Como quiera que el tema de España, la República y la
Iglesia ha sido tratado varias veces en este blog, aquí tienes algunos enlaces
para que no te pierdas.
El episodio de la senda recorrida por el general
Franco hacia el poder que se refiere a la Pastoral Colectiva
No hay ni un solo elemento de la vida económica y social de España que defina con mayor claridad el punto de división entre ideologías que la cuestión religiosa. Cuidaros de entender que he escrito la cuestión religiosa y no la religión, pues son cosas diferentes. Los españoles siempre hemos sido partidarios de considerar que los terrenos de las ideas privadas son eso, privados; así pues, no estamos hablando de discusiones sobre la existencia o no de la divinidad, que de ésas también ha habido y habrá, sino de la interminable, y compleja, relación entre la sociedad española y la iglesia católica, apostólica y romana.
El siglo XIX de nuestra Historia se consume en el enfrentamiento básico entre el conservadurismo de los partidarios del llamado Antiguo Régimen y las diferentes formas que adoptan las ideologías liberales, desde el liberalismo más conservador y dinástico hasta el republicanismo protomarxista. Si una cosa identificará a los liberales serán sus ideas sobre la cuestión religiosa. Ya hace ahora 150 años se teorizaba sobre la necesidad de implantar una enseñanza laica y separar claramente el poder espiritual del material. La iglesia católica recibió un duro golpe laicista con la desamortización decretada por Juan Álvarez Mendizábal, en la cual, en todo caso, no se desprendió sino de posesiones de las que obtenía rendimientos más bien reducidos; razón por la cual se consideraba que aquellos latifundios eran manos muertas. Sin embargo, el camino del laicismo estuvo muy lejos de ser recto y continuado. De hecho, dio un notable paso atrás con el llamado Abrazo de Vergara, que no fue sino un pacto por el que se cerró la guerra carlista (o, más bien, una guerra carlista). El convenio de Vergara era lo que le convenía a España, que se estaba desangrando en una guerra entre tradicionalistas y liberales; pero supuso cierto nivel de aceptación para aquéllos, lo cual frenó notablemente las reformas.
Tras la revolución de 1868, La Gloriosa, la reina Isabel II fue puesta en la frontera y el liberalismo triunfante alcanzó, más allá del gobierno de la nación, los resortes del Estado. El punto que en el calendario estaba señalado para el progreso, sin embargo, tampoco lo fue tal, dado que el régimen que detrás vino (aquella monarquía subastada que le cayó a Amadeo de Saboya, AKA non capisco niente; y para qué hablar de la caótica república pimargalliana que la siguió) otorgó todo el margen para la reacción conservadora, liderada por Antonio Cánovas del Castillo, quien armó una Restauración borbónica sobre la base de lo que él llamaba la Constitución Esencial de España, de la que formaban parte algunos elementos, entre ellos, por supuesto, el catolicismo.
Para que nos demos cuenta del cambio: el artículo 21 de la Constitución liberal monárquica nacida de La Gloriosa (1869) declaraba que la Nación debería mantener a los ministros de la religión católica, pero garantizaba el derecho de los creyentes en otros credos al «ejercicio público y privado» de su culto. Más aún: la Constitución de la I República (1873), trataba, a todas luces, de cerrar el capítulo de la cuestión religiosa con tres vueltas de llave. Una: «El ejercicio de todos los cultos es libre en España» (art. 34). Dos: «Queda separada la Iglesia del Estado»(art. 35). Y tres: «Queda prohibido a la Nación o al Estado Federal, o a los Estados regionales o a los Municipios, subvencionar ni directa ni indirectamente ningún culto» (art. 36).
Tan sólo cuatro años después, en 1876, Cánovas escribía, en el artículo 11 de la Constitución restauradora: «La religión Católica, Apostólica, Romana, es la del Estado. La nación se obliga a mantener el culto y sus ministros (…) No se permitirán otras ceremonias ni manifestaciones públicas que las de la religión del Estado».
La puerta de la cuestión religiosa, abierta. Again.
Como vemos, tan sólo el republicanismo radical propugnaba entonces la separación entre iglesia católica y Estado español. Si bien fue una idea que fue prendiendo y, de hecho, se convirtió en el primer elemento de diferenciación dentro del Partido Liberal. Diseñado por Sagasta para ser una fuerza monolítica que se turnase con el Partido Conservador canovista, en sus filas comenzaron a surgir políticos, como Segismundo Moret y, sobre todo, José Canalejas, de marcadísimo marchamo anticlerical. Ya hemos comentado en otro post la que montó Canalejas siendo presidente del Gobierno con su Ley de Asociaciones, que no hacía otra cosa que cerrar la puerta a la implantación de más órdenes religiosas en España, pero sin cuestionar las que ya había.
Canalejas y los anticlericales surfeaban sobre una ola quizá no tan grande y alta como la clerical, pero sí, desde luego, de importancia. Cuando Benito Pérez Galdós dio a la imprenta una de sus novelas más anticlericales, Electra, se encontró con que en los dos primeros días de lanzamiento se vendieron 10.000 ejemplares; hay que tener en cuenta que eso es algo que hoy, en una España mucho más poblada, letrada y rica, consiguen poquísimos autores. En los primeros años del siglo XX, la iglesia vio cómo la oposición le llegaba por su flanco más querido: la educación. Una de las tendencias del anticlericalismo fue fundar y mantener escuelas laicas, modernas se llamaban entonces, donde se ofrecía a los niños una educación liberal. Francisco Ferrer, el activista fusilado como consecuencia de los sucesos de la Semana Trágica de Barcelona, era impulsor de una de estas escuelas.
Desde el abrazo de Vergara hasta la Ley de Asociaciones de Canalejas pasa más de medio siglo y en él, con el único paréntesis de la I República, bastante breve, la iglesia católica se las arregló para conservar básicamente sus privilegios; lo cual, paradójicamente, no hizo sino empeorar las cosas. La conservación de privilegios, unida a la, en ocasiones, descarada intromisión en los asuntos temporales a través de esa herramienta de influencia llamada confesionario, enervó los ánimos en exceso. Así las cosas, cuando en los albores del siglo XX algunas capas de españoles, sobre todo de clases bajas, comienzan a escuchar los cantos de sirena de ideologías diversas que aceptan la violencia como herramienta, el anticlericalismo devendrá en agresión a todo lo clerical. En 1906, el político republicano Alejandro Lerroux, líder que fue de un partido llamado no por casualidad Radical, publicó la siguiente arenga (las cursivas son mías): «Jóvenes bárbaros de hoy, entrad a saco en la civilización decadente y miserable de este país sin ventura; destruid sus templos, acabad con sus dioses, alzad el velo de las novicias y elevadlas a la categoría de madres para civilizar la especie». Que la iglesia dominaba en exceso y tenía demasiados privilegios, no me parece negable. Lo que sí me cuestiono es que pueda existir una sola situación social que justifique a alguien para que llame a la violación.
Bakuninianos, estirneristas, marxistas de variado pelaje y también republicanos burgueses rabiosamente anticlericales comenzaron a arder en las brasas de la impotencia y a hacerse empanadas neuronales con la idea de la expulsión del catolicismo. Lógicamente, ni uno solo de estos hombres dejó de apoyar, en abril de 1931, el advenimiento de la República. Y, una vez llegada ésta, reclamaron su botín.
El 10 de mayo de 1931, es decir la República no tenía ni un mes de vida, se produjo un gravísimo incidente entre monárquicos y republicanos. Éstos asaltaron el Círculo Monárquico, situado en el centro de la ciudad, y quemaron los coches del marqués de Luca de Tena, del duque de Fernán Núñez y del duque de Santo Mauro. Ese mismo día, asaltaron la sede del diario ABC, propiedad de Luca de Tena y de significada posición monárquica, y quemaron el quiosco de la Puerta del Sol porque era propiedad de El Debate, es decir el periódico órgano de expresión de la Asociación Católica de Propagandistas.
Esto no era más que el aperitivo. El 11 de mayo se produjo la primera quema de iglesias y conventos, principal, aunque no exclusivamente, en Madrid. En ese momento Miguel Maura, católico, conservador, republicano y ministro del Interior (Gobernación se llamaba), instó al Consejo de Ministros para que le autorizase a sacar a la fuerza pública a la calle a impedir los desmanes.
El relato que hizo el propio Maura en el Parlamento (Diario de Sesiones del 11 de enero de 1932) es, sucintamente, éste: desde el día anterior, el ministro del Interior tenía la certeza de que el 11 iba a haber follón en Madrid, motivo por el cual forzó una reunión del Consejo de Ministros a las diez de la mañana. Tras dos horas de dimes y diretes en plan que esto va en serio y que no, que no, a mediodía llega la primera noticia de atentado: el convento jesuita de la calle de la Flor está ardiendo. Maura pide permiso para sacar a la Guardia Civil a repartir leches. Y, en ese momento, un ministro (eso es lo que dice Maura en el Parlamento; pero hoy sabemos que ese ministro fue Azaña) pronuncia la famosa frase: «todos los conventos de España no valen la vida de un republicano; si sale la Guardia Civil, yo dimito». Declaración miope donde las haya porque un Estado ha de serlo de Derecho, y en un Estado de Derecho el personal no va por ahí quemando los edificios que le peta, sean dichos edificios propiedad de la iglesia, del Real Madrid o de Otorrinolaringólogos Sin Fronteras.
No es hasta las doce de la noche de aquel día, siempre según Maura (pero cierto es que quienes podrían desmentirle le estaban escuchando, y no lo hicieron), cuando el Gobierno se da cuenta de que la cosa lleva camino de ser un auténtico merdé y de que hay que sacar a la fuerza pública a la calle.
El 14 de mayo, el presidente del Gobierno (aún no de la República) Niceto Alcalá-Zamora, también católico y de derechas como Maura, haría unas bochornosas declaraciones a la prensa extranjera, en las que justificaba que las iglesias y conventos hubiesen ardido sin participación de la fuerza pública porque en Madrid había más de 200 edificios religiosos y, dijo, carecía de ejército suficiente para protegerlos.
Claro que, para llegar a esto, la iglesia también había puesto su granito de arena. Era en 1931 cardenal primado de España el cardenal Pedro Segura y Sáez. ¿Cómo recibió su eminencia a la República, que había llegado, debemos recordarlo, mediante un movimiento ciudadano absolutamente pacífico? Pues mediante una famosísima pastoral que lleva fecha de 1 de mayo (antes de los disturbios, pues) y que no tiene desperdicio.
Vamos con algunas citas, con cursivas mías:
«Algunas disposiciones recientes, en daño de los derechos de la Iglesia, y otras más graves que ya se anuncian y que, por ser de todos conocidas, no enumeramos, dan a los momentos actuales una gravedad extraordinaria e imponen a la conciencia de todos los católicos españoles gravísimas responsabilidades, que no podrán eludir, ni ante la historia de la Iglesia ni, lo que más importa, ante el Tribunal de Dios».
«El Sumo Pontífice Pío X reprobó la doctrina que afirma que es un abuso de la autoridad eclesiástica el que la Iglesia prescriba al ciudadano lo que debe hacer».
«No se preocupa la Iglesia de intereses puramente temporales, y no quiere invadir ajenas jurisdicciones ni privar a sus hijos de la legítima libertad en aquellas cosas que Dios dejó a las disputas de los hombres; pero tampoco puede consentir que se desconozcan o se mermen sus derechos, ni los derechos religiosos de sus hijos. Cuando esto suceda, cumplirá un deber, al que no puede sustraerse sin faltar a su misión divina, advirtiendo a los católicos el peligro, excitándolos a conjurarlo y dándoles normas para el mejor logro de sus fines superiores. A los católicos toca el acatar y cumplir los mandatos y normas de la iglesia que, con la asistencia del Espíritu Santo, que la gobierna, y con la experiencia de veinte siglos, sabe hallar siempre, en medio de las mayores oscuridades, el camino de la verdad y del acierto.»
«En las circunstancias actuales todos los católicos, sin distinción de partidos políticos, deben unirse en apretada falange».
«Es urgente que en las actuales circunstancias los católicos, prescindiendo de sus tendencias políticas, en las cuales pueden permanecer libremente, se unan de manera seria y eficaz para conseguir que sean elegidos para las Cortes Constituyentes candidatos que ofrezcan plenas garantías de que defenderán los derechos de la Iglesia y del orden social».
Esta pastoral fue una declaración de guerra. O, más en concreto, una salida de pata de banco de una jerarquía eclesiástica que no parecía haberse enterado de nada; que no hizo, además, nada por calmar las cosas, sino todo lo contrario. Tan sólo en los párrafos citados el cardenal Segura, cráneo previlegiado por decirlo de forma valleinclanesca: 1) Advertía a los católicos de que, de no obecederle, se condenaban; b) sustentaba la idea de que tenía todo el derecho a meterse en lo que sus feligreses votaban o dejaban de votar; c) afirmaba la superioridad intelectual de la jerarquía eclesiástica sobre las personas, aseverándole a los católicos que él sí que sabía lo que había que hacer y no ellos; d) reclamaba una unión católica suprapartidista; e) como colofón, adornaba su pastoral con una más que descarada llamada al voto para las derechas.
La reacción del Gobierno fue solicitar del Papa la remoción del cardenal primado, que no se produjo, aunque Segura salió de España. Eso sí, volvió clandestinamente algunos días después y, al ser descubierto en Guadalajara, fue de nuevo expulsado.
Luego llegaría la ilegalización de los jesuitas y el anticlericalismo visceral de la quema de conventos y de cosas como la posición de la diputada socialista Margarita Nelken, citada por Raymond Carr en su fundamental España 1808-1975 (editada por Ariel), según la cual era mejor no regular el trabajo doméstico porque, de hacerse, se le reconocerían derechos a las costureras de los conventos. Y, por la otra parte, la deriva de la iglesia hacia lo que denominamos nacionalcatolicismo, es decir una amplia identificación, sin ambages, de la jerarquía católica con la derecha más radical.
Cinco años después del nacimiento de la República, llegaría la guerra civil: el péndulo daba otro bandazo.
Y para mí que sigue moviéndose.
Reconoced que lo de llamar "declaración miope" a las palabras de Azaña es un eufemismo de una bondad dificilmente justificable: fueron una necedad criminal, indigna de un gobernante demócrata y perfectamente a la altura, como mucho, de las estupideces correlativas del Cardenal. Para mí es un misterio que semejante prepotente, soberbio, resentido y bilioso personaje haya podido pasar nunca por un pensador ni un hombre de estado. Todo lo más un buen traductor, que hubiera debido quedarse en eso en vez de preparar, con sus estúpidas embestidas de pésimo político y peor gobernante, la catástrofe que arrasó a España cinco años después.
ResponderBorrarO a lo mejor es solo que nunca me cayó muy simpático.
Donde dice Cuidaros de entender que debería decir Cuidaos de entender que; lo ortodoxo es utilizar el imperativo y no el infinitivo.
ResponderBorrarFirmado por el Talibán Gramatical.
P.D. Ya quisiera escribir tan bien como tú: con sentido del humor, ironía crítica, ritmo, escogiendo los adjetivos y, lo que más me gusta, creando y mezclando lenguaje como cuando empleas "república pimargalliana", haces guiños en otro idioma como "again", "AKA" o "merdé" a lo Pérez-Reverte. Enhorabuena.
una propuesta: el otro dia con la noticia de los rumanos q expulsaron de badalona por vivir como vivian mi madre comento q era igual q la epoca del barraquismo de los 50 o 60 en bcn mientras q yo le decia q no, podrias escribir sobre el tema
ResponderBorrar¿El origen de la expresión "manos muertas" no reside en su modelo de transmisión?
ResponderBorrarggg
ResponderBorrarEl tema de la quema de iglesias los días 11 de mayo en madrid 12 de mayo también por las provincias andaluzas y levantinas, aunque no era la primera vez que producía en nuestro país, sigue siendo, sin embargo, uno de los sucesos más investigados y, a la vez, más oscuros de aquel periodo republicano, a pesar de su aparente transparencia; de hecho, se sigue escribiendo sobre el tema por parte de historiadores y autores actuales,y se siguen dando diversas versiones de los acontecimientos, cosa que ya hacían los primeros textos que se publicaron sobre la República y la guerra civil.
ResponderBorrarSin embargo, si uno compara no ya las diversas interpretaciones de los hechos, sino los relatos de lo que pasó,los que aparecen en libros ó en cada uno lo aprovecha a su manera,algunos tergiversando los hechos descaradamente, otros no contando todo lo que pasó,en fin, cada uno lo arregla a su conveniencia. Pero cnsultar el famoso libro de Maura en el que habla del tema y el libro de Antonio Olaya Morales en el que trata del mismo: a mí se me hace más raro todavía, no sé, puede que sea sólo una obsesión.
Quizá ya sea el momento de investigar el asunto ya que es, casi, un caso abierto y poner punto final.
Leamos y saquemos conclusiones
Por otro lado, si uno consulta determinadas fuentes
Efectivamente, las versiones de los testigos oculares de la quema de la iglesia de los jesuítas de la calle Flor(Cipriano Mera, Ramiro Ledesma, Manuel Bueno y otros) son difícilmente compatibles entre sí.Además, parece que Miguel Maura sabía lo que iba a pasar al menos 36 horas antes del momento en el que, según cuenta en su famoso libro "Así cayó Alfonso XIII", se lo comunica a Azaña. Así ,la investigación sobre el tema tropieza con impedimentos quizá insalvables. ¿Sabremos alguna vez quienes fueron los organizadores de losa incendios?
Borrares difícil hacer compatibles entre sí las versiones de los diferentes testigos oculares sobre lo que ocurrió en el incendio de la iglesia de los jesuítas de la calle de la Flor Baja en Madrid, que fué el primero de todos ellos. En el resto de casos la 9información es aun menor. Además, se sabe que lo relatado al respecto en el libro "Así cayó Alfonso XIII" escrito por Miguel Maura es, al menos, parcialmente falso.
ResponderBorrar¿Sabremos alguna vez que pasó realmente los días 11 y 12 de mayo de 1931, en los que más de 100 edificios religiosos fueron pasto de las llamas?
No sé, me parece que olvidas que, además del libro de Maura, hubo un debate parlamentario. Que él quiso sacar a la guardia civil a la calle y que el gobierno no le dejó no sólo lo dice Maura en su libro; lo dijo en sede parlamentaria, y allí estaban sentados unos señores que, según las versiones revisionistas, deberían haberse levantado y negado todo. Cosa que no hicieron.
BorrarTambién olvidas, me parece a mí, que en el archivo del Ministerio del Interior seguirán, supongo, las oportunas copias de los telegramas que se intercambió el ministerio con los gobernadores civiles; telegramas que ya han sido citados por diversos historiadores y que demuestran la lenidad con que se desempeñaron a la hora de luchar contra las quemas.
No sé, ya sé que hay toda una corriente historiográfica destinada a revisitar estos hechos para decir que tal, o que Pascual. Pero me parece una labor tan condenada al fracaso como las revisitas franquistas al bombardeo de Guernica.
No sé, me parece que olvidas que, además del libro de Maura, hubo un debate parlamentario. Que él quiso sacar a la guardia civil a la calle y que el gobierno no le dejó no sólo lo dice Maura en su libro; lo dijo en sede parlamentaria, y allí estaban sentados unos señores que, según las versiones revisionistas, deberían haberse levantado y negado todo. Cosa que no hicieron.
BorrarTambién olvidas, me parece a mí, que en el archivo del Ministerio del Interior seguirán, supongo, las oportunas copias de los telegramas que se intercambió el ministerio con los gobernadores civiles; telegramas que ya han sido citados por diversos historiadores y que demuestran la lenidad con que se desempeñaron a la hora de luchar contra las quemas.
No sé, ya sé que hay toda una corriente historiográfica destinada a revisitar estos hechos para decir que tal, o que Pascual. Pero me parece una labor tan condenada al fracaso como las revisitas franquistas al bombardeo de Guernica.
Es verdad que el Gobierno no sacó a la Guardia Civil a la calle, e hicieron bien; lo cual no quiere decir que no salieran bomberos, guardias de seguridad, un regimiento de húsares(en Madrid), porque sí lo hicieron. En otras ocasiones, muchos ciudadanos, incluídos republicanos, protegieron a los religiosos ó evitaron la quema de algún edificio ó partes de él. La cosa pudo ser más gorda incluso de lo que fué.
BorrarYo me refiero a que, además, algunas de nuestras fuentes no son del todo fiables,como el relato de Maura en su famoso libro, incluso puede ser que todo eso de la participación de Pablo Rada (y Ramón Franco) en los preparativos de la quema de conventos sea falso.
Bueno, ya te he dicho que el relato de Maura no sólo se hizo en su libro. Y no parece que fuese desmentido donde hubo de serlo.
BorrarLa tesis de que hay que evitar males mayores sacando a la policía a la calle es, obviamente, tuya. Por mi parte, sólo me resta comentar que esta tesis fue ampliamente usada, no sólo en la quema de iglesias, sino en otros puntos del régimen republicano, y así le fue.
Como a mi modo de ver señala Maura en su libro, la importancia de una acción así no está en lo que concretamente puedas impedir, sino en el hecho de que permitir, o no, que se lance el mensaje de que eres débil y de que la legalidad puede ser conculcada cuando el paraguas está en tu mano. Por lo tanto, eso de que hicieron bien yo, la verdad, no lo sé. Por decirlo más a las claras: que hoy pueda haber en España sesenta individuos (no hacen falta más) para montar Casas Viejas, no creo que haya duda. Pero la cosa está en que no la montan. Eso es por algo.
En cuanto a los telegramas: se ha hecho famoso un supuesto mensaje del gobernador militar de Málaga, D. JUan García Caminero, al gobierno de Madrid, que creo estaría fechado el día 11 de mayo de 1931,en el que se diría:"Hoy han comenzado los incendios. Mañana continuarán". Bueno, uno puede leer ésto en cientos de webs, libros, etc.
ResponderBorrarBues bien no hay constancia documental de tal mensaje; veáse el, para mí,mejor libro sobre el tema hasta ahora:La quema de conventos en,Málaga(mayo de 1931).
Bueno, te costará encontrar los testimonios si buscas cerca, pero mal. Porque todas las referencias que yo he leído sobre ese telegrama se refieren a Antonio Jaén, gobernador civil; no a García Caminero, gobernador, como tú bien expresas, militar (al cual me cuesta entender un poco por qué le tendría que escribir Maura los telegramas, si era gobernador militar. ¿Por el mando sobre la guardia civil?)
BorrarQuien puede aclarar esto, como ya decía en una anterior respuesta, es el ministerio del interior, si le da la gana de darle aire a sus archivos. Ya me he quejado en este blog en varias métricas sobre la escasa proclividad a la digitalización que tienen las administraciones españolas (salvo el BOE y la Seguridad Social, claro).
En todo caso, yo creo que la conflictividad en Málaga, no ya con la quema de iglesias, sino con la mera proclamación de la república, está bastante fuera de toda duda con sólo pasearse por la prensa local. En Málaga se asaltó un periódico, y una empresa situada en uno de los muelles del puerto (lo que nunca he averiguado es de quién era para que quien fuese le tuviese tanta inquina). En Huelva se asaltó el Casino. En Sevilla, la cárcel. Pero, bueno, lo mismo tienes razón, y se hizo bien en no sacar a la poli a la calle. Lo que no sé es en qué lugar deja eso a socialistas y republicanos, que se desgañitan en la prensa de la época pidiéndole a la gente que no haga el cabra...
Por lo demás, la reacción de algunas fuerzas de izquierdas a los sucesos en Málaga durante la quema de iglesias, caso de la UGT, son bastante sintomáticas. Responabilizaban de los hechos a las fuerzas reaccionarias, lo cual viene a demostrar que no los consideraban cosa de poco. Pero, como ya decía, ahora, a base de libros, seguro que todo acabará en una partidita de parchís...
Perdón,olvidé citar el nombre del autor del libro: es el historiador D. José Jiménez Guerrero
ResponderBorrarPerdón, pero no tienes ni idea de lo que estás diciendo.
BorrarNo hay evidenciasde que se cursara tal telegrama. Es una mentira más de los revisionistas como tú,que publican en internet largas listas de falsos sucesos de los años de la República.
Si Ramiro Ledesma no participó en la quema de conventos, le hubiera gustado hacerlo. Puestos ya, y se puede demostrar, Pablo Rada y Ramón Franco fueron también de los incendiarios.
¡Anda, si al final eres un trollcito!
BorrarPues, aparte de un par de cosas que te voy a comentar ahora cuando tenga un ratejo, quédate con ésta de entrada: te he pasado tu anterior mensaje, que aquí contesto, a pesar de tu falta de respeto (que yo no he tenido contigo) porque he tenido un buen día. Pero vete anotando que el próximo mensaje en ese tono, en este blog no lo vas a leer.
Existe un libro de Santos Martínez Saura en el que niega rotundamente que Azaña dijera el día 11 de mayo, delante de todo el Gobierno Provisional, aquello de "todos los conventos de España no valen la vida de unrepublicano".Esta es la 2ª mentira de Maura.
BorrarSi te molestas en leer mi respuesta, podrás comprobar que yo no doy por cierto nada. Ni siquiera me refiero únicamente al telegrama del gobernador CIVIL de Málaga. Me refiero a la actitud lenitiva de los gobernadores civiles en la represión de aquellos actos que, verdaderamente, yo puedo no tener ni puta idea porque no existió. Lo que pasa es que, si no existió esa actitud, digamos, comprensiva hacia quienes quemaban iglesias, ya me dirás a qué viene el manifiesto de Ortega y Marañón, y con ellos de la ADR, en el número de Crisol del 14 de mayo de 1931, en los términos que se redactó y se publicó.
BorrarEn el mismo número de la misma publicación, por cierto, encontrarás esta perla de Luis Bello: "las quemas de conventos han de estar ya calculadas en los gastos por accidentes de deterioro y renovación de maquinaria". Sí, ya se ve que las mentes pensantes de la izquierda de la República hicieron todo lo posible por evitar aquello... Este señor, como tú sabrás bien, fue uno de los redactores del proyecto constitucional...
Y ya, por terminar. ¿Revisionista, yo? Hombre, sí, lo que se considera revisionista, supongo que en muchas cosas lo seré. Pero en esta, precisamente en ésta, perdona, pero el revisionista eres más bien tú :-DDD
¿Ramiro Ledesma quiso quemar iglesias? Y yo, ¿qué narices he dicho de Ramiro Ledesma?
Last but not least: yo jamás he publicado una lista en internet. Al menos que yo sepa. Pero, claro, como no tengo ni puta idea, lo mismo ni eso sé... He escrito, eso sí, sobre hechos ocurridos en la República. Pero es que no hay que volar mucho para encontrar fuentes. Con la prensa vamos que chutamos, las más de las veces.
Bueno, ya nos vamos entendiendo...
BorrarO sea, existe un libro. Ergo lo que dice ese libro es verdad.
Existen mogollón de libros que dicen lo contrario. ¿Ergo...?
Ah, por cierto. Ya que para adverar la versión sobre el telegrama de Antonio Jaén, por lo que se ve, necesitas verlo, leerlo, tocarlo y conocerlo físicamente, supongo que, para sustentar tu afirmación de que Ramiro Ledesma quería quemar iglesias, así como Franco y Rada las quemaron, dispondrás de declaraciones juradas de los tres, firmadas ante testigos, aseverando las dichas cosas. Porque, si no, tsch, tsch... :-DDDD
Sigamos. Es posible (¡¡lo dice un libro!!) que sea rotundamente falso que Azaña dijese lo de la vida del republicano y bla. Pero lo que es rotundamente cierto es que Azaña consideraba incompatible la creencia religiosa y la pertenencia a un Estado moderno. Es él quien escribe (El jardín de los frailes"): "La caridad va contra el Estado" (qué nivel, Maribel...). Existe un libro (SEDWICK, Frank: The tragedy of Manuel Azaña and the fate of the Spanish Republic, Ohio State University Press, 1963) que interpreta la cosmovisión azañista aseverando que, según él, "la ciudadanía responsable y el patriotismo eran incompatibles con el catolicismo".
BorrarMás citas. Solidaridad Obrera, 4 de julio de 1931: "Nosotros no somos partidarios de incendiar iglesias y conventos, pero no se le puede pedir al pueblo, tantas veces calificado de chusma encanallada, que olviden que esta fauna tonsurada y sin tonsura son una de las causas del embrutecimiento del pueblo. Si el gobierno no extirpa la mala hierba, el pueblo está dispuesto a quemar los campos. Si el gobierno no se apresura a expulsar a los jesuitas y a separar la Iglesia (sic) del Estado, de cada iglesia y de cada convento el pueblo hará una hoguera purificadora".
BorrarYa se ve lo mucho que creían en su propia versión, en julio, los disgregadores de la versión, en mayo, de que los incendios habían sido provocaciones de las derechas.
Listas.
Borrar¿Se quemó o no se quemó, en la tarde del 10 de mayo, el kiosko de El Debate en la Puerta del Sol?
¿Provocaron, o no, los disturbios en el centro monárquico, la quema de tres automóviles y 17 heridos?
... vamos a pasar de las quemas de conventos. Vale, no ocurrieron.
¿Hubo o no hubo el 14 de mayo cuatro heridos en disturbios?
¿Hubo o no hubo el 15 cinco muertos y seis heridos en unos disturbios en Atarfe?
¿Se clausuró por disturbios, o no se clausuró, la universidad de Valladolid, el 18 de mayo? Dicho día, ¿acaso no se produjo en Barcelona el asesinato de un obrero (atribuido a los anarquistas)?
¿Por qué se declaró el estado de guerra en Sevilla el 25 de mayo? ¿Fue un cachondeo del gobierno, una cámara oculta?
¿Hubo o no hubo el 27 de mayo una huelga en Pasajes, con el resultado de seis muertos y 50 heridos?
¿Se llamó, o no se llamó, a la huelga general en Asturias, el 29 de mayo?
¿Ves por qué no hago listas? ¡Es cansadísimo!
"Carta al comandante Franco" de Ramiro Ledesma Ramos,nº 9 del 9 de mayo de 1931, "La Conquista del Estado".
BorrarY lo demás te lo buscas tú, despues de cientos de horas de trabajo. AUNQUE SÉ QUE NO LO HARÁS.
¡Vaya hombre! En filosofia.org, precisamente, el número 9 de la revista no lo ofrecen escaneado... ¿casualidad?
BorrarPero, anda, ilumínanos... ¿qué dice Ramirín en su carta que es tan categórico a la hora de demostrar su voluntad quematriz, así como DEMOSTRAR (eso es lo que tú has escrito, rey) que Ramón Franco y Pablo Rada participaron en unos hechos... ¡que cuando se publicó la carta no se habían producido!?
Por lo demás, ¿tú eres consciente de que Ramón Franco participó en una revuelta anarquista en Andalucía; que en la República fue diputado de ERC por Barcelona; y que sólo tras estallar la guerra civil se unió al bando de su hermano? ¿Tú eres consciente de que quien influyó a Franco en sus ideas radicales fue Rada, quien hizo una campaña superradical de izquierdas en las elecciones del 31 y fue encarcelado en El Puerto, de donde se escapó, fue Rada? ¿Tú eres consciente de que Rada ni siquiera se unió al bando franquista, permaneciendo exiliado durante la guerra, y sin volver, para morir, a finales de los sesenta?
En otras palabras. Citando la presunta participación de Franco y Rada en las quemas de iglesias, exactamente, ¿qué pretendes demostrar?
No voy a contestar a las imbecilidades que dices porque ya he dicho demasiado. Lo demás serás incapaz de currártelo tú, estoy seguro.
ResponderBorrarNo se llaman imbecilidades. Se llaman citas.
BorrarHala, descansa un poco.
¿Imbecilidades, las palabras de Azaña y los editoriales de Solidaridad Obrera?
ResponderBorrar¡Revisionista!
:-DDDDDDD
Quema de iglesias en mayo de 1931: la tercera quema de iglesis que se produce en España, la anterior se produce en 1909 en el contexto de la Semana Trágica de barcelona.La de 1909 fue una tragedia, la de 1931 una farsa que acabó en tragedia, en una guerra civil.A estas alturas no se sabe quién la organizó, porque hay indicios de que fue organizada. Cuando un autor-político como Maura parece que, como mínimo, oculta la verdad, como hace en su libro¨ Así cayó Alfonso XII¨, la investigación se complica.En la ¨Carta al comandante Franco¨de Ledesma éste comunica a Ramón su total acuerdo con su crítica al Gobierno Provisional y prácticamente le invita a ponerse a su lado.Curiosamente, Ledesma fue testigo de la quema de conventos pues la redacción de su periódico estaba en la Gran Vía , que antes no se llamaba así en ese tramo( que fue el último en ser construído y sobre cuyos terrenos colindantes había bastante especulación e intereses económicos importantes), muy cerca y en la misma acera y en la esquina anterior a la Residencia jesuíta de la calle Flor, el primero de los conventos que ardieron en Madrid y en toda España. Según el intelectual Pedro Laín Entralgo en su libro ¨Descargo de memoria¨ Ledesma fue testigo frío de la quema de la Residencia, como que no iba con él. Sin embargo, en un artículo que publica con ese nombre ¨la quema de conventos¨ refleja una postura crítica hacia los incediarios.Por lo demás, su relato sobre los hechos es engañoso porque solo pudo ver, desde su posición, parte de lo que sucedía y no todo. Días más tarde publica en su revista ¨La Conquista del Estado¨ otro artículo acerca de un libro que Ramón Franco había publicado, alabándole nuevamente.
ResponderBorrar¿Usted es consciente de que la mujer de Manuel Azaña era católica?
ResponderBorrarNo creo que todos los españoles estemos de acuerdo en que las creencias religiosas son de ámbito solo privado, la historia de este país demuestra lo contrario. No digo que no debiera ser así, pero por desgracia no lo es. La Monarquía borbónica siempre tuvo en la Iglesia a su mas fiel aliado; además, en aquel tiempo, el apoyo de la Iglesia romana al fascismo (Pio XI felicitó a Mussolini después de la conquista de Abisinia).
ResponderBorrarLa Iglesia católica ha perseguido herejes durante siglos, instauró la Inquisición, quemó a brujos, científicos(estuvo a punto de hacerlo con Galileo) y persiguió a todo aquel que puso en duda su autoridad. Se alió con reyes y príncipes, como uno más de ellos estando en medio de guerras y conflictos. O sea, hizo lo que no tenía que hacer, lo que ni siquiera era necesario que hiciera. Y, más que nada, estuvo lejos y en contra de los oprimidos y explotados del mundo. Desgraciadamente, tuvo que pagar su precio durante las revoluciones burguesas y durante los siglos XIX y XX. Afortunadamente, hay, hoy en día, sectores cristianos (también católicos) que se preocupan más por el mensaje evangélico que por estar cerca del poder y medrar.