sometió.
La intención clara de Trajano era tomar el control de toda la región
por la que pasan los dos grandes ríos mesopotámicos. Para eso
necesitaba otra flota, pues los barcos del Tigris, según lo que
parece, habían sido abandonados. Con esta nueva flotilla, atacó las
capitales de la zona sin encontrar resistencia. Y eso incluye a la
capital de los partos, Ctesiphon, que le abrió las puertas cuando lo
vio venir; para cuando llegó, en todo caso, Chosroes había
abandonado la ciudad con toda su familia. El rey parto estaba
decidido a no plantar batalla al romano.
La victoria de Trajano era total. Roma accedía por primera vez a un
nuevo mar; sus generales habían capturado el trono de oro de los
partos. Chosroes había huido hacia las regiones más orientales de
su imperio, donde le sería muy difícil allegar una fuerza capaz de
hacer una mínima sombra a las tropas romanas de ocupación. Tan
seguro estaba de todo Trajano que incluso hizo un viaje de placer por
el Tigris hacia el Golfo Pérsico.
Pero eso no demuestra otra cosa que Trajano no conocía a los
asiáticos a los que pretendía someter.
Mientras el emperador se encontraba benvenuto a la felicitá al
cuadrado, y como si existiesen las redes sociales y el correo
electrónico, media Mesopotamia se levantó en revuelta. Ocurrió en
Seleucia, en Hatra, en Nisibis, en Edesa. Los locales se alzaron y
comenzaron a buscar con fruición epiglotis de romanos para
practicarles incisiones de diverso calado y longitud. Para Trajano,
esto significaba que, repentinamente, toda la línea de regreso de
las tropas romanas hacia sus cuarteles sirios estaba ahora petada de
enemigos. Así pues, mandó a todos sus generales a diferentes
lugares para pacificar todos los lugares que se habían rebelado.
Erucio Claro y Julio Alejando, que con esos nombres más que
generales romanos parecen galanes de culebrón, recuperaron Seleucia
a sangre y fuego. Lucio Quieto se movió (obsérvese el chiste fácil)
hacia Nisibis, la tomó, y luego incendió Edesa, con todos sus
electrodomésticos dentro. Otro general, Máximo, demostró ser más
bien mínimo, pues fue derrotado por los insurgentes, que le
masajearon el cuello comme il faut.
Lo realmente importante de todo aquello es que le enseñó a Trajano
que su objetivo primero, que era convertir toda Asia en una provincia
romana, tal vez era un poco pasarse. Aparentemente, juzgó,
tanto Armenia como la Alta Mesopotamia y Adiabene podían pasar
siendo provincias romanas; pero para el resto necesitaba un rey que le
chupase el pie a él convenientemente.
Así las cosas, los estrategas romanos eligieron a un arsácida,
Partamaspates, un tipo del que sabemos que ya al principio de las
hostilidades se había puesto del lado de los romanos. En una
planicie cerca de Ctesiphon, Trajano colocó la diadema real en las
sienes de este joven rey.
Tras este acto, considerando que había dejado las cosas solucionadas
y que sus objetivos estaban bastante cubiertos, Trajano comenzó su
retirada, por una ruta que iba directamente a Siria. Sin embargo, yo
creo que terminó por darse cuenta de que esas victorias suyas eran,
cuando menos en una parte de la zona, un huevo Kinder relleno de
mierda. En Hatra, por ejemplo, y a pesar de que meses antes la había tomado sin resistencias, los habitantes, casi todos ellos
inmigrantes del desierto arábigo, cerraron las puertas de la ciudad
y le presentaron resistencia. Los romanos, que con seguridad eran
muchos más, consiguieron incluso derribar una parte de la muralla de
la ciudad y atacaron con saña. Pero el tiempo, el calor, la sed, el
hambre y las moscas acabaron por agotarlos y, finalmente, Trajano se
vio obligado a abandonar el proyecto de tomar una placita de mierda
que había en su camino de retirada.
En la siguiente primavera, Chosroes regresó a Ctesiphon, echó a
Partamaspates, quien huyó a las provincias romanas; y restableció
su mando cuando menos sobre Susiana y la Mesopotamia meridional.
Fuck
you, Trajan.
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