miércoles, febrero 05, 2020

Partos (20: una vez más, Armenia)

Otras partes sobre los partos

Los súbditos de Seleuco
Tirídates y Artabano
Fraates y su hermano
Mitrídates
El ocaso de la Siria seléucida
Y los escitas dijeron: you will not give, I'll take
Roma entra en la ecuación
El vuelo indiferente de Sanatroeces
Craso
La altivez de Craso, la inteligencia de Orodes, la doblez de Abgaro y Publio el tonto'l'culo
... y Craso tuvo, por fin, su cabeza llena de oro
Pacoro el chavalote
Roma, expulsada de Asia durante un rato
Antonio se enfanga en Asia
Fraataces el chulito
Vonones el pijo
Artabano
Asinai, Anilai y su señora esposa
Los prusés de Seleucia y Armenia

La operación que iniciaba el emperador Claudio es bien fácil de entender. Meherdates era un miembro de la familia real parta que, sin embargo, había estudiado, como se dice ahora, en las mejores universidades del mundo, lo cual había hecho que conociese y adoptase formas de pensar que no eran propias del país que iba a gobernar y sí, más bien, de la metrópoli más avanzada del mundo, que no era otra que Roma. Era, pues, como enviar en el siglo XIX a un indio educado en Eton para que fuese marajá.

Cayo Casio, entonces prefecto de la provincia siria (luego inventó el reloj digital y ya lo dejó), fue la lógica persona encomendada de recibir a Meherdates una vez que se bajase del Falcon, y la llevase hasta el Éufrates. El príncipe, que probablemente estaba encantado de su destino ante la ausencia de destinos de suficiente pote en la propia Roma, partió y llegó hasta la ciudad de Zeugma sin novedad. Allí lo estaban esperando unos cuantos megistanes partos, demás del rey de Osroene, Agbaro. Tanto los partos como Casio querían tomar la ruta directa hacia Ctesiphon, pero eso no fue lo que hizo Meherdates. El joven príncipe parto, al parecer fuertemente influenciado por Agbaro, quien según Tácito no estaba sino traicionándolo en secreto, resolvió pasar primero por Edesa, que además de uno de los principales centros de fabricación de lavadoras era la capital de Osroene, para pasar allí unas semanitas desfasando. Una vez allí, Agbaro, observando que winter was coming, aconsejó a su joven amigo un nuevo cambio de planes, consistente en introducirse en Armenia y avanzar hacia Partia por las altas fuentes del Tigris.

Todo lo que iba buscando Agbaro con aquellos cambios era que el medio pollas Meherdates perdiese tiempo; que lo perdió. Las tropas del joven príncipe apoyado por los romanos se perdieron por las montañas nevadas de Armenia, cansándose en grado sumo; mientras, en Partia, Gotarzes tenía todo el tiempo del mundo para levantar su propio ejército.

Meherdates acabó cruzando el Tigris más o menos a la altura de Mosul. Estaba en Adiabene, y allí el rey Izates se declaró partidario suyo. Gotarzes no estaba lejos, en las riveras del río Corma, y, a pesar de las dilaciones y problemas generados a la expedición de Meherdates, estaba todavía inseguro de la relación de fuerzas entre ambos y, por lo tanto, buscaba ganar tiempo para allegar más tropas.

Finalmente, la estrategia de dilatar el combate le funcionó. Tanto Agbaro como Izates acabaron cansándose de una batalla que nunca llegaba y, consecuentemente, acabaron por llevarse a sus tropas del teatro bélico. En ese punto, Meherdates resolvió que, si no presentaba batalla, finalmente acabaría por no tener tropas con las que librarla. Gotarzes, por su parte, tampoco rechazaba esta idea, tras haber comprobado que la superioridad numérica de su oponente ya no era tal.

La batalla que tuvieron ambas fuerzas fue como la Q1 de una carrera de Fórmula 1: no concluyente. Sin embargo, en un determinado momento Oarrenes, un importante general de Meherdates, que había cometido el error de internarse demasiado en territorio enemigo persiguiendo a unas tropas en huida, se vio atrapado por los de Gotarzes, quienes lo hicieron prisionero o tal vez lo mataron. Este hecho terminó de desmoralizar a las tropas de Meherdates, las cuales se disolvieron de forma espontánea. El príncipe tuvo que huir, protegido por un tal Farraces quien, al parecer, había trabajado para su padre; pero el tipo lo traicionó, por lo que fue detenido, cargado de cadenas y entregado a su rival. Gotarzes no lo mató, pero sí lo mutiló para que, acorde con las costumbres de los partos, no pudiera ser rey.

En el momento de su victoria, sin embargo, Gotarzes estaba ya probablemente enfermo o demasiado viejo, pues no le duró mucho aquella alegría. Murió poco tiempo después, probablemente en el año 51. Tácito lo hace morir en la cama de muerte natural, pero Josefo dice que todo fue el resultado de una conspiración.

Lo sucedió un tal Vonones, de quien sabemos poco y, por lo tanto, nos es difícil establecer qué posición ocupaba en el árbol genealógico de los arsácidas. Entendemos, eso sí, que la relación debía de ser un tanto floja pues, como ya he escrito, Gotarzes se apioló a todos sus parientes masculinos; razón por la cual, para reclutar a Vonones, los nobles partos tuvieron que ir a Media. Así pues, es probable que Vonones fuese el primo de un sobrino del hermano de un sobrino, o algo así. Es posible que este Vonones reinase, de hecho, durante muy poco tiempo (lo cual sugiere que, en su desesperación arsácida, los megistanes habían reclutado a un desecho de tienta); pero, en todo caso, a su muerte, que probablemente ocurrió el mismo año que ciñó la diadema, lo sucedió su hijo, Volagases I. Yo siempre he imaginado que todo fue una operación basada en colocar a un anciano en el trono para que fuese rey su hijo.

De hecho, Vonones II tenía tres hijos: Volagases, Tirídates y Peoro. Parece ser que Volagases, lejos de ser el mayor de ellos, era el benjamín, razón por la cual tendría que haber conseguido la renuncia de sus hermanos antes de poder ser rey. Los historiadores consideran que esto podría estar en el fondo del hecho más importante de su reinado, que no es otro que sus intentos de volver a controlar Armenia, esto es, quitársela de las manos a los romanos. Es posible que todo eso lo hiciese con la intención clara de crear una nueva monarquía atractiva y poderosa para alguno de sus hermanos (cosa que acabó pasando, como veremos).

La primera ocasión en la que Volagases atacó Armenia se presentó cuando Farasmanes, rey de Iberia, tenía la necesidad de que su hijo Radamisto se ocupase de otras cosas que no fuesen el reino georgiano. El hermano de Farasmanes, Mitrídates, había sido colocado por los romanos como rey de Armenia en el año 47. Ahora a Radamisto le habían crecido pelillos en el escroto y se había vuelto un gran cabrón, lo cual quiere decir que mostraba tendencias incluso de deponer a su padre y reinar sobre los georgianos; por eso Farasmanes pensó que si lo colocaba en Armenia, lo mismo el puto niño dejaba de dar por culo. A sugerencias del padre, pues, Radamisto entró en Armenia, encandiló a los armenios, encarceló a Mitrídates, su mujer y sus hijos, y los ejecutó a todos.

Cuando Volagases accedió al trono de Partia, Radamisto ya estaba al frente de Armenia, pero para cualquier observador era evidente que había toda una corriente de opinión entre los armenios que rechazaba a aquel rey que había llegado a serlo mediante la traición y el asesinato y no, que diríamos hoy, por alguna vía constitucional. Este hecho, unido al deseo del ahora rey parto de retribuir la generosidad de su hermano Tirídates al dejarle paso al trono, hizo que se plantease una expedición sobre Armenia con el objetivo de colocar a Tiri al frente del país.

En el primer año de su mandato, Volagases levantó ya su primera expedición hacia Armenia, con unos comienzos muy favorecedores, ya que las tropas iberias que estaban en Armenia apoyando a Radamisto se largaron de allí sin siquiera presentar batalla. Las dos grandes ciudades de Armenia, Artaxata y Tigranocerta, abrieron sus puertas a los partos, y aceptaron a Tirídates como rey. Pocos meses después, sin embargo, a una sequía importante se siguió un invierno muy duro que, al parecer, provocó una epidemia que diezmó las tropas partas que se habían quedado en el país. Ante la imposibilidad de mantener lo conquistado, Volagases dio la orden de volver. Radamisto regresó entonces y, aunque los armenios le presentaron resistencia, fue capaz de imponerse. Los partos no intentaron hacerle sombra.

Al parecer, durante los tres años que los partos dejaron Armenia en paz se lanzaron contra Izates, quien probablemente estaba tomando una posición demasiado independiente en Adiabene. Por razones que obviamente no conocemos, Volagases resolvió recentralizar Adiabene y le comunicó a Izates que debía renunciar a cierto tratamiento especial que le había sido garantizado por Artabano III. Izates, oliéndose que aquello no era más que el principio y que, si le dejaba, Volagases acabaría cargándose el cupo vasco, decidió presentar batalla para defender sus derechos. Volagases avanzó contra él, y estaba ya dispuesto a cruzar el río Zab para arrearse un mano de hostias cuando le llegaron mensajeros con noticias de problemas en los territorios orientales del imperio. Una horda de patotas escitas había caído sobre Partia Proper, la región más limpia de Partia. Así pues, el rey volvió grupas hacia el noreste de sus territorios, donde acabó por subyugar a los escitas. Después de haber hecho eso, probablemente, habría avanzado otra vez sobre Abiadene; pero la natural dinámica de los cuerpos humanos le solucionó parte del problema, pues Izates falleció entonces. Mozobano, su hermano y sucesor, sabía bien que buena parte de los privilegios de que disfrutaba Izates le habían sido conferidos por servicios personales; razón por la cual él no tenía derecho a disfrutarlos.

Libre de estas dos cargas, los abiadenos y los escitas, Volagases pudo pensar de nuevo en Armenia en el año 54. En aquel tiempo, Radamisto había tenido un reinado nada fácil en el país, pues había tenido que huir varias veces; pero se las había arreglado para seguir en el machito. Durante algún tiempo fue capaz de resistir al embate de los partos pero, finalmente, tuvo que huir. Tirídates fue colocado de nuevo al frente del país, y Armenia se convirtió en un país tributario de Partia.

Obviamente, había un actor del tablero al que esto no le gustaba un pelo: Roma, que ya se había acostumbrado a controlar Armenia y conservarla como un activo en un teatro en el que tenía tantos intereses a través de la provincia siria. Sin embargo, las protestas romanas no fueron escuchadas.

Volagases sabía que Tirídates no era el mejor candidato de los posibles. Si su hermano se había retirado de la carrera por la corona de Partia era, fundamentalmente, porque parece que era un tipo muy aficionado a las artes y tal, pero poco dado a guerrear. Aun así, el rey parto lo colocó en Armenia y se limitó a enviarle a Nerón una embajada pidiéndole disculpas muy formales.

Las cosas en Roma, sin embargo, estuvieron muy lejos de solucionarse. Si bien puede que a Nerón el tema armenio acabase por no preocuparle mucho, a su equipo de asesores no le gustó nada, el Senado se sintió ultrajado y la opinión pública, algo muy parecido. Pronto, los asesores de Nerón llegaron a la conclusión de que habría que ir a la guerra. Así pues, Roma ordenó una importante leva en sus territorios asiáticos, buena parte de cuyas tropas acuarteló en las fronteras armenias. Tanto Antíoco de Comagene como Herodes Agripa II fueron compelidos a formar tropas y permanecer en situación de invadir Partia. Todas o casi todas las provincias romanas fronterizas con Armenia cambiaron de gobernador. Muy particularmente Corbulo, tenido entonces por el general más capaz del ejército romano, fue llamado desde su cuartel en Germania y nombrado gobernador de Capadocia y Galatia, conjuntamente con la, diríamos hoy, jefatura de Estado Mayor de aquella guerra. Umidio, procónsul de Siria, recibió órdenes de colaborar con Corbulo en todo lo que éste le pidiese. En la primavera del año 55, Roma estaba más que dispuesta para golpear.

Corbulo y Umidio, sin embargo, como buenos militares que eran, sabían bien que siempre es mejor una paz segura que una guerra incierta. Así pues, enviaron embajadas a Volagases para poder saber hasta qué punto el pollo estaba duro o blando. Los embajadores, al parecer, sugirieron al parto que un acuerdo era posible sin obligarle a entregar formalmente Armenia. Sea por eso, por miedo o por cualquier otra razón, Volagases recibió muy positivamente las zalamerías de los romanos, e incluso aceptó entregar a importantes miembros de la familia real como rehenes del acuerdo. Al mismo tiempo, retiró sus tropas de Armenia, país que, sin embargo, no fue ocupado por los romanos. Tirídates permaneció en el trono.

Las razones de este acuerdo son dos. Por parte romana, es posible que pesase sobre el ánimo de Corbulo el hecho de que, no mucho tiempo atrás, y es sobradamente conocida la capacidad de los romanos de recordar su Historia, los ejércitos romanos ya habían estado en aquel teatro bien pertrechados y confiados en su victoria; pero habían terminado con la cabeza de su general cortada y llena de oro. Los romanos tenían a Partia por enemigo extraño, difícil de conocer e impredecible. Aquello no era lo mismo que masacrar alamanni, y lo sabían. Además, la aparente indiferencia con l que Nerón parece haber recibido todo el problema no ayudaba, especialmente si las cosas se ponían feas.

Ésas eran, creo yo, las razones de los romanos. Volagases, sin embargo, tenía las suyas propias. Y bastante más acuciantes.

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