viernes, septiembre 15, 2023

Stalin-Beria. 1: Consolidando el poder (10): El líder no se aclara

La URSS, y su puta madre
Casi todo está en Lenin
Buscando a Lenin desesperedamente
Lenin gana, pierde el mundo
Beria
El héroe de Tsaritsin
El joven chekista
El amigo de Zinoviev y de Kamenev
Secretario general
La Carta al Congreso
El líder no se aclara
El rey ha muerto
El cerebro de Lenin
Stalin 1 – Trotsky 0
Una casa en las montañas y un accidente sospechoso
Cinco horas de reproches
La victoria final sobre la izquierda
El caso Shatky, o ensayo de purga
Qué error, Nikolai Ivanotitch, qué inmenso error
El Plan Quinquenal
El Partido Industrial que nunca existió
Ni Marx, ni Engels: Stakhanov
Dominando el cotarro
Stalin y Bukharin
Ryskululy Ryskulov, ese membrillo
El primer filósofo de la URSS
La nueva historiografía
Mareados con el éxito
Hambruna
El retorno de la servidumbre
Un padre nefasto
El amigo de los alemanes
El comunismo que creía en el nacionalsocialismo
La vuelta del buen rollito comunista
300 cabrones
Stalin se vigila a sí mismo
Beria se hace mayor
Ha nacido una estrella (el antifascismo)
Camaradas, hay una conspiración
El perfecto asesinado 



Según relató Bukharin, Lenin estuvo presente en loor de multitud, el 13 de noviembre de 1922, en el IV Congreso de la Komintern. Allí recibió un homenaje total, con la alemana Clara Zetkin cayendo a sus pies para besarle las manos y todo, y para todos se hizo evidente que el fin del líder estaba cercano. El día de Nochebuena de aquel año, Stalin, Kamenev y Bukharin se reunieron para discutir el tema de la situación tras la previsible pronta muerte de Lenin. Decidieron prescribirle al líder una dieta de trabajo de cinco a diez minutos diarios de dictado; pero le prohibieron tener correspondencia. Se prohibieron las reuniones, y se le prohibió a todas las personas que lo rodeaban o visitaban que le diesen noticias de la vida exterior, por así decirlo.

Lenin tenía un completo equipo de secretarias. Estaba Nadezhda Aliluyeva, la mujer de Stalin; María Volodicheva; M. I Glyasser; Shushanika M. Manucharyants; Lidia Fotieva y S. A. Flakserman (quien, al parecer, es persona distinta de Galina Flakserman; pudieron ser hermanas). El 23 de diciembre de 1922, la que estaba de turno fue Volodicheva, y fue a ella a quien dictó su Carta al Congreso. Volodicheva anotó en su diario que Lenin tenía prisa por dictar la carta, pero que lo hizo durante muy pocos minutos, y con dificultades.

El XII Congreso tenía cita fijada para abril. Sin duda, Lenin quería que dicho Congreso abordase cambios de calado en la organización partidaria. Como primera providencia, Lenin aconsejaba incrementar el número de miembros del Comité Central “a varias docenas o, incluso, un centenar”. Este incremento tendría como consecuencia “incrementar la estabilidad de nuestro Partido y facilitar su lucha contra los Estados hostiles que, en mi visión, nos atacarán más en el futuro”.

Muchos hagiógrafos de Lenin quieren ver en su carta al Congreso una especie de confesión democrática de su líder. Yo creo que el texto está muy lejos de apuntar hacia eso. Como acabamos de ver, el principal objetivo de la Carta no es echar a Stalin; ni de lejos. El primer objetivo es hacer al Partido más fuerte, conseguir que superase esa fase en la cual era una organización más voluntarista que otra cosa. Pero el objetivo no es la democracia. Muchos de los intérpretes bienintencionados de Lenin se agarran al hecho de que, en su carta, el líder pone especial énfasis en decir que los nuevos miembros de ese Comité Central significativamente ampliado deberían ser reales miembros de la clase obrera. Lo cual es extraño, porque la mayoría de los revolucionarios que lo rodeaban ya lo eran. Los hombres que mandaban en el Partido en 1922 eran, sí, algunos, intelectuales. Pero otros muchos eran zapateros o torneros de origen. Todo eso, claro, sin olvidar que la democracia no es darle el poder a los obreros, sino a todo el mundo.

Lenin decía en su carta que “concibo la estabilidad como una salvaguarda frente a una ruptura en el futuro”, frase que nos viene a confirmar que su gran preocupación era que, de alguna manera, había llegado a la conclusión de que el Partido se escindiría algún día. Con mayor claridad aún, decía: “Creo que miembros actuales del Comité Central como Stalin y Trotsky son básicos para la cuestión de la estabilidad. En mi opinión, las relaciones entre ellos son la mitad del peligro de ruptura; peligro que puede ser evitado mediante el aumento de los miembros del Comité Central”. Y, más allá: “habiendo llegado a ser secretario general, el camarada Stalin ha concentrado un poder ilimitado, y no estoy seguro de que lo vaya a utilizar con el cuidado suficiente”.

Efectivamente, Stalin tenía muchos poderes. Pero tenía uno sobre todos los demás, el mismo poder que definiría la capacidad política de cualquier dirigente soviético durante los siguientes setenta años: el poder de nombrar a los dirigentes y cuadros de las diferentes estructuras del Partido. El sistema soviético era un sistema de patronazgo: tenías tanto poder como personas tenías colocadas en las estructuras de poder que te debían dicho nombramiento y su mantenimiento. Todo se reducía a eso: tenías poder en la medida en que podías seguirle garantizando a los tuyos el vodka, y las putas. En la Carta de Lenin hay clarividencia hacia las consecuencias del sistema (el gran poder de Stalin); pero no hacia el sistema en sí, que Lenin da por bueno, entre otras cosas porque es el suyo.

Lenin, además, dejó que su Carta trascendiese, de alguna manera, su principal problema, que era que no encontraba a nadie en el banquillo para dirigir aquella nueva etapa que ahora imaginaba. En consecuencia, lo que hace es dar una de cal y otra de arena a todo el mundo. De Stalin dice eso de que tiene demasiado poder; pero de Trotsky, tras reconocer que es probablemente “el hombre más capaz actualmente del Comité Central”, añade que “tiene demasiada confianza en sí mismo”.

Así las cosas, Lenin concluyó: “Estas dos personalidades sobresalientes en el Comité Central actual pueden llevar sin querer hacia la escisión. No me extenderé sobre las capacidades de otros miembros del Comité. Sólo diré que el episodio de Octubre que implicó a Zinoviev y Kamenev, aunque no fue accidental, no debe esgrimirse contra ellos personalmente, como tampoco se debe hacer con el anti bolchevismo de Trotsky.”

¿Que a qué se refería Lenin con lo de Octubre? Pues se refería a un hecho bien conocido por los revolucionarios del Partido en el cual, días antes de la revolución de octubre, Zinoviev y Kamenev, que consideraban que ese golpe de Estado armado era una acción prematura, así lo dijeron en la Prensa. En cuanto a Trotsky, es bien sabido que no ingresó en el Partido Bolchevique hasta agosto de 1917. Obsérvese el detalle del hondo “democratismo” de Lenin: para él, como para sus camaradas, no ser bolchevique significaba ser antibolchevique.

“Sobre los miembros más jóvenes del Comité, me gustaría decir algunas palabras sobre Bukharin y Pyatakov. Ellos son, en mi opinión, las dos fuerzas más sobresalientes de entre los jóvenes, cosa que debe tenerse en cuenta en relación con ellos: Bukharin es no sólo un teórico del Partido de gran valor, sino que es legítimamente considerado como el favorito de todo el Partido; sin embargo, es muy dudoso que su concepción teórica pueda considerarse totalmente marxista, puesto que tiene trazas de escolasticismo (pienso que nunca ha estudiado la dialéctica, y nunca la ha entendido)”.

Como se ve, la carta de Lenin es la carta de un gallego. Entiende el problema, pero a la hora de prescribirle soluciones, no para de decir: podría ser éste, pero también podría no serlo; en cuanto a éste otro, podría no serlo, pero también pudiera ser que lo fuese.

Al día siguiente, 24, Volodicheva anotó en su diario que Lenin la instruyó en el sentido de que todo lo dictado de la carta debía ser mantenido en absoluto secreto. Volodicheva cumplió; pero no así Fotieva, que estaba al cargo de la secretaría de las actuaciones de Lenin en el Sovnarkom y, en calidad de tal, tuvo acceso a los materiales. Fotieva le fue con el queo a Stalin y otros miembros del Politburo. Tal vez ahora entendáis mejor la reunión de ese mismo día 24 en el que se acordó restringir totalmente el trabajo diario de Lenin, así como su contacto con el exterior.

A pesar de todas estas cosas, el día 25 Lenin continuó dictando: “En lo tocante a Pyatakov, es un hombre de gran voluntad y de habilidades innegables, pero está demasiado centrado en labores administrativas como para asumir verdadero trabajo político”.

El 26, Lenin dictó las frases de la carta de lo que se ha dado en llamar la democratización del Partido; algo en lo que, en esencia, todo lo que proponía era una ampliación del Comité Central para dar entrada a obreros y agricultores.

Sin embargo, hubo de volver al tema que él tenía que saber bien que había dejado en el aire en los párrafos anteriores. Si las personalidades del Partido eran tan fuertes y ninguna era perfecta, ¿quién le sucedería? En este terreno, Lenin era totalmente consciente de que el puesto de secretario general era fundamental para detentar el poder futuro en el comunismo soviético. Una vez más, como muchas veces entre comunistas y no comunistas, el diagnóstico estaba claro; pero la terapia, ya no tanto. De hecho, Lenin tardó más de una semana en abordar el asunto, y fue el 4 de enero cuando dictó su famosérrimo post scriptum:

Stalin es demasiado brusco, y este defecto, que es totalmente aceptable cuando hablamos de relaciones entre nosotros, los comunistas, no es aceptable en un secretario general. Por lo tanto, yo sugiero que los camaradas encuentren la manera de desplazar a Stalin de su puesto para adjudicárselo a alguien que sea superior al camarada Stalin en cualquier característica, es decir, que sea más paciente, más leal, más respetuoso y atento con los camaradas, menos caprichoso, y todo eso. Estas consideraciones pueden parecer una trivialidad, pero estoy convencido de que, desde el punto de vista de prevenir una escisión, y en relación con lo que ya he dicho sobre las relaciones entre Stalin y Trotsky, no es un asunto trivial, o, en todo caso, es la típica trivialidad que se puede convertir en significativa.

Este párrafo de Lenin tiene muchas, muchas cosas. Muchas más que la que mucha gente ve: que Lenin recomendó echar a Stalin del poder. Primero, eso no está tan claro. Porque una cosa que hace este párrafo es reconocer que, si bien sería bueno que Stalin acabase en el basurero de la Historia, su mentor, Lenin, no sabe cómo hacerlo ni en la persona de quién hacerlo. Estoy es muy importante. Lenin, el hombre que había sido recibido entre lágrimas y besamanos en la Komintern como si fuese el Sagrado Corazón de Jesús Rojo, tenía que saber muy bien que si en su carta hubiera escrito: “votad a Juan de Juan”, entonces Juan de Juan habría sido nuevo secretario general del Partido. Si no lo hizo es porque Lenin no tenía candidato alternativo a Stalin; y, lo que es más, de alguna manera, en el mismo párrafo en el que le ataca, le perdona. Primero, porque viene a decir que los defectos de Stalin lo son como gobernante, no como dirigente del Partido; entre comunistas, viene a decir, los defectos de Stalin, o no son defectos, o son perfectamente asumibles. Segundo, él mismo se pone la venda antes que la herida considerando que el tema de quién va a ser el secretario general podría ser una trivialidad; él mismo le resta importancia al párrafo que acaba de dictar.

El párrafo de Lenin, pues, es el párrafo de un líder comunista que no parece convencido de que, desplazando a Stalin, esté haciendo lo que debe hacer. Ni siquiera habla de que Stalin no deba de dejar de tener poder; sólo que otro, y no sabe quién, debería ser secretario general en su lugar. Este párrafo, pues, más que un juicio ante la Historia, parece un ajuste administrativo o partidario.

Dos meses antes del XII Congreso se convocó un pleno del Comité Central que discutió las líneas de reorganización de varios órganos del Partido, de acuerdo con antiguos artículos de Lenin. Se acordó que el congreso sería un congreso fundamentalmente organizativo. Se habló de incrementar el Comité Central de 27 a 40 miembros (como puede verse, los comunistas se quedaban cortos respecto de las ideas de su líder, que no conocían); y también sugirieron que los plenos del Comité Central auditasen, por así decirlo, las decisiones del Politburo (lo cual, en un sistema como el soviético, no significaba nada, y nada es nada; en un sistema basado en el patronazgo, todo aquél que estaba en el Comité Central le debía su estatus a alguien en el Politburo. ¿Qué mierda de control era ése?) En todo caso, se sugirió que tres miembros del Comité Central asistiesen a las reuniones del Politburo.

Lenin había sugerido también la creación de una nueva comisión especial que vigilase el trabajo del Comité Central y del Politburo en los periodos entre congresos. Así se amplió la Comisión del Comité Central, llamada a tener un gran papel en la vida del Partido y que, por eso mismo, fue disuelta por Stalin en cuanto pudo.

Stalin, por otra parte, sometió un informe Sobre los factores nacionales en la construcción del Partido y del Estado, que recibió muchas críticas, probablemente por estar muy apartado de la visión de Lenin sobre la materia; algo en lo que ya sabemos que ambos líderes no coincidían.

En el fondo de esta cuestión se halla el hecho de que parece estar claro que Lenin quería que el XII Congreso abordase una definición más precisa y elaborada de la revolución rusa. Pero esa idea básica, en mi opinión, ha hecho que muchos tontos hayan dicho y escrito muchas tonterías. Lenin no estaba dispuesto a cuestionar ni el centralismo del Partido, ni la dictadura del proletariado, ni el uso de la violencia como forma de imposición ideológica. No estaba dispuesto a renunciar al concepto de vanguardia revolucionaria, de minoría necesaria; lo que pudría y dejaba sin valor todos sus esfuerzos en cualquier otro flanco de sus ideas.

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