miércoles, noviembre 09, 2022

La hoja roja bolchevique (8): Cómo cayó Khruschev (1)

 El chavalote que construyó la Peineta de Novoselovo

Un fracaso detrás de otro
El periplo moldavo
Bajo el ala de Nikita Kruschev
El aguililla de la propaganda
Ascendiendo, pero poco
A la sombra del político en flor
Cómo cayó Kruschev (1)
Cómo cayó Kruschev (2)
Cómo cayó Kruschev (3)
Cómo cayó Kruschev (4)
En el poder, pero menos
El regreso de la guerra
La victoria sobre Kosigyn, Podgorny y Shelepin
Spud Webb, primer reboteador de la Liga
El Partido se hace científico
El simplificador
Diez negritos soviéticos
Konstantin comienza a salir solo en las fotos
La invención de un reformista
El culto a la personalidad
Orchestal manoeuvres in the dark
Cómo Andropov le birló su lugar en la Historia a Chernenko
La continuidad discontinua
El campeón de los jetas
Dos zorras y un solo gallinero
El sudoku sucesorio
El gobierno del cochero
Chuky, el muñeco comunista
Braceando para no ahogarse
¿Quién manda en la política exterior soviética?
El caso Bitov
Gorvachev versus Romanov 

Entramos, en esta toma, en el proceloso mundo de la caída de Nikita Khruschev, sus porqués y circunstancias. Algo de lo que ya hemos hablado al recensionar la vida de Leónidas Breznev pero, quizás, de forma demasiado esquemática. Aquí vamos a tratar de ocuparnos de las cosas un poco más en extenso.

Antes de nada, para que nos quede claro, éstos son los miembros del vigésimo segundo Politburo del PCUS, que estaban pues en el poder cuando se muñó el golpe de Estado y finalmente cayó Khruschev.

Miembros: Leónidas Breznev, Gennadi Voronov, Frol Kolzov, Alexei Kosigin, Otto Kuusinen (fallecería en mayo), Anastas Mikoyan, Nikolai Podgorny, Dimitri Poliansky, Milhail Suslov, Nikita Khruschev, Nikolai Shvernik, Andrei Kirilenko, Piotr Shelest y Alexander Shelepin (estos dos últimos no entraron hasta noviembre).

Miembros candidatos: Viktor Grishin, Kiril Mazurov, Vasil Mzhavanadze, Sharov Rasidov, Volodimir Shcherbitsky, Leonid Efremov, Piotr Shelest, Piotr Demichev, Dimitri Ustinov.

Khruschev llegó al poder tras la muerte de Stalin como consecuencia de un enfrentamiento entre el Partido y el gobierno a ver quién ganaba, que ganó el primero. Como consecuencia, Khruschev apartó a Malenkov del poder soviético y, entusiásticamente apoyado por los militares y muy especialmente por alguno que le tenía ganas como el mariscal Zhukov, consiguió apiolarse a su otro gran enemigo, a la persona que todo el mundo hubiera apostado que sucedería a Stalin: Lavrentii Beria.

Para apartar a estos titanes de la carrera por el poder soviético, Khruschev hubo de coser una alianza política que, en realidad, tenía por única argamasa el deseo negativo de que no fuesen dirigentes del país ni Malenkov ni Beria, ambos demasiado cercanos a Stalin y que, por lo tanto, se reputaban capaces de reproducir y mantener un estado de cosas y una estrategia política y organizativa que se consideraba obsoleta y capaz de llevar al país al desastre (cosa que era cierta, como demuestran las consecuencias de la larga gestión del básicamente estalinista Breznev). Sin embargo, en realidad Khruschev no tuvo ni cien, ni mil días de gracia. La oposición a su persona comenzó muy pronto.

Se habla y no se para muy a menudo en el sentido de que lo que mató a Khruschev como líder soviético fue la crisis de los misiles en Cuba. Es cierto, sobre todo en el sentido de que esa crisis no es sino la quintaesencia de una actitud, digamos, blanda o comprensiva hacia el enemigo americano por su parte que nunca fue compartida por el backbone soviético. Pero es una visión parcial; demasiado parcial. Khruschev se ganó la enemiga de los altos mandos militares con su idea de desmovilizar a grandes partes de las Fuerzas Armadas, de adelgazar la factura de eso que se ha dado en llamar el complejo militar-industrial soviético. Los militares soviéticos se habían acostumbrado a mandar mucho en el país, y aquello les pareció lo que era: una retrocesión de parte de dicho poder. Una segunda fuente de animadversión por parte de Khruschev fue el enrarecimiento de sus relaciones con China. Muchos jerifaltes soviéticos, basados en análisis muy simplistas y muy poco conocimiento, entendían que el destino de la URSS y de la República Popular China era ser hermanos de sangre, sinceros y amigables colaboradores. Pero eso, en realidad, no era posible, porque ambos poderes estaban demasiado cercanos, y eran demasiado homologables, como para que una asociación sin desconfianzas pudiese funcionar. Por último, Khruschev, obsesionado con la eficiencia, se embarcó en una serie de reformas y cambios que pisaron muchos callos en un Partido Comunista que, como le suele ocurrir a las formaciones de esta identidad, estaba básicamente acostumbrado a que los que trabajasen fuesen los demás. Esto le granjeó muchísimos enemigos, sobre todo en las estructuras territoriales del Partido, donde se amalgamaban legiones de comunistas extractivos viviendo del puto cuento.

A pesar de todo esto, por supuesto, el Comité Central del Partido, durante años, no hizo otra cosa que aplaudir con los riñones los discursos de Khruschev y dar una imagen de unidad que, de hecho, engañó muy a menudo a lo sedicentes expertos de Occidente, básicamente chavalotes ideologizados y lectores habituales de los clásicos griegos epílogo y prólogo.

Como ya os he contado, esto empezó a no ser así cuando el avión U2 estadounidense pilotado por Gary Powers fue derribado en el espacio aéreo soviético, y dicho piloto capturado. El Presidium, esto es, el Politburó, se le lanzó a la chepa a Khruschev, reprochándole su política de rapprochement hacia los Estados Unidos que, según la percepción del ala dura, tenía como consecuencia que los americanos siguiesen a lo suyo, espiando, mientras la URSS se desarmaba.

En 1960, el secretario general se sabía ya lo suficientemente acorralado como para estarlo incluso con la colaboración de aquéllos que lo habían apoyado; es el año, pues, que trata de deshacerse, sin éxito, de Leónidas Breznev. Al año siguiente, en 1961, Khruschev sufrió un importante golpe en su capacidad de poder cuando dos dirigentes comunistas que no formaban parte de su círculo de confianza: Alexei Kosigin y Dimitri Poliansky, fueron promovidos a miembros de pleno derecho del Presidium o Politburo. En ese momento, ya se puede hablar, propiamente, de la existencia en la cúpula soviética de un grupo más o menos organizado y coordinado, con la intención de contraprogramar al secretario general. Sin embargo, la mayoría de los sovietólogos está de acuerdo en que, en ese punto procesal, este ala dura no estaba pensando en echarlo, porque les parecía, probablemente, un hueso demasiado duro de roer. 

Es en este entorno en el que hay que entender el nombramiento de Breznev como presidente del Soviet Supremo que es, por lo tanto, una extraña mezcla entre los deseos de Khruschev de cortarle las alas a un competidor, y el deseo de la oposición de quitar de en medio al principal punto de apoyo del secretario general En parte fue, como ya os he dicho, una forma que encontró Khruschev de situar a su hombre de confianza; pero, en otra parte, fue, también, una forma de debilitar la posición del secretario general del Partido mediante el desplazamiento de su principal activo. Kliment Voroshilov, el predecesor de Breznev en el puesto, nunca volvió a tener ningún poder; y lo mismo le pasaría, con el tiempo, tanto a Anastas Mikoyan como a Nikolai Podgorny, sus sucesores.

Nikita Khruschev, como os he dicho, tuvo algo que ver en el envío de Leónidas Breznev al teórico olvido político como presidente del Soviet Supremo y jefe del Estado. Para entonces, el ucraniano recelaba del ruso, sobre todo porque veía que el segundo estaba creando su propia estructura de patronaje; una estructura de la que Chernenko formaba una parte más bien modesta. Así pues, el secretario general hizo el movimiento de congelar las aspiraciones de quien muchos tenían por su segundo, pero, para Khruschev, el nombramiento de Breznev para un puesto decorativo era un anuncio importante; necesitaba introducir en el cuerpo de secretarios del Comité Central, donde estaba el poder de verdad, a alguien que reequilibrase las cosas. 

Pensó en Suslov, pero se des-convenció muy pronto. En primer lugar, porque Suslov, que era persona bastante inteligente y sabía qué tipo de fabada se cocía en el Kremlin, no tenía ningunas ganas de dar la batalla por dominar el Partido en la sombra. Él era un ideólogo, un Tezanos con nivel; no era un hombre de acción. En segundo lugar, Khruschev y Suslov no se entendían. Uno era sanguíneo y vitalista; el otro, reflexivo e introvertido. Otto Kuusinen tampoco le valía, principalmente porque estaba a las puertas de la muerte; pero, también, porque era un poco verso suelto y no se podía fiar de él. Pensó en Nuredin Mukhitdinov, pero era demasiado joven. Pensó también en Averky Borisovitch Aristov, en Ekaterina Futseva, en Nikolai Grigorievitch Ignatov o en el ex jefe de Chernenko, Piotr Pospelov; pero todos ellos tenían la puta manía de pensar por sí mismos a veces; y eso es algo que a un gobernante nunca le ha servido de mucho. Los gobernantes siempre quieren ministros y dirigentes partidarios a los que dar un papel cinco minutos antes de salir en la Sexta, y poder decirles: "lee esto".

Más seria era la candidatura de Alexei Ilarionovitch Kirichenko, un hombre al que Khruschev valoraba por ser un tío muy echado para delante. Sus enfrentamientos con miembros del gobierno, del ejército y, sobre todo, de la policía secreta, eran muchos y legendarios. Sin embargo, esa fuerza y confianza en sí mismo era uno de los principales handicap del candidato. Kirichenko era segundo secretario general del Comité Central, y eso le hacía estar convencido de que podía, incluso debía, ser primer secretario general. ¿Cómo iba Khruschev a apoyarse en alguien que tenía la intención de sustituirlo? Kirichenko es, pues, uno de esos personajes en la Historia de la URSS que, sólo por las casualidades o por haberse cruzado con personas más ambiciosas que él mismo, no está hoy en los libros de Historia.

Alexei Kirichenko, el hombre que pudo llegar a ser
mucho más de lo que fue. Vía Wikipedia.

Otro problema que tenía Kirichenko, además, es que era ucraniano. Khruschev también lo era, y por eso sabía mejor que nadie que los comunistas ucranianos tenían el proyecto de monopolizar el poder; de hecho, lo hicieron en gran medida cuando llegó Breznev, políticamente un ucraniano y siempre apoyado en la llamada Mafia del Dnieper. Tanto Nicolai Podgorny como Andrei Kirilenko, prominentes miembros del Partido, eran parte de todo aquello, y por eso Khruschev tenía siempre en la agenda el proyecto de recortar el poder de sus compatriotas.


Frol Kolzov, la alternativa. Vía Wikipedia.

Para contraprogramar a los ucranianos y para consolidar sus posiciones en el Partido, Khruschev echaría mano, fundamentalmente, de la inacabable cantera de políticos comunistas de leningradenses. Así fue como FRK, Frol Romanovitch Kolzov, logró ascender en la escala de poder soviética. Kolzov había tenido la inteligencia, en 1957, cuando apenas era secretario general del obkom de Leningrado, de apoyar a Khruschev en la lucha por el poder, a pesar de que el Comité Central llegó a exigir su dimisión. Kolzov era un político pasillero nato, un Rubalcaba del Kremlin, y le hizo grandísimos servicios al secretario general cosiendo alianzas y pactos, sobre todo con los líderes territoriales del Partido. Cuando Khruschev decidió colapsar el suelo en que se asentaba Kirichenko, Kolzov pasó a ser el número dos en el Partido de forma casi natural.

Lo que pasó, sin embargo, no fue lo que Khruschev esperaba. Como ya hemos, en un gesto que nadie había hecho antes ni haría después, Breznev logró sacar petróleo de su teórico cargo estúpido y conservar su apariencia y ambición de poder y, de hecho, una de las cosas que consiguió es que esa nueva estructura de poder que Khruschev había creado con sus nombramientos se pasase, por así decirlo, a Breznev. Antes de dejar su puesto en el Comité Central, Breznev se has había arreglado para destituir a Nikolai Ilitch Belyaev al frente de la república de Kazajstán, que conocía muy bien, para colocar a uno de sus parciales, Dinmohamed Ajmetuly Kunaev. Asimismo, cuando Breznev fue descabalgado del Comité Central, Khruschev ya no pudo evitar que dejase tras de sí una estructura de poder a su servicio tanto en Ucrania como en Moldavia, repúblicas ambas por las que había pasado. De esta manera, en el momento que consiguió ganarse a Frol Kolzov, quien exactamente igual que en 1957 había sabido leer que Khruschev era el futuro ahora supo darse cuenta de que el futuro era Breznev, el poder de éste sobre el Partido era muy elevado.

En un típico resultado de esa atípica forma de hacer política que es la fijación de esferas de poder en los países comunistas, Kolzov y Breznev comenzaron un juego bastante complejo en el que, a ratos se unían frente a Khruschev, a ratos peleaban entre ellos, conscientes de que, si caía el secretario general por alguna razón, la lucha por la sucesión, primariamente, estaría entre ellos dos. Este hecho condicionó de forma completa y total la política llevada a cabo por Khruschev entre 1960 y 1963.

En apenas un año, el aparato del Partido Comunista de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas ya no se podía reputar de khruschevita; era, en realidad, kolzovita, por mucho que la palabra suene rara. Kolzov, haciendo uso del Catón básico del dirigente soviético, utilizó los plenos del Comité Central, las conferencias del Partido y las reuniones de los mil y uno comités existentes, para ir salpimentando una serie de ceses en la persona de los cuadros comunistas que no le eran afines. De esta manera, en el PCUS se podía conseguir cambiar la faz del Partido sin que aparentemente se notase, y muy especialmente lejos de la mirada de los seudoexpertos occidentales; pues los cambios se asemejaban al crecimiento de las plantas, que es una cosa que todo el mundo sabe que existe pero nadie había visto hasta que se inventaron las cámaras ésas superrápidas. La reforma básica de Kozlov fue hacer el colegio de secretarios del Comité (por llamarlo de alguna manera, ya que dicha institución nunca existió) más manejable por la vía de limitar su número de miembros; y, luego, hizo entrar en el mismo a su sucesor al frente del obkom leningradense: Ivan Vasilievitch Spiridonov; mientras que, corriendo el escalafón en Leningrado, el puesto de Spiridonov lo ocupaba allí Vasili Sergeyevitch Tolstikov, otro kolzovita convencido.

El tema estaba ya madurito para que Kolzov iniciase el ataque directo contra quien verdaderamente le preocupaba, que era Breznev.

1 comentario:

  1. Puede ser una tontería, pero siempre me llamó la atención la longevidad (no política) de los miembros del llamado Grupo Antipartido (Los que lanzaron la intentona golpista de 1957)

    De los cuatro identificados, Molotov y Malenkov cascaron ya en la época de la Perestroika (1986 y 1988) mientras que Kaganovich y Shepilov sobrevivieron a la propia URSS (1991 y 1995)

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